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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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NOTAS AL CAPITULO 27<br />

1. Los hombres ricos y su mayordomos.—'"Había un hombre rico que tenía un mayordomo.'<br />

Aquí, de paso, se nos da a saber <strong>el</strong> equi librio tan perfecto que existe entre las varias categorías<br />

sociales en una comunidad, y la poca ventaja tangible que las riquezas pueden ofrecer a quien las<br />

posee. Al grado que aumentan nuestros bienes, se pierde nuestro dominio personal de <strong>el</strong>los; cuanto<br />

más poseemos, tanto más debemos confiar a otros. Los que efectúan su propia obra no tienen <strong>el</strong><br />

problema de los siervos desobedientes; aqu<strong>el</strong>los que v<strong>el</strong>an por sus propios asuntos no tienen la<br />

preocupación de mayordomos desleales."— Parahles of Our Lord, por Arnott, página 454.<br />

2. Las riquezas injustas.—La versión actual de Lucas 16:9 dice así: "Y yo os digo: Ganad<br />

amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas<br />

eternas." El consejo d<strong>el</strong> Señor a los discípulos fue que emplearan las riquezas d<strong>el</strong> mundo en tal<br />

forma que pudieran hacer bien con <strong>el</strong>las, a fin de que cuando "éstas" les faltaran, es decir, las<br />

posesiones terrenales, tuvieran amigos que los recibieran en las "moradas eternas" o mansiones<br />

c<strong>el</strong>estiales. Al estudiar una parábola como la anterior, basada en contrastes, se debe tener cuidado de<br />

no extenderse demasiado en determinado punto de la analogía. Por tanto, no podemos<br />

razonablemente inferir que Jesús tenía por objeto dar a entender, siquiera, que la prerrogativa de<br />

recibir o excluir a cualquier alma de las "moradas eternas" pertenece a aqu<strong>el</strong>los que en la tierra fueron<br />

beneficiados o perjudicados por los hechos de tal persona, sino al grado en que <strong>el</strong> testimonio que <strong>el</strong>los<br />

den de estos hechos pueda tomarse en cuenta en <strong>el</strong> juicio final. La parábola entera está llena de<br />

sabiduría para aqu<strong>el</strong> que la busca; a los de pensamientos hipercríticos, les parecerá incongruente,<br />

como sucedió con los fariseos que se burlaron de Jesús por la historia que había r<strong>el</strong>atado. Leemos en<br />

Lucas 16:14; "Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él."<br />

3. Lázaro y <strong>el</strong> rico.—De todas las parábolas bíblicas de nuestro Señor, ésta es la única en la cual<br />

se da un nombre personal a uno de los protagonistas. El nombre "Lázaro" empleado en la parábola<br />

era <strong>el</strong> mismo que <strong>el</strong> de un hombre de carne y huesos a quien Jesús amaba, y <strong>el</strong> cual, en una época<br />

posterior a la narración de esta parábola, fue restaurado a vida después de yacer cuatro días en la<br />

tumba. Es una forma griega d<strong>el</strong> nombre hebreo Eleazar y significa "Dios es mi ayuda". En algunas<br />

obras teológicas se designa al rico de la parábola con <strong>el</strong> nombre de Epulón, pero no aparece en las<br />

Escrituras. "Epulón" es simplemente un derivado d<strong>el</strong> adjetivo "opulento", que significa "tener<br />

gran riqueza". Lázaro, hermano de Marta y María (Juan 11:1, 2, 5) fue uno de los tres recipientes de<br />

los milagros benéficos d<strong>el</strong> Señor, a quienes se menciona por nombre; los otros dos fueron<br />

Bartimeo (Marc. 10:46) y Maleo (Juan 18:10). Comentando <strong>el</strong> hecho de que nuestro Señor le dio un<br />

nombre al mendigo de la parábola y dejó anónimo al rico, Agustín (sermón xli) hace esta pregunta<br />

sugestiva: "¿No os parece que estaba leyendo ese libro donde halló escrito <strong>el</strong> nombre d<strong>el</strong> pobre, pero<br />

no <strong>el</strong> d<strong>el</strong> rico, y que ese libro era <strong>el</strong> Libro de la Vida?"<br />

4. Conceptos divergentes concernientes al divorcio.—Refiriéndose a las distintas opiniones que<br />

sobre este asunto existían entre las autoridades judías en la época de <strong>Cristo</strong>, Geikie, (tomo ii, páginas<br />

347, 348) dice: "De las cuestiones d<strong>el</strong> día más fogosamente disputadas entre las dos grandes escu<strong>el</strong>as<br />

rivales de Hill<strong>el</strong> y Shammai, no había otra que sobrepujara <strong>el</strong> divorcio. La escu<strong>el</strong>a de Hill<strong>el</strong> sostenía<br />

que un hombre tenía <strong>el</strong> derecho de divorciar a su esposa por cualquier causa que quisiera nombrar, aun<br />

cuando no fuese sino por más motivo que ya había cesado de amarla, o había visto otra que le gustaba<br />

mejor, o porque no le había preparado una comida a su gusto. La escu<strong>el</strong>a de Shammai, por <strong>el</strong><br />

contrario, afirmaba que <strong>el</strong> divorcio se podía expedir solamente por <strong>el</strong> crimen de adulterio y ofensas<br />

contra la castidad. Si hubiera sido posible conseguir que Jesús se declarase a favor de cualquiera de las<br />

dos escu<strong>el</strong>as, habría traído sobre sí la hostilidad de la otra, de manera que parecía una oportunidad<br />

muy favorable para comprometerlo." El siguiente extracto d<strong>el</strong> Commentary de Dumm<strong>el</strong>ow que se<br />

refiere a Mateo 5:32, también es ilustrativo: "El rabino Akiba, (de la escu<strong>el</strong>a de Hill<strong>el</strong>) decía: 'Si un<br />

hombre ve a una mujer más bonita que su propia esposa, puede repudiarla (a su esposa), porque se ha<br />

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