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pasar por <strong>el</strong> ojo de una aguja" (Edersheim). Algunos intérpretes insisten' en que Jesús dijo reata en<br />
lugar de cam<strong>el</strong>lo, y basan sus afirmaciones en <strong>el</strong> hecho de que la palabra griega ¡cam<strong>el</strong>os (cam<strong>el</strong>lo) se<br />
distingue sólo por una letra de kamilos (reata), y que <strong>el</strong> supuesto error de substituir "cam<strong>el</strong>lo" por<br />
"reata" en <strong>el</strong> texto bíblico fue culpa de los primeros escribas. Farrar (página 476) rechaza esta<br />
interpretación posible, fundándose en que son comunes en <strong>el</strong> Talmud los proverbios que contienen<br />
comparaciones similares a la d<strong>el</strong> cam<strong>el</strong>lo y <strong>el</strong> ojo de la aguja.<br />
Se ha declarado que se daba <strong>el</strong> nombre "Ojo de la aguja" a una pequeña apertura o postigo<br />
colocado en las puertas principales de los muros de las ciudades, a un lado de las mismas; y ha surgido<br />
la suposición de que Jesús se estaba refiriendo a un postigo de esta naturaleza cuando habló de la<br />
aparente imposibilidad de que un cam<strong>el</strong>lo pasara por <strong>el</strong> ojo de una aguja. Sería posible, aun cuando<br />
muy difícil, que un cam<strong>el</strong>lo se intrudujera por la pequeña apertura, y en ninguna forma podría lograrlo<br />
a menos que se le quitara la carga y todas sus guarniciones. Si tal concepto fuere correcto, podríamos<br />
hallar una semejanza adicional en <strong>el</strong> hecho que de sería necesario primeramente descargar y<br />
desguarnecer al cam<strong>el</strong>lo, pese al valor de su carga o esplendidez o lujo de sus guarniciones, y la<br />
necesidad que tenía <strong>el</strong> joven rico, y por cierto cualquier hombre, de despojarse de la carga y atavío de<br />
riquezas a fin de poder entrar en <strong>el</strong> angosto camino que conduce al reino. La exposición que <strong>el</strong> Señor<br />
hizo de su palabra es más que suficiente pare <strong>el</strong> objeto de la lección: "Para los hombres esto es<br />
imposible; mas para Dios todo es posible." (Mateo 19:26).<br />
8. Indebida preocupación por la recompensa que viene de servir al Señor.—La instructiva e<br />
inspiradora parábola de los obreros de la viña resultó de la interesada pregunta de Pedro: "¿Qué, pues,<br />
tendremos?" Por motivo de su tierna misericordia <strong>el</strong> Señor se refrenó de reprender en forma directa a<br />
su siervo impulsivo por su indebida preocupación sobre lo que había de recibir, y más bien utilizó <strong>el</strong><br />
acontecimiento en una manera exc<strong>el</strong>ente, convirtiéndolo en <strong>el</strong> texto de una lección de gran valor. El<br />
siguiente comentario de Edersheim (tomo ií. página 416) es digno de consideración: "Esto constituía<br />
un gran p<strong>el</strong>igro para los discípulos: p<strong>el</strong>igro de formarse conceptos semejantes a los que tenían los<br />
fariseos con respecto a los publícanos perdonados, o d<strong>el</strong> hijo mayor concerniente a su hermano menor<br />
en la parábola; p<strong>el</strong>igro de interpretar equivocadamente las r<strong>el</strong>aciones correctas, y por ende, la<br />
naturaleza misma d<strong>el</strong> reino y la obra efectuada en él y para él. Es a esto que se refiere la parábola de<br />
los obreros de la viña. El precepto que <strong>Cristo</strong> enseña es que aun cuando no quedará sin ser<br />
recompensada cosa alguna que se haga por El, sin embargo, por una razón u otra, ninguna predicción<br />
se puede hacer, ninguna indicación de autojustifi-cación se debe inferir. En ningún respecto se puede<br />
concluir que la mayor parte de la obra efectuada—por lo menos, a nuestra manera de ver y juzgar—<br />
merecerá una recompensa superior. Al contrario, 'muchos primeros serán postreros, y postreros,<br />
primeros'. No todos sino 'muchos', y aun esto no siempre o necesariamente. Y en tales casos no se ha<br />
cometido una injusticia; no hay lugar para reclamación, aun tomando en consideración la promesa de<br />
que toda obra será debidamente reconocida. El <strong>org</strong>ullo y preeminencia espirituales no pueden resultar<br />
sino de interpretar erróneamente la r<strong>el</strong>ación de Dios hacia nosotros, o bien de nuestra incorrecta<br />
disposición mental hacia otros; es decir, indica una incapacidad mental o moral. La parábola de los<br />
obreros de la viña sirve dé ilustración. . . . Pero al mismo tiempo que demuestra por qué algunos que<br />
fueron los primeros quizá sean postreros, y cuán complete-mente errado es <strong>el</strong> concepto de que<br />
necesariamente recibirán más que otros que aparentemente efectuaron una obra mayor—en una<br />
palabra, que <strong>el</strong> obrar por <strong>Cristo</strong> no es una cantidad determinada, tanto por cuanto, ni que nosotros<br />
podemos ser los jueces de cuándo y por qué ha de llegar determinado obrero—también comunica<br />
muchas cosas nuevas y, en muchos respectos, sumamente consoladoras."<br />
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