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de un matrimonio ilícito. Esta había sido y aún era, según la ley, esposa de F<strong>el</strong>ipe, hermano de<br />
Herodes, de quien jamás había sido divorciada legalmente; y su matrimonio fingido con Herodes<br />
Antipas constituía adulterio e incesto de acuerdo con la ley judía. El Bautista había denunciado<br />
osadamente esta impía asociación, y había dicho a Herodes: "No te es lícito tener la mujer de tu<br />
hermano." Aunque Herodes posiblemente habría pasado por alto este duro reproche, o por lo menos<br />
dejarlo sin castigar, Herodías no quiso perdonar. Era <strong>el</strong>la, no <strong>el</strong> tetrarca, quien más aborrecía a Juan.<br />
Leemos que <strong>el</strong>la "le acechaba"; y como primer paso hacia la consumación de su plan vengativo de<br />
hacer morir al Bautista, logró inducir a Herodes a que lo aprehendiera y lo encarc<strong>el</strong>ara. Además,<br />
Herodes temía que <strong>el</strong> pueblo se amotinara sí daba la orden de matar a Juan."<br />
Durante su prolongado encarc<strong>el</strong>amiento, Juan había oído mucho acerca de la maravillosa<br />
predicación y obras de <strong>Cristo</strong>, noticias que deben haberle sido comunicadas por algunos de sus<br />
discípulos y amigos, a los cuales les era permitido visitarlo. Se le informó con particularidad de la<br />
milagrosa resurrección d<strong>el</strong> joven de Naín, p y al oírlo comisionó en <strong>el</strong> acto a dos de sus discípulos para<br />
que llevaran un mensaje interrogativo a Jesús. q Estos vinieron a <strong>Cristo</strong> y le informaron d<strong>el</strong> objeto de su<br />
visita en esta forma: "Juan <strong>el</strong> Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres- tú <strong>el</strong> que había de<br />
venir, o esperaremos a otro?" Los mensajeros hallaron a Jesús ocupado en servicios benéficos, y en<br />
lugar de responderles inmediatamente con palabras, continuó sus obras, sanando en esa misma hora<br />
muchos ciegos y enfermos y poseídos de espíritus malos. Entonces, volviéndose a los dos que le<br />
habían comunicado la pregunta d<strong>el</strong> Bautista, Jesús dijo: "Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y<br />
oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son<br />
resucitados, y a los pobres es anunciado <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io; y bienaventurado es aqu<strong>el</strong> que no halle tropiezo<br />
en mí."<br />
Los maravillosos hechos de beneficencia y misericordia sirvieron de respuesta a las palabras de los<br />
discípulos interrogantes de Juan. Al comunicárs<strong>el</strong>e esta contestación, <strong>el</strong> profeta encarc<strong>el</strong>ado<br />
difícilmente podría dejar pasar inadvertidas las predicciones de Isaías al respecto de que precisamente<br />
por esas señas de milagros y bendiciones sería conocido <strong>el</strong> Mesías; r y la observación debe haber sido<br />
convincente y acusante a la vez, al acordarse que él mismo había citado las palabras de Isaías cuando<br />
proclamó con fervorosa y vehemente <strong>el</strong>ocuencia <strong>el</strong> cumplimiento de aqu<strong>el</strong>las antiguas profecías en su<br />
propia misión y en la d<strong>el</strong> Más Poderoso, de quien él había dado testimonio personal.<br />
La última parte de la respuesta de nuestro Señor a Juan fue <strong>el</strong> punto culminante de lo que acababa<br />
de decir, así como una adicional y a la vez tierna reprensión d<strong>el</strong> entendimiento defectuoso que <strong>el</strong><br />
Bautista tenía de la misión d<strong>el</strong> Mesías. "Bienaventurado es aqu<strong>el</strong> que no halle tropiezo en mí", dijo <strong>el</strong><br />
Señor. El mal entendimiento es <strong>el</strong> pr<strong>el</strong>udio d<strong>el</strong> tropiezo. Juzgada por las normas d<strong>el</strong> concepto<br />
que en esa época se tenía de lo que <strong>el</strong> Mesías debería ser, la obra de <strong>Cristo</strong> debe haber parecido un<br />
fracaso a muchos; y aqu<strong>el</strong>los que esperaban alguna manifestación repentina de su poder para<br />
conquistar a los opresores de Isra<strong>el</strong> y restituir la casa de David con esplendor mundano, se pusieron<br />
impacientes y entonces se volvieron dudosos; más ad<strong>el</strong>ante les fue causa de tropiezo y se vieron en<br />
p<strong>el</strong>igro de reb<strong>el</strong>arse abiertamente contra su Señor. <strong>Cristo</strong> ha sido causa de tropiezo a muchos, porque<br />
éstos, no concordes con sus palabras y obras, han tropezado de sí mismos.<br />
La situación de Juan es algo que debieran considerar con justicia todos aqu<strong>el</strong>los que asumen la<br />
prerrogativa de pasar juicio sobre <strong>el</strong> propósito por <strong>el</strong> cual mandó preguntar a <strong>Cristo</strong>: "¿Eres tú <strong>el</strong> que<br />
había de venir?" Juan claramente entendía que su propia obra era de preparación; así lo habís<br />
testificado, y públicamente había dado testimonio de que Jesús era Aqu<strong>el</strong> para <strong>el</strong> cual debía preparar.<br />
Con la inauguración d<strong>el</strong> ministerio de <strong>Cristo</strong>, la influencia de Juar. había menguado, y durante muchos<br />
meses había estad: encerrado en una c<strong>el</strong>da, molesto por su inactividad forzada, indudablemente<br />
anh<strong>el</strong>ando la libertad y las langostas y mí<strong>el</strong> silvestre d<strong>el</strong> desierto. Jesús crecía, mientras que la<br />
popularidad, influencia y oportunidades de Juan decaían; y él había afirmado que esta condición era<br />
inevitable."<br />
Abandonado en la prisión, sin embargo, quizá en su desánimo permitió que sus pensamientos<br />
dudaran si aqu<strong>el</strong> Más Poderoso lo había olvidado. Sabía que si Jesús pronunciaba <strong>el</strong> mandato, la<br />
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