03.05.2015 Views

Jesus el Cristo - Cumorah.org

Jesus el Cristo - Cumorah.org

Jesus el Cristo - Cumorah.org

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

considerado natural de Nazaret, y que no se conocían públicamente las circunstancias de su<br />

nacimiento.<br />

"VETE, Y NO PEQUES MÁS".<br />

Terminadas las festividades, jesús rué al templo una mañana, y habiéndose sentado,<br />

probablemente en <strong>el</strong> Patio de las Mujeres donde la gente solía reunirse, muchos se acercaron a El, y<br />

empezó a instruirlos según su costumbre. Interrumpió su discurso la llegada de un grupo de escribas y<br />

fariseos con una mujer en medio de <strong>el</strong>los, la que decían haber sorprendido en adulterio. El asunto y<br />

pregunta que propusieron a Jesús fue ésta: "En la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú,<br />

pues, ¿qué dices?" La presentación d<strong>el</strong> asunto a jesús fue un ardid premeditado, un esfuerzo<br />

d<strong>el</strong>iberado para tener o hallar motivo para acusarlo. Aun cuando no era raro que los oficiales judíos<br />

consultaran a los rabinos de reconocida prudencia y experiencia cuando había que decidir casos<br />

difíciles, <strong>el</strong> de referencia carecía de complicaciones legales. De la culpabilidad de la mujer no parecía<br />

haber ninguna duda, aunque no se menciona que se hayan presentado los testigos requeridos por los<br />

estatutos, a menos que los escribas y fariseos acusadores estaban compareciendo en tal calidad; la ley<br />

era explícita, y la costumbre de la época, respecto de tales ofensores, bien conocida. Aunque era cierto<br />

que la ley de Moisés decretaba que fuese apedreado <strong>el</strong> que incurriera en adulterio, ya había cesado de<br />

imponerse esta pena capital mucho antes d<strong>el</strong> tiempo de <strong>Cristo</strong>. Razonablemente podríamos preguntar<br />

por qué no se llevó al hombre que había pecado, a fin de ser juzgado junto con la mujer, en vista de<br />

que la ley, tan c<strong>el</strong>osamente citada por los oficiosos acusadores, disponía <strong>el</strong> mismo castigo para los dos<br />

participantes.<br />

La pregunta de los escribas y fariseos—"Tú, pues, ¿qué dices?"—podría indicar una expectativa,<br />

por parte de <strong>el</strong>los, de que Jesús declarase inválida la ley; quizá habían oído acerca d<strong>el</strong> Sermón d<strong>el</strong><br />

Monte, en <strong>el</strong> curso d<strong>el</strong> cual se habían proclamado muchos requerimientos superiores al código mosaico.<br />

8 Si Jesús, por otra parte, decretaba que la infortunada mujer debía padecer la muerte, sus<br />

acusadores podrían decir que se estaba oponiendo a las autoridades existentes; y posiblemente<br />

formularle una denuncia de reb<strong>el</strong>ión contra <strong>el</strong> gobierno romano, porque se había despojado a los<br />

tribunales judíos de la facultad para imponer la pena de muerte; y además, <strong>el</strong> crimen que imputaban a<br />

esta mujer no era ofensa capital según la ley romana. Si hubiera dicho que la mujer no debería ser<br />

castigada, o que solamente merecía una pena menor, los astutos judíos lo habrían acusado de falta de<br />

respeto hacia la ley de Moisés.<br />

Al principio Jesús hizo poco caso de aqu<strong>el</strong> grupo de escribas y fariseos. Inclinándose, escribía en<br />

la tierra con <strong>el</strong> dedo, pero como continuaron apremiándolo, alzó la cabeza y les contestó con una<br />

breve frase que se ha hecho proverbial: "El que de vosotros esté sin pecado, sea <strong>el</strong> primero en arrojar<br />

la piedra contra <strong>el</strong>la." Así lo declaraba la ley; los acusadores cuyo testimonio servía de base al<br />

pronunciamiento de la pena de muerte, habrían de ser los primeros en iniciar la ejecución. 1<br />

Habiendo hablado, Jesús nuevamente se inclinó y continuó escribiendo en tierra. Los<br />

denunciadores de la mujer, "acusados por su conciencia", se fueron escurriendo avergonzados y<br />

abochornados "comenzando desde los más viejos hasta los postreros". Sabían que no eran dignos de<br />

presentarse ni como acusadores ni como jueces." ¡En qué cobardes nos vu<strong>el</strong>ve nuestra conciencia!<br />

"Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te<br />

acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te<br />

condeno; vete, y no peques más."<br />

La mujer estaba arrepentida; humildemente permaneció esperando <strong>el</strong> dictamen d<strong>el</strong> Maestro, aun<br />

después que sus acusadores se retiraron. Jesús no indultó expresamente; tampoco condenó. No<br />

obstante, despidió a la pecadora con la solemne amonestación de que llevara una vida mejor.<br />

219

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!