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como las arenas sobre las playas del mar". Y éstos no serán iguales, ''porque serán juzgados de acuerdo con sus obras, y cada hombre recibirá, conforme a sus propias obras, su dominio correspondiente en las mansiones que son preparadas; y serán siervos del Altísimo, mas a donde Dios y Cristo moran, no podrán venir, por los siglos de los siglos". Véase Doc. y Con. 76:111, 112; léase toda la sección; véase también Artículos de Fe, por el autor, capítulo 22, páginas 445-450; además, la página 632 de esta obra. 240
CAPITULO 27 CONTINUACIÓN DEL MINISTERIO EN PEREA Y JUDEA EN CASA DEL GOBERNANTE FARISEO. E n cierto día de reposo Jesús era el huésped de un fariseo prominente. Se encontraba allí un hombre hidrópico que posiblemente se había acercado con la esperanza de recibir una bendición, o posiblemente el dueño de la casa u otros habían dispuesto que estuviese presente, con el fin de tentar a Jesús a que obrara un milagro en el día santo. Por lo menos el ejercicio de la facultad sanadora de nuestro Señor ocupaba sus pensamientos, si es que no lo habían indicado o sugerido manifiestamente, pues leemos que "Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de reposo?" Nadie osó responder. En seguida Jesús sanó al hombre, tras lo cual se volvió a la compañía reunida y les preguntó: "¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque en un día de reposo?" Los eruditos expositores de la ley prudentemente guardaron silencio. Notando la afanosa actividad con que los huéspedes del fariseo buscaban para sí mismos un lugar prominente en la mesa, Jesús les dio una lección sobre los buenos modales, indicándoles no sólo la propiedad, sino la ventaja de una autodisciplina decorosa. El invitado no debe escoger para sí el lugar principal, porque puede llegar otro huésped más distinguido, y el que lo convidó dirá al primero: "Da lugar a éste." Es mejor ocupar un lugar inferior, y entonces tal vez el señor de la fiesta dirá: "Amigo, sube más arriba." La enseñanza moral es la siguiente: "Porque cualquiera que se enaltece será humillado; y el que se humilla, será enaltecido." En esta reunión festiva en casa del gobernante fariseo se hallaban personas de prominencia y distinción, hombres ricos y funcionarios públicos, destacados fariseos, eruditos de renombre, famosos rabinos y otros de igual categoría. Mirando hacia la distinguida compañía, Jesús dijo: "Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos." Este sano consejo fue interpretado como reproche, y alguien trató de subsanar la situación embarazosa exclamando: "Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios." Las palabras aludían al gran festival o cena que, según el tradicionalismo judío, habría de ser un rasgo de importancia particular en la dispensación mesiánica. Jesús aprovechó en el acto la circunstancia, tomándola como base para la profundamente significativa Parábola de la Gran Cena: "Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya está todo preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos, te ruego que me excuses. Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Vé pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. Dijo el señor al siervo: Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena." La historia da a entender que se habían extendido las invitaciones con suficiente anticipación a los huéspedes seleccionados; y el día de la fiesta se envió a un mensajero para que nuevamente les notificara, de acuerdo con la costumbre de la época. Aunque se llamaba cena, el banquete iba a ser 241
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CAPITULO 27<br />
CONTINUACIÓN DEL MINISTERIO EN PEREA Y JUDEA<br />
EN CASA DEL GOBERNANTE FARISEO.<br />
E n cierto día de reposo Jesús era <strong>el</strong> huésped de un fariseo prominente. Se encontraba allí un<br />
hombre hidrópico que posiblemente se había acercado con la esperanza de recibir una bendición, o<br />
posiblemente <strong>el</strong> dueño de la casa u otros habían dispuesto que estuviese presente, con <strong>el</strong> fin de tentar a<br />
Jesús a que obrara un milagro en <strong>el</strong> día santo. Por lo menos <strong>el</strong> ejercicio de la facultad sanadora de<br />
nuestro Señor ocupaba sus pensamientos, si es que no lo habían indicado o sugerido manifiestamente,<br />
pues leemos que "Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en <strong>el</strong><br />
día de reposo?" Nadie osó responder. En seguida Jesús sanó al hombre, tras lo cual se volvió a la<br />
compañía reunida y les preguntó: "¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo<br />
sacará inmediatamente, aunque en un día de reposo?" Los eruditos expositores de la ley<br />
prudentemente guardaron silencio.<br />
Notando la afanosa actividad con que los huéspedes d<strong>el</strong> fariseo buscaban para sí mismos un lugar<br />
prominente en la mesa, Jesús les dio una lección sobre los buenos modales, indicándoles no sólo la<br />
propiedad, sino la ventaja de una autodisciplina decorosa. El invitado no debe escoger para sí <strong>el</strong> lugar<br />
principal, porque puede llegar otro huésped más distinguido, y <strong>el</strong> que lo convidó dirá al primero: "Da<br />
lugar a éste." Es mejor ocupar un lugar inferior, y entonces tal vez <strong>el</strong> señor de la fiesta dirá: "Amigo,<br />
sube más arriba." La enseñanza moral es la siguiente: "Porque cualquiera que se enaltece será<br />
humillado; y <strong>el</strong> que se humilla, será enaltecido."<br />
En esta reunión festiva en casa d<strong>el</strong> gobernante fariseo se hallaban personas de prominencia y<br />
distinción, hombres ricos y funcionarios públicos, destacados fariseos, eruditos de renombre, famosos<br />
rabinos y otros de igual categoría. Mirando hacia la distinguida compañía, Jesús dijo: "Cuando hagas<br />
comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea<br />
que <strong>el</strong>los a su vez te vu<strong>el</strong>van a convidar, y seas recompensado. Mas cuando hagas banquete, llama a<br />
los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque <strong>el</strong>los no te pueden<br />
recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos." Este sano consejo fue<br />
interpretado como reproche, y alguien trató de subsanar la situación embarazosa exclamando:<br />
"Bienaventurado <strong>el</strong> que coma pan en <strong>el</strong> reino de Dios." Las palabras aludían al gran festival o cena<br />
que, según <strong>el</strong> tradicionalismo judío, habría de ser un rasgo de importancia particular en la dispensación<br />
mesiánica. Jesús aprovechó en <strong>el</strong> acto la circunstancia, tomándola como base para la profundamente<br />
significativa Parábola de la Gran Cena:<br />
"Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a<br />
decir a los convidados: Venid, que ya está todo preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse. El<br />
primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. Otro dijo: He<br />
comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos, te ruego que me excuses. Y otro dijo: Acabo de<br />
casarme, y por tanto no puedo ir. Vu<strong>el</strong>to <strong>el</strong> siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado<br />
<strong>el</strong> padre de familia, dijo a su siervo: Vé pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los<br />
pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. Y dijo <strong>el</strong> siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún<br />
hay lugar. Dijo <strong>el</strong> señor al siervo: Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para<br />
que se llene mi casa. Porque os digo que ninguno de aqu<strong>el</strong>los hombres que fueron convidados, gustará<br />
mi cena."<br />
La historia da a entender que se habían extendido las invitaciones con suficiente anticipación a los<br />
huéspedes s<strong>el</strong>eccionados; y <strong>el</strong> día de la fiesta se envió a un mensajero para que nuevamente les<br />
notificara, de acuerdo con la costumbre de la época. Aunque se llamaba cena, <strong>el</strong> banquete iba a ser<br />
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