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2. El concilio primordial en los ci<strong>el</strong>os.—"Se afirma definitivamente en <strong>el</strong> libro de Génesis que <strong>el</strong><br />
Señor dijo: 'Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza'; y además, después<br />
que Adán hubo participado d<strong>el</strong> fruto prohibido, <strong>el</strong> Señor declaró: 'He aquí <strong>el</strong> hombre es como uno de<br />
nosotros'; y claramente se deduce que en todo lo r<strong>el</strong>acionado con la obra de la creación d<strong>el</strong> mundo,<br />
hubo una consulta; y aunque Dios habló como está escrito en la Biblia, es evidente, sin embargo, que<br />
consultó con otros. Las Escrituras nos dicen que 'hay muchos dioses y muchos señores, para nosotros,<br />
sin embargo, sólo hay un Dios, <strong>el</strong> Padre'. (1 Cor. 8:5) Es por esta razón, aunque oíros participaron en<br />
la creación de los mundos, que la Biblia lo expresa en la forma en que lo tenemos; porque la plenitud<br />
de estas verdades se rev<strong>el</strong>a únicamente a personas altamente favorecidas, por razones que sólo Dios<br />
sabe; y como nos es dicho en las Escrituras: 'La comunión íntima de Jehová es con los que le temen; y<br />
a <strong>el</strong>los hará conocer su pacto.' (Salmo 25:14)<br />
"Es congruente creer que en este Concilio C<strong>el</strong>estial se examinó detenidamente <strong>el</strong> plan que había de<br />
adoptarse con r<strong>el</strong>ación a los hijos de Dios, que en esa época eran espíritus y no habían obtenido<br />
cuerpos todavía. Porque al considerar la creación d<strong>el</strong> mundo y la colocación de los hombres sobre él—<br />
permitiéndoles de esta manera obtener tabernáculos o cuerpos, y con <strong>el</strong>los obedecer las leyes de la<br />
vida y nuevamente ser exaltados entre los Dioses—nos es dicho que 'alababan todas las estr<strong>el</strong>las d<strong>el</strong><br />
alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios'. El siguiente asunto por resolver fue cómo y de acuerdo<br />
con cuál principio se habría de llevar a cabo la salvación, exaltación y gloria eterna de los hijos de<br />
Dios. Es evidente que se propusieron y discutieron ciertos planes en ese Concilio, y que después de un<br />
examen completo de aqu<strong>el</strong>los principios, y habiendo declarado <strong>el</strong> Padre su voluntad concerniente a su<br />
propósito, Lucifer se presentó ante <strong>el</strong> Padre con un plan ideado por él mismo, y dijo: "Heme aquí,<br />
envíame. Seré tu hijo y rescataré a todo <strong>el</strong> género humano, de modo que no se perderá una sola alma, y<br />
de seguro lo haré; dame, pues, tu honra.' Pero Jesús, al oír esta proposición de Lucifer, dijo: 'Padre,<br />
hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para siempre.' De estas palabras d<strong>el</strong> Hijo bien amado,<br />
naturalmente hemos de colegir que al discutirse este asunto, <strong>el</strong> Padre había dado a conocer su voluntad<br />
y explicado su plan y designio sobre estas cosas, y todo lo que su Hijo amado deseaba hacer era<br />
cumplir 'a voluntad de su Padre que, según parece, ya se había expresado. También deseaba que se<br />
diera la gloria a su Padre, a quien, como Dios <strong>el</strong> Padre, y originador y diseñador d<strong>el</strong> plan, correspondía<br />
todo <strong>el</strong> honor y la gloria. Sin embargo, Lucifer quería introducir un plan contrario a la voluntad de su<br />
Padre, y además quería su honra, pues dijo: 'Salvaré a todas las almas de los hombres, por tanto, dame<br />
tu honra.' Quería obrar en contra de la voluntad de su Padre, y arrogantemente deseaba privar al<br />
hombre de su libre albedrío, y de este modo convertirlo en esclavo y colocarlo en tal posición que le<br />
sería imposible obtener esa exaltación que Dios había propuesto para él, mediante la obediencia a la<br />
ley que El le había indicado; y además, Lucifer aspiraba al honor y poder de su Padre, a fin de poder<br />
llevar a cabo principios que se oponían a los deseos d<strong>el</strong> Padre."—Mediation and Atone-ment, por John<br />
Taylor, págs. 93, 94.<br />
3. Los Jareditas.—"De las dos naciones cuyas historias constituyen <strong>el</strong> Libro de Mormón, la<br />
primera, en cuestión de tiempo, fue la d<strong>el</strong> pueblo de Jared, que bajo la dirección de su caudillo, salió<br />
de la Torre de Bab<strong>el</strong> al tiempo de la confusión de lenguas. Éter, <strong>el</strong> último de sus profetas, escribió su<br />
historia sobre veinticuatro planchas de oro y, previendo la destrucción de su pueblo a causa de su<br />
iniquidad, escondió las planchas históricas. Más tarde las encontró una expedición enviada por <strong>el</strong> rey<br />
Limhi, monarca nefita, aproximadamente en <strong>el</strong> año 122 antes de <strong>Cristo</strong>. Moroni subsiguientemente<br />
compendió la historia que se hallaba grabada sobre estas planchas y agregó <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato condensado a los<br />
anales d<strong>el</strong> Libro de Mormón. En la traducción moderna lleva <strong>el</strong> nombre d<strong>el</strong> Libro de Éter.<br />
"En la historia, según la tenemos, no se da <strong>el</strong> nombre d<strong>el</strong> primer y principal profeta de los<br />
jareditas, sino solamente se conoce como <strong>el</strong> hermano de Jared. En cuanto a su pueblo, nos enteramos<br />
de que en medio de aqu<strong>el</strong>la confusión en Bab<strong>el</strong>, Jared y su hermano rogaron ante <strong>el</strong> Señor que <strong>el</strong>los y<br />
sus compañeros fuesen librados de la dispersión inminente. Se escuchó su oración, y junto con un<br />
grupo considerable que, como <strong>el</strong>los, no se había contaminado con la adoración de ídolos, <strong>el</strong> Señor los<br />
llevó de sus casas, prometiendo conducirlos a un país escogido sobre todos los demás. No se sabe con<br />
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