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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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CAPITULO 21<br />

LA MISIÓN APOSTÓLICA Y<br />

ACONTECIMIENTOS RELACIONADOS<br />

JESÚS VUELVE A NAZARET.<br />

Recordaremos que en los primeros días d<strong>el</strong> ministerio público de Jesús, <strong>el</strong> pueblo de Nazaret lo<br />

había rechazado y, echándolo de su sinagoga, intentado matarlo. Parece que después de los<br />

acontecimientos referidos en nuestro último capítulo, El volvió al pueblo de su juventud y de nuevo<br />

levantó la voz en la sinagoga, misericordiosamente dando al pueblo otra oportunidad para aprender y<br />

aceptar la verdad. Igual que en la ocasión anterior, los nazarenos manifiestamente expresaron una vez<br />

más su asombro por las palabras que decía y las muchas obras milagrosas que efectuaba. No obstante,<br />

nuevamente lo rechazaron porque no venía en la manera en que <strong>el</strong>los esperaban que se presentara <strong>el</strong><br />

Mesías, y se negaron a aceptarlo sino como "<strong>el</strong> carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José,<br />

de Judas y de Simón", todos los cuales, igual que sus hermanas, eran gente común. Viendo que "se<br />

escandalizaban de él", Jesús les recordó un proverbio que entonces estaba de moda entre <strong>el</strong> pueblo:<br />

"No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes, y en su casa." La densidad de<br />

su incredulidad lo hizo maravillarse; y por motivo de su falta de fe no pudo efectuar ninguna obra<br />

grande aparte de sanar a un pequeño número de creyentes excepcionales, sobre quienes puso las<br />

manos. Saliendo de Nazaret, emprendió su tercera gira por los pueblos y aldeas galileos, predicando y<br />

enseñando por <strong>el</strong> camino.<br />

LOS DOCE SON COMISIONADOS Y ENVIADOS.<br />

Fue también por esos días que Jesús inició una notable expansión d<strong>el</strong> ministerio d<strong>el</strong> reino,<br />

enviando a los Doce a misiones designadas. Desde <strong>el</strong> momento de su ordenación, los apóstoles habían<br />

estado con su Señor, aprendiendo de El por medio de sus discursos públicos y exposiciones privadas y<br />

ganando inestimable experiencia y preparación por medio de ese privilegiado y bendito<br />

compañerismo. El propósito de su ordenación quedó especificado en estos términos: "Para que<br />

estuviesen con él, y para enviarlos a predicar". Durante muchos meses habían sido alumnos bajo la<br />

vigilante orientación d<strong>el</strong> Maestro; y ahora se les llamaba a emprender los deberes de su vocación en<br />

calidad de predicadores d<strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io y testigos individuales d<strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>. Como preparativo final, se les<br />

comisionó categórica y solemnemente, Algunas de las instrucciones que fueron dadas en esta ocasión<br />

se refieren en forma particular a su primera misión, de la cual oportunamente volvieron e informaron,<br />

mientras que las demás instrucciones y amonestaciones habrían de estar en vigor durante todo su<br />

ministerio, aun después de la ascensión d<strong>el</strong> Señor.<br />

Se les mandó limitar su ministerio, por lo pronto, "a las ovejas perdidas de la casa de Isra<strong>el</strong>", y no<br />

hacer propaganda entre los gentiles, ni aun en las ciudades samaritanas. Se trataba de una restricción<br />

provisional, impuesta con sabiduría y prudencia; más tarde, como veremos, se les dijo que<br />

evang<strong>el</strong>izaran a todas las naciones, y que <strong>el</strong> mundo entero sería su campo.' El tema de sus discursos<br />

debía ser aqu<strong>el</strong> que habían oído al Maestro predicar: "El reino de los ci<strong>el</strong>os se ha acercado." Habrían<br />

de ejercer la autoridad d<strong>el</strong> santo sacerdocio que les había sido conferido por ordenación; constituiría<br />

parte categórica de su misión sanar enfermos, limpiar leprosos, resucitar muertos y echar fuera<br />

demonios, según se presentase la ocasión; y les fue mandado que dieran de gracia, tal como habían<br />

recibido de gracia. No debían proveerse comodidades personales o necesidades corporales; era<br />

menester probar al pueblo para ver si estaba dispuesto a recibir y ayudar a los que vinieran en nombre<br />

d<strong>el</strong> Señor; y los propios apóstoles debían aprender a depender de un Proveedor más digno de<br />

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