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a ganar. A las cinco de la tarde, cuando solamente quedaba una hora de trabajo, <strong>el</strong> último grupo de<br />
obreros se puso a trabajar, confiando en la palabra d<strong>el</strong> amo, de que recibirían lo justo. No fue culpa de<br />
<strong>el</strong>los que no hubieran encontrado trabajo más temprano; habían estado listos y dispuestos, esperando<br />
en <strong>el</strong> sitio donde mayor probabilidad tenían de ser ocupados. Al fin d<strong>el</strong> día se presentaron los obreros<br />
para recibir su pago, de acuerdo con la ley y la costumbre, porque se había establecido por estatuto en<br />
Isra<strong>el</strong> que antes de la puesta d<strong>el</strong> sol, <strong>el</strong> patrón habría de pagar su jornal al que le había trabajado. 1 De<br />
acuerdo con las instrucciones recibidas, <strong>el</strong> mayordomo que actuaba como pagador empezó por los que<br />
habían ido a trabajar a la undécima hora, y a cada uno de <strong>el</strong>los entregó un denario o centavo romano<br />
(que tenía un valor aproximado de quince centavos de dólar), <strong>el</strong> pago usual por un día de trabajo. Era<br />
la misma cantidad en que convinieron individualmente los que habían empezado a trabajar más<br />
temprano; y éstos, viendo que sus consiervos, que sólo habían trabajado una hora, recibían un denario,<br />
probablemente les sobrevino la expectativa de recibir un su<strong>el</strong>do proporcionadamente mayor, a pesar<br />
de su contrato. Sin embargo, cada uno de <strong>el</strong>los recibió un denario y nada más. Entonces se quejaron,<br />
no porque se les hubiera pagado menos, sino porque los otros recibieron <strong>el</strong> pago por un día completo<br />
de trabajo cuando sólo habían cumplido con parte de la tarea d<strong>el</strong> día. El patrón les contestó con toda<br />
bondad, recordándoles lo que habían convenido. ¿No podía él ser justo con <strong>el</strong>los y caritativo con los<br />
demás, si así le parecía? Su dinero era suyo, y podía repartirlo como le pareciera. ¿Había justificación<br />
para <strong>el</strong> impío desagrado de los quejosos porque <strong>el</strong> señor era caritativo y bueno? "Así, los primeros<br />
serán postreros— dijo Jesús, pasando directamente de la historia a una de las lecciones que tenía por<br />
objeto enseñar—y los postreros primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos."<br />
La parábola claramente tenía como propósito edificar a los Doce. Resultó de la pregunta que hizo<br />
Pedro: "¿Qué, pues, tendremos?" La misma clara aplicación tiene en la actualidad que cuando <strong>el</strong><br />
Maestro la r<strong>el</strong>ató para censurar <strong>el</strong> espíritu d<strong>el</strong> regateo en la obra d<strong>el</strong> Señor. Dios necesita obreros, y<br />
aqu<strong>el</strong>los que obren fi<strong>el</strong> y eficazmente son bien recibidos en la viña. Por otra parte, si antes de empezar<br />
insisten en que se les estipule lo que se les ha de pagar, y convinieren en <strong>el</strong>lo, cada cual recibirá su<br />
denario si no perdiere su lugar por motivo de la ociosidad o la transgresión. Pero aqu<strong>el</strong>los que<br />
diligentemente se ponen a trabajar, sabiendo que <strong>el</strong> Maestro les dará lo que fuere justo, y pensando<br />
más bien en la obra que en la recompensa, descubrirán que serán más abundantemente premiados. Un<br />
hombre podrá estar trabajando a jornal y sin embargo, no considerárs<strong>el</strong>e asalariado. Entre <strong>el</strong> siervo<br />
dignamente empleado y <strong>el</strong> asalariado existe la misma diferencia que distingue al pastor de aqu<strong>el</strong> que<br />
arrea ovejas. ¿No había cierta indicación d<strong>el</strong> espíritu d<strong>el</strong> asalariado aun en la pregunta d<strong>el</strong> apóstol<br />
principal, "qué, pues, tendremos?"<br />
Los Doce fueron llamados a servir en los primeros días d<strong>el</strong> ministerio d<strong>el</strong> Salvador; habían<br />
aceptado <strong>el</strong> llamado sin la promesa de un solo denario; aun les faltaba soportar la carga y <strong>el</strong> calor d<strong>el</strong><br />
día, pero se les amonestó solemnemente que no procuraran determinar su recompensa. El Maestro<br />
juzgará lo que cada uno de sus siervos merezca; al fin y al cabo la paga es un don gratuito, porque si<br />
nos basamos en una compensación estricta, ¿quién de nosotros no es deudor de Dios? Hay igual<br />
probabilidad de que <strong>el</strong> último en ser llamado se muestre tan indigno como <strong>el</strong> primero. La lección no da<br />
a entender que se efectuará una inversión general, mediante la cual serán ascendidos todos los que<br />
llegaren tarde, y despreciados aqu<strong>el</strong>los que empezaren a trabajar temprano. El Señor afirmó: "Pero<br />
muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros"; y por inferencia podemos entender que<br />
no todos los postreros, aunque tal acontezca a varios de <strong>el</strong>los, serán contados entre los primeros. De<br />
los muchos que son llamados, o que se les permite obrar en la viña d<strong>el</strong> Señor, habrá unos pocos que<br />
sobrepujarán a tal grado, que serán enaltecidos más que sus compañeros. Ni aun <strong>el</strong> nombramiento y<br />
ordenación d<strong>el</strong> santo apostolado es garantía de una exaltación final en <strong>el</strong> reino c<strong>el</strong>estial. El Iscariote<br />
recibió este llamado y estuvo entre los primeros; pero ahora ciertamente es muy inferior al último en <strong>el</strong><br />
reino de Dios.<br />
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