Jesus el Cristo - Cumorah.org

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03.05.2015 Views

nadie puede servir a dos señores; "porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas". SON CONTESTADAS LAS BURLAS DE LOS FARISEOS; OTRA PARÁBOLA ILUSTRATIVA. Los fariseos, "que eran avaros", como lo declara el texto, oyeron las instrucciones anteriores dadas a los discípulos y manifiestamente se mofaron del Maestro y la lección. ¿Qué sabía este galileo, que no poseía sino la ropa que llevaba puesta, acerca del dinero o la mejor manera de administrar las riquezas? La respuesta de nuestro Señor a sus burlas constituyó una censura adicional. Conocían todas las mañas del mundo de los negocios y podían sobrepujar al mayordomo infiel en manipulaciones sagaces, y con cuánto éxito podían justificarse delante de los hombres, dando una apariencia exterior de ser honrados y sinceros. Además, manifestaban ostentosamente cierto tipo de sencillez, naturalidad y abnegación, y por medio de estas observancias externas asumían un aire de superioridad hacia los saduceos amadores de los lujos; se habían vuelto arrogantemente orgullosos de su humildad, pero Dios conocía sus corazones, y los rasgos y prácticas de mayor estimación para ellos eran una abominación a la vista de El. Se hacían pasar por custodios de la ley y expositores de los profetas. La "ley y los profetas" habían estado en vigor hasta la época de Juan el Bautista; de allí en adelante se había predicado el evangelio del reino y la gente se esforzaba por entrar en él, aun cuando la teocracia trataba con todas sus fuerzas de impedírselo. La ley no había sido invalidada; más fácil sería que el cielo y la tierra pasaran, que permanecer sin cumplirse una tilde de la ley; sin embargo, aquellos mismos fariseos y escribas estaban tratando de abrogar la ley . En el asunto del divorcio, por ejemplo, estaban consintiendo aun el pecado de adulterio por motivo de sus ilícitos aditamentos y falsas interpretaciones. El Maestro presentó una lección adicional en la Parábola del Rico y Lázaro: "Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y los profetas tienen; óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos." El mendigo doliente es honrado con un nombre; el otro es simplemente llamado "un hombre rico". a Se presenta a uno y otro en extremos opuestos del contraste entre las riquezas y la indigencia. El rico vestía la ropa más costosa, púrpura y lino fino, y su comida diaria era una fiesta suntuosa. Lázaro era llevado a las puertas del palacio del rico, y allí el mendigo permanecía impotente, con el cuerpo lleno de llagas. El rico se hallaba rodeado de criados, listos para satisfacer sus deseos más insignificantes; el pobre limosnero echado a sus puertas no tenía ni quien lo atendiera, salvo los perros que junto con él esperaban las sobras de la mesa del rico. Tal es el cuadro que se pinta del uno y del otro en su vida. Tras un abrupto cambio de escenario vemos a los mismos hombres al otro lado del 248

velo que se halla suspendido entre esta vida y la venidera. Lázaro murió; nada se dice de sus funerales, y su cuerpo cubierto de llagas probablemente fue echado en una fosa para pobres; pero los ángeles llevaron su espíritu inmortal al paraíso, ese lugar de descanso para los bienaventurados, comúnmente conocido como el seno de Abra-ham en la doctrina figurativa de los rabinos. El rico también murió; sus funerales indudablemente fueron lujosos, pero no leernos que un séquito angélico haya bajado para recibir su espíritu. En el infierno, "el Hades", corno lo expresa el texto, alzó los ojos y vio a Lázaro en la distancia, recogido en las mansiones de Abraham. Siendo judío, el hombre frecuentemente se había jactado de tener a Abraham por padre; y ahora el infeliz espíritu se dirigió al patriarca de la raza, usando el tratamiento paternal: "Padre Abraham". Le pidió la gracia de sólo una gota de agua para su lengua reseca, rogando que Lázaro, el mendigo de antaño, se la llevara. La respuesta aclara ciertas condiciones que existen en el mundo de los espíritus, pero como sucede generalmente cuando se usan parábolas, la presentación es principalmente figurativa. Llamando "hijo" al pobre espíritu atormentado, Abraham le recordó todas las cosas buenas que había retenido para sí sobre la tierra mientras Lázaro padecía desatendido a sus puertas; y ahora, mediante la operación de la ley divina, Lázaro había recibido una recompensa, y el rico una retribución. Además, era imposible concederle su lastimosa solicitud, porque entre la morada de los justos, donde Lázaro reposaba, y la de los impíos, donde él padecía, se había constituido "una gran sima", y estaba prohibido el paso o comunicación entre los dos lugares. La siguiente petición del infeliz sufriente no fue del todo egoísta; en medio de su angustia se acordó de aquellos de quienes la muerte lo había separado, y deseando salvar a sus hermanos del destino que había recibido, rogó que Lázaro fuese enviado a la tierra a la antigua casa de la familia para amonestar a sus egoístas hermanos, amadores de los placeres, del terrible destino que los esperaba, a menos que se arrepintieran y se reformaran mientras se hallaban aún en la carne. Pudo haber en esta súplica una indicación de que si a él se le hubiese advertido suficientemente, tal vez habría vivido mejor y escapado aquel tormento. Cuando le fue dicho que sus parientes tenían las palabras de Moisés y los profetas, que debían obedecer, él contestó que si alguien fuera a ellos de los muertos, seguramente se arrepentirían. Abraham respondió que si no escuchaban a Moisés y a los profetas, tampoco creerían "aunque alguno se levantara de los muertos". Si se intenta interpretar la parábola en su totalidad, o aplicar en forma definitiva cualquiera de sus partes, debemos tener presente que el Señor la dirigió a los fariseos con carácter de reproche instructivo a causa de las burlas y desprecios con que recibieron la amonestación del Señor sobre los peligros de empeñarse en servir a las riquezas. Jesús empleó metáforas judías, y las figuras de la parábola son las que más directamente se aplicarían a los expositores oficiales de Moisés y los profetas. Aunque para fines prácticos sería críticamente impropio inferir principios doctrinales de las narraciones parabólicas, no podemos admitir que Cristo enseñaría cosas falsas ni aun en sus parábolas; y por consiguiente, aceptamos corno verdaderas las condiciones representadas en el mundo de los espíritus desincorporados. Se aclara que los justos e injustos viven separados durante el intervalo entre la muerte y la resurrección. El paraíso, o "seno de Abraham", como los judíos se complacen en llamar esa morada bendita, no es el lugar de la gloria final; ni el infierno al cual fue consignado el espíritu del rico es la morada postrera de los condenados. Sin embargo, las obras de los hombres los acompañan a ese estado preliminar o intermedio; y al morir ciertamente verán que su morada será aquella para la cual se prepararon mientras vivieron el la carne. Las riquezas no determinaron el destino del rico, ni el descanso que recibió Lázaro fue el resultado de su pobreza. Lo que trajo la condenación al primero fue su inhabilidad para usar sus riquezas debidamente, así como la egoísta satisfacción en el gozo sensual de las cosas terrenales, al cual a tal grado se entregó, que pasó por alto las necesidades o pobreza de sus semejantes; mientras que por otra parte, la paciencia del segundo en sus aflicciones y padecimientos, su fe en Dios y la vida recta, sobrentendida aun cuando no expresada, le trajeron la felicidad. El grave pecado del rico—que se mantenía apartado de los pobres y dolientes, y a quien no le faltaba cosa alguna que se pudiera obtener por dinero—fue su orgullosa autarquía. De esta manera fue censurado el retraimiento de los fariseos, 249

nadie puede servir a dos señores; "porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y<br />

menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas".<br />

SON CONTESTADAS LAS BURLAS DE LOS FARISEOS; OTRA<br />

PARÁBOLA ILUSTRATIVA.<br />

Los fariseos, "que eran avaros", como lo declara <strong>el</strong> texto, oyeron las instrucciones anteriores dadas<br />

a los discípulos y manifiestamente se mofaron d<strong>el</strong> Maestro y la lección. ¿Qué sabía este galileo, que<br />

no poseía sino la ropa que llevaba puesta, acerca d<strong>el</strong> dinero o la mejor manera de administrar las<br />

riquezas? La respuesta de nuestro Señor a sus burlas constituyó una censura adicional. Conocían todas<br />

las mañas d<strong>el</strong> mundo de los negocios y podían sobrepujar al mayordomo infi<strong>el</strong> en manipulaciones<br />

sagaces, y con cuánto éxito podían justificarse d<strong>el</strong>ante de los hombres, dando una apariencia exterior<br />

de ser honrados y sinceros. Además, manifestaban ostentosamente cierto tipo de sencillez, naturalidad<br />

y abnegación, y por medio de estas observancias externas asumían un aire de superioridad hacia los<br />

saduceos amadores de los lujos; se habían vu<strong>el</strong>to arrogantemente <strong>org</strong>ullosos de su humildad, pero Dios<br />

conocía sus corazones, y los rasgos y prácticas de mayor estimación para <strong>el</strong>los eran una abominación a<br />

la vista de El. Se hacían pasar por custodios de la ley y expositores de los profetas. La "ley y los<br />

profetas" habían estado en vigor hasta la época de Juan <strong>el</strong> Bautista; de allí en ad<strong>el</strong>ante se había<br />

predicado <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io d<strong>el</strong> reino y la gente se esforzaba por entrar en él, aun cuando la teocracia<br />

trataba con todas sus fuerzas de impedírs<strong>el</strong>o. La ley no había sido invalidada; más fácil sería que <strong>el</strong><br />

ci<strong>el</strong>o y la tierra pasaran, que permanecer sin cumplirse una tilde de la ley; sin embargo, aqu<strong>el</strong>los<br />

mismos fariseos y escribas estaban tratando de abrogar la ley . En <strong>el</strong> asunto d<strong>el</strong> divorcio, por ejemplo,<br />

estaban consintiendo aun <strong>el</strong> pecado de adulterio por motivo de sus ilícitos aditamentos y falsas<br />

interpretaciones.<br />

El Maestro presentó una lección adicional en la Parábola d<strong>el</strong> Rico y Lázaro:<br />

"Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con<br />

esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno<br />

de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa d<strong>el</strong> rico; y aun los perros venían y le<br />

lamían las llagas. Aconteció que murió <strong>el</strong> mendigo, y fue llevado por los áng<strong>el</strong>es al seno de Abraham;<br />

y murió también <strong>el</strong> rico, y fue sepultado. Y en <strong>el</strong> Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de<br />

lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten<br />

misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi<br />

lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste<br />

tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.<br />

Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que<br />

quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues,<br />

padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin<br />

de que no vengan <strong>el</strong>los también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y los profetas<br />

tienen; óiganlos. El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a <strong>el</strong>los de entre los<br />

muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se<br />

persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos."<br />

El mendigo doliente es honrado con un nombre; <strong>el</strong> otro es simplemente llamado "un hombre<br />

rico". a Se presenta a uno y otro en extremos opuestos d<strong>el</strong> contraste entre las riquezas y la indigencia.<br />

El rico vestía la ropa más costosa, púrpura y lino fino, y su comida diaria era una fiesta suntuosa.<br />

Lázaro era llevado a las puertas d<strong>el</strong> palacio d<strong>el</strong> rico, y allí <strong>el</strong> mendigo permanecía impotente, con <strong>el</strong><br />

cuerpo lleno de llagas. El rico se hallaba rodeado de criados, listos para satisfacer sus deseos más<br />

insignificantes; <strong>el</strong> pobre limosnero echado a sus puertas no tenía ni quien lo atendiera, salvo los perros<br />

que junto con él esperaban las sobras de la mesa d<strong>el</strong> rico. Tal es <strong>el</strong> cuadro que se pinta d<strong>el</strong> uno y d<strong>el</strong><br />

otro en su vida. Tras un abrupto cambio de escenario vemos a los mismos hombres al otro lado d<strong>el</strong><br />

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