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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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cual <strong>el</strong> Bautista ya había sido víctima. "¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier<br />

causa?"—le preguntaron. Jesús citó la ley original y eterna de Dios sobre <strong>el</strong> asunto, e indicó la única<br />

conclusión lógica que de <strong>el</strong>lo podía deducirse: "¿No habéis leído que <strong>el</strong> que los hizo al principio,<br />

varón y hembra los hizo, y dijo:<br />

Por esto <strong>el</strong> hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así<br />

que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe <strong>el</strong> hombre." 0<br />

Dios había dispuesto un matrimonio honorable, y colocado la asociación d<strong>el</strong> marido y su mujer en un<br />

plano superior aun al de los hijos y los padres; la disolución de este vínculo era invención de los<br />

hombres, no mandamiento de Dios. Los fariseos tenían preparada la respuesta: "¿Por qué, pues, mandó<br />

Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?" Debe tenerse presente que Moisés nunca dio <strong>el</strong><br />

mandamiento de divorciarse, sino dispuso que en caso de que un hombre se apartara de su esposa, le<br />

diera una carta de divorcio. Jesús aclaró este hecho, diciendo: "Por la dureza de vuestro corazón<br />

Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres, mas al principio no fue así."<br />

Siguió entonces la ley mayor d<strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io: "Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer,<br />

salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y <strong>el</strong> que se casa con la repudiada,<br />

adultera." La disposición mosaica sólo había sido permisiva, y únicamente por causa de la injusticia<br />

existente pudo ser justificada. La obediencia estricta a la doctrina que Jesucristo pronunció es <strong>el</strong> único<br />

medio por <strong>el</strong> cual se puede conservar un orden social perfecto. Es importante notar, sin embargo, que<br />

en su respuesta a los fariseos casuísticos Jesús no anunció ninguna regla precisa u obligatoria con<br />

r<strong>el</strong>ación a los divorcios legales; la repudiación de una mujer, de acuerdo con lo establecido bajo la<br />

costumbre mosaica, no requería ninguna investigación judicial o intervención de algún tribunal<br />

establecido. En la época de nuestro Señor la prevaleciente laxitud en lo concerniente a las<br />

obligaciones maritales había dado lugar a un estado de espantosa corrupción en Isra<strong>el</strong>; y la mujer, que<br />

por ley de Dios había sido hecho compañera y consocia d<strong>el</strong> hombre, se había convertido en su esclava.<br />

No hay mayor defensor en todo <strong>el</strong> mundo, de la mujer y <strong>el</strong> sexo femenino que Jesús <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>.<br />

Los fariseos se alejaron con sus propósitos malogrados y conciencias culpables. La estricta<br />

interpretación que <strong>el</strong> Señor dio al vínculo matrimonial sorprendió a varios de los discípulos, y éstos<br />

vinieron a El privadamente y dijeron que si <strong>el</strong> hombre tenía tan serias obligaciones, sería mejor no<br />

casarse. El Señor desaprobó tan amplia generalización, sino al grado en que pudiera aplicarse a casos<br />

especiales. Ciertamente, había algunos físicamente incapacitados para contraer matrimonio; otros que<br />

voluntariamente llevaban una vida célibe y unos pocos que adoptaban <strong>el</strong> c<strong>el</strong>ibato "por causa d<strong>el</strong> reino<br />

de los ci<strong>el</strong>os", a fin de poder quedar libres, por este medio, para dedicar todo su tiempo y energía al<br />

servicio d<strong>el</strong> Señor. De manera que <strong>el</strong> parecer de los discípulos, de que "no conviene casarse", es<br />

acertado únicamente en los casos excepcionales citados. El matrimonio es honorable; 8 porque ni <strong>el</strong><br />

hombre sin la mujer, ni la mujer sin <strong>el</strong> hombre pueden ser perfectos a los ojos d<strong>el</strong> Señor.<br />

JESÚS Y LOS NIÑOS.<br />

El acontecimiento que en seguida se narra es de dulzura infinita, abundante en precepto, de valor<br />

incalculable en cuanto a ejemplo. Las madres llevaron sus hijos pequeños a Jesús, con <strong>el</strong> reverente<br />

deseo de que las vidas de aqu<strong>el</strong>los inocentes fuesen ennoblecidas mirando al Maestro, y bendecidas<br />

con <strong>el</strong> contacto de su mano o una palabra de sus labios. La circunstancia se ha colocado en orden<br />

consecuente tras la instrucción d<strong>el</strong> Señor concerniente al carácter sagrado d<strong>el</strong> matrimonio y la santidad<br />

d<strong>el</strong> hogar. Los discípulos, c<strong>el</strong>osos de que no se molestara innecesariamente a su Maestro y conscientes<br />

de las continuas solicitudes que exigían su tiempo y atención, reprendieron a los que se atrevieron a<br />

acercarse.<br />

Aun los discípulos parecían hallarse todavía bajo la influencia d<strong>el</strong> concepto tradicional de que las<br />

mujeres y niños eran de categoría inferior, y era una presunción que tales personas buscaran la<br />

atención d<strong>el</strong> Señor. Desagradó a Jesús este c<strong>el</strong>o mal orientado de sus discípulos, y los reprochó.<br />

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