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v<strong>el</strong>o que se halla suspendido entre esta vida y la venidera. Lázaro murió; nada se dice de sus funerales,<br />
y su cuerpo cubierto de llagas probablemente fue echado en una fosa para pobres; pero los áng<strong>el</strong>es<br />
llevaron su espíritu inmortal al paraíso, ese lugar de descanso para los bienaventurados, comúnmente<br />
conocido como <strong>el</strong> seno de Abra-ham en la doctrina figurativa de los rabinos. El rico también murió;<br />
sus funerales indudablemente fueron lujosos, pero no leernos que un séquito angélico haya bajado para<br />
recibir su espíritu. En <strong>el</strong> infierno, "<strong>el</strong> Hades", corno lo expresa <strong>el</strong> texto, alzó los ojos y vio a Lázaro en<br />
la distancia, recogido en las mansiones de Abraham.<br />
Siendo judío, <strong>el</strong> hombre frecuentemente se había jactado de tener a Abraham por padre; y ahora <strong>el</strong><br />
inf<strong>el</strong>iz espíritu se dirigió al patriarca de la raza, usando <strong>el</strong> tratamiento paternal: "Padre Abraham". Le<br />
pidió la gracia de sólo una gota de agua para su lengua reseca, rogando que Lázaro, <strong>el</strong> mendigo de<br />
antaño, se la llevara. La respuesta aclara ciertas condiciones que existen en <strong>el</strong> mundo de los espíritus,<br />
pero como sucede generalmente cuando se usan parábolas, la presentación es principalmente<br />
figurativa. Llamando "hijo" al pobre espíritu atormentado, Abraham le recordó todas las cosas buenas<br />
que había retenido para sí sobre la tierra mientras Lázaro padecía desatendido a sus puertas; y ahora,<br />
mediante la operación de la ley divina, Lázaro había recibido una recompensa, y <strong>el</strong> rico una<br />
retribución. Además, era imposible concederle su lastimosa solicitud, porque entre la morada de los<br />
justos, donde Lázaro reposaba, y la de los impíos, donde él padecía, se había constituido "una gran<br />
sima", y estaba prohibido <strong>el</strong> paso o comunicación entre los dos lugares. La siguiente petición d<strong>el</strong><br />
inf<strong>el</strong>iz sufriente no fue d<strong>el</strong> todo egoísta; en medio de su angustia se acordó de aqu<strong>el</strong>los de quienes la<br />
muerte lo había separado, y deseando salvar a sus hermanos d<strong>el</strong> destino que había recibido, rogó que<br />
Lázaro fuese enviado a la tierra a la antigua casa de la familia para amonestar a sus egoístas hermanos,<br />
amadores de los placeres, d<strong>el</strong> terrible destino que los esperaba, a menos que se arrepintieran y se<br />
reformaran mientras se hallaban aún en la carne. Pudo haber en esta súplica una indicación de que si a<br />
él se le hubiese advertido suficientemente, tal vez habría vivido mejor y escapado aqu<strong>el</strong> tormento.<br />
Cuando le fue dicho que sus parientes tenían las palabras de Moisés y los profetas, que debían<br />
obedecer, él contestó que si alguien fuera a <strong>el</strong>los de los muertos, seguramente se arrepentirían.<br />
Abraham respondió que si no escuchaban a Moisés y a los profetas, tampoco creerían "aunque alguno<br />
se levantara de los muertos".<br />
Si se intenta interpretar la parábola en su totalidad, o aplicar en forma definitiva cualquiera de sus<br />
partes, debemos tener presente que <strong>el</strong> Señor la dirigió a los fariseos con carácter de reproche<br />
instructivo a causa de las burlas y desprecios con que recibieron la amonestación d<strong>el</strong> Señor sobre los<br />
p<strong>el</strong>igros de empeñarse en servir a las riquezas. Jesús empleó metáforas judías, y las figuras de la<br />
parábola son las que más directamente se aplicarían a los expositores oficiales de Moisés y los<br />
profetas. Aunque para fines prácticos sería críticamente impropio inferir principios doctrinales de las<br />
narraciones parabólicas, no podemos admitir que <strong>Cristo</strong> enseñaría cosas falsas ni aun en sus parábolas;<br />
y por consiguiente, aceptamos corno verdaderas las condiciones representadas en <strong>el</strong> mundo de los<br />
espíritus desincorporados. Se aclara que los justos e injustos viven separados durante <strong>el</strong> intervalo entre<br />
la muerte y la resurrección. El paraíso, o "seno de Abraham", como los judíos se complacen en llamar<br />
esa morada bendita, no es <strong>el</strong> lugar de la gloria final; ni <strong>el</strong> infierno al cual fue consignado <strong>el</strong> espíritu d<strong>el</strong><br />
rico es la morada postrera de los condenados. Sin embargo, las obras de los hombres los acompañan a<br />
ese estado pr<strong>el</strong>iminar o intermedio; y al morir ciertamente verán que su morada será aqu<strong>el</strong>la para la<br />
cual se prepararon mientras vivieron <strong>el</strong> la carne.<br />
Las riquezas no determinaron <strong>el</strong> destino d<strong>el</strong> rico, ni <strong>el</strong> descanso que recibió Lázaro fue <strong>el</strong> resultado<br />
de su pobreza. Lo que trajo la condenación al primero fue su inhabilidad para usar sus riquezas<br />
debidamente, así como la egoísta satisfacción en <strong>el</strong> gozo sensual de las cosas terrenales, al cual a tal<br />
grado se entregó, que pasó por alto las necesidades o pobreza de sus semejantes; mientras que por otra<br />
parte, la paciencia d<strong>el</strong> segundo en sus aflicciones y padecimientos, su fe en Dios y la vida recta,<br />
sobrentendida aun cuando no expresada, le trajeron la f<strong>el</strong>icidad. El grave pecado d<strong>el</strong> rico—que se<br />
mantenía apartado de los pobres y dolientes, y a quien no le faltaba cosa alguna que se pudiera obtener<br />
por dinero—fue su <strong>org</strong>ullosa autarquía. De esta manera fue censurado <strong>el</strong> retraimiento de los fariseos,<br />
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