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Como Jesús lo indicó, <strong>el</strong> buen sentido común sugiere que uno calcule bien <strong>el</strong> costo antes de iniciar<br />
una empresa importante, aun en los asuntos ordinarios. El hombre que desea edificar, digamos una<br />
torre o una casa, procura calcular, antes de principiar la obra, a cuánto ascenderán los gastos; de lo<br />
contrario, tal vez no podrá hacer más que echar los cimientos; y esto no sólo le resulta una pérdida,<br />
porque la estructura incompleta le será inútil, sino la gente quizá se reirá de él por su falta de<br />
previsión. En igual manera un rey, enterado de que una fuerza de invasores hostiles amenaza sus<br />
dominios, no se lanza a la batalla precipitadamente; primero intenta formarse una idea de la fuerza d<strong>el</strong><br />
enemigo; y entonces, si la superioridad d<strong>el</strong> adversario es muy grande, envía una embajada para pedirle<br />
condiciones de paz. "Así pues—dijo Jesús a los que lo rodeaban—cualquiera de vosotros que no<br />
renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo." Se requena que todos aqu<strong>el</strong>los que entraran<br />
en su servicio conservaran su devoción de sacrificio personal. No quería discípulos insípidos e<br />
inservibles como la sal que se desvanece. "El que tiene oídos para oir, oiga."<br />
SALVACIÓN PARA LOS "PUBLICARLOS Y PECADORES"—<br />
PARÁBOLAS ILUSTRATIVAS.<br />
En Galilea los fariseos habían criticado intolerantemente a Jesús por motivo de su útil y<br />
bondadoso ministerio entre los publícanos y sus compañeros, a los cuales se daba <strong>el</strong> epíteto degradante<br />
de "publícanos y pecadores". Había replicado a estas duras insinuaciones diciendo que <strong>el</strong> médico hace<br />
más falta entre los que están enfermos, y que El había venido para llamar a los pecadores al<br />
arrepentimiento. Los fariseos de la región de Judea se quejaron en igual manera, y su virulencia<br />
aumentó en forma particular cuando vieron que todos "los publícanos y pecadores" se acercaban para<br />
escucharlo. Refutó sus quejas r<strong>el</strong>atando un número de parábolas, con objeto de mostrar su in<strong>el</strong>udible<br />
deber de tratar de redimir a los perdidos, y <strong>el</strong> gozo que acompaña al éxito en este piadoso empeño. La<br />
primera de la serie de parábolas fue la de la Oveja Perdida, la cual consideramos brevemente cuando<br />
por primera vez la repitió en <strong>el</strong> curso de sus instrucciones a los discípulos en Galilea. m Sin embargo, la<br />
aplicación en la circunstancia presente es diferente de la presentación anterior. En esta segunda<br />
ocasión se tuvo por objeto aplicar la lección a los ambiciosos fariseos y escribas que personificaban la<br />
teocracia, cuyo deber obligatorio debía haber sido v<strong>el</strong>ar por los extraviados y perdidos. Si los<br />
"publícanos y pecadores", a quienes estos eclesiásticos condenaban en forma tan general, eran tan<br />
malos como los representaban; si se les tenía por personas que se habían apartado d<strong>el</strong> sendero<br />
estrechamente cercado por la ley, y en cierta medida se habían vu<strong>el</strong>to apóstatas, era precisamente a<br />
<strong>el</strong>los a quienes mejor se podía extender la mano compasiva d<strong>el</strong> servicio misional. En ninguna de estas<br />
ocasiones, en que los fariseos despreciaron o manifiestamente denunciaron a estos "publícanos y<br />
pecadores", encontramos que Jesús haya intentado defender la supuesta mala vida de tales personas;<br />
su disposición hacia esta gente espiritualmente enferma fue la de un médico devoto; su preocupación<br />
por estas ovejas extraviadas fue la de un cariñoso pastor cuyo único deseo consiste en hallarlas y<br />
devolverlas sin daño al redil. Este servicio era algo que ni la teocracia como sistema, ni sus oficiales<br />
como ministros individuales, siquiera intentaban prestar. El pastor, al encontrar la oveja que se había<br />
perdido, no piensa en ese momento en reprender o castigar, sino al contrario, "cuando la encuentra, la<br />
pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gózaos<br />
conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido".<br />
En la expresión concisa d<strong>el</strong> Señor, dirigida a los fariseos y escribas, se manifiesta una aplicación<br />
directa de la parábola: "Os digo que así habrá más gozo en <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o por un pecador que se arrepiente,<br />
que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento." ¿Serían <strong>el</strong>los los noventa y<br />
nueve que, según su propio criterio, no se habían desviado, antes eran los "justos que no necesitan d<strong>el</strong><br />
arrepentimiento"? Algunos lectores afirman percibir este rasgo de sarcasmo justificado en las palabras<br />
concluyentes d<strong>el</strong> Maestro. En la primera parte de la historia <strong>el</strong> propio Señor aparece como <strong>el</strong> solícito<br />
Pastor, y por inferencia bien clara, su ejemplo merecía ser emulado por aqu<strong>el</strong>los oficiales teocráticos.<br />
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