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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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oír que se alabara en tal forma la fe de un gentil porque, según <strong>el</strong> tradicionalismo de la época, éstos,<br />

aun cuando prosélitos sinceros d<strong>el</strong> judaismo, eran considerados esencialmente inferiores aun al menos<br />

digno de los d<strong>el</strong> pueblo escogido. El comentario de nuestro Señor claramente indicó que se daría la<br />

preferencia a los gentiles en <strong>el</strong> reino de Dios, si su mérito excedía <strong>el</strong> de los judíos. Buscando en la<br />

narración de S. Mateo hallamos esta enseñanza adicional, precedida de la frase acostumbrada, "Yo os<br />

digo": "Que vendrán muchos d<strong>el</strong> oriente y d<strong>el</strong> occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob<br />

en <strong>el</strong> reino de los ci<strong>el</strong>os; mas los hijos d<strong>el</strong> reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será <strong>el</strong><br />

lloro y <strong>el</strong> crujir de dientes." 1 Veremos más ad<strong>el</strong>ante cómo se recalca y se amplifica en las enseñanzas<br />

d<strong>el</strong> Señor esta lección de que la supremacía de Isra<strong>el</strong> sólo se puede lograr por medio de una rectitud<br />

sobresaliente.<br />

EL JOVEN DE NAÍN ES LEVANTADO DE LOS MUERTOS.<br />

Al día siguiente d<strong>el</strong> milagro que acabamos de considerar, Jesús se dirigía al pequeño pueblo de<br />

Naín y, como siempre, lo acompañaba una multitud numerosa. Tocó a este día presenciar lo que según<br />

<strong>el</strong> criterio humano fue una maravilla superior a cualquiera de las que hasta entonces El había<br />

efectuado. A muchos había sanado ya: algunas veces diciendo la palabra al afligido mientras se<br />

hallaba en su presencia; en otras cuando <strong>el</strong> recipiente de su poder benéfico se encontraba lejos de El.<br />

Con su mandato eran vencidas las enfermedades corporales y expulsados los demonios; pero aunque<br />

habían sido rescatados de la tumba los enfermos que se hallaban moribundos, no hallamos ninguna<br />

ocasión anterior en que nuestro Señor haya mandado a la temible muerte que devolviese a uno que<br />

había reclamado como suyo. Al acercarse Jesús y sus discípulos al pueblo, encontraron un numeroso<br />

séquito funerario: <strong>el</strong> hijo único de una viuda era llevado a la tumba, y según la costumbre de la época,<br />

<strong>el</strong> cuerpo iba en un féretro abierto. Nuestro Señor miró con compasión a la madre afligida que ahora<br />

quedaba privada de su esposo así como de su hijo, y sintiendo dentro de sí 1 <strong>el</strong> dolor de su aflicción, le<br />

dijo con voz cariñosa: "No llores." Tocó <strong>el</strong> féretro en que yacía <strong>el</strong> joven muerto, y los que lo llevaban<br />

se detuvieron. Entonces dirigiéndose al cuerpo inerte, dijo: "Joven, a ti te digo, levántate." Y <strong>el</strong> muerto<br />

oyó la voz de Aqu<strong>el</strong> que es Señor de todo, e inmediatamente se incorporó y empezó a hablar.<br />

Graciosamente Jesús entonces entregó <strong>el</strong> joven a su madre. Leemos, sin que nos cause mucha<br />

admiración, que cayó un temor sobre todos los presentes, y que glorificaron a Dios, testificando: "Un<br />

gran profeta se ha levantado entre nosotros; y Dios ha visitado a su pueblo." Las nuevas de este<br />

milagro cundieron por todo <strong>el</strong> país, y aun llegaron a oídos de Juan <strong>el</strong> Bautista que se hallaba preso en<br />

la cárc<strong>el</strong> de Herodes. El efecto de la información comunicada a Juan sobre ésta y otras grandes obras<br />

de <strong>Cristo</strong>, ahora ocupará nuestra atención.<br />

EL MENSAJE DE JUAN EL BAUTISTA A JESÚS.<br />

Aun desde antes que Jesús volviese a Galilea, después de su bautismo y los cuarenta días de<br />

reclusión en <strong>el</strong> desierto, Juan <strong>el</strong> Bautista había sido encarc<strong>el</strong>ado por orden de Herodes Antipas,<br />

tetrarca de Galilea y Perea. Durante los meses subsiguientes de las actividades de nuestro Señor—<br />

predicando <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io, enseñando <strong>el</strong> verdadero significado d<strong>el</strong> reino, reprobando <strong>el</strong> pecado, sanando<br />

a los afligidos, echando fuera a los espíritus inmundos y aun levantando los muertos a vida— su<br />

precursor Juan, intrépido y temeroso de Dios, había estado encarc<strong>el</strong>ado en <strong>el</strong> calabozo de Maqueronte,<br />

uno de los castillos más fuertes de Herodes.<br />

El tetrarca sentía cierta estimación por Juan, a quien tenía por hombre santo, y había hecho<br />

muchas cosas por consejo directo d<strong>el</strong> Bautista o por motivo de la influencia de sus instrucciones<br />

generales. Por cierto, Herodes escuchaba a Juan de buena gana, y lo había encarc<strong>el</strong>ado cuando cedió<br />

con renuencia a las importunaciones de Herodías, a quien hacía pasar por esposa suya bajo <strong>el</strong> pretexto<br />

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