Jesus el Cristo - Cumorah.org

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03.05.2015 Views

empeñosamente con los remos, virtualmente perdieron todo el dominio de la nave y se vieron inmovilizados en medio del mar. Aunque habían trabajado toda la noche, sólo habían avanzado unos seis kilómetros.; si se volvían y navegaban con el viento resultaría un naufragio desastroso, así que su única esperanza consistía en sostener la nave contra el viento a la viva fuerza. Desde su retiro solitario Jesús se había enterado de su difícil situación, y a la cuarta vigilia de la noche es decir entre las tres y las seis de la mañana, fue a ayudarles, andando sobre las aguas encrespadas por la tormenta como si estuviera pisando tierra firme. Cuando los viajeros lo distinguieron, al acercarse a la barca en la tenue luz de la madrugada, fueron vencidos por temores supersticiosos y dieron voces de terror, creyendo que estaban viendo un fantasma. "Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!" Reanimado por estas palabras consoladoras, Pedro, impetuoso e impulsivo como de costumbre, exclamó: "Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas." Habiéndoselo concedido Jesús, Pedro descendió de la barca y se dirigió hacia su Maestro; pero al sentir la fuerza del viento y las olas agitadas que lo rodeaban, flaqueó su confianza y comenzó a hundirse. A pesar de ser un buen nadador/ lo venció el temor, y clamó: "¡Señor, sálvame!" Jesús lo trabó de la mano, diciendo: "¡Hombre de poca fe! ¿por qué dudaste?" De la notable aventura de Pedro nos enteramos de que el poder por medio del cual Cristo pudo andar sobre las olas podía operar en otros, con la condición de que su fe fuera constante. Fue debido a la propia solicitud de Pedro que se le permitió intentar aquel acto. Si Jesús se lo hubiese prohibido, la fe del hombre podría haberse desanimado; sus esfuerzos, aunque fracasaron en parte, fueron una manifestación de la eficacia de la fe en el Señor, lección que ninguna enseñanza verbal podría haberle inculcado. Jesús y Pedro entraron en la barca e inmediatamente cesó el viento, y la nave en breve llegó a la playa. El asombro de los apóstoles ante esta nueva manifestación del dominio del Señor sobre las fuerzas de la naturaleza se habría expresado más bien por medio de la veneración que por el temor, si hubieran recordado los milagros anteriores que habían presenciado; pero se habían olvidado aun del milagro de los panes, y se endurecieron sus corazones. b Maravillados del poder de Aquel para quien el mar encrespado era como un piso firme, los apóstoles se inclinaron delante del Señor en actitud de adoración reverente, confesando: "Verdaderamente eres Hijo de Dios." Aparte de la maravillosa circunstancia de su ocurrencia literal, el milagro abunda en simbolismo y significado. El hombre no puede declarar por medio de qué ley o principio se suspendió el efecto de la gravedad, a tal grado que un cuerpo humano pudo sostenerse sobre la superficie líquida. El fenómeno es una demostración concreta de la gran verdad de que la fe es un principio de poder mediante el cual se pueden modificar y gobernar las fuerzas naturales.* Cada vida humana adulta pasa por trances parecidos a la lucha contra los vientos contrarios y mares amenazantes que sostuvieron los viajeros azotados por la tempestad; a menudo la noche de angustias y peligros está sumamente avanzada para cuando llega el socorro; y además, con demasiada frecuencia se confunde la ayuda salvadora con un terror más grande. Pero tal como fue con Pedro y sus compañeros atemorizados en medio de las aguas agitadas, así también, a todos los que se esfuerzan con fe, llega la voz del Salvador, diciendo: "Yo soy, no temáis." EN LA TIERRA DE GENESARET. El viaje nocturno, en el curso del cual Jesús anduvo hasta la barca y sus ocupantes espantados mientras éstos se hallaban "en medio del mar", llegó a su fin en un sitio dentro del distrito conocido como el país o la tierra de Genesaret, en la cual, como generalmente se creía, estaba comprendida la rica y fértil región contigua a Tiberias y Magdala. Mucho se ha escrito sobre las bellezas naturales que distinguen esta región. 6 Rápidamente se cundió la noticia de la presencia de nuestro Señor allí, y de "toda aquella tierra alrededor" vino a El la gente, llevándole sus afligidos y enfermos para que recibieran su bendición por medio de su palabra o contacto. En los pueblos por donde pasaba ponían a 184

los enfermos en las calles a fin de que cayera sobre ellos la bendición de su paso; y muchos "le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos" £ Magnánimamente comunicó su virtud sanadora a todos los que solicitaron con fe y confianza. De este modo, acompañado de los Doce, se dirigió hacia el norte, rumbo a Capernaum, iluminando el camino con la plenitud de sus misericordias. EN BUSCA DE PANES Y PECES. Grande fue la sorpresa de la multitud—que el día anterior había comido de la abundancia del Señor en la orilla opuesta del lago, y luego se había dispersado durante la noche, después de malograrse su esfuerzo de obligarlo a aceptar la dignidad de un reino terrenal—cuando llegó la mañana y descubrieron que había partido. Habían visto a los discípulos hacerse a la mar en la única barca disponible, mientras Jesús había permanecido en la playa; y sabían que la tempestad nocturna había impedido que otras naves llegaran a la orilla. Sin embargo, su búsqueda esa mañana resultó inútil, y determinaron que debió haber rodeado el extremo del lago. Al avanzar el día llegaron unas barcas que se dirigían a la costa occidental, y habiéndolas llamado y logrado pasaje, se dirigieron hacia Capernaum. Al llegar allí ninguna dificultad tuvieron para encontrar a Jesús, porque su presencia se había dado a conocer en todo el pueblo. Se acercaron a El, probablemente mientras se hallaba en la sinagoga, porque allí enseñó El ese día, y algunos de los más audaces del grupo le preguntaron abrupta y casi bruscamente: "Rabí, ¿cuándo llegaste acá?" Jesús no se dignó contestar aquella interrogación impertinente; el pueblo no había tomado parte en el milagro de la noche anterior, y no le fueron comunicados los hechos del Señor. Con solemne reproche Jesús les dijo: "De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis." Estaban interesados en los panes y los peces; y convenía no dejar ir a Uno que podía proveerles alimentos como El lo había hecho. El Maestro agregó amonestaciones e instrucciones a su reprensión: "Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre." No pudieron menos que entender este contraste entre el alimento material y el espiritual, y algunos de ellos preguntaron qué debían hacer para servir a Dios como Jesús lo había indicado. La respuesta fue: "Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado." Nadie podía dudar que Jesús se estaba refiriendo a Sí mismo; inmediatamente exigieron evidencia adicional de su comisión divina; querían ver señales mayores. Ya había pasado casi un día desde el milagro de los panes y los peces, y su efecto, como evidencia de sus atributos mesiánicos, estaba desapareciendo. Moisés había alimentado a sus padres en el desierto con maná—le declararon—y desde luego consideraban un abastecimiento, diario y continuo, mayor que una sola comida de pan y peces, pese al agradecimiento que sentían por habérsela dado cuando tenían hambre. Por otra parte, el maná era alimento del cielo, mientras que el pan que El había dado era de la tierra, y por cierto, pan común de cebada. Tendría que mostrarles señales mayores y alimentarlos espléndidamente, antes de poder aceptarlo como Aquel que al principio habían creído que era, y ahora se declaraba ser. CRISTO, EL PAN DE VIDA. "Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo." Se equivocaban en suponer que Moisés les había dado el maná; y al fin y al cabo, el maná había sido como cualquiera otra comida, porque los que lo comían volvían a tener hambre; pero ahora el Padre les ofrecía pan del cielo que les aseguraría la vida. 185

empeñosamente con los remos, virtualmente perdieron todo <strong>el</strong> dominio de la nave y se vieron<br />

inmovilizados en medio d<strong>el</strong> mar. Aunque habían trabajado toda la noche, sólo habían avanzado unos<br />

seis kilómetros.; si se volvían y navegaban con <strong>el</strong> viento resultaría un naufragio desastroso, así que su<br />

única esperanza consistía en sostener la nave contra <strong>el</strong> viento a la viva fuerza. Desde su retiro solitario<br />

Jesús se había enterado de su difícil situación, y a la cuarta vigilia de la noche es decir entre las tres y<br />

las seis de la mañana, fue a ayudarles, andando sobre las aguas encrespadas por la tormenta como si<br />

estuviera pisando tierra firme. Cuando los viajeros lo distinguieron, al acercarse a la barca en la tenue<br />

luz de la madrugada, fueron vencidos por temores supersticiosos y dieron voces de terror, creyendo<br />

que estaban viendo un fantasma. "Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no<br />

temáis!"<br />

Reanimado por estas palabras consoladoras, Pedro, impetuoso e impulsivo como de costumbre,<br />

exclamó: "Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas." Habiéndos<strong>el</strong>o concedido Jesús,<br />

Pedro descendió de la barca y se dirigió hacia su Maestro; pero al sentir la fuerza d<strong>el</strong> viento y las olas<br />

agitadas que lo rodeaban, flaqueó su confianza y comenzó a hundirse. A pesar de ser un buen nadador/<br />

lo venció <strong>el</strong> temor, y clamó: "¡Señor, sálvame!" Jesús lo trabó de la mano, diciendo: "¡Hombre de<br />

poca fe! ¿por qué dudaste?"<br />

De la notable aventura de Pedro nos enteramos de que <strong>el</strong> poder por medio d<strong>el</strong> cual <strong>Cristo</strong> pudo<br />

andar sobre las olas podía operar en otros, con la condición de que su fe fuera constante. Fue debido a<br />

la propia solicitud de Pedro que se le permitió intentar aqu<strong>el</strong> acto. Si Jesús se lo hubiese prohibido, la<br />

fe d<strong>el</strong> hombre podría haberse desanimado; sus esfuerzos, aunque fracasaron en parte, fueron una<br />

manifestación de la eficacia de la fe en <strong>el</strong> Señor, lección que ninguna enseñanza verbal podría haberle<br />

inculcado. Jesús y Pedro entraron en la barca e inmediatamente cesó <strong>el</strong> viento, y la nave en breve llegó<br />

a la playa. El asombro de los apóstoles ante esta nueva manifestación d<strong>el</strong> dominio d<strong>el</strong> Señor sobre las<br />

fuerzas de la naturaleza se habría expresado más bien por medio de la veneración que por <strong>el</strong> temor, si<br />

hubieran recordado los milagros anteriores que habían presenciado; pero se habían olvidado aun d<strong>el</strong><br />

milagro de los panes, y se endurecieron sus corazones. b Maravillados d<strong>el</strong> poder de Aqu<strong>el</strong> para quien <strong>el</strong><br />

mar encrespado era como un piso firme, los apóstoles se inclinaron d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong> Señor en actitud de<br />

adoración reverente, confesando: "Verdaderamente eres Hijo de Dios."<br />

Aparte de la maravillosa circunstancia de su ocurrencia literal, <strong>el</strong> milagro abunda en simbolismo y<br />

significado. El hombre no puede declarar por medio de qué ley o principio se suspendió <strong>el</strong> efecto de la<br />

gravedad, a tal grado que un cuerpo humano pudo sostenerse sobre la superficie líquida. El fenómeno<br />

es una demostración concreta de la gran verdad de que la fe es un principio de poder mediante <strong>el</strong> cual<br />

se pueden modificar y gobernar las fuerzas naturales.* Cada vida humana adulta pasa por trances<br />

parecidos a la lucha contra los vientos contrarios y mares amenazantes que sostuvieron los viajeros<br />

azotados por la tempestad; a menudo la noche de angustias y p<strong>el</strong>igros está sumamente avanzada para<br />

cuando llega <strong>el</strong> socorro; y además, con demasiada frecuencia se confunde la ayuda salvadora con un<br />

terror más grande. Pero tal como fue con Pedro y sus compañeros atemorizados en medio de las<br />

aguas agitadas, así también, a todos los que se esfuerzan con fe, llega la voz d<strong>el</strong> Salvador, diciendo:<br />

"Yo soy, no temáis."<br />

EN LA TIERRA DE GENESARET.<br />

El viaje nocturno, en <strong>el</strong> curso d<strong>el</strong> cual Jesús anduvo hasta la barca y sus ocupantes espantados<br />

mientras éstos se hallaban "en medio d<strong>el</strong> mar", llegó a su fin en un sitio dentro d<strong>el</strong> distrito conocido<br />

como <strong>el</strong> país o la tierra de Genesaret, en la cual, como generalmente se creía, estaba comprendida la<br />

rica y fértil región contigua a Tiberias y Magdala. Mucho se ha escrito sobre las b<strong>el</strong>lezas naturales que<br />

distinguen esta región. 6 Rápidamente se cundió la noticia de la presencia de nuestro Señor allí, y de<br />

"toda aqu<strong>el</strong>la tierra alrededor" vino a El la gente, llevándole sus afligidos y enfermos para que<br />

recibieran su bendición por medio de su palabra o contacto. En los pueblos por donde pasaba ponían a<br />

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