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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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la pertinente pregunta "¿Qué más me falta?"<br />

LOS PRIMEROS PUEDEN SER POSTREROS, Y LOS POSTREROS PRIMEROS.<br />

La triste partida d<strong>el</strong> joven rico, cuyas grandes posesiones constituían tan importante parte de su<br />

vida que no pudo sacrificarlas en esa ocasión—pero que ojalá en un tiempo posterior haya podido<br />

hacerlo—hizo surgir en Pedro una pregunta abrupta, indicativa d<strong>el</strong> curso de sus pensamientos y<br />

aspiraciones: "He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?"<br />

No estamos seguros—y ciertamente no tiene importancia—si hablaba por sí mismo, o si con la palabra<br />

"nosotros" era su intención incluir a todos los Doce. Estaba pensando en <strong>el</strong> hogar y familia que había<br />

dejado, y se le puede perdonar <strong>el</strong> anh<strong>el</strong>o que sentía por estas cosas; también debe haber estado<br />

pensando en los barcos y redes, anzu<strong>el</strong>os y cuerdas, y todo <strong>el</strong> negocio lucrativo que tales cosas<br />

representaban. Había abandonado todo aqu<strong>el</strong>lo; ¿qué iba a recibir como recompensa? Jesús respondió:<br />

"De cierto os digo que en la regeneración, cuando <strong>el</strong> Hijo d<strong>el</strong> Hombre se siente en <strong>el</strong> trono de su<br />

gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce<br />

tribus de Isra<strong>el</strong>." Dudamos que Pedro o cualquiera de los Doce hubiesen conceptuado jamás tan alta<br />

distinción. El día de la regeneración, cuando <strong>el</strong> Hijo d<strong>el</strong> Hombre se siente en <strong>el</strong> trono de su gloria<br />

como Juez y Rey, queda en lo futuro todavía; pero cuando llegue, aqu<strong>el</strong>los de entre los Doce <strong>el</strong>egidos<br />

por <strong>el</strong> Señor, que hayan perseverado hasta <strong>el</strong> fin, se sentarán como jueces de Isra<strong>el</strong>. Se extendió la<br />

promesa adicional de que "cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o<br />

madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna".<br />

Difícilmente podía calcularse <strong>el</strong> valor o entenderse <strong>el</strong> significado de esos premios de tan grande<br />

trascendencia. A fin de evitar que aqu<strong>el</strong>los a quienes fueron prometidos se confiaran demasiado en<br />

poder lograrlos, y debido a <strong>el</strong>lo menguaran sus esfuerzos y se llenaran de <strong>org</strong>ullo, <strong>el</strong> Señor agregó este<br />

profundo precepto amonestador: "Pero muchos primeros serán postreros y postreros, primeros."<br />

Esto sirvió de texto al sermón que conocemos como la Parábola de los Obreros de la Viña?<br />

"Porque <strong>el</strong> reino de los ci<strong>el</strong>os es semejante a un hombre padre de familia, que salió por la mañana<br />

a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió<br />

a su viña. Saliendo cerca de la hora tercera d<strong>el</strong> día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y<br />

les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y <strong>el</strong>los fueron. Salió otra vez cerca<br />

de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que<br />

estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo <strong>el</strong> día desocupados? Le dijeron: Porque<br />

nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo.<br />

Cuando llegó la noche, <strong>el</strong> señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales <strong>el</strong><br />

jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la<br />

hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían<br />

de recibir más; pero también <strong>el</strong>los recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra<br />

<strong>el</strong> padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a<br />

nosotros, que hemos soportado la carga y <strong>el</strong> calor d<strong>el</strong> día. El, respondiendo, dijo a uno de <strong>el</strong>los:<br />

Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero<br />

quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia,<br />

porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros primeros; porque<br />

mucho son llamados, mas pocos escogidos."<br />

La costumbre de que un terrateniente fuese al mercado para emplear obreros era común en aqu<strong>el</strong>la<br />

época y lugar, y aun en la actualidad continúa siendo la forma ordinaria de proceder en muchos países.<br />

Los primeros en ser empleados, según la historia, convinieron en trabajar por determinado su<strong>el</strong>do. Los<br />

que fueron contratados a las nueve, a las doce y las tres de la tarde, respectivamente, salieron a<br />

trabajar con toda voluntad sin llegar a un acuerdo en cuanto a lo que habrían de percibir, pues les<br />

causó tanto gozo tener la oportunidad de trabajar, que no perdieron <strong>el</strong> tiempo en preguntar cuánto iban<br />

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