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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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cual todas las cosas pertenecientes a un reino inferior, o a todos los reinos de un orden menor, serán<br />

aclarados a los que la habitaren; y esta tierra será de <strong>Cristo</strong>." (Doc. y Con. 130:9)<br />

El hecho de que Jesucristo, ejerciendo sus facultades divinas, habló directamente al viento o al<br />

mar y fue obedecido, no es menos incongruente, respecto de la ley natural de los ci<strong>el</strong>os, que si<br />

efectivamente diera una orden a un hombre o a un espíritu incorpóreo. El propio Jesús declaró<br />

explícitamente que por medio de la fe aun <strong>el</strong> ser mortal puede hacer funcionar las fuerzas que rigen la<br />

materia, y estar seguro de obtener resultados transcendentales: "Porque de cierto os digo, que si<br />

tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os<br />

será imposible." (Mateo 17:20; compárese con Marc. 11:23; Lucas 17:6.<br />

3. El país de los gergesenos.—Se ha intentado desacreditar <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato d<strong>el</strong> endemoniado que <strong>Cristo</strong><br />

sanó en "la tierra de los gadarenos" (Mateo 8:28; Marc. 5:1; Lucas 8:26), sosteniendo que <strong>el</strong> antiguo<br />

pueblo de Gadara, capital d<strong>el</strong> distrito (véase Wars o¡ the ]ews, por Josefo, iii, 7:1) está situado tierra<br />

adentro, a tal distancia que imposibilitaría la carrera precipitada de los puercos al mar en ese sitio.<br />

Como se aclaró en <strong>el</strong> texto, se hace referencia a toda una región o sección, no a una ciudad. Los que<br />

apacentaban los puercos corrieron a las ciudades para dar aviso d<strong>el</strong> desastre que había<br />

sobrevenido a sus hatos. En ese distrito de Pcrea existían en aqu<strong>el</strong>la época tres pueblos llamados,<br />

respectivamente, Gadara, Gerasa, y Gergesa; de manera que la región en general propiamente se podía<br />

designar con <strong>el</strong> nombre de la tierra de los gadarenos o los gergesenos. El canónigo Farrar dice:<br />

"Después de los estudios d<strong>el</strong> Dr. Thompson (The Lana and the Book, ii:25), no hay duda de que<br />

Gergesa . . . era <strong>el</strong> nombre de un pequeño poblado casi frente a Capemaum, cuyas ruinas los beduinos<br />

aún llaman Kerza o Gersa. Aparentemente Orígenes—que fue <strong>el</strong> primero en mencionarlo—y Ensebio<br />

y Jerónimo sabían de la existencia de este poblado; y en su época solía señalarse como <strong>el</strong> sitio en <strong>el</strong><br />

que ocurrió <strong>el</strong> milagro, un barranco muy pendiente donde los montes se extienden casi hasta <strong>el</strong><br />

lago."—Life of Christ, pág. 254, nota.<br />

4. Se le ruega a Jesús que se aparte.—La gente se llenó de miedo al ver <strong>el</strong> poder que poseía Jesús<br />

cuando se manifestó en la curación d<strong>el</strong> endemoniado así como en la destrucción de los puercos;<br />

sin em bargo, <strong>el</strong> segundo de los actos no se llevó a cabo por mandamiento suyo. Fue ese temor que<br />

los pecadores sienten en presencia d<strong>el</strong> justo. No estaban preparados para otras manifestaciones<br />

d<strong>el</strong> poder divino, y les causaba terror pensar, en caso de que se ejerciera, cuál de <strong>el</strong>los sentiría<br />

personalmente <strong>el</strong> efecto. No obstante, debemos juzgar al pueblo misericordiosamente, si acaso es<br />

necesario juzgarlo. Eran paganos en parte, y sólo tenían un concepto supersticioso de Dios. La<br />

súplica de que Jesús se apartara de <strong>el</strong>los nos evoca la exclamación de Simón Pedro al<br />

presenciar uno de los milagros de <strong>Cristo</strong>: "Apártate de m!, Señor, porque soy hombre pecador."<br />

(Lucas 5:8)<br />

5. "Muerta" o "agonizante"—S. Lucas nos dice (8:42) que la hija de Jairo "se estaba muriendo"<br />

cuando <strong>el</strong> padre afligido solicitó la ayuda d<strong>el</strong> Señor; S. Marcos (5:23) declara que <strong>el</strong> hombre le<br />

informó que su hija estaba "agonizando". Estas dos afirmaciones concuerdan; pero según S.<br />

Mateo (9:18) <strong>el</strong> padre dijo: "Mi hija acaba de morir." Los críticos incrédulos han comentado<br />

extensamente lo que <strong>el</strong>los con sideran una incongruencia, cuando no contradicción, en estas<br />

versiones: y sin embargo, ambas formas en que lo expresan los tres evang<strong>el</strong>ios son palpablemente<br />

correctas. Aparentemente la donc<strong>el</strong>la estaba exha lando <strong>el</strong> último suspiro, estaba efectivamente<br />

agonizando, cuando salió su padre. Antes de encontrar a Jesús, indudablemente pensó que su hija ya<br />

habría fallecido, a pesar de lo cual su fe se mantuvo firme. Sus palabras atestiguan su<br />

confianza de que, aun cuando su hija efectivamente hubiera muerto ya, <strong>el</strong> Maestro podría revivirla.<br />

Se hallaba en un estado de grave aflicción mental, mas con todo, su fe no se debilitó.<br />

6. Costumbres orientales de los enlutados.—Desde los tiempos antiquísimos han prevalecido<br />

observancias entre los pueblos orientales que a nosotros nos parecen extrañas, tétricas e inopinadas,<br />

algunas de las cuales eran comunes entre los judíos en la época de <strong>Cristo</strong>. Usualmente <strong>el</strong> luto iba<br />

acompañado d<strong>el</strong> ruido y <strong>el</strong> tumulto, incluso estridentes aullidos por parte de los miembros de la<br />

familia afligida y los endechadores profesionales, junto con <strong>el</strong> alboroto de instrumentos músicos.<br />

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