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no se lavan las manos cuando comen pan", Jesús no contestó directamente, antes replicó con esta<br />
interrogación: "¿Por qué también vosotros quebrantáis <strong>el</strong> mandamiento de Dios por vuestra tradición?"<br />
Desde <strong>el</strong> punto de vista farisaico, éste debe haber sido un reproche bastante duro: porque <strong>el</strong> rabinismo<br />
afirmaba que <strong>el</strong> riguroso cumplimiento de las tradiciones de los ancianos era más importante que la<br />
observancia de la propia ley; y con su réplica Jesús había colocado sus estimadas tradiciones en<br />
contraposición al mandamiento de Dios. Intensificó su incomodidad, citándoles la profecía de Isaías,<br />
tachándolos de hipócritas y aplicándoles las palabras d<strong>el</strong> profeta: "Bien profetizó de vosotros Isaías,<br />
como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me<br />
honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres."' Con merecida severidad Jesús grabó<br />
la lección en sus conciencias, declarándoles que habían descartado los mandamientos de Dios a fin de<br />
poder seguir las tradiciones de los hombres.<br />
A raíz de esta afirmación acusante, les citó un ejemplo innegable. Moisés había expresado <strong>el</strong><br />
mandamiento directo de Dios cuando dijo: "Honra a tu padre y a tu madre", y en casos extremados de<br />
conducta filial impropia de un hijo, había decretado como castigo prescrito: "El que maldiga al padre o<br />
a la madre, muera irremisiblemente"^ Sin embargo, aun cuando dada a Isra<strong>el</strong> directamente por Dios,<br />
esta ley había sido reemplazada en forma tan completa, que cualquier hijo mal agradecido e impío<br />
fácilmente hallaba los medios, legalizados por sus tradiciones, de escapar o <strong>el</strong>udir toda obligación<br />
hacia sus padres, aunque éstos se encontraran en la indigencia. Si un padre o una madre necesitados<br />
solicitaban ayuda a un hijo, éste sólo tenía que decir: Lo que me pedís es Corbán—en otras palabras,<br />
una ofrenda consagrada a Dios—y se le consideraba legalmente eximido de toda necesidad de<br />
disponer de aqu<strong>el</strong>los bienes para ayudar a sus padres.' 1 En igual manera podían <strong>el</strong>udirse otras<br />
obligaciones. La declaración de que cualquier artículo de propiedad, real o personal, o cualquier parte<br />
o proporción de los bienes de la persona eran "corbán", generalmente se entendía como afirmación de<br />
que la propiedad de referencia estaba consagrada al templo, o por lo menos se tenía por objeto<br />
dedicarla a fines eclesiásticos, y finalmente entregarla a los oficiales correspondientes, aunque <strong>el</strong><br />
ot<strong>org</strong>ante podía conservarla en su posesión durante un período determinado que podría durar aun hasta<br />
<strong>el</strong> fin de su vida. Con frecuencia se declaraba que la propiedad era "corbán" con fines ajenos a los de<br />
una consagración para uso eclesiástico. El resultado de estas tradiciones, enteramente ilícitas y<br />
perniciosas, fue invalidar la palabra de Dios, como Jesús enfáticamente lo declaró a los fariseos y<br />
escribas; y a esto añadió: "Y muchas cosas hacéis semejantes a éstas."<br />
Volviéndose de sus distinguidos visitantes, llamó a sí a la multitud y les proclamó la verdad en<br />
estos términos: "Oídme todos, y entended: Nada hay fuera d<strong>el</strong> hombre que entre en él, que le pueda<br />
contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre. Si alguno tiene oídos para oir,<br />
oiga." Esta enseñanza se oponía directamente al precepto y práctica de los rabinos; y los fariseos se<br />
ofendieron porque <strong>el</strong>los decían que comer con manos que no habían sido purificadas ritualmente<br />
significaba profanar <strong>el</strong> alimento que se tocaba, y esto a su vez hacía más inmunda a la persona por<br />
causa d<strong>el</strong> alimento que en tal forma se había profanado.<br />
Los apóstoles no estaban seguros si habían entendido la lección d<strong>el</strong> Maestro, pues aunque<br />
expresada en idioma sencillo y sin figuras, algunos de <strong>el</strong>los la tomaron como parábola y Pedro solicitó<br />
una aclaración. El Señor explicó que <strong>el</strong> alimento que uno ingiere es parte de su cuerpo sólo<br />
provisionalmente; habiendo cumplido con su objeto de nutrir los tejidos y proporcionar energía al<br />
<strong>org</strong>anismo, es <strong>el</strong>iminada; por tanto, <strong>el</strong> alimento que entra en <strong>el</strong> cuerpo por la boca es de importancia<br />
menor y pasajera cuando se compara con las expresiones que salen de la boca, porque si éstas son<br />
malas, verdaderamente contaminan. Como lo expuso Jesús: "Lo que sale de la boca, d<strong>el</strong> corazón sale;<br />
y esto contamina al hombre. Porque d<strong>el</strong> corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los<br />
adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que<br />
contaminan al hombre; pero <strong>el</strong> comer con las manos sin lavar no contamina al hombre."<br />
Algunos de los discípulos le preguntaron a Jesús si sabía que los fariseos se habían ofendido al oír<br />
sus palabras. Su respuesta fue otra reprobación d<strong>el</strong> farisaísmo: "Toda planta que no plantó mi Padre<br />
C<strong>el</strong>estial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si <strong>el</strong> ciego guiare al ciego, ambos<br />
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