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confianza que <strong>el</strong> hombre; por tanto, no debían llevar consigno dinero, ropa adicional u otras cosas que<br />
fueran simplemente para su mayor conveniencia. Habían de buscar alojamiento en los varios pueblos<br />
adonde llegaran, y dejar su bendición sobre cada familia digna que los recibiera. En caso de ser<br />
rechazados por una familia o casa, o un pueblo entero, habían de sacudir <strong>el</strong> polvo de sus pies al partir,<br />
como testimonio contra <strong>el</strong> pueblo, y se decretó que en <strong>el</strong> día d<strong>el</strong> juicio le iría peor a ese sitio<br />
denunciado, que a las impías ciudades de Sodoma y Gomorra, sobre las cuales había descendido fuego<br />
d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o.<br />
Se aconsejó a los apóstoles a que usaran la paciencia, que no ofendieran innecesariamente, sino<br />
que fuesen prudentes como serpientes y sencillos como palomas, porque eran enviados como ovejas<br />
en medio de lobos. No debían confiar irreflexivamente en <strong>el</strong> poder d<strong>el</strong> hombre, porque los<br />
perseguirían hombres perversos y los entregarían a los concilios y tribunales, y los azotarían en las<br />
sinagogas. Además, debían estar preparados para cuando los llevaran ante gobernadores y reyes, y en<br />
esta situación extremada debían depender de la inspiración divina con respecto a lo que habían de<br />
decir, más bien que de su propia sabiduría, preparación y reflexión, "porque no sois vosotros los que<br />
habláis—les dijo <strong>el</strong> Maestro—sino <strong>el</strong> espíritu de vuestro Padre que obra en vosotros".<br />
No habían de confiar ni aun en los vínculos d<strong>el</strong> parentesco para ser protegidos, porque las familias<br />
serían divididas por causa de la verdad, y <strong>el</strong> hermano se levantaría contra <strong>el</strong> hermano, los hijos contra<br />
los padres y la contienda resultante sería fatal. Les fue dicho a estos siervos de <strong>Cristo</strong> que serían<br />
aborrecidos de todos los hombres, pero se les aseguró que sus padecimientos habrían de ser por causa<br />
d<strong>el</strong> nombre de su Señor. Debían salir de las ciudades que los persiguieran y viajar a otras; y <strong>el</strong> Señor<br />
los seguiría, aun antes que pudieran acabar de recorrer todas las ciudades de Isra<strong>el</strong>. Se les aconsejó la<br />
humildad, y que siempre recordaran que eran sirvientes y que no esperaran escapar, cuando <strong>el</strong> Maestro<br />
mismo tenía que padecer. No obstante, no debían temer predicar <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io con claridad, porque sus<br />
perseguidores no podrían hacer más que matar <strong>el</strong> cuerpo, padecimiento de poca importancia<br />
comparado con <strong>el</strong> de la destrucción d<strong>el</strong> alma en <strong>el</strong> infierno.<br />
Les fue inculcada la certeza d<strong>el</strong> solícito cuidado d<strong>el</strong> Padre mediante la sencilla observación de que<br />
si se vendían dos pajarillos por un cuarto, y sin embargo, ni un pajarillo era sacrificado sin que lo<br />
supiera <strong>el</strong> Padre, <strong>el</strong>los, que valían más que muchos paj arillos, no serían olvidados. Les fue<br />
amonestado solemnemente que quienes sin reserva confesaran al <strong>Cristo</strong> d<strong>el</strong>ante de los hombres, El los<br />
reconocería ante la presencia d<strong>el</strong> Padre; mientras que aqu<strong>el</strong>los que lo negaran d<strong>el</strong>ante de los hombres<br />
serían negados en <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o. Y nuevamente les fue dicho que <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io ocasionaría contiendas que<br />
resultarían en las divisiones entre familias; porque la doctrina que <strong>el</strong> Señor había enseñado sería como<br />
una espada que cortaría y separaría. Los deberes de su ministerio especial habrían de sobrepujar <strong>el</strong><br />
amor por sus parientes; habían de estar dispuestos a dejar padre, madre, hijo o hija, o hacer cualquier<br />
sacrificio, porque <strong>el</strong> Señor declaró que "<strong>el</strong> que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de<br />
mí".<br />
El significado de esta figura debe haber sido solemnemente impresionante y espantoso a la vez;<br />
porque la cruz era <strong>el</strong> símbolo de la ignominia, padecimiento extremado y muerte. Sin embargo, si<br />
llegaban a morir por causa de El, hallarían la vida eterna; y quienes no estuviesen dispuestos a morir<br />
en <strong>el</strong> servicio d<strong>el</strong> Señor, perderían la vida en un sentido literal y terrible al mismo tiempo. Nunca<br />
debían de olvidar en nombre de quién eran enviados; y se les consoló con la certeza de que<br />
quienquiera que los recibiese sería recompensado tal como si hubiese recibido al <strong>Cristo</strong> y a su Padre; y<br />
aun cuando no les ofrecieran más que un vaso de agua fría, <strong>el</strong> donador de ninguna manera perdería su<br />
recompensa.<br />
Comisionados e instruidos en la forma descrita, los Doce testigos especiales d<strong>el</strong> <strong>Cristo</strong><br />
emprendieron su misión, viajando de dos en dos," mientras Jesús continuó su ministerio personal.<br />
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