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uno de <strong>el</strong>los tomase un poco"—contestó. Andrés informó que estaba presente un muchacho que tenía,<br />
cinco panes de cebada y dos pececillos, "mas ¿qué es esto—preguntó)—para tantos?"<br />
Tal es la narración de Juan. Los otros escritores declaran que los apóstoles le recordaron a Jesús<br />
que la hora era avanzada, y le instaron a que dejara ir a la gente para que pudiera proveerse de<br />
alimento y hospedaje en los pueblos circunvecinos. Parece ser lo más probable que la conversación<br />
entre Jesús y F<strong>el</strong>ipe ocurrió durante la primera parte de la tarde, y que al pasar las horas los Doce se<br />
preocuparon y le aconsejaron que despidiera a la multitud. La respuesta d<strong>el</strong> Maestro a sus apóstoles<br />
fue: "No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer." Con asombro inconfundible contestaron:<br />
"No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces", respuesta en la cual nuevamente se sobrentiende la<br />
exclamación desesperada de Andrés: ¿Qué es esto para tantos?<br />
Jesús mandó, y la gente se sentó en grupos sobre la hierba, de ciento en ciento, de cincuenta en<br />
cincuenta, y se vio que la multitud ascendía a cinco mil hombres, además de las mujeres y niños.<br />
Tomando los panes y los peces, nuestro Señor levantó los ojos al ci<strong>el</strong>o y pronunció una bendición<br />
sobre los alimentos; entonces, dividiendo las provisiones, dio a los apóstoles individualmente, los<br />
cuales, a su vez, repartieron a la multitud. La substancia de los peces y d<strong>el</strong> pan aumentó al tocarlos <strong>el</strong><br />
Maestro; y allí en <strong>el</strong> desierto la multitud comió hasta que todos se saciaron. Entonces Jesús dijo a los<br />
discípulos: "Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada. Recogieron, pues, y se<br />
llenaron doce cestas de pedazos."<br />
En cuanto al propio milagro, <strong>el</strong> conocimiento humano carece de capacidad para explicarlo.<br />
Aunque efectuado en tan grande escala, no es ni más ni menos inexplicable que cualquiera de las otras<br />
obras milagrosas d<strong>el</strong> Señor. Fue la manifestación de un poder creador mediante <strong>el</strong> cual se <strong>org</strong>anizaron<br />
y multiplicaron los <strong>el</strong>ementos materiales para satisfacer una necesidad actual y urgente. Los pedazos<br />
que sobraron excedieron <strong>el</strong> volumen y peso de la pequeña provisión original. El mandato de nuestro<br />
Señor, de recoger los pedazos, fue una impresionante lección objetiva sobre <strong>el</strong> pecado de desperdiciar;<br />
y tal vez El dispuso ese sobrante para poder presentar la lección. La comida fue sencilla, pero a la<br />
vez nutritiva, sana y saciable. El pan de cebada y <strong>el</strong> pescado constituían <strong>el</strong> alimento acostumbrado de<br />
las clases más pobres de la región. La conversión d<strong>el</strong> agua en vino en Cana fue una transmutación<br />
cualitativa; la alimentación de la multitud representó un aumento cuantitativo. ¿Quién puede decir que<br />
éste o aqu<strong>el</strong> milagro de provisión fue <strong>el</strong> más admirable?<br />
"YO SOY; NO TEMÁIS".<br />
La multitud, habiéndose alimentado y saciado, ahora consideró <strong>el</strong> milagro. En Jesús, por medio de<br />
quien se había efectuado tan grande obra, reconocieron a Uno que poseía facultades sobrehumanas.<br />
"Este verdaderamente es <strong>el</strong> profeta que había de venir al mundo"—comentaron, refiriéndose al Profeta<br />
cuya venida Moisés había predicho, diciendo que sería semejante a él. Así como Isra<strong>el</strong> fue alimentado<br />
milagrosamente en los días de Moisés, en igual manera este nuevo Profeta había proveído pan en <strong>el</strong><br />
desierto. En su entusiasmo, <strong>el</strong> pueblo se propuso proclamarlo rey y obligarlo por la fuerza a ser su<br />
director. Tal era <strong>el</strong> concepto equívoco que se habían formado de aqu<strong>el</strong>la supremacía mesiánica. Jesús<br />
instruyó a sus discípulos que partieran en la barca mientras El permanecía para despedir a la multitud<br />
que comenzaba a agitarse. Los discípulos no querían dejar atrás a su Maestro, pero El los constriñó, y<br />
lo obedicieron. Su insistencia en que los Doce se apartaran de El y de la multitud puede haber nacido<br />
de su deseo de proteger a los discípulos escogidos de la posibilidad de contagiarse con <strong>el</strong> designio<br />
materialista e injusto de la multitud que intentaba hacerlo rey. Valiéndose de medios que no se<br />
detallan, logró que la gente se dispersara; y al caer la noche encontró la soledad y <strong>el</strong> reposo que habia<br />
ido a buscar. Ascendió al monte, buscó un lugar aislado y allí permaneció orando la mayor parte de la<br />
noche.<br />
El viaje de regreso en la barca resultó un acontecimiento inolvidable para los discípulos. Se desató<br />
un fuerte viento contrario que, desde luego, imposibilitó <strong>el</strong> uso de las v<strong>el</strong>as; y aunque trabajaron<br />
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