Jesus el Cristo - Cumorah.org

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03.05.2015 Views

que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó." No sólo iracundos, sino confusos, los judíos le exigieron una explicación. Creyendo que sus últimas palabras se aplicaban solamente a la vida terrenal, le dijeron: "Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?" Respondió Jesús, y les dijo: "De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy." Esta declaración de la eterna divinidad de nuestro Señor fue inequívoca y precisa. Se había manifestado a Moisés con el solemne título de Yo SOY, y de allí en adelante así fue conocido en Israel.' Como previamente se ha indicado, es el equivalente de "Yahveh", o "Jahveh", hoy vertido en "Jehová", cuyo significado es: "El que existe por sí mismo", "el Eterno", "el Principio y el Fin". El tradicionalismo judío prohibía la pronunciación de este nombre sagrado, y sin embargo, Jesús se lo atribuía a Sí mismo. En un arrebato de mojigatería frenética los judíos levantaron las piedras del patio en construcción para apedrear a su Señor; pero la hora de su muerte no había llegado, por lo que, sin ser visto, "y atravesando por medio de ellos", se fue del templo. La supremacía que tenía sobre Abraham claramente se refería a la posición que uno y otro habían ocupado en el estado anterior al terrenal; y tan literalmente era Jesús el Primogénito en el mundo de los espíritus, como lo era el Unigénito en la carne. Tan verdaderamente es Cristo el hermano mayor de Abraham y Adán, como del último niño que ha de nacer sobre la tierra. CEGUEDED FÍSICA Y ESPIRITUAL; ES CURADO UN CIEGO EN EL DÍA DE REPOSO. Estando en Jerusalén, Jesús misericordiosamente otorgó la vista a un hombre que había sido ciego desde el día en que nació. 3 ' El milagro, otro de los casos en que se efectuó una curación en día de reposo, es de interés más que ordinario por motivo de los sucesos consiguientes. Solamente Juan lo relata, y hace la narración con su acostumbrado detalle descriptivo. Jesús y los discípulos vieron al ciego en la calle, un desafortunado que se mantenía pidiendo limosna. Los discípulos, deseosos de aprender, preguntaron: "Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?" La respuesta del Señor fue: "No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él." La pregunta de los discípulos sobrentiende su creencia en un estado anterior al terrenal, donde hubo albedrío moral y la facultad para elegir, pues de lo contrario, ¿cómo podían conceptuar que el hombre hubiese pecado y traído sobre sí una ceguedad congénita? Nos es dicho expresamente que había nacido ciego. Por otra parte, podía ser concebible que estuviera padeciendo a consecuencia de los pecados de sus padres. Es palpable que se había enseñado a los discípulos la gran verdad de una existencia anterior a lafterrenal. También se puede deducir que veían en la aflicción física el resultado del pecado personal. Pero su generalización era demasiado extensa; pues si bien se ha mostrado, por los ejemplos citados previamente, 1 que la iniquidad individual puede acarrear consigo, y efectivamente trae, el malestar físico, el hombre puede juzgar equívocamente la causa final de la aflicción. La respuesta del Señor fue suficiente en sí misma; la ceguedad del hombre se iba a emplear para efectuar una manifestación del poder divino. Como lo explicaba Jesús, refiriéndose a su propio ministerio, era necesario que El cumpliese la obra del Padre en la época señalada, porque su tiempo era breve. Con impresionante aplicación al estado del hombre que había pasado todos sus días en las tinieblas, nuestro Señor repitió la afirmación previamente hecha en el templo: "Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo." La forma exterior mediante la cual se bendijo al ciego fue distinta de la que Jesús usualmente empleaba. "Escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego", tras lo cual le mandó que fuese al estanque de Siloé y se lavara en sus aguas. m El hombre "fue entonces, y se lavó, y regresó viendo". Evidentemente era bien conocido; muchos lo habían visto en su lugar acostumbrado pidiendo limosna, y el hecho de que había nacido ciego era también del conocimiento 222

de todos. Por consiguiente, cuando se extendió la noticia de que ahora podía ver, provocó mucha agitación y comentarios. Algunos dudaban que el hombre con quien hablaban fuera el mismo mendigo ciego; pero él los aseguró respecto de su identidad y les refirió la forma en que había recibido la vista. Llevaron el hombre a los fariseos, quienes lo interrogaron minuciosamente; y habiendo escuchado su relato del milagro, intentaron destruir su fe con la insinuación de que Jesús no podía haber sido enviado de Dios porque había efectuado la obra en un día de reposo. Algunos de los que se hallaban presentes se opusieron a la conclusión de los fariseos, y preguntaron: "¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales?" Se interrogó al hombre concerniente a su opinión personal de Jesús, y les contestó en el acto: "Es profeta." Sabía que su Benefactor era más que un ser mortal ordinario; sin embargo, hasta esos momentos nada sabía de que El fuera el Cristo. Los judíos inquisidores temían que como resultado de esta maravillosa curación el pueblo apoyara a Jesús, a quien los magistrados resueltamente deseaban destruir. Consideraron la posibilidad de que tal vez el hombre no había sido verdaderamente ciego, y habiendo llamado a sus padres, éstos contestaron sus preguntas afirmando que efectivamente era su hijo y sabían que había nacido ciego; pero no quisieron opinar cómo había recibido la vista, o por intervención de quién, sabiendo que los magistrados habían decretado que se expulsara de la sinagoga—o como lo diríamos hoy, excomulgar de la Iglesia—a cualquiera que confesara que Jesús era el Cristo. Con perspicacia justificable los padres contestaron, refiriéndose a su hijo: "Edad tiene, preguntadle a él." Compelidos a reconocer, para sí por lo menos, que el hecho y manera de la restauración de la vista al hombre se basaban en evidencia irrefutable, los astutos judíos llamaron de nuevo al hombre y arteramente le dijeron: "Da gloría a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador." Les contestó osadamente, y con una lógica tan pertinente, que por completo sobrepujó su habilidad como inquisidores: "Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo sido yo ciego, ahora veo." Propiamente se negó a entablar una discusión con sus eruditos interrogantes sobre lo que constituía el pecado, de acuerdo con la interpretación que ellos daban a la ley. No quiso hablar de lo que no sabía; pero de una cosa sí estaba feliz y agradecidamente seguro: que estando ciego en otro tiempo, ahora podía ver. Los inquisidores farisaicos entonces insistieron en que el hombre repitiera su relato de los medios utilizados en la curación, probablemente con el sutil propósito de provocarlo a que dijese algo incongruente o contradictorio. A esto respondió enfáticamente, y posiblemente con un poco de impaciencia: "Ya os lo he dicho, y no habéis querido oír; 11 ¿por qué lo queréis oir otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?" Llenos de ira reprendieron e injuriaron al hombre; la irónica insinuación de que tal vez querían hacerse discípulos de Jesús constituía un insulto que no podían tolerar. "Tú eres su discípulo—le dijeron—pero nosotros discípulos de Moisés somos. Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea." Los enfurecía el hecho de que este mendigo ignorante hablara tan osadamente en su augusta presencia; pero el hombre podía más que todos ellos. Sus respuestas los encolerizaba porque les echaba en cara su preciado conocimiento, y sin embargo, eran incontrovertibles. "Pues esto es lo maravilloso —les declaró—que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye. Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer." Semejante afrenta por parte de un laico no tenía precedente en toda la tradición de los rabinos o escribas. Su denunciante respuesta, débil e inadecuada, fue: "Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros?" Incapacitados para contender por medio de argumentos o demostraciones con el que en otro tiempo fue un limosnero ciego, sí podían, por lo menos, ejercer su autoridad oficial, aun cuando injusta, excomulgándolo; y esto hicieron sin más dilación. "Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró." 223

que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó." No sólo iracundos, sino confusos, los judíos le exigieron<br />

una explicación. Creyendo que sus últimas palabras se aplicaban solamente a la vida terrenal, le<br />

dijeron: "Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?"<br />

Respondió Jesús, y les dijo: "De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy."<br />

Esta declaración de la eterna divinidad de nuestro Señor fue inequívoca y precisa. Se había<br />

manifestado a Moisés con <strong>el</strong> solemne título de Yo SOY, y de allí en ad<strong>el</strong>ante así fue conocido en<br />

Isra<strong>el</strong>.' Como previamente se ha indicado, es <strong>el</strong> equivalente de "Yahveh", o "Jahveh", hoy vertido en<br />

"Jehová", cuyo significado es: "El que existe por sí mismo", "<strong>el</strong> Eterno", "<strong>el</strong> Principio y <strong>el</strong> Fin".<br />

El tradicionalismo judío prohibía la pronunciación de este nombre sagrado, y sin embargo, Jesús<br />

se lo atribuía a Sí mismo. En un arrebato de mojigatería frenética los judíos levantaron las piedras d<strong>el</strong><br />

patio en construcción para apedrear a su Señor; pero la hora de su muerte no había llegado, por lo que,<br />

sin ser visto, "y atravesando por medio de <strong>el</strong>los", se fue d<strong>el</strong> templo.<br />

La supremacía que tenía sobre Abraham claramente se refería a la posición que uno y otro habían<br />

ocupado en <strong>el</strong> estado anterior al terrenal; y tan literalmente era Jesús <strong>el</strong> Primogénito en <strong>el</strong> mundo de<br />

los espíritus, como lo era <strong>el</strong> Unigénito en la carne. Tan verdaderamente es <strong>Cristo</strong> <strong>el</strong> hermano mayor de<br />

Abraham y Adán, como d<strong>el</strong> último niño que ha de nacer sobre la tierra.<br />

CEGUEDED FÍSICA Y ESPIRITUAL; ES CURADO UN CIEGO EN<br />

EL DÍA DE REPOSO.<br />

Estando en Jerusalén, Jesús misericordiosamente ot<strong>org</strong>ó la vista a un hombre que había sido ciego<br />

desde <strong>el</strong> día en que nació. 3 ' El milagro, otro de los casos en que se efectuó una curación en día de<br />

reposo, es de interés más que ordinario por motivo de los sucesos consiguientes. Solamente Juan lo<br />

r<strong>el</strong>ata, y hace la narración con su acostumbrado detalle descriptivo. Jesús y los discípulos vieron al<br />

ciego en la calle, un desafortunado que se mantenía pidiendo limosna. Los discípulos, deseosos de<br />

aprender, preguntaron: "Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?" La<br />

respuesta d<strong>el</strong> Señor fue: "No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se<br />

manifiesten en él." La pregunta de los discípulos sobrentiende su creencia en un estado anterior al<br />

terrenal, donde hubo albedrío moral y la facultad para <strong>el</strong>egir, pues de lo contrario, ¿cómo podían<br />

conceptuar que <strong>el</strong> hombre hubiese pecado y traído sobre sí una ceguedad congénita? Nos es dicho<br />

expresamente que había nacido ciego. Por otra parte, podía ser concebible que estuviera padeciendo a<br />

consecuencia de los pecados de sus padres.<br />

Es palpable que se había enseñado a los discípulos la gran verdad de una existencia anterior a<br />

lafterrenal. También se puede deducir que veían en la aflicción física <strong>el</strong> resultado d<strong>el</strong> pecado personal.<br />

Pero su generalización era demasiado extensa; pues si bien se ha mostrado, por los ejemplos citados<br />

previamente, 1 que la iniquidad individual puede acarrear consigo, y efectivamente trae, <strong>el</strong> malestar<br />

físico, <strong>el</strong> hombre puede juzgar equívocamente la causa final de la aflicción. La respuesta d<strong>el</strong> Señor fue<br />

suficiente en sí misma; la ceguedad d<strong>el</strong> hombre se iba a emplear para efectuar una manifestación d<strong>el</strong><br />

poder divino. Como lo explicaba Jesús, refiriéndose a su propio ministerio, era necesario que El<br />

cumpliese la obra d<strong>el</strong> Padre en la época señalada, porque su tiempo era breve. Con impresionante<br />

aplicación al estado d<strong>el</strong> hombre que había pasado todos sus días en las tinieblas, nuestro Señor repitió<br />

la afirmación previamente hecha en <strong>el</strong> templo: "Entre tanto que estoy en <strong>el</strong> mundo, luz soy d<strong>el</strong><br />

mundo."<br />

La forma exterior mediante la cual se bendijo al ciego fue distinta de la que Jesús usualmente<br />

empleaba. "Escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con <strong>el</strong> lodo los ojos d<strong>el</strong> ciego", tras lo<br />

cual le mandó que fuese al estanque de Siloé y se lavara en sus aguas. m El hombre "fue entonces, y se<br />

lavó, y regresó viendo". Evidentemente era bien conocido; muchos lo habían visto en su lugar<br />

acostumbrado pidiendo limosna, y <strong>el</strong> hecho de que había nacido ciego era también d<strong>el</strong> conocimiento<br />

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