Jesus el Cristo - Cumorah.org
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Comentando el asunto, Jesús dijo que uno de los fines de su venida al mundo había sido para que "los que no ven, vean y los que ven, sean cegados". Algunos de los fariseos oyendo esto, preguntaron con altivez: "¿Acaso nosotros somos también ciegos?" La respuesta condenatoria fue: "Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece." EL PASTOR Y EL ASALARIADO . "De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Mas el que entra por la puerta, pastor de las ovejas es." Con estas palabras Jesús inició uno de sus discursos más impresionantes. La referencia al pastor y las ovejas debe haber evocado para sus oyentes muchos de los familiares pasajes de los profetas y los salmos. p La figura tiene mucha eficacia, y tanto más, tomando en consideración las circunstancias en que el Maestro la utilizó. En Palestina prevalecían las situaciones pastorales, y generalmente se reconocía la dignidad del oficio de pastor. Por medio de profecías categóricas se había prometido un Pastor a Israel. David, de quien todos los israelitas se sentían orgullosos, llegó directamente del redil, con su cayado de pastor en la mano, a la unción que lo convirtió en rey. Como lo declaró el Maestro, el pastor tiene paso libre al sitio donde están sus ovejas. Cuando se hallan seguras dentro del redil, él entra por la puerta; no brinca el cerco ni se introduce furtivamente. 9 Siendo dueño de las ovejas, él las ama; éstas conocen su voz y lo siguen cuando las saca del redil para pacerlas, porque va al frente de su rebaño. Por otra parte, desconocen al extraño; éste tiene que arrearlas, porque no puede conducirlas. Continuando la parábola, llamada alegoría por su autor, Jesús se llamó a Sí mismo la puerta del redil, y claramente dio a entender que sólo por medio de El podrían entrar debidamente los pastores bajo su cargo. Era cierto que algunos intentaban llegar a las ovejas brincando el cerco en lugar de entrar por la puerta; pero éstos eran ladrones, para quienes las ovejas eran su presa; su propósito egoísta e impío consistía en matar y hurtar Cambiando la figura, Cristo proclamó: "Yo soy el buen pastor." Entonces mostró con elocuente claridad la diferencia entre un pastor verdadero y el asalariado. Aquél tiene interés personal en sus. ovejas, las ama y conoce a cada una por su nombre; para el asalariado sólo representan un rebaño cuyo valor depende de su tamaño; éste únicamente considera cuántas son o cuánto valen. Mientras que el pastor está dispuesto a luchar para defender lo suyo y, si es necesario, arriesgar su vida por sus ovejas, el asalariado huye cuando se acerca el lobo, permitiendo que la bestia voraz llegue para esparcir, herir y matar. Jamás se ha escrito o pronunciado una denunciación más vehemente de los pastores falsos, maestros desautorizados, asalariados ambiciosos que enseñan por precio y adivinan por dinero: engañadores que aparentan ser pastores y sin embargo, no entran por la puerta sino suben "por otra parte"; profetas empleados por el diablo, quienes, para lograr los fines de su amo, están prestos para cubrirse con las ropas de una santidad fingida y se presentan con vestidos de ovejas mientras que por dentro son lobos rapaces/ Valiéndose eficazmente de la repetición, Jesús declaró: "Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas." Por tal razón Jesús era el Hijo Amado del Padre, porque estaba dispuesto a dar su vida por amor de las ovejas. Estas palabras del Salvador son una solemne afirmación de que el sacrificio que en breve iba a llevar a cabo, efectivamente era voluntario y no un acto compulsivo: "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla tomar. Nadie me la quita, sino yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre." Así fue como se reiteró la certeza de su muerte y subsiguiente resurrección. Uno de los resultados naturales de su origen inmortal, en calidad de Hijo nacido en la tierra de un Padre inmortal, 224
fue su inmunidad contra la muerte, salvo que se entregara a ella. La vida de Jesús el Cristo no podía ser tomada a menos que El lo dispusiera y permitiera. Este poder para poner su vida era inherente en El, así como el poder para levantar su cuerpo muerto a un estado inmortal. Las enseñanzas anteriores provocaron más división entre los judíos. Algunos intentaron disimular el asunto, repitiendo de nuevo la necia suposición de que Jesús no era sino un endemoniado que estaba fuera de sí, por lo que sus palabras no merecían ninguna atención. Otros afirmaban con mayor congruencia: "Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?" De modo que unos pocos creyeron; muchos dudaron, aunque se convencieron en parte; y otros lo condenaron. En el curso de esta profunda disertación, Jesús dijo: "También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, v un pastor."' Las "otras ovejas" de referencia eran el rebaño o resto desgajado de la casa de José, que seis siglos antes del nacimiento de Cristo fue separado milagrosamente del redil judío en Palestina y conducido allende el gran mar hasta el hemisferio americano. Cuando el Cristo resucitado apareció a este pueblo, se expresó a ellos, afirmando: "De cierto os digo que vosotros sois aquellos de quienes dije: Tengo otras ovejas que no son de este redil; a éstas también debo yo traer, y oirán mi voz; y habrá un redil y un pastor."" Los judíos vagamente habían entendido que la referencia de Cristo a otras ovejas se relacionaba indistintamente con las naciones gentiles; y por motivo de su incredulidad y consiguiente inhabilidad para comprender correctamente, Jesús se refrenó de darles una explicación más clara de sus palabras, porque, según declaró a los nefitas, así se lo había mandado el Padre. Su explicación fue: "Esto me mandó el Padre que les dijera: Tengo otras ovejas que no son de este redil; a éstas también debo yo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor." En esa misma ocasión el Señor declaró que aún tenía otras ovejas, las tribus perdidas o Diez Tribus, a las cuales iba a visitar entonces; y que éstas finalmente serían conducidas de los lugares donde se hallaban exiladas, para llegar a formar parte de un solo y bendito redil bajo el dominio del único supremo Pastor y Rey. NOTAS AL CAPITULO 25. 1. La Fiesta de los Tabernáculos.—De acuerdo con el orden de su ocurrencia anual, éste era el tercero de los grandes festivales, y su observancia era una de las características nacionales del pueblo de Israel; las otras dos eran la Pascua y la Fiesta de Pentecostés. En cada uno de los tres festivales era requerido que todos los varones se presentaran delante del Señor en la celebración formal de la fiesta respectiva (Éxodo 23:10). La Fiesta de los Tabernáculos, también conocida como la "fiesta de la siega" (Éxodo 23:16), constituía a la vez un memorial y celebración de la cosecha corriente. Para conmemorar su larga jornada por el desierto, después de su liberación de Egipto, en el curso de la cual habían vivido en tiendas y habitaciones improvisadas, se requería que el pueblo de Israel observara anualmente una fiesta de siete días, con un día adicional de santa convocación. Durante la semana la gente vivía en cobertizos, enramadas o tabernáculos hechos de "ramas de árboles frondosos y sauces de los arroyos" entrelazados (Lev. 23:34-43; Núm. 29: 12-38; Deut. 16:13-15; 31:10-13). La fiesta duraba desde el 15 hasta el 22 del mes de Tizri, el séptimo del calendario hebreo, que corresponde a partes de nuestro septiembre y octubre. Se fijó as! para que cayera en una fecha no muy lejana del día de expiación anual, que había de ser una ocasión de penitencia, aflicción del alma y lamentación por el pecado (Lev. 23:26-32). Los holocaustos ofrendados durante la Fiesta de los Tabernáculos excedía el número prescrito para otras fiestas, y comprendía un sacrificio diario de dos carneros, catorce ovejas y un cabrito, como ofrenda por el pecado, además de un número descendiente de becerros, trece de los cuales eran sacrificados el primer día, doce el segundo, once el tercero, y así sucesivamente hasta el séptimo día en que se ofrendaban siete, o sea un total de setenta becerros (Núm. 29:12-38). El rabinismo revistió el número setenta y la disminución graduada del número de holocaustos con mucho significado simbólico no estipulado en la ley. 225
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fue su inmunidad contra la muerte, salvo que se entregara a <strong>el</strong>la. La vida de Jesús <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong> no podía<br />
ser tomada a menos que El lo dispusiera y permitiera. Este poder para poner su vida era inherente en<br />
El, así como <strong>el</strong> poder para levantar su cuerpo muerto a un estado inmortal.<br />
Las enseñanzas anteriores provocaron más división entre los judíos. Algunos intentaron disimular<br />
<strong>el</strong> asunto, repitiendo de nuevo la necia suposición de que Jesús no era sino un endemoniado que estaba<br />
fuera de sí, por lo que sus palabras no merecían ninguna atención. Otros afirmaban con mayor<br />
congruencia: "Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso <strong>el</strong> demonio abrir los ojos de los<br />
ciegos?" De modo que unos pocos creyeron; muchos dudaron, aunque se convencieron en parte; y<br />
otros lo condenaron.<br />
En <strong>el</strong> curso de esta profunda disertación, Jesús dijo: "También tengo otras ovejas que no son de<br />
este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, v un pastor."' Las "otras<br />
ovejas" de referencia eran <strong>el</strong> rebaño o resto desgajado de la casa de José, que seis siglos antes d<strong>el</strong><br />
nacimiento de <strong>Cristo</strong> fue separado milagrosamente d<strong>el</strong> redil judío en Palestina y conducido allende <strong>el</strong><br />
gran mar hasta <strong>el</strong> hemisferio americano. Cuando <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong> resucitado apareció a este pueblo, se<br />
expresó a <strong>el</strong>los, afirmando: "De cierto os digo que vosotros sois aqu<strong>el</strong>los de quienes dije: Tengo otras<br />
ovejas que no son de este redil; a éstas también debo yo traer, y oirán mi voz; y habrá un redil y un<br />
pastor."" Los judíos vagamente habían entendido que la referencia de <strong>Cristo</strong> a otras ovejas se<br />
r<strong>el</strong>acionaba indistintamente con las naciones gentiles; y por motivo de su incredulidad y consiguiente<br />
inhabilidad para comprender correctamente, Jesús se refrenó de darles una explicación más clara de<br />
sus palabras, porque, según declaró a los nefitas, así se lo había mandado <strong>el</strong> Padre. Su explicación fue:<br />
"Esto me mandó <strong>el</strong> Padre que les dijera: Tengo otras ovejas que no son de este redil; a éstas también<br />
debo yo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor." En esa misma ocasión <strong>el</strong> Señor declaró<br />
que aún tenía otras ovejas, las tribus perdidas o Diez Tribus, a las cuales iba a visitar entonces; y que<br />
éstas finalmente serían conducidas de los lugares donde se hallaban exiladas, para llegar a formar<br />
parte de un solo y bendito redil bajo <strong>el</strong> dominio d<strong>el</strong> único supremo Pastor y Rey.<br />
NOTAS AL CAPITULO 25.<br />
1. La Fiesta de los Tabernáculos.—De acuerdo con <strong>el</strong> orden de su ocurrencia anual, éste era<br />
<strong>el</strong> tercero de los grandes festivales, y su observancia era una de las características nacionales d<strong>el</strong><br />
pueblo de Isra<strong>el</strong>; las otras dos eran la Pascua y la Fiesta de Pentecostés. En cada uno de los tres<br />
festivales era requerido que todos los varones se presentaran d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong> Señor en la c<strong>el</strong>ebración<br />
formal de la fiesta respectiva (Éxodo 23:10). La Fiesta de los Tabernáculos, también conocida como la<br />
"fiesta de la siega" (Éxodo 23:16), constituía a la vez un memorial y c<strong>el</strong>ebración de la cosecha<br />
corriente. Para conmemorar su larga jornada por <strong>el</strong> desierto, después de su liberación de Egipto, en <strong>el</strong><br />
curso de la cual habían vivido en tiendas y habitaciones improvisadas, se requería que <strong>el</strong> pueblo de<br />
Isra<strong>el</strong> observara anualmente una fiesta de siete días, con un día adicional de santa convocación.<br />
Durante la semana la gente vivía en cobertizos, enramadas o tabernáculos hechos de "ramas de árboles<br />
frondosos y sauces de los arroyos" entr<strong>el</strong>azados (Lev. 23:34-43; Núm. 29: 12-38; Deut. 16:13-15;<br />
31:10-13). La fiesta duraba desde <strong>el</strong> 15 hasta <strong>el</strong> 22 d<strong>el</strong> mes de Tizri, <strong>el</strong> séptimo d<strong>el</strong> calendario hebreo,<br />
que corresponde a partes de nuestro septiembre y octubre. Se fijó as! para que cayera en una fecha no<br />
muy lejana d<strong>el</strong> día de expiación anual, que había de ser una ocasión de penitencia, aflicción d<strong>el</strong> alma y<br />
lamentación por <strong>el</strong> pecado (Lev. 23:26-32). Los holocaustos ofrendados durante la Fiesta de los<br />
Tabernáculos excedía <strong>el</strong> número prescrito para otras fiestas, y comprendía un sacrificio diario de dos<br />
carneros, catorce ovejas y un cabrito, como ofrenda por <strong>el</strong> pecado, además de un número descendiente<br />
de becerros, trece de los cuales eran sacrificados <strong>el</strong> primer día, doce <strong>el</strong> segundo, once <strong>el</strong> tercero, y así<br />
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(Núm. 29:12-38). El rabinismo revistió <strong>el</strong> número setenta y la disminución graduada d<strong>el</strong> número de<br />
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