Jesus el Cristo - Cumorah.org
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CAPITULO 17 EL SERMÓN DEL MONTE. NO mucho después de la ordenación de los Doce, Jesús pronunció un notable discurso que por referirse al lugar donde ocurrió, ha llegado a ser conocido como el Sermón del Monte. S. Mateo presenta una amplia relación que ocupa tres capítulos del primer evangelio; Lucas nos da un sinopsis más breve. La variaciones circunstanciales que aparecen en las dos narraciones son de importancia menor; es el propio sermón al cual benéficamente podemos dedicar nuestra atención. S. Lucas introduce en distintas partes de su relación muchos de los hermosos preceptos dados como parte del Sermón, escrito en forma de discurso continuo en el Evangelio según S. Mateo. En nuestro estudio presente nos guiaremos principalmente por esta narración. Unas partes de este sermón comprensivo fueron dirigidas expresamente a los discípulos que ya habían sido, o iban a ser llamados al apostolado, y como consecuencia, les sería requerido renunciar a todos sus intereses mundanos para aceptar la obra del ministerio; otras partes del discurso fueron y son de aplicación general. Jesús había ascendido a la montaña, probablemente para apartarse de las multitudes que lo rodeaban cuando se hallaba en las ciudades o sus alrededores. Los discípulos se reunieron en torno de El, y allí se sentó y los instruyó. LAS BIENAVENTURANZAS. Las frases iniciales abundan en bendiciones, y la primera parte del discurso se concreta a una explicación de lo que constituye el verdadero estado bendito; y además, se comunicó la lección en forma sencilla y sin ambigüedad por medio de la aplicación particular, pues se asegura que cada uno de los bienaventurados recibirá una recompensa y galardón, disfrutando de una condición completamente opuesta a aquella bajo la cual padeció. Las bendiciones que el Señor particularizó en esta ocasión se distinguen con el nombre de Bienaventuranzas en la literatura de una época posterior. Los pobres en espíritu serán ricos en calidad de herederos legítimos del reino de los cielos; los que lloran serán consolados porque verán el propósito divino en su pesar, y de nuevo se reunirán con los seres amados que fueron separados de ellos; los mansos, que prefieren ser despojados más bien que poner sus almas en peligro buscando contiendas, herederán la tierra; los que tienen hambre y sed de verdad serán alimentados abundantemente; los que manifiestan misericordia serán juzgados misericordiosamente; los de limpio corazón serán admitidos a la presencia misma de Dios; los pacificadores, aquellos que se esfuerzan por apartarse a sí mismos y a sus semejantes de las riñas, serán contados con los hijos de Dios; quienes padezcan persecución por causa de la justicia herederán las riquezas del reino eterno. Hablando directamente a los discípulos, el Señor dijo: "Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gózaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros." Es evidente que las bendiciones especificadas, así como la felicidad comprendida en ellas, se realizarán en medida cabal sólo allende la sepultura; aunque el gozo que viene de saber que se está viviendo rectamente constituye, aun en este mundo, una rica recompensa. Un elemento importante de esta espléndida aclaración del estado realmente bendito es la distinción sobrentendida entre placer y felicidad. 5 El solo placer, cuando mucho, no es sino pasajero; la felicidad es permanente, porque viene un gozo nuevo cada vez que vuelve a la memoria. La felicidad suprema no es una realización terrenal; la prometida "plenitud de gozo" se encuentra allende la muerte y la resurrección. Mientras el hombre exista en el estado terrenal, necesitará algunas de las cosas del mundo. Debe tener alimento, ropa y un lugar donde recogerse; y además de estas simples necesidades, justamente podrá desear las facilidades de la educación, las ventajas de la civilización progresiva y aquello que conduce al refinamiento y la cultura; y sin embargo, todas estas cosas no le son sino una ayuda para efectuar la realización, no el 128
objeto que debe perseguir. Las Bienaventuranzas se aplican a los deberes de la vida terrenal como preparación para una existencia mayor, futura aún. En el reino de los cielos, que dos veces se menciona en esta parte del discurso del Señor, pueden encontrarse riquezas verdaderas y felicidad inagotable. El reino de los cielos fue el texto universal de este notable sermón; las maneras de lograr el reino y las glorias de la ciudadanía eterna en él constituyen las divisiones principales del tratado. DIGNIDAD Y RESPONSABILIDAD EN EL MINISTERIO. En seguida el Maestro comenzó a instruir en forma directa y particular a aquellos sobre quienes, en calidad de sus representantes comisionados, descansaría la responsabilidad del ministerio. "Vosotros sois la sal de la tierra"—les dijo. La sal es el gran preservativo; como tal ha tenido un uso muy práctico desde tiempos muy antiguos. Bajo la ley mosaica, era indispensable agregarle sal a toda ofrenda de carne. Mucho antes del tiempo de Cristo se había atribuido al uso de la sal el simbolismo de la fidelidad, hospitalidad y convenio. Para ser útil, la sal debe ser pura; para tener eficacia salvadora como sal, debe ser sal verdadera y no el producto de alguna reacción química o mezcla terrenal mediante ía cual se perdería su salobridad o "sabor", y como cosa inservible no serviría más que para ser echada fuera. Respecto a este cambio de fe, esta mezcla con las sofisterías, filosofías así llamadas y herejías de los tiempos, se amonestó en forma especial a los discípulos. Entonces, cambiando de figura, Jesús los comparó a la luz del mundo y les impuso el deber de conservar su luz delante de los hombres, tan prominentemente como la ciudad que está edificada sobre una colina para ser vista desde cualquier sitio, una ciudad que no se puede esconder. ¿De qué serviría una vela encendida si se escondiera debajo de un cesto o caja? "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres—les recomendó—para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos." Para que no fueran a equivocarse sobre la relación que existía entre la ley antigua y el evangelio del reino que estaba elucidando, Jesús les aseguró que no había venido para destruir la ley ni abrogar las enseñanzas y predicciones de los profetas, sino para cumplirlos y establecer aquello para lo cual los acontecimientos de siglos pasados habían sido solamente una preparación. Se puede decir que el evangelio destruyó la ley mosaica sólo en la forma en que la semilla es destruida con el crecimiento de la planta nueva; sólo como el capullo es destruido por el desarrollo completo de la flor rica, madura y fragante; sólo como la infancia y la juventud pasan para siempre al desarrollarse la madurez de los años. Ni una jota ni una tilde de la ley iba a ser anulada. Difícilmente habría sido posible concebir una analogía mas eficaz que ésta; la jota y la tilde eran pequeñas marcas literarias del idioma hebreo, que para nuestro objeto presente podemos considerar como equivalentes al punto que va sobre la "i" o el palo o trazo con que se cruza la "t"; y una de las acepciones que tienen en español es el de cosa mínima, insignificante o escasa. No podía violarse impunemente ni aun el mas pequeño de los mandamientos; sin embargo, se amonestó a los discípulos que tuvieran cuidado de que su cumplimiento de los mandamientos no fuera a la manera de los escribas y fariseos, cuya observancia era una exterioridad ceremonial sin los elementos esenciales de la devoción genuina; porque se les aseguró que con esta conducta insincera "no entraréis en el reino de los cielos". EL EVANGELIO REEMPLAZA LA LEY. La siguiente sección del sermón se refiere a la superioridad que tiene el evangelio de Cristo respecto de la ley de Moisés, y contrasta lo que el uno y el otro requieren en determinados casos. Mientras que la ley prohibía el homicidio y disponía un justo castigo para este crimen, Cristo enseñó que el arrebato de ira, que tal vez pudiera ocasionar la violencia o aun el asesinato, era pecado en sí 129
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objeto que debe perseguir.<br />
Las Bienaventuranzas se aplican a los deberes de la vida terrenal como preparación para una<br />
existencia mayor, futura aún. En <strong>el</strong> reino de los ci<strong>el</strong>os, que dos veces se menciona en esta parte d<strong>el</strong><br />
discurso d<strong>el</strong> Señor, pueden encontrarse riquezas verdaderas y f<strong>el</strong>icidad inagotable. El reino de los<br />
ci<strong>el</strong>os fue <strong>el</strong> texto universal de este notable sermón; las maneras de lograr <strong>el</strong> reino y las glorias de la<br />
ciudadanía eterna en él constituyen las divisiones principales d<strong>el</strong> tratado.<br />
DIGNIDAD Y RESPONSABILIDAD EN EL MINISTERIO.<br />
En seguida <strong>el</strong> Maestro comenzó a instruir en forma directa y particular a aqu<strong>el</strong>los sobre quienes,<br />
en calidad de sus representantes comisionados, descansaría la responsabilidad d<strong>el</strong> ministerio.<br />
"Vosotros sois la sal de la tierra"—les dijo. La sal es <strong>el</strong> gran preservativo; como tal ha tenido un uso<br />
muy práctico desde tiempos muy antiguos. Bajo la ley mosaica, era indispensable agregarle sal a toda<br />
ofrenda de carne. Mucho antes d<strong>el</strong> tiempo de <strong>Cristo</strong> se había atribuido al uso de la sal <strong>el</strong> simbolismo<br />
de la fid<strong>el</strong>idad, hospitalidad y convenio. Para ser útil, la sal debe ser pura; para tener eficacia<br />
salvadora como sal, debe ser sal verdadera y no <strong>el</strong> producto de alguna reacción química o mezcla<br />
terrenal mediante ía cual se perdería su salobridad o "sabor", y como cosa inservible no serviría más<br />
que para ser echada fuera. Respecto a este cambio de fe, esta mezcla con las sofisterías, filosofías así<br />
llamadas y herejías de los tiempos, se amonestó en forma especial a los discípulos. Entonces,<br />
cambiando de figura, Jesús los comparó a la luz d<strong>el</strong> mundo y les impuso <strong>el</strong> deber de conservar su luz<br />
d<strong>el</strong>ante de los hombres, tan prominentemente como la ciudad que está edificada sobre una colina para<br />
ser vista desde cualquier sitio, una ciudad que no se puede esconder. ¿De qué serviría una v<strong>el</strong>a<br />
encendida si se escondiera debajo de un cesto o caja? "Así alumbre vuestra luz d<strong>el</strong>ante de los<br />
hombres—les recomendó—para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que<br />
está en los ci<strong>el</strong>os."<br />
Para que no fueran a equivocarse sobre la r<strong>el</strong>ación que existía entre la ley antigua y <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io<br />
d<strong>el</strong> reino que estaba <strong>el</strong>ucidando, Jesús les aseguró que no había venido para destruir la ley ni abrogar<br />
las enseñanzas y predicciones de los profetas, sino para cumplirlos y establecer aqu<strong>el</strong>lo para lo cual<br />
los acontecimientos de siglos pasados habían sido solamente una preparación. Se puede decir que <strong>el</strong><br />
evang<strong>el</strong>io destruyó la ley mosaica sólo en la forma en que la semilla es destruida con <strong>el</strong> crecimiento de<br />
la planta nueva; sólo como <strong>el</strong> capullo es destruido por <strong>el</strong> desarrollo completo de la flor rica, madura y<br />
fragante; sólo como la infancia y la juventud pasan para siempre al desarrollarse la madurez de los<br />
años. Ni una jota ni una tilde de la ley iba a ser anulada. Difícilmente habría sido posible concebir una<br />
analogía mas eficaz que ésta; la jota y la tilde eran pequeñas marcas literarias d<strong>el</strong> idioma hebreo, que<br />
para nuestro objeto presente podemos considerar como equivalentes al punto que va sobre la "i" o <strong>el</strong><br />
palo o trazo con que se cruza la "t"; y una de las acepciones que tienen en español es <strong>el</strong> de cosa<br />
mínima, insignificante o escasa. No podía violarse impunemente ni aun <strong>el</strong> mas pequeño de los<br />
mandamientos; sin embargo, se amonestó a los discípulos que tuvieran cuidado de que su<br />
cumplimiento de los mandamientos no fuera a la manera de los escribas y fariseos, cuya observancia<br />
era una exterioridad ceremonial sin los <strong>el</strong>ementos esenciales de la devoción genuina; porque se les<br />
aseguró que con esta conducta insincera "no entraréis en <strong>el</strong> reino de los ci<strong>el</strong>os".<br />
EL EVANGELIO REEMPLAZA LA LEY.<br />
La siguiente sección d<strong>el</strong> sermón se refiere a la superioridad que tiene <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io de <strong>Cristo</strong><br />
respecto de la ley de Moisés, y contrasta lo que <strong>el</strong> uno y <strong>el</strong> otro requieren en determinados casos.<br />
Mientras que la ley prohibía <strong>el</strong> homicidio y disponía un justo castigo para este crimen, <strong>Cristo</strong> enseñó<br />
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