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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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CAPITULO 28<br />

EL ULTIMO INVIERNO<br />

EN LA FIESTA DE LA DEDICACIÓN.<br />

<strong>Jesus</strong> volvió a Jerusalén a tiempo para asistir a la Fiesta de la Dedicación durante <strong>el</strong> último<br />

invierno de su vida terrenal. Esta, igual que la de los Tabernáculos, era una fiesta de regocijo nacional,<br />

y anualmente se c<strong>el</strong>ebraba por un período de ocho días principiando <strong>el</strong> 25 de Chislev, que corresponde<br />

en parte a nuestro mes de diciembre. No era una de las grandes fiestas prescritas por los estatutos<br />

mosaicos, sino quedó establecida en <strong>el</strong> año 164 ó 163 antes de J.C., al tiempo de la rededicación d<strong>el</strong><br />

templo de Zorobab<strong>el</strong>, a raíz de la rehabilitación de ese sagrado edificio después de su profanación por<br />

Antíoco Epífanes, rey pagano de Siria. c Mientras se c<strong>el</strong>ebraba la fiesta, Jesús fue al templo y allí se le<br />

vio en la parte d<strong>el</strong> edificio conocida como <strong>el</strong> Pórtico de Salomón. No tardó en correr la nueva de su<br />

presencia entre los judíos, los cuales se le acercaron, manifestando un espíritu hostil y con la aparente<br />

intención de hacerle preguntas. La interrogación fue: "¿Hasta cuándo nos turbarás <strong>el</strong> alma? Si tu eres<br />

<strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>, dínoslo abiertamente." El sólo hecho de que le hayan hecho tal pregunta es evidencia de la<br />

profunda e inquietante impresión que <strong>el</strong> ministerio de <strong>Cristo</strong> había producido entre la jerarquía oficial<br />

y <strong>el</strong> pueblo en general; según <strong>el</strong>los opinaban, las obras que El había efectuado parecían ser dignas d<strong>el</strong><br />

Mesías.<br />

El Señor respondió indirectamente, pero en substancia y efecto sus palabras fueron cortantes y<br />

precisas. Les llamó la atención a sus palabras anteriores y a sus obras continuas. "Os lo he dicho—<br />

declaró-—y no creéis: las obras que yo hago en nombre de mi Padre, <strong>el</strong>las dan testimonio de mí; pero<br />

vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las<br />

conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi<br />

mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi<br />

Padre. Yo y <strong>el</strong> Padre uno somos." La referencia a lo que previamente había dicho, sirvió para<br />

recordarles las enseñanzas que les había comunicado en la ocasión de su visita anterior entre <strong>el</strong>los,<br />

cuando había proclamado ser <strong>el</strong> gran Yo SOY, de mayor antigüedad y preeminencia que Abraham, y<br />

se había representado como <strong>el</strong> Buen Pastor.<br />

No pudo muy bien contestar su pregunta por medio de una simple aseveración absoluta, porque la<br />

habrían interpretado como afirmación de que El era <strong>el</strong> Mesías que <strong>el</strong>los se conceptuaban, <strong>el</strong> rey<br />

terrenal y conquistador a quien decían estar esperando. El no era ese <strong>Cristo</strong> que <strong>el</strong>los se imaginaban, y<br />

sin embargo, era verdaderamente <strong>el</strong> Pastor y Rey de todos los que quisieran escuchar sus palabras y<br />

hacer sus obras; y a tales El reiteró la promesa de la vida eterna y la certeza de que ningún hombre los<br />

arrebataría de su propia mano o de la d<strong>el</strong> Padre. Los judíos casuísticos no pudieron presentar ninguna<br />

refutación a esta doctrina, exaltada y profunda a la vez, ni pudieron hallar en <strong>el</strong>la <strong>el</strong> tan ansiado<br />

pretexto para acusarlo directamente; sin embargo, las últimas palabras de nuestro Señor, su solemne<br />

declaración de que "Yo y <strong>el</strong> Padre uno somos",' despertaron la ira de la multitud hostil. Llenos de rabia<br />

tropezaron unos con otros levantando piedras para apedrearlo. Debido al estado incompleto de los<br />

edificios d<strong>el</strong> templo, probablemente había muchas rocas y fragmentos por todos lados; y ésta fue la<br />

segunda tentativa asesina contra la vida de nuestro Señor dentro de los confines de la Casa de su<br />

Padre.<br />

Impávido, y con la comp<strong>el</strong>ente tranquilidad de una majestad más que humana, Jesús dijo: "Muchas<br />

buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de <strong>el</strong>las me apedreáis?" Iracundos le contestaron<br />

"Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios," h<br />

Palpable es que ninguna ambigüedad habían hallado en sus palabras. El entonces les citó las<br />

Escrituras, en las cuales se llama dioses 1 aun a los jueces facultados con autoridad divina, y preguntó:<br />

"¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dioses a aqu<strong>el</strong>los a quienes vino la<br />

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