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su vida diaria, impulsó a los discípulos a solicitar instrucciones sobre la manera de orar. La ley no<br />
estipulaba ninguna forma de oración particular, pero las autoridades judías habían prescrito oraciones<br />
formales, y Juan <strong>el</strong> Bautista había instruido a sus discípulos respecto de la manera de orar.<br />
Correspondiendo a la solicitud de los discípulos, Jesús repitió <strong>el</strong> breve epítome de adoración y súplica<br />
nacida d<strong>el</strong> alma que nosotros llamamos comúnmente <strong>el</strong> Padrenuestro. Previamente lo había hecho en<br />
r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong> Sermón d<strong>el</strong> Monte, 1 y al repetir la oración en esta oportunidad, <strong>el</strong> Señor le añadió un<br />
suplemento, explicando la necesidad imperativa de orar con sinceridad y perseverancia continua.<br />
Ilustró la lección con la Parábola d<strong>el</strong> Amigo a la Medianoche:<br />
"Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo,<br />
préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle d<strong>el</strong>ante; y<br />
aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños<br />
están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dárt<strong>el</strong>os? Os digo, que aunque no se levante a<br />
dárs<strong>el</strong>os por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que<br />
necesite."<br />
El hombre a cuyo hogar había llegado <strong>el</strong> amigo a la medianoche no podía permitir que su retrasado<br />
y fatigado huésped se quedara sin comer; sin embargo, no había pan en la casa. Convirtió en suyas las<br />
necesidades de su visitante y suplicó ante la puerta d<strong>el</strong> vecino como si estuviese pidiendo para sí<br />
mismo. El vecino no quería levantarse de su cómoda cama y molestar a toda la familia para ayudar a<br />
otro; pero, vista la importunidad d<strong>el</strong> que llamaba a su puerta, por fin se levantó y le dio lo que<br />
necesitaba para que se fuera y lo dejara dormir en paz. En calidad de comentario e instrucción, <strong>el</strong><br />
Maestro añadió: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá."<br />
El hombre hospitalario de la parábola no permitió que se le desantendiera; continuó llamando a la<br />
puerta hasta que fue abierta; y como resultado recibió lo que quería, encontró lo que había salido a<br />
obtener. Algunos consideran la parábola difícil de aplicar, en vista de que se r<strong>el</strong>aciona con <strong>el</strong> aspecto<br />
egoísta de la naturaleza humana, <strong>el</strong> <strong>el</strong>emento amante de las comodidades, y aparentemente se emplea<br />
para simbolizar la dilación intencional de Dios. Sin embargo, la explicación se aclara cuando se<br />
considera debidamente <strong>el</strong> contexto. La lección que <strong>el</strong> Señor quiso enseñar fue ésta: Si <strong>el</strong> hombre con<br />
todo su egoísmo y falta de inclinación para dar, le concede a su vecino lo que pide y sigue pidiendo<br />
para un propósito adecuado, a pesar de las objeciones y desprecios momentáneos, entonces con doble<br />
seguridad ot<strong>org</strong>ará Dios lo que persistentemente se pide con fe y con justo deseo. No existe ningún<br />
paral<strong>el</strong>o entre la egoísta negación d<strong>el</strong> hombre y la prudente y benéfica detención de Dios. A fin de que<br />
la oración resulte eficaz, uno debe estar consciente de que hay verdadera necesidad de orar, así como<br />
verdadera confianza en Dios; y <strong>el</strong> Padre en su misericordia a veces demora la concesión, a fin de que<br />
la súplica sea más ferviente. De modo que, según las palabras de Jesús: "Pues si vosotros, siendo<br />
malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre C<strong>el</strong>estial dará <strong>el</strong> Espíritu<br />
Santo a los que se lo pidan?"<br />
Algún tiempo después Jesús pronunció otra parábola, cuyo mensaje es tan similar al r<strong>el</strong>ato d<strong>el</strong><br />
huésped nocturno, que conviene considerarla en esta oportunidad. Se conoce como la Parábola d<strong>el</strong><br />
Juez Injusto o de la Viuda Importuna:<br />
"Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en<br />
aqu<strong>el</strong>la ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso<br />
por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a<br />
hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de<br />
continuo, me agote la paciencia."<br />
El juez era de carácter impío; no quería hacerle justicia a la viuda, la cual de nadie más podía<br />
obtener reparación. Se vio imp<strong>el</strong>ido a obrar por <strong>el</strong> deseo de verse libre de la importunidad de la mujer.<br />
No cometamos <strong>el</strong> error de comparar este hecho egoísta con las vías de Dios. Jesús no quiso decir que<br />
así como <strong>el</strong> juez impío finalmente cedió a los ruegos, en igual manera lo hará Dios; pero sí indicó que<br />
si aun tal persona como este juez, que "ni temía a Dios, ni respetaba a hombre", finalmente escuchó y<br />
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