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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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dicho: Si no hallare gracia a sus ojos.' La escu<strong>el</strong>a de Hill<strong>el</strong> declaraba: 'Si la esposa no prepara bien los<br />

alimentos de su marido, salándolos o asándolos en exceso, puede ser repudiada.' Por <strong>el</strong> contrario, <strong>el</strong><br />

rabino Jocanán (de la escu<strong>el</strong>a de Shammai) declaraba que: 'La repudiación de una esposa es<br />

repugnante.' Ambas escu<strong>el</strong>as estaban de acuerdo en que no se podía recibir de nuevo a una mujer<br />

divorciada. ... El rabino Cananías declaró: 'Dios nunca endosó con su nombre los divorcios sino entre<br />

los isra<strong>el</strong>itas, que es como si hubiese dicho: He concedido a los isra<strong>el</strong>itas <strong>el</strong> derecho de repudiar a sus<br />

esposas; pero no a los gentiles.' Jesús replicó que lejos de ser un privilegio para Isra<strong>el</strong>, fue para su<br />

infamia y censura que Moisés se vio en la necesidad de tolerar <strong>el</strong> divorcio."<br />

5. Jesús, <strong>el</strong> ennoblecedor de la mujer.—Geikie parafrasea de la manera siguiente parte de la<br />

respuesta de <strong>Cristo</strong> a la pregunta de los fariseos sobre <strong>el</strong> divorcio, y comenta en esta forma: " 'Y yo os<br />

digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación—con lo cual se destruye la<br />

esencia misma d<strong>el</strong> matrimonio, disolviendo la unidad que había formado—y se casa con otra,<br />

adultera; y <strong>el</strong> que se casa con la repudiada, adultera, porque la mujer todavía es, a los ojos de Dios, la<br />

esposa d<strong>el</strong> que la divorció.' Esta afirmación fue de mucho mayor trascendencia que <strong>el</strong> solo hecho de<br />

haber callado a los malvados espías. Tenía por objeto decretar lo que para todas las edades había de<br />

ser la ley d<strong>el</strong> nuevo reino en <strong>el</strong> asunto supremo de la vida familiar. Abrogó para siempre, de la<br />

sociedad de nuestro Señor, <strong>el</strong> concepto de que la mujer es meramente un juguete o esclava d<strong>el</strong> hombre<br />

y estableció las r<strong>el</strong>aciones verdaderas entre los sexos sobre <strong>el</strong> fundamento eterno de la verdad, <strong>el</strong><br />

derecho, <strong>el</strong> honor y <strong>el</strong> amor. Fue esencial, para la futura estabilidad de su Reino, como lugar de pureza<br />

y dignidad espiritual, ennoblecer <strong>el</strong> hogar y la familia, <strong>el</strong>evando a la mujer a su posición verdadera.<br />

Dando al matrimonio esta cualidad indisoluble, Jesús proclamó la igualdad de los derechos d<strong>el</strong><br />

hombre y la mujer dentro de los límites de la familia, y por este medio ot<strong>org</strong>ó una carta de nobleza a<br />

cada madre d<strong>el</strong> mundo. La posición de mayor categoría que la mujer tiene en la era cristiana, en<br />

comparación con la que se le concedía en la antigüedad, se debe a Jesucristo."—Life and Woris o{<br />

Christ, tomo ii, página 349.<br />

6. La bendición de los niños.—Cuando <strong>Cristo</strong>, en calidad de personaje resucitado, se apareció a<br />

los nefitas sobre <strong>el</strong> continente occidental, tomó a los niños, uno por uno, y los bendijo; y la multitud<br />

reunida vio a los pequeñitos envu<strong>el</strong>tos como si fuera por fuego, mientras áng<strong>el</strong>es los atendían. (3 Nefi<br />

17:11-25) En las rev<strong>el</strong>aciones modernas <strong>el</strong> Señor manda que se lleve a todos los niños nacidos en la<br />

Iglesia para que los bendigan aqu<strong>el</strong>los que están autorizados para administrar esta ordenanza d<strong>el</strong> santo<br />

sacerdocio. El mandamiento de referencia es <strong>el</strong> siguiente: "Todo miembro de la Iglesia de <strong>Cristo</strong> que<br />

tenga hijos debe traerlos a los élderes de la Iglesia, quienes les irnpodrán las manos en <strong>el</strong> nombre de<br />

Jesucristo, y los bendecirán en su nombre." (Doc. y Con. 20:70) Por consiguiente, hoy se acostumbra<br />

en la Iglesia llevar a los niños a los servicios d<strong>el</strong> día de ayuno efectuados en los distintos barrios,<br />

donde son recibidos uno por uno en los brazos de los élderes, y se les bendice y da un nombre al<br />

mismo tiempo. Se espera que <strong>el</strong> padre d<strong>el</strong> niño, si tiene <strong>el</strong> grado de élder, participe en la ordenanza.<br />

La bendición de los niños ninguna analogía guarda con la ordenanza d<strong>el</strong> bautismo, y mucho menos<br />

representa una substitución. El bautismo ha de administrarse únicamente a los que han llegado a la<br />

edad de entendimiento y son capaces de arrepentirse. Como lo ha expresado <strong>el</strong> autor en otra parte:<br />

"Algunos se refieren a la ocasión en que <strong>Cristo</strong> bendijo a los niños y reprendió a aqu<strong>el</strong>los que querían<br />

impedir que los pequeñitos llegaran a El, como evidencia en favor d<strong>el</strong> bautismo de los niños; pero,<br />

como sabia y concisamente se ha dicho: 'Deducir que se debe bautizar a los niños por <strong>el</strong> hecho de que<br />

<strong>Cristo</strong> los bendijo, nada prueba sino que hace falta un argumento mejor; porque la conclusión más<br />

probable sería esta: <strong>Cristo</strong> bendijo a los niños, y entonces los despidió, mas no los bautizó; por<br />

consiguiente, los niños no han de ser bautizados.' "•—Artículos de Fe, por <strong>el</strong> autor, página 140.<br />

Léanse también las páginas 139-141.<br />

7. El cam<strong>el</strong>lo y <strong>el</strong> ojo de la aguja.—Comparando la dificultad con que <strong>el</strong> rico entrará en <strong>el</strong> reino,<br />

y la d<strong>el</strong> cam<strong>el</strong>lo al querer pasar por <strong>el</strong> ojo de una aguja, Jesús empleó una figura retórica que, pese a su<br />

naturaleza fuerte y prohibitoria indicada en nuestra traducción, era familiar a los que oyeron la<br />

expresión. Existía un "común proverbio judío, de que ni aun en sueños vería un hombre a un <strong>el</strong>efante<br />

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