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grupo de personas que se reunieron Jesús y sus discípulos.<br />
Los escribas y fariseos no podían dejar pasar esta oportunidad para hallar faltas y expresar su<br />
crítica mordaz. No quisieron dirigirse directamente a Jesús, pero preguntaron con desdén a los<br />
discípulos: "¿Por qué come vuestro Maestro con los publícanos y pecadores?" El Maestro oyó y les<br />
contestó con punzante y espléndida ironía. Citando uno de los aforismos comunes d<strong>el</strong> día, dijo: "Los<br />
sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos." A lo cual añadió: "Porque no he venido a<br />
llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento." Quedó a los hipercríticos fariseos hacer su<br />
propia aplicación de aqu<strong>el</strong>la réplica, la cual algunos de <strong>el</strong>los tal vez interpretaron en <strong>el</strong> sentido de que<br />
les impugnaba su autojustiñcación y se mofaba de sus pretensiones de superioridad. Aparte d<strong>el</strong> sutil<br />
sarcasmo encerrado en las palabras d<strong>el</strong> Maestro, debieron haber entendido la prudencia contenida en<br />
su respuesta y haberse beneficiado. ¿Acaso no debe estar <strong>el</strong> médico entre los enfermos? ¿Cómo puede<br />
justificarse si se aparta de los afligidos y dolientes? Su carrera consiste en combatir la enfermedad—<br />
evitándola cuando sea posible, curándola cuando se haga necesario—hasta donde se lo permita su<br />
habilidad. Si entre los convidados que se hallaban reunidos en la casa de Mateo verdaderamente estaba<br />
comprendido un número de pecadores, ¿no era ésa la ocasión propicia para que <strong>el</strong> Médico de las<br />
Almas ejerciera su ministerio? Los justos no necesitan ser llamados al arrepentimiento; pero, ¿tendrán<br />
que permanecer los pecadores en <strong>el</strong> pecado porque aqu<strong>el</strong>los que profesan ser maestros espirituales no<br />
se dignan extenderles una ayuda?<br />
LO VIEJO Y LO NUEVO.<br />
Poco después de la fiesta ofrecida por Mateo los fariseos hallaron otra oportunidad para criticar, y<br />
para <strong>el</strong>lo se valieron de algunos de los discípulos d<strong>el</strong> Bautista. Juan se hallaba en la prisión, pero<br />
muchos de los que habían sido atraídos a su bautismo y profesado ser su discípulos aún sostenían sus<br />
enseñanzas y no comprendían que <strong>el</strong> Más Poderoso, de quien les había testificado, ministraba entre<br />
<strong>el</strong>los en esa época. El Bautista había sido un observador escrupuloso de la ley; su estricto ascetismo<br />
competía con <strong>el</strong> rigor de la profesión farisaica. Sus discípulos, incapaces de progresar, hallándose<br />
ahora sin director, naturalmente se asociaron con los fariseos. Algunos de los discípulos de Juan<br />
vinieron a Jesús y lo interrogaron sobre su aparente indiferencia en <strong>el</strong> asunto d<strong>el</strong> ayuno. Le<br />
propusieron una pregunta clara: "¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus<br />
discípulos no ayunan?" 8 La respuesta de nuestro Señor a los amigos d<strong>el</strong> Bautista, que entonces se<br />
hallaba encarc<strong>el</strong>ado, debe haberles hecho recordar las palabras de su querido director, cuando se había<br />
comparado con <strong>el</strong> amigo d<strong>el</strong> Esposo y les había explicado claramente quién era <strong>el</strong> verdadero Esposo.'<br />
"Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con <strong>el</strong>los <strong>el</strong> esposo?<br />
Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar. Pero vendrán días cuando <strong>el</strong> esposo les<br />
será quitado, y entonces en aqu<strong>el</strong>los días ayunarán." Si los interrogantes comprendieron <strong>el</strong> verdadero<br />
significado de esta respuesta, no pudieron sino percibir en <strong>el</strong>la una abrogación subentendida de las<br />
observancias puramente ceremoniales comprendidas en <strong>el</strong> código d<strong>el</strong> reglamento rabínico y las<br />
numerosas tradiciones r<strong>el</strong>acionadas con la ley. No obstante, para dar más lucidez al asunto dentro de<br />
sus pensamientos preocupados, Jesús les citó algunas ilustraciones que pueden considerarse como<br />
parabólicas. "Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo—les dijo—de otra manera <strong>el</strong><br />
mismo remiendo nuevo tira de lo viejo, y se hace peor la rotura. Y nadie echa vino nuevo en odres<br />
viejos; de otra manera, <strong>el</strong> vino nuevo rompe los odres, y <strong>el</strong> vino se derrama, y los odres se pierden;<br />
pero <strong>el</strong> vino nuevo en odres nuevos se ha de echar."<br />
Así fue como nuestro Señor proclamó la novedad y plenitud de su evang<strong>el</strong>io. En ningún respecto<br />
tenía como propósito zurcir <strong>el</strong> judaismo. No había venido para remendar ropas viejas y rotas; <strong>el</strong> paño<br />
que El traía era nuevo, y coserlo sobre lo viejo sólo resultaría en rasgar de nuevo la t<strong>el</strong>a desgastada<br />
dejando una rotura peor que la primera. O, cambiando de figura, no podía ponerse <strong>el</strong> vino nuevo en<br />
odres viejos. Los odres, hechos de pi<strong>el</strong>es de animales, naturalmente se deterioran con <strong>el</strong> tiempo. Así<br />
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