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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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masa, densa y compacta cuando no es leudada. Ambos procedimientos representan un medio a través<br />

d<strong>el</strong> cual <strong>el</strong> espíritu de verdad surte su eficacia. La levadura es un <strong>org</strong>anismo viviente no menos<br />

verdadero que la semilla de mostaza. Al grado que la planta microscópica de la levadura se desarrolla<br />

y se multiplica adentro de la masa, sus incontables células vivientes penetran toda la pasta, y cada partícula<br />

leudada tiene la facultad para surtir igual efecto en otra medida de harina debidamente<br />

preparada. El método de leudar, o hacer que la masa "se esponje" mediante la fermentación de la<br />

levadura que le ha sido añadida, es lento, y tan quieto y aparentemente imperceptible como la semilla<br />

plantada que crece sin más atención o cuidado por parte d<strong>el</strong> sembrador.<br />

EL TESORO ESCONDIDO.<br />

"Además, <strong>el</strong> reino de los ci<strong>el</strong>os es semejante a un tesoro escondido en un campo, <strong>el</strong> cual un<br />

hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por <strong>el</strong>lo va y vende todo lo que tiene, y compra aqu<strong>el</strong><br />

campo."<br />

Esta y las dos parábolas que siguen se encuentran solamente en los escritos de Mateo; y <strong>el</strong> lugar<br />

que les señala en su narración indica que fueron dichas en casa, a los discípulos, únicamente, después<br />

que la multitud se hubo ido. La búsqueda de tesoros siempre es atrayente. El hallazgo de valores<br />

enterrados no era cosa fuera de lo común en la época de que hablamos, porque era usual entre la gente<br />

la costumbre de esconder sus tesoros cuando había p<strong>el</strong>igro de alguna incursión de bandidos o de<br />

invasiones hostiles. Observemos que <strong>el</strong> descubrimiento d<strong>el</strong> tesoro por <strong>el</strong> hombre f<strong>el</strong>iz y afortunado se<br />

representa como accidental más bien que como <strong>el</strong> resultado de una búsqueda diligente. Gustosamente<br />

vendió todo lo que poseía a fin de serle posible comprar <strong>el</strong> campo. El tesoro escondido es eh reino de<br />

los ci<strong>el</strong>os; cuando un hombre lo encuentra, debe estar dispuesto a sacrificar cuanto tiene, si por ese<br />

medio puede adquirirlo. Su gozo a causa de su nueva posesión será infinito; y las riquezas que<br />

contiene serán suyas allende la tumba, si tan sólo continúa siendo un dueño digno.<br />

Los casuistas han preguntado si no hubo algo de impropiedad en la manera en que procedió <strong>el</strong><br />

hombre de la narración, en vista de que no comunicó <strong>el</strong> hecho de su descubrimiento al dueño d<strong>el</strong><br />

campo, a quien, según <strong>el</strong>los, <strong>el</strong> tesoro justa-mente pertenecía. No importa cuál sea la opinión que uno<br />

se forme de la ética con que obró <strong>el</strong> comprador, lo que hizo no fue ilícito, pues la ley judía<br />

expresamente declaraba que <strong>el</strong> comprador de una propiedad llegaba a ser <strong>el</strong> dueño legal de todo lo que<br />

hubiera en <strong>el</strong> terreno." Ciertamente Jesús no estaba recomendando un acto impropio; y si <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato no<br />

hubiera sido probable en todos sus detalles, no habría tenido ningún valor como parábola. El Maestro<br />

enseñó por medio de esta ilustración que, habiéndose encontrado <strong>el</strong> tesoro d<strong>el</strong> reino, <strong>el</strong> descubridor no<br />

debe perder <strong>el</strong> tiempo ni escatimar ningún sacrificio que fuere necesario hacer, a fin de obtener <strong>el</strong><br />

título de propiedad.<br />

LA PERLA DE GRAN PRECIO.<br />

"También <strong>el</strong> reino de los ci<strong>el</strong>os es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo<br />

hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró."<br />

La perla siempre ha sido una de las joyas más estimadas, y mucho antes d<strong>el</strong> tiempo de <strong>Cristo</strong>, y<br />

por cierto desde esa época aun hasta <strong>el</strong> día de hoy, los mercaderes de perlas han buscado activa y<br />

diligentemente las más grandes y preciosas que existen. Al contrario d<strong>el</strong> hombre de la última parábola,<br />

que descubrió un tesoro escondido con muy poco o ningún trabajo, <strong>el</strong> mercader de esta historia dedicó<br />

todas sus energías a la búsqueda de perlas buenas, ya que su negocio era encontrarlas y obtenerlas.<br />

Cuando al fin vio la perla que sobrepujaba las demás, aunque <strong>el</strong> costo era <strong>el</strong>evadísimo—pues por<br />

cierto así debía ser—gustosamente vendió todas sus otras piedras preciosas. De hecho, sacrificó "todo<br />

lo que tenía"— joyas y otras posesiones—y compró la perla de gran precio. Los que buscan la verdad<br />

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