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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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habló, pues de lo contrario no habría habido razón aparente para introducir <strong>el</strong> acontecimiento en la<br />

narración evangélica. El milagro es sin paral<strong>el</strong>o, y no sabemos de ningún otro caso aun remotamente<br />

análogo. No hay necesidad de suponer que <strong>el</strong> estatero no fue sino una moneda común que cayó en <strong>el</strong><br />

agua, ni que <strong>el</strong> pez la tragó en alguna forma extraordinaria. No obstante, <strong>el</strong> conocimiento de que en <strong>el</strong><br />

lago se hallaba un pez que tendría una moneda en la boca, que dicha moneda sería d<strong>el</strong> valor estipulado<br />

y que sería <strong>el</strong> primero en morder <strong>el</strong> anzu<strong>el</strong>o de Pedro, es tan incomprensible para <strong>el</strong> entendimiento<br />

finito d<strong>el</strong> hombre como lo son los medios por los cuales se efectuaron los demás milagros de <strong>Cristo</strong>.<br />

El Señor Jesús tuvo y tiene dominio en la tierra, <strong>el</strong> mar y todo lo que en <strong>el</strong>los hay, porque fueron<br />

creados por su palabra y su poder.<br />

Debe considerarse detenidamente <strong>el</strong> propósito d<strong>el</strong> Señor en proveer <strong>el</strong> dinero en forma tan<br />

milagrosa. No hay justificación para imaginar que fue necesario recurrir a una fuerza sobrehumana por<br />

motivo de que Jesús y Pedro se encontraban en una situación supuesta de extrema pobreza. Aun<br />

cuando Jesús y sus discípulos hubiesen estado sin un solo centavo, Pedro y sus compañeros pescadores<br />

fácilmente podrían haber echado sus redes en la mar y, con éxito ordinario, obtener suficientes<br />

pescados para reunir la cantidad requerida. Por otra parte, no sabemos de ningún caso en que <strong>el</strong> Señor<br />

haya efectuado milagros para su beneficio personal o satisfacer sus propias necesidades, por urgentes<br />

que hayan sido. Parece ser los más probable que Jesús, valiéndose de esa manera para obtener <strong>el</strong><br />

dinero, intencionalmente recalcó sus razones excepcionales para sostener la palabra dada por Pedro, de<br />

que se pagaría <strong>el</strong> impuesto. Los judíos, que no conocían a Jesús como <strong>el</strong> Mesías sino únicamente como<br />

un Maestro de habilidad superior y hombre de facultades extraordinarias, tal vez se habrían ofendido si<br />

El se hubiera negado a pagar la contribución requerida a todo judío. Por otra parte, si Jesús hubiera<br />

pagado <strong>el</strong> tributo en forma ordinaria y sin explicación, podría haber dado a los apóstoles, y<br />

particularmente a Pedro—<strong>el</strong> portavoz d<strong>el</strong> grupo en la gran confesión—la impresión de que El estaba<br />

sujeto al templo, y consiguientemente, no era todo lo que afirmaba ser, ni alcanzaba la categoría que le<br />

habían atribuido en su confesión. En esta lección que dio a Pedro quedó claramente manifestado que<br />

retenía sus derechos como Hijo d<strong>el</strong> Rey, y sin embargo, estaba dispuesto a entregar voluntariamente lo<br />

que no podía exigírs<strong>el</strong>e en justicia. Entonces, como demostración conclusiva de su exaltada<br />

categoría, proporcionó <strong>el</strong> dinero, utilizando un conocimiento que ningún hombre sino El tenía.<br />

COMO UN NIÑO.<br />

Mientras se dirigían a Capernaum, los apóstoles habían discutido entre sí, apartados de Jesús para<br />

que, según suponían, no pudiera oírlos. Sus preguntas habían suscitado una controversia, y ésta se<br />

había convertido en disputa. El asunto que con tanta vehemencia habían tratado era cuál de <strong>el</strong>los<br />

habría de ser <strong>el</strong> mayor en <strong>el</strong> reino de los ci<strong>el</strong>os. A causa d<strong>el</strong> testimonio que habían recibido, estaban<br />

convencidos, sin ninguna duda, que Jesús era <strong>el</strong> por tan largo tiempo esperado Mesías, y este<br />

testimonio había sido reforzado y confirmado por la categórica declaración de su dignidad mesiánica<br />

que El había hecho. Los pensamientos de los Doce aún no estaban enteramente libres d<strong>el</strong> concepto<br />

tradicional d<strong>el</strong> Mesías como Señor espiritual y Rey temporal a la vez, y al recordar algunas de las<br />

frecuentes referencias d<strong>el</strong> Maestro concernientes a su reino y <strong>el</strong> estado bendito de aqu<strong>el</strong>los que<br />

entrarían en él, y comprendiendo, además, que en sus más recientes declaraciones Jesús les había<br />

indicado una próxima crisis o punto culminante en su ministerio, se dejaron llevar por la egoísta<br />

consideración de sus probables puestos en <strong>el</strong> nuevo reino, y las posiciones particulares de confianza,<br />

honor y emolumentos que más anh<strong>el</strong>aba cada uno. ¿Cuál de <strong>el</strong>los había de ser <strong>el</strong> primer ministro?<br />

¿quién <strong>el</strong> gran canciller? ¿quién <strong>el</strong> comandante de las tropas? La ambición personal había engendrado<br />

<strong>el</strong> c<strong>el</strong>o en sus corazones.<br />

Hallándose con Jesús dentro de la casa en Capernaum, volvió a surgir <strong>el</strong> tema. S. Marcos nos dice<br />

que Jesús les preguntó: "¿Qué disputabais entre vosotros en <strong>el</strong> camino?"; y que no le respondieron<br />

porque, como se podrá deducir, les dio pena. La r<strong>el</strong>ación según S. Mateo nos da a entender que los<br />

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