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de su pueblo; que en su país no le ponían reparo a que siguiera sus gustos romanos tan aborrecidos en Judea; que habían permanecido tranquilos, después de su muerte, mientras reinaba la agitación en Judea y Galilea, y que por su sosiego les había sido remitida la cuarta parte de sus impuestos y aumentada a la carga de Judea. Su amistad con los romanos era una provocación adicional. Mientras que para tener en paz a los judíos se requería la severidad más rígida, ya que éstos luchaban con todas sus fuerzas contra la introducción de cosa alguna que fuese de origen extranjero, los samaritanos gozaban de la nueva importancia que se granjearon mediante su lealtad al imperio. Siquem florecía; cerca de allí, en Cesárea, el Gobernador presidía su tribunal; se había reclutado en territorio samaritano una división de caballería, cuyos cuarteles se hallaban en Sebaste, o sea antigua Samaría. Los extranjeros romanos eran halagados para que pasaran el verano en sus umbrosos valles. "El odio ilimitado, producto de tantas fuentes, hallaba salida en la tradición de que Esdras, Zorobabel y Josué habían proferido un anatema especial contra la gente de Samaría. Se decía que estos ilustres personajes habían reunido a la congregación entera de Israel en el templo, y que se había empleado a trescientos sacerdotes, con trescientas trompetas y trescientos libros de la Ley, y trescientos hombres versados en la Ley, para repetir, en medio de las ceremonias más solemnes, todas las maldiciones de la Ley contra los samaritanos. Habían sido objeto de toda forma de excomunión: por el incomunicable nombre de Jehová, por las Tablas de la Ley y por las sinagogas celestiales y terrenales. El nombre mismo se había convertido en escarnio. 'Sabemos que eres samaritano, y tienes demonio'—le dijeron a Jesús los judíos de Jerusalén. . . . Un huevo samaritano, tal como lo ponía la gallina, era juzgado limpio, pero no así un huevo cocido. Sin embargo, el interés y la conveniencia procuraban inventar excusas para todo trato inevitable por medio de una casuística sutil. El país de los hijos de Cut era limpio, de manera que un judío podía recoger y comer sus productos sin escrúpulo. Las aguas de Samaría eran limpias, así que un judío podía beberías o lavarse en ellas. Sus habitaciones eran limpias, poi consiguiente, podía entrar en ellas y comer o alojarse allí. Sus caminos eran limpios, de modo que el polvo no profanaba los pies de un judío. A tal grado llegaban los rabinos en sus decretos contradictorios, que, según ellos, los alimentos de los hijos de Cut eran permitidos, si no habían sido condimentados con su vino o su vinagre. Y aun su pan sin levadura podía considerarse propio para usarse en la Pascua. De manera que las opiniones variaban, pero por regla general prevalecían los sentimientos más ásperos." Frank y otros afirman que estos sentimientos hostiles han continuado hasta el día de hoy, al menos por parte de los judíos. De modo que, como lo cita Farrar (página 166 nota): " '¿No es usted judío? — le preguntó Salameh Cohén, sumo sacerdote samaritano, al doctor Frankl—y viene usted aquí a nosotros, los samaritanos, que somos despreciados de los judíos?' (Jews in the East ii, 329) Añadió que estaban dispuestos a vivir amistosamente con los judíos, pero que éstos evitaban todo trato con ellos. Poco después, mientras visitaba a los judíos sefarditas de Nablus, el doctor Frankl preguntó a uno de la secta si tenía trato alguno con los samaritanos. Las mujeres retrocedieron con una exclamación de horror y una de ellas preguntó: '¿Ha estado usted entre los adoradores de palomas?' Respondí que sí. Las mujeres nuevamente retrocedieron con la misma expresión de repugnancia, y una de ellas me dijo: '¡Usted necesita un baño purificante!'" (Jbid., página 334) El canónigo Farrar añade: "Tuve el gusto de pasar un día entre los samaritanos, congregados en el monte de Gerizim para celebrar su Pascua anual, y ni en sus hábitos ni carácter aparente pude ver causa alguna para todo este horror y odio." 2. Sicar.—El pueblo donde vivía la mujer samaritana con quien Jesús conversó en el pozo de Jacob aparece con el nombre de Sicar en Juan 4:5; mas en ningún otro lugar de la Biblia se encuentra el nombre. Se ha procurado identificar este pueblo con Siquem, ciudad tan estimada al corazón de los judíos por motivo de su prominente relación con las vidas de los primeros patriarcas. Sin embargo, hoy generalmente se admite que Sicar era una pequeña aldea sobre el sitio de un pueblo actualmente conocido como Askar, que, según Zenós, es "una aldea con una pequeña fuente y unas antiguas tumbas labradas en la roca, como a un kilómetro al norte del pozo de Jacob". 3. El noble de Capemaum.—No es dado el nombre del noble cuyo hijo Jesús sanó con su palabra. 104
Se ha intentado identificarlo como Chuza, procurador de Herodes Antipas; pero no ha habido más fundamento para ello que las tradiciones indignas de confianza. La familia del noble aceptó las enseñanzas de Cristo. "Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes" (Lucas 8:3), fue una de las mujeres agradecidas y honorables que recibieron la bendición de sanidad de nuestro Señor, y quienes contribuyeron con sus medios para el desarrollo de la obra. No debe confundirse la tradición infundada con la historia auténtica. 4. Los tárgumes son antiguas paráfrasis judías de las Escrituras, declaradas en las sinagogas en el idioma de la gente común. En la época de Cristo el lenguaje que hablaban los judíos no era hebreo, sino un dialecto arameo. Edersheim declara que el hebreo puro era la lengua de los eruditos y de la sinagoga, y que las lecturas públicas de las Escrituras tenían que ser hechas por medio de un intérprete. "De hecho, en los tiempos más antiguos—dice—le era prohibido al Methur-geman (intérprete) leer su traducción o escribir un Tárgum, no fuese que también a la paráfrasis llegara a atribuírsele igual autoridad que al texto original." El uso de los Tárgumes escritos quedó "sancionado autorizadamente antes del fin del segundo siglo después de Cristo. Tal es el origen de nuestros dos Tárgumes más antiguos que hoy existen: el de Onkelos (como es llamado) sobre el Pentateuco; y el otro sobre los Profetas, atribuido a Jonatán, hijo de Uzziel. Por cierto, estos nombres no representan acertadamente quiénes fueron los autores de los Tárgumes más antiguos, los cuales pueden considerarse con mayor propiedad como revisiones posteriores y autorizadas de lo que ya previamente existía en alguna forma. Pero aunque estas obras se originaron en Palestina, merece nuestro interés notar que la forma en que actualmente los tenemos, son el producto de las escuelas de Babilonia."— Life and Times of Jesús the Messiah, por Edersheim, tomo I, páginas 10, 11. 5. Capernaum.—"El nombre Capernaum significa, según algunas autoridades, 'la aldea de Nahum', y según otros, 'la aldea de Consolación'. Al leer la historia de Jesús nos enteramos de que fue en Capernaum donde se efectuaron muchas de sus obras milagrosas y se hablaron muchas de sus palabras más impresionantes. La incredulidad de los habitantes, después de todos los sermones y obras milagrosas que efectuó entre ellos, hicieron que Jesús declarase: "Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida." (Mateo 11:23) Esta profecía se cumplió en forma tan completa, que no quedan ni huellas de la ciudad; y el sitio que ocupó es hoy asunto de conjetura, pues ni siquiera existe una tradición eclesiástica respecto del lugar. En la actualidad se insiste en que hay dos sitios dignos de consideración, cada uno apoyado por argumentos de tanta probabilidad, que no hacen sino convertir todo el asunto en el más difícil de la topografía sagrada . . . Probablemente jamás llegaremos a saber los hechos exactos. Jesús la condenó al olvido, y allí es donde yace. Nos conformaremos, pues, con la información del Nuevo Testamento relacionada con la obra de Jesús "Sabemos que se hallaba en los límites de Zabulón y Neftalí, en las playas occidentales del mar de Galilea. (Compárese Mateo 4:13 con Juan 6:24) Estaba situada en 'la tierra de Genezaret' o en sus alrededores (compárese Mateo 14:34 con Juan 6:17, 20, 24), una llanura de aproximadamente cinco kilómetros de largo por un kilómetro y medio de ancho, y según lo que nos hace saber Josefo, era uno de los distritos más prósperos y poblados de Palestina. Probablemente se hallaba sobre la calzada principal que conducía de Damasco hacia el Sur por el 'camino de la mar'. (Mateo 4:15) Fue grande la prudencia manifestada en la selección de este lugar para iniciar un gran ministerio público. Abundaba allí una población activa. Las grandes riquezas del maravilloso valle de Genezaret sostenían a la masa de habitantes que atraía. Josefo describe entusiastamente esta tierra."—Light of ihe Nations, por Deems, páginas 167, 168. 6. El conocimiento no asegura la salvación.—El apóstol de la antigüedad reprendió a sus hermanos por motivo de profesar vanamente ciertas cosas (Sant. 2:19). Afirmó en substancia: Con orgullo y satisfacción declaráis vuestra fe en Dios; os jactáis de no ser como los idólatras y los paganos porque aceptáis a un Dios; hacéis bien en profesar y consiguientemente, creer. Mas recordad que otros hacen lo mismo; aun los demonios creen; y creen tan firmemente que tiemblan cuando meditan el destino que esa creencia les revela. La confesión de los demonios, que Cristo era el Hijo de Dios, estaba basada en el conocimiento; sin embargo, la gran verdad que ellos conocían no cambió sus 105
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de su pueblo; que en su país no le ponían reparo a que siguiera sus gustos romanos tan aborrecidos en<br />
Judea; que habían permanecido tranquilos, después de su muerte, mientras reinaba la agitación en<br />
Judea y Galilea, y que por su sosiego les había sido remitida la cuarta parte de sus impuestos y<br />
aumentada a la carga de Judea. Su amistad con los romanos era una provocación adicional. Mientras<br />
que para tener en paz a los judíos se requería la severidad más rígida, ya que éstos luchaban con todas<br />
sus fuerzas contra la introducción de cosa alguna que fuese de origen extranjero, los samaritanos<br />
gozaban de la nueva importancia que se granjearon mediante su lealtad al imperio. Siquem florecía;<br />
cerca de allí, en Cesárea, <strong>el</strong> Gobernador presidía su tribunal; se había reclutado en territorio samaritano<br />
una división de caballería, cuyos cuart<strong>el</strong>es se hallaban en Sebaste, o sea antigua Samaría. Los<br />
extranjeros romanos eran halagados para que pasaran <strong>el</strong> verano en sus umbrosos valles.<br />
"El odio ilimitado, producto de tantas fuentes, hallaba salida en la tradición de que Esdras,<br />
Zorobab<strong>el</strong> y Josué habían proferido un anatema especial contra la gente de Samaría. Se decía que estos<br />
ilustres personajes habían reunido a la congregación entera de Isra<strong>el</strong> en <strong>el</strong> templo, y que se había<br />
empleado a trescientos sacerdotes, con trescientas trompetas y trescientos libros de la Ley, y<br />
trescientos hombres versados en la Ley, para repetir, en medio de las ceremonias más solemnes, todas<br />
las maldiciones de la Ley contra los samaritanos. Habían sido objeto de toda forma de excomunión:<br />
por <strong>el</strong> incomunicable nombre de Jehová, por las Tablas de la Ley y por las sinagogas c<strong>el</strong>estiales y terrenales.<br />
El nombre mismo se había convertido en escarnio. 'Sabemos que eres samaritano, y tienes<br />
demonio'—le dijeron a Jesús los judíos de Jerusalén. . . . Un huevo samaritano, tal como lo ponía la<br />
gallina, era juzgado limpio, pero no así un huevo cocido. Sin embargo, <strong>el</strong> interés y la conveniencia<br />
procuraban inventar excusas para todo trato inevitable por medio de una casuística sutil. El país de los<br />
hijos de Cut era limpio, de manera que un judío podía recoger y comer sus productos sin escrúpulo.<br />
Las aguas de Samaría eran limpias, así que un judío podía beberías o lavarse en <strong>el</strong>las. Sus habitaciones<br />
eran limpias, poi consiguiente, podía entrar en <strong>el</strong>las y comer o alojarse allí. Sus caminos eran limpios,<br />
de modo que <strong>el</strong> polvo no profanaba los pies de un judío. A tal grado llegaban los rabinos en sus<br />
decretos contradictorios, que, según <strong>el</strong>los, los alimentos de los hijos de Cut eran permitidos, si no<br />
habían sido condimentados con su vino o su vinagre. Y aun su pan sin levadura podía considerarse<br />
propio para usarse en la Pascua. De manera que las opiniones variaban, pero por regla general<br />
prevalecían los sentimientos más ásperos."<br />
Frank y otros afirman que estos sentimientos hostiles han continuado hasta <strong>el</strong> día de hoy, al menos<br />
por parte de los judíos. De modo que, como lo cita Farrar (página 166 nota): " '¿No es usted judío? —<br />
le preguntó Salameh Cohén, sumo sacerdote samaritano, al doctor Frankl—y viene usted aquí a<br />
nosotros, los samaritanos, que somos despreciados de los judíos?' (Jews in the East ii, 329) Añadió<br />
que estaban dispuestos a vivir amistosamente con los judíos, pero que éstos evitaban todo trato con<br />
<strong>el</strong>los. Poco después, mientras visitaba a los judíos sefarditas de Nablus, <strong>el</strong> doctor Frankl preguntó a<br />
uno de la secta si tenía trato alguno con los samaritanos. Las mujeres retrocedieron con una<br />
exclamación de horror y una de <strong>el</strong>las preguntó: '¿Ha estado usted entre los adoradores de palomas?'<br />
Respondí que sí. Las mujeres nuevamente retrocedieron con la misma expresión de repugnancia, y una<br />
de <strong>el</strong>las me dijo: '¡Usted necesita un baño purificante!'" (Jbid., página 334) El canónigo Farrar añade:<br />
"Tuve <strong>el</strong> gusto de pasar un día entre los samaritanos, congregados en <strong>el</strong> monte de Gerizim para<br />
c<strong>el</strong>ebrar su Pascua anual, y ni en sus hábitos ni carácter aparente pude ver causa alguna para todo este<br />
horror y odio."<br />
2. Sicar.—El pueblo donde vivía la mujer samaritana con quien Jesús conversó en <strong>el</strong> pozo de<br />
Jacob aparece con <strong>el</strong> nombre de Sicar en Juan 4:5; mas en ningún otro lugar de la Biblia se encuentra<br />
<strong>el</strong> nombre. Se ha procurado identificar este pueblo con Siquem, ciudad tan estimada al<br />
corazón de los judíos por motivo de su prominente r<strong>el</strong>ación con las vidas de los primeros patriarcas.<br />
Sin embargo, hoy generalmente se admite que Sicar era una pequeña aldea sobre <strong>el</strong> sitio de un pueblo<br />
actualmente conocido como Askar, que, según Zenós, es "una aldea con una pequeña fuente y unas<br />
antiguas tumbas labradas en la roca, como a un kilómetro al norte d<strong>el</strong> pozo de Jacob".<br />
3. El noble de Capemaum.—No es dado <strong>el</strong> nombre d<strong>el</strong> noble cuyo hijo Jesús sanó con su palabra.<br />
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