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Arraigados en Cristo. Charla P. Carlos Padilla. 13 octubre 2010

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<strong>Arraigados</strong> <strong>en</strong> <strong>Cristo</strong><br />

“La seguridad del péndulo”<br />

<strong>13</strong> Octubre <strong>2010</strong> P. <strong>Carlos</strong> <strong>Padilla</strong> Esteban<br />

“ARRAIGADOS Y EDIFICADOS EN CRISTO, FIRMES EN LA FE”<br />

COMENZAMOS ESTE CICLO DE CHARLAS EN LAS QUE PRETENDEMOS ADENTRARNOS EN LOS<br />

MISTERIOS DE NUESTRA ESPIRITUALIDAD. A lo largo de este curso queremos beber de las<br />

fu<strong>en</strong>tes de nuestro Santuario. La espiritualidad de Scho<strong>en</strong>statt surge de la Alianza de<br />

Amor con María <strong>en</strong> el Santuario. Ella educa hombres nuevos que, con su vida, forman<br />

comunidades llamadas a la santidad. El Santuario es una verdadera escuela de santidad.<br />

Cuando nos proponemos profundizar <strong>en</strong> nuestro propio carisma es con la int<strong>en</strong>ción de<br />

regalar el tesoro que llevamos <strong>en</strong> vasijas de barro. Queremos dar a conocer la fu<strong>en</strong>te que<br />

sacia nuestra sed y nos acerca más a Dios y a María. Hemos escogido el lema de la JMJ<br />

del 2011 para acceder, desde esta realidad, a nuestra espiritualidad. Hoy vamos a<br />

c<strong>en</strong>trarnos <strong>en</strong> el primer aspecto del lema: <strong>Arraigados</strong> <strong>en</strong> <strong>Cristo</strong>.<br />

Hace poco leía las declaraciones de una famosa actriz francesa, Catherine D<strong>en</strong>euve:<br />

"Creo que quiero evadirme siempre porque me aterra p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> el futuro. Por ahora me basta<br />

s<strong>en</strong>tirme mucho más jov<strong>en</strong> que mi edad. Espero que el tiempo me dé un poco de sabiduría para<br />

apr<strong>en</strong>der por fin a vivir" 1 . Me da qué p<strong>en</strong>sar una declaración que refleja ese miedo ante el<br />

futuro que vive el hombre de hoy. ¡Cuánto cuesta aceptar la propia realidad! ¡Cuánto nos<br />

cuesta <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tar el futuro con su incertidumbre! Hace poco escuchaba que la gran<br />

revolución de nuestra época no es otra que la esperanza de vida. Hoy <strong>en</strong> día la esperanza<br />

de vida es de unos de 80 años, a finales del siglo XX era de 78, y a finales del XIX <strong>en</strong><br />

cambio de sólo unos 48. En el año 1800 podías esperar vivir unos 37 años de promedio,<br />

mi<strong>en</strong>tras que <strong>en</strong> el año 1400 llegar sólo a los 30 años era la media. Y así seguimos<br />

bajando. Es normal <strong>en</strong> nuestra actualidad que una persona llegue <strong>en</strong> bu<strong>en</strong> estado a los 80<br />

años. Todo esto supone un cambio <strong>en</strong> el alma. La vida es larga, no eterna, pero sí muy<br />

larga. Entonces, como es normal, surg<strong>en</strong> con fuerza los miedos. Una fidelidad que dure<br />

50 o 60 años es una gran fidelidad. Tal vez antes, cuando vivíamos m<strong>en</strong>os, era más fácil<br />

la fidelidad. Además, el miedo a dejar de vivir es fuerte. ¿Cómo se apr<strong>en</strong>de a vivir para<br />

estar preparado para la muerte? La sabiduría de la que habla la actriz francesa es la<br />

sabiduría que todos queremos. Una sabiduría que nos <strong>en</strong>señe a aceptar lo que no<br />

podemos cambiar; a luchar por mejorar lo que puede mejorar <strong>en</strong> nuestra vida sin perder<br />

la esperanza; y a disfrutar del pres<strong>en</strong>te, sin angustiarnos por el pasado que no podemos<br />

cambiar y sin temer el futuro que no podemos controlar. Ante esta vida que se nos<br />

pres<strong>en</strong>ta larga, a veces demasiado larga, es necesario apr<strong>en</strong>der a vivir.<br />

Muchas personas, cuando llega al santuario, suel<strong>en</strong> exclamar ll<strong>en</strong>os de fe: “¡Qué bi<strong>en</strong> se<br />

está aquí! Dan ganas de quedarse todo el día”. Realm<strong>en</strong>te el Santuario, pequeño y acogedor,<br />

es un lugar especial para rezar y descansar <strong>en</strong> Dios. Allí María reina, está pres<strong>en</strong>te y nos<br />

regala sus gracias. Ella nos espera <strong>en</strong> el interior del Santuario dispuesta a ad<strong>en</strong>trarnos <strong>en</strong><br />

el corazón de Dios. Allí uno se relaja y reposa. Cuando decimos que la primera gracia del<br />

Santuario es el cobijami<strong>en</strong>to, muchos contestan con alegría: “Claro, ya lo decía yo, es una<br />

gracia que uno experim<strong>en</strong>ta desde el comi<strong>en</strong>zo”. Sin embargo, yo trataría de hacer una<br />

1 Clarín/revista, 18.1.1981<br />

1


distinción. Es cierto que, cuando nos s<strong>en</strong>tamos <strong>en</strong> el Santuario, más aún, cuando estamos<br />

solos <strong>en</strong> su interior, experim<strong>en</strong>tamos el cobijami<strong>en</strong>to de Dios; dejamos <strong>en</strong> sus manos lo<br />

que nos pesa y ata y salimos r<strong>en</strong>ovados. Se podría decir que es el primer efecto de la<br />

gracia del cobijami<strong>en</strong>to que María nos concede. Vamos corri<strong>en</strong>do de un lado a otro y<br />

necesitamos descansar <strong>en</strong> un lugar. El Santuario nos cobija siempre que llegamos con<br />

nuestras prisas y preocupaciones. De todas formas, hay un segundo efecto que es la<br />

verdadera gracia del cobijami<strong>en</strong>to. El P. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich habla de la “seguridad del péndulo”: “La<br />

seguridad propia del hombre es siempre la seguridad del péndulo. En la parte inferior, el péndulo<br />

está siempre inseguro: con cada soplo del vi<strong>en</strong>to puede ser puesto <strong>en</strong> movimi<strong>en</strong>to. Parecido es lo<br />

que sucede a m<strong>en</strong>udo con la seguridad del ser humano <strong>en</strong> la tierra. ¿Dónde ti<strong>en</strong>e el péndulo su<br />

seguridad? Arriba, <strong>en</strong> la alcayata. Semejante es lo que sucede con el ser humano. Sólo ti<strong>en</strong>e<br />

seguridad <strong>en</strong> Dios” 2 . Es la seguridad que nos da Dios, aunque la vida nos haga<br />

tambalearnos y perder el rumbo. Cuando descansamos <strong>en</strong> el Santuario, recibimos la<br />

verdadera gracia del cobijami<strong>en</strong>to, que consiste <strong>en</strong> <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der que ”el Padre ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> sus<br />

manos el timón, aunque yo no sepa el destino ni la ruta” 3 . Es la certeza que nos concede una<br />

verdadera sabiduría para la vida, para <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tar las dificultades y permanecer fieles <strong>en</strong> la<br />

lucha de cada día. Es necesario cuidar la gracia que nos hace vivir una auténtica<br />

“confianza filial”. Trataré de profundizar a lo largo de esta charla <strong>en</strong> el misterio de esa<br />

sabiduría propia de los hijos de Dios.<br />

COMENTA BENEDICTO XVI EN SU CARTA: “"ARRAIGADO" EVOCA EL ÁRBOL Y LAS RAÍCES<br />

QUE LO ALIMENTAN”. En un mundo que necesita echar raíces porque vive desarraigado:<br />

“En cada época, también <strong>en</strong> nuestros días, numerosos jóv<strong>en</strong>es si<strong>en</strong>t<strong>en</strong> el profundo deseo de que las<br />

relaciones interpersonales se vivan <strong>en</strong> la verdad y la solidaridad. Muchos manifiestan la aspiración<br />

de construir relaciones auténticas de amistad, de conocer el verdadero amor, de fundar una familia<br />

unida, de adquirir una estabilidad personal y una seguridad real, que puedan garantizar un futuro<br />

ser<strong>en</strong>o y feliz”. En este mundo sin raíces queremos dar respuesta al anhelo más profundo<br />

del corazón: vivir arraigados. Porque el corazón no se conforma con lo cotidiano, con las<br />

seguridades del mundo que no colman el corazón: “Desear algo más que la cotidianidad<br />

regular de un empleo seguro y s<strong>en</strong>tir el anhelo de lo que es realm<strong>en</strong>te grande forma parte del ser<br />

jov<strong>en</strong>. ¿Se trata sólo de un sueño vacío que se desvanece cuando uno se hace adulto? No, el<br />

hombre <strong>en</strong> verdad está creado para lo que es grande, para el infinito. Cualquier otra cosa es<br />

insufici<strong>en</strong>te. San Agustín t<strong>en</strong>ía razón: nuestro corazón está inquieto, hasta que no descansa <strong>en</strong> Ti.<br />

El deseo de la vida más grande es un signo de que Él nos ha creado, de que llevamos su "huella".<br />

La belleza <strong>en</strong> sí misma es lo que busca el corazón jov<strong>en</strong>, lo que anhela nuestra vida que<br />

no quiere vivir <strong>en</strong> la mediocridad: “Al p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> mis años de <strong>en</strong>tonces, s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te, no<br />

queríamos perdernos <strong>en</strong> la mediocridad de la vida aburguesada. Queríamos lo que era grande,<br />

nuevo. Queríamos <strong>en</strong>contrar la vida misma <strong>en</strong> su inm<strong>en</strong>sidad y belleza”. No queremos<br />

conformarnos. Queremos aspirar a vivir vínculos verdaderos, a amar de verdad y con<br />

todo el alma. Es de resaltar lo que se ha vivido <strong>en</strong> Chile durante estos días con el rescate<br />

de los 33 mineros. Llevaban casi 70 días bajo tierra. Han sobrevivido juntos. Han<br />

experim<strong>en</strong>tado una razón para esperar, para no desesperar <strong>en</strong> la oscuridad. En esas<br />

circunstancias tan hostiles, el amor de los suyos y la fe <strong>en</strong> un Dios que puede salvar, han<br />

sost<strong>en</strong>ido sus vidas. Sin ese amor que nos eleva es imposible creer que algui<strong>en</strong> pueda<br />

convivir y sobrevivir de esa forma bajo tierra. Ha sido un ejemplo de cómo el amor<br />

puede dar fuerzas para la vida, para luchar contra toda esperanza.<br />

EL PAPA NOS RECUERDA QUE LAS RAÍCES SON LO MÁS IMPORTANTE EN NUESTRA VIDA: “La<br />

primera imag<strong>en</strong> es la del árbol, firmem<strong>en</strong>te plantado <strong>en</strong> el suelo por medio de las raíces, que le dan<br />

estabilidad y alim<strong>en</strong>to. Sin las raíces, sería llevado por el vi<strong>en</strong>to, y moriría. ¿Cuáles son nuestras<br />

2 J. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich, “la imag<strong>en</strong> del hombre católico”<br />

3 J. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich, “Hacia el Padre”, 399<br />

2


aíces?” y nos invita a construir sobre roca firme nuestra propia casa: “Queridos amigos,<br />

construid vuestra casa sobre roca, como el hombre que "cavó y ahondó”. En la película “La casa<br />

de mi vida” el protagonista quiere construir bi<strong>en</strong> la casa de su vida cuando se <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>ta a la<br />

<strong>en</strong>fermedad. Si<strong>en</strong>te que hasta ese mom<strong>en</strong>to no ha construido bi<strong>en</strong>. Ti<strong>en</strong>e que volver a<br />

empezar y decide as<strong>en</strong>tar cimi<strong>en</strong>tos firmes. Por eso, al final de la película, le dice a su<br />

hijo: “Si fueses una casa, Sam, aquí es donde querrías que te construyes<strong>en</strong>: sobre la roca, mirando<br />

el mar, escuchando, escuchando”. Cuando nos <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tamos con la debilidad de la<br />

<strong>en</strong>fermedad, cuando flaqueamos y tememos por nuestra vida, miramos <strong>en</strong> sil<strong>en</strong>cio el<br />

mar y queremos que la roca sea el fundam<strong>en</strong>to de nuestra vida. Queremos que nuestra<br />

vida haya merecido la p<strong>en</strong>a. ¿Sobre qué hemos as<strong>en</strong>tado la casa de nuestra vida? Damos<br />

mucha importancia a nuestra formación cultural. Queremos que nuestros hijos sepan<br />

muchos idiomas. Nos apasionan los másteres y todos los cursos que puedan <strong>en</strong>grosar<br />

nuestro currículum. Sin embargo, las raíces crec<strong>en</strong> <strong>en</strong> la superficie y la firmeza de la casa<br />

no es tanta como la que necesitamos. No nos conocemos, no sabemos quiénes somos y lo<br />

que Dios quiere de nosotros. ¿Dónde están puestos nuestros cimi<strong>en</strong>tos? ¿Sobre qué<br />

pilares construimos?<br />

EL PAPA NOS INVITA A VIVIR ARRAIGADOS EN CRISTO: ”El <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con el Hijo de Dios<br />

proporciona un dinamismo nuevo a toda la exist<strong>en</strong>cia. Cuando com<strong>en</strong>zamos a t<strong>en</strong>er una relación<br />

personal con Él, <strong>Cristo</strong> nos revela nuestra id<strong>en</strong>tidad y, con su amistad, la vida crece y se realiza <strong>en</strong><br />

pl<strong>en</strong>itud”. <strong>Cristo</strong> le da s<strong>en</strong>tido a nuestra vida. Hay veces que cargamos con un saco de<br />

verdades <strong>en</strong> las que creemos. Pasa el tiempo y surg<strong>en</strong> las dudas. Ante la duda, vemos<br />

que esas verdades <strong>en</strong> las que creímos <strong>en</strong> algún mom<strong>en</strong>to con muchas fuerzas, empiezan<br />

a caer. Sacamos del saco verdades, una tras otra, y vamos <strong>en</strong>contrando que ya no<br />

t<strong>en</strong>emos tanta fe. El saco de dogmas se va quedando vacío. P<strong>en</strong>samos <strong>en</strong>tonces que<br />

cualquier religión nos vale y hacemos nuestro propio saco de verdades, porque, al fin y<br />

al cabo, <strong>en</strong> algo hay que creer y hay que ll<strong>en</strong>ar de nuevo el saco. Así procedemos tantas<br />

veces, por eso es tan frágil nuestra fe y nuestra vida. Nuestros cimi<strong>en</strong>tos son muy débiles<br />

porque están as<strong>en</strong>tados sobre dogmas que no nos <strong>en</strong>amoran ni conv<strong>en</strong>c<strong>en</strong>. Hemos<br />

reducido a <strong>Cristo</strong> a un conjunto de verdades dogmáticas, pero a Él no le conocemos. No<br />

conocemos a Dios, no sabemos cuál es su rostro. En nuestra vida hemos experim<strong>en</strong>tado<br />

el amor de una madre o de un padre. Los amábamos y por eso creíamos lo que nos<br />

decían. Cuando crecimos empezamos a cuestionar sus principios y normas, pero no nos<br />

alejamos de las personas que nos dieron la vida, porque las amábamos. Aunque nuestras<br />

ideas fueran difer<strong>en</strong>tes, aunque no creyéramos tanto como cuando éramos niños. El<br />

problema con <strong>Cristo</strong> es que hemos separado la persona de <strong>Cristo</strong> de los dogmas y<br />

cre<strong>en</strong>cias unidos a Él. No le amamos a Él y, por eso, tampoco amamos las cre<strong>en</strong>cias que<br />

hemos recibido. De esta forma perdemos el saco de verdades <strong>en</strong> los que creíamos, pero a<br />

<strong>Cristo</strong> ya lo habíamos perdido mucho antes, porque no lo habíamos amado con todo el<br />

corazón. Si no conocemos de verdad a <strong>Cristo</strong>, es imposible que lo lleguemos a querer.<br />

NUESTRA ESPIRITUALIDAD, QUE SURGE DEL SANTUARIO, NOS INVITA A VIVIR COBIJADOS<br />

EN EL CORAZÓN DE MARÍA: “Si nos vinculamos a María, Ella conducirá ese amor a Dios. ¿Qué<br />

ocurre <strong>en</strong> un hogar familiar? Es normal que el niño ame <strong>en</strong> primer lugar a su madre. ¿Acaso no es<br />

normal que la madre asuma como su tarea más importante vincular al padre al amor del hijo? Ésta<br />

es exactam<strong>en</strong>te la misión de María <strong>en</strong> relación con Dios” 4 . María experim<strong>en</strong>tó a un Padre<br />

todopoderoso, bu<strong>en</strong>o y siempre fiel. Su canto del magníficat es un reflejo de lo que fue su<br />

vida. El P. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich decía: “Cuidado, María no es lo más importante, lo más importante es<br />

<strong>Cristo</strong>. ¿Enti<strong>en</strong>d<strong>en</strong>? Pero cuanto más me daba cu<strong>en</strong>ta del poder de María <strong>en</strong> el ord<strong>en</strong> objetivo,<br />

especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el ord<strong>en</strong> de la educación, más claram<strong>en</strong>te veía que el amor a María no es una<br />

4 J. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich, “En las manos del Padre”, 129<br />

3


oposición, no es un desvío, sino el camino más directo y claro” 5 . María es el camino más directo<br />

a su Hijo y al corazón del Dios Trino. Muchas personas viv<strong>en</strong> con dificultad su relación<br />

con María. A veces v<strong>en</strong> <strong>en</strong> Ella incluso un obstáculo <strong>en</strong> su camino hacia Dios. Dios soñó a<br />

María. Dios la escogió y la colocó <strong>en</strong> nuestro camino de santidad. No podemos prescindir<br />

de Ella, es el camino mismo hacia Dios. El otro día me decía una persona: “Yo quiero ser<br />

santa y sé que todos los santos han t<strong>en</strong>ido un profundo y cálido amor a María. Yo quiero crecer <strong>en</strong><br />

mi amor a María”. Estas palabras me hicieron p<strong>en</strong>sar. Hay muchas personas que no ti<strong>en</strong><strong>en</strong><br />

ese amor a María. No conoc<strong>en</strong> el Santuario y no sab<strong>en</strong> su poder transformador. La<br />

Alianza es la escuela que Dios nos regala para cultivar un profundo amor a nuestra<br />

Madre. María logra que, <strong>en</strong> Ella, nos hagamos hombres nuevos, hombres arraigados,<br />

hombres capaces de vivir arraigados <strong>en</strong> otros corazones, <strong>en</strong> el corazón de Dios, <strong>en</strong><br />

lugares santos, <strong>en</strong> ideales altos. María <strong>en</strong> el Santuario logra que el hombre sin vínculos,<br />

salga transformado <strong>en</strong> un hombre verdaderam<strong>en</strong>te arraigado. Es un camino largo de<br />

crecimi<strong>en</strong>to. Un camino de autoeducación <strong>en</strong> manos de nuestra Madre. Al com<strong>en</strong>zar es<br />

necesario preguntarnos si somos hombres arraigados o desarraigados. Queremos ver la<br />

calidad de nuestros vínculos. Vamos paso a paso:<br />

A. ARRAIGADOS EN OTROS CORAZONES. Sabemos que la vida sólo ti<strong>en</strong>e s<strong>en</strong>tido si nos<br />

sabemos cobijados <strong>en</strong> el amor de <strong>Cristo</strong>: “Para que el amor crezca <strong>en</strong> mí t<strong>en</strong>go que creerme y<br />

s<strong>en</strong>tirme amado. Rastreando las misericordias de Dios <strong>en</strong> mi propia vida; y, <strong>en</strong> particular,<br />

asumi<strong>en</strong>do los caminos de dolor como caminos de misericordia” 6 . Necesitamos, para lograrlo,<br />

amar con el corazón a aquellos que Dios nos regala. Nos dice el Papa: ”Apoyaos, <strong>en</strong><br />

cambio, <strong>en</strong> la fe de vuestros seres queridos, <strong>en</strong> la fe de la Iglesia, y agradeced al Señor el haberla<br />

recibido y haberla hecho vuestra”. Heredamos la fe de nuestros padres, de nuestra familia;<br />

amigos y conocidos nos transmit<strong>en</strong> un testimonio vivo de fe. Necesitamos t<strong>en</strong>er vínculos<br />

sanos, vínculos que nos arraigu<strong>en</strong> <strong>en</strong> otros corazones y nos llev<strong>en</strong> al corazón de Dios.<br />

Hemos nacido para el amor y sólo amando podemos ser fieles al sueño de Dios para<br />

nuestra vida. Los vínculos humanos no son tan fáciles. Las personas cambian, los<br />

tiempos y las necesidades también. ¿Cómo son nuestros vínculos? En la sociedad actual<br />

hay mucha soledad. Muchas personas viv<strong>en</strong> solas. Las vivi<strong>en</strong>das individuales abundan<br />

por todas partes. El Padre quiso desde un comi<strong>en</strong>zo que Scho<strong>en</strong>statt fuera una familia.<br />

Decía el P. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich: “¡Cuántas deformaciones hay <strong>en</strong> el tiempo actual, cuántos católicos hay<br />

exageradam<strong>en</strong>te espirituales! El hombre excesivam<strong>en</strong>te espiritual se hunde mañana o pasado<br />

mañana <strong>en</strong> la más baja s<strong>en</strong>sualidad” 7 . El hombre desarraigado no logra una sana<br />

vinculación con el mundo sobr<strong>en</strong>atural.<br />

Esto quiere decir que algo es<strong>en</strong>cial <strong>en</strong> nuestra pedagogía son los vínculos personales.<br />

Estamos hablando de vínculos fraternos, filiales y paternales o maternales. ¿En cuáles<br />

t<strong>en</strong>emos que crecer? Decía el Padre: “En la educación debemos g<strong>en</strong>erar una disposición gozosa<br />

a establecer vínculos 8 ”. Debemos apr<strong>en</strong>der y <strong>en</strong>señar el arte de vincularnos a las personas.<br />

Muchas veces creamos barreras. Por miedo a comprometernos, por miedo a que nos<br />

hagan daño. Decía el Dr. Jorge Carvajal: ”Creemos que sufrimos por amor, que nuestras<br />

catástrofes son por amor. Pero no es por amor, es por <strong>en</strong>amorami<strong>en</strong>to, que es una variedad del<br />

apego. Eso que llamamos habitualm<strong>en</strong>te amor es una droga. El verdadero amor ti<strong>en</strong>e una es<strong>en</strong>cia<br />

fundam<strong>en</strong>tal que es la libertad, y siempre conduce a la libertad”. Los vínculos verdaderos<br />

sanan el alma del que ama y del que es amado. Nos liberan de las ataduras y nos<br />

conduc<strong>en</strong> a la más pl<strong>en</strong>a libertad. Pero t<strong>en</strong>demos a crear vínculos que no son tan sanos y<br />

libres. Por eso la primera pregunta toca esos vínculos naturales con las personas que Dios<br />

5 J. KENTENICH, “Jornada para sacerdotes”, 1927, p. 12<br />

6 J. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich, “En las manos del Padre”, 127<br />

7 H. KING, Textos pedagógicos, J. KENTENICH, 447<br />

8 IBÍDEM, 443<br />

4


ha puesto <strong>en</strong> nuestro camino como un pu<strong>en</strong>te hacia Dios. Decía el P. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich: “Si no<br />

vuelv<strong>en</strong> a estrecharse de forma más delicada, dichosa e íntima lazos del alma con lazos del alma, la<br />

incapacidad de contacto que se dará mañana y pasado mañana será clamorosa” 9 . Queremos<br />

cuidar los vínculos personales que Dios nos regala. No podemos vivir con miedo a<br />

vincularnos. Decía el Padre: “Que nos hayamos regalado a Dios se <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>de, pero que nos<br />

<strong>en</strong>treguemos el uno al otro, esto no lo compr<strong>en</strong>de el p<strong>en</strong>sar mecanicista actual que siempre separa<br />

la Causa Primera de las causas segundas. Nuestros principios son originalm<strong>en</strong>te sanos y por eso<br />

los practicamos. Y aunque todo el mundo se resistiera a ellos, nosotros nos mant<strong>en</strong>emos fieles y los<br />

afirmamos. Estas cosas deb<strong>en</strong> ser luchadas. Así como <strong>en</strong> los tiempos de San Francisco fue atacada<br />

la corri<strong>en</strong>te de pobreza y él debió luchar por ella, así sucede <strong>en</strong> la actualidad con la idea del<br />

organismo de vinculaciones" 10 . Nos da miedo ser infieles a los vínculos que com<strong>en</strong>zamos, o<br />

tememos que nuevos vínculos nos hagan ser infieles a los anteriores. No acabamos de<br />

conocernos y tememos ese mundo interior convulso, ll<strong>en</strong>o de afectos desord<strong>en</strong>ados. El<br />

miedo al compromiso nos esclaviza y hace que nuestra vida se espiritualice de forma<br />

exagerada. No podemos reprimir los afectos, t<strong>en</strong>emos que trabajarlos y sanarlos, es<br />

necesario conducirlos siempre a lo más alto. Anhelamos t<strong>en</strong>er un mundo interior de<br />

afectos armónico y <strong>en</strong> paz. Com<strong>en</strong>ta el P. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich: “Hay algunas personas que se aferran<br />

hoy <strong>en</strong> día a las formas, porque no logran vincularse sanam<strong>en</strong>te a una persona” 11 . ¿Cómo nos<br />

vinculamos nosotros? ¿Cuáles son nuestros miedos y debilidades <strong>en</strong> este campo?<br />

B. ARRAIGADOS EN LUGARES. Es necesario acostumbrarse a echar raíces <strong>en</strong> lugares. Decía<br />

el P. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich: “La vida moderna con su vagabundismo deja a m<strong>en</strong>udo al ser humano sin la<br />

más mínima posibilidad de arraigarse <strong>en</strong> un lugar” 12 . Nuestro hogar es la principal de<br />

nuestras vinculaciones. Necesitamos una casa <strong>en</strong> la que echar raíces. La vinculación a un<br />

lugar tranquiliza el alma. Sin embargo, hoy muchas personas viv<strong>en</strong> sin hogar. Cuando el<br />

hombre ha perdido la refer<strong>en</strong>cia a un lugar y a una historia pierde algo es<strong>en</strong>cial. Los<br />

lugares evocan <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tros y pres<strong>en</strong>cias. Nos hablan de una historia cim<strong>en</strong>tada <strong>en</strong> un<br />

esc<strong>en</strong>ario muy concreto. Es fundam<strong>en</strong>tal vivir con int<strong>en</strong>sidad esta vinculación a los<br />

lugares porque así podemos echar raíces verdaderas. Pero, además, la fe ti<strong>en</strong>e que estar<br />

sujeta a lugares muy concretos. Por eso es importante ir a misa a un mismo lugar y no<br />

cambiar de iglesia cada semana. Por eso es muy sana la pres<strong>en</strong>cia de los santuarios<br />

hogares. En ellos descansa el alma de una familia. Allí sus hijos empiezan a hablar con<br />

Dios. Allí descansan y echan raíces con el mundo de Dios. Las rutinas, los hábitos, las<br />

costumbres ayudan a vincularnos a lugares, que se van ll<strong>en</strong>ando de historia, que van<br />

dejando que nuestro corazón eche sus raíces y descanse allí.<br />

C. ARRAIGADOS EN IDEALES. Los ideales son importantes para nuestro crecimi<strong>en</strong>to. Si no<br />

soñamos, si nos quitan las ganas de soñar, nos secamos. Es fundam<strong>en</strong>tal mirar con<br />

alegría esos ideales que todavía no poseemos, pero que ya están <strong>en</strong> forma de semilla <strong>en</strong> el<br />

nuestro interior. Al p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> ellos, el corazón se alegra y vibra. Son ideales que deb<strong>en</strong><br />

estar de nosotros y no fuera. Son realizables porque toman como punto de partida<br />

nuestra propia vida, nuestra naturaleza con sus defectos y virtudes. El P. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich<br />

señala: “Podemos <strong>en</strong>tregarnos a una elucubración m<strong>en</strong>tal, podemos arrastrar toda nuestra<br />

naturaleza <strong>en</strong>tera a ideas artificiales que nos impidan desplegar nuestro propio yo” <strong>13</strong> . Por eso<br />

señala que se trata de una “pedagogía de la id<strong>en</strong>tidad”: “En lugar de Ideal personal pued<strong>en</strong><br />

decir: Forma de vida o núcleo de la personalidad que ha crecido de forma originariam<strong>en</strong>te<br />

9 J. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich, “Confer<strong>en</strong>cias”, V 1966, 201<br />

10 J. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich, Echevarría, 1951<br />

11 H. KING, Textos pedagógicos, J. KENTENICH, 448<br />

12 IBÍDEM, 445<br />

<strong>13</strong> IBÍDEM, 323<br />

5


personal” 14 . Y son ideales que se manti<strong>en</strong><strong>en</strong> vivos <strong>en</strong> el corazón a lo largo de toda la vida.<br />

El P. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich por eso nos recuerda lo es<strong>en</strong>cial: “Nosotros, los que ya somos mayores, nos<br />

<strong>en</strong>tusiasmamos por ellos (los ideales), justam<strong>en</strong>te a raíz de que hemos experim<strong>en</strong>tado<br />

dolorosam<strong>en</strong>te nuestros límites y debilidades <strong>en</strong> la seria lucha de la vida” 15 . Y continúa: “Los<br />

ideales son ideas. Mi<strong>en</strong>tras sólo sean ideas p<strong>en</strong>sadas, el poder que anida <strong>en</strong> ellas permanece<br />

inoperante aun cuando se las pi<strong>en</strong>se con el mayor <strong>en</strong>tusiasmo y con la convicción más firme. Su<br />

poder sólo actuará cuando se una a ellas el modo de ser de un hombre acrisolado” 16 . Para ello<br />

imploramos la fuerza de la gracia que puede realizar <strong>en</strong> nuestros corazones el ideal al<br />

que somos llamados. Los ideales sacan lo mejor que hay <strong>en</strong> nosotros. Así como hay<br />

personas que sacan lo peor de nosotros, hay también vínculos que sacan lo mejor. María<br />

logra sacar lo mejor. Dios sabe que nos ha creado para algo muy grande y sufre cuando<br />

nos arrastramos por la vida. Somos hijos de un rey y vivimos como m<strong>en</strong>digos. Es<br />

necesario reavivar nuestros ideales. Los colocamos ante nuestros ojos para que nuestro<br />

corazón se inflame y vibre. No queremos conformarnos con los mínimos, aspiramos<br />

siempre a lo más alto, a lo más grande.<br />

Hoy hablamos de la palabra AUTOESTIMA con mucha ligereza. La autoestima es un bi<strong>en</strong><br />

preciado <strong>en</strong> nuestra sociedad y, por lo demás, no tan abundante. ¿Qué cosas aum<strong>en</strong>tan<br />

nuestra autoestima? ¿Cuándo y cómo perdemos la autoestima? Hoy <strong>en</strong> día hay muchos<br />

libros de autoayuda para superar nuestra baja autoestima. En realidad nuestro bi<strong>en</strong>estar<br />

interior no dep<strong>en</strong>de tanto del exterior como de nosotros mismos. Decía un autor:<br />

“Solemos creernos una de las grandes m<strong>en</strong>tiras que preconiza el sistema <strong>en</strong> el que vivimos: que<br />

nuestro bi<strong>en</strong>estar y nuestra felicidad dep<strong>en</strong>d<strong>en</strong> de algo externo” 17 . Es m<strong>en</strong>tira. La posibilidad<br />

de creer <strong>en</strong> nosotros mismos está <strong>en</strong> nuestro corazón y <strong>en</strong> nuestra cabeza. T<strong>en</strong>emos la<br />

opción <strong>en</strong> nuestra vida de ser felices y t<strong>en</strong>er paz. Y continúa el autor: “Si somos capaces de<br />

mirar lo que nos sucede con más conci<strong>en</strong>cia y objetividad, <strong>en</strong>contraremos la manera de que nuestra<br />

interpretación nos permita preservar nuestro equilibrio”. Ya nos lo recuerda el Santo Cura de<br />

Ars cuando dice que nada malo que nos digan disminuye nuestro valor y, al mismo<br />

tiempo, nada bu<strong>en</strong>o que nos digan nos hace mejores. Sin embargo, ¡Cuánto influye <strong>en</strong><br />

nuestro estado de ánimo el rechazo o la aceptación de los demás! Vivimos buscando el<br />

reconocimi<strong>en</strong>to y el amor de los que nos rodean. Queremos que todos nos am<strong>en</strong> siempre.<br />

Queremos ser aceptados por toda la humanidad. Es imposible. Es poco razonable esperar<br />

que todos nos aprueb<strong>en</strong> y quieran siempre. No es lógico que todos, absolutam<strong>en</strong>te todos,<br />

estén de acuerdo con lo que hacemos y decimos. Vivir pret<strong>en</strong>diéndolo siempre es una<br />

locura que nos acaba haci<strong>en</strong>do infelices. Sin embargo, nos ocurre que, cuando no<br />

recibimos la aceptación perman<strong>en</strong>te, s<strong>en</strong>timos que no valemos nada y seguimos<br />

caminando por la vida sin ilusión ni esperanza. Entonces, ¿Cómo se cimi<strong>en</strong>ta la<br />

autoestima? ¿Dónde t<strong>en</strong>emos que colocar los verdaderos cimi<strong>en</strong>tos?<br />

El camino que nos regala nuestra espiritualidad es la LLAMADA INFANCIA ESPIRITUAL.<br />

El P. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich nos invitó siempre a vivir esa actitud ante la vida que reflejaron los<br />

santos, <strong>en</strong> especial Santa Teresa de Lisieux. Decía el Padre que t<strong>en</strong>emos que aspirar a “ser<br />

de la manera más perfecta posible lo que el niño es de manera imperfecta” 18 . Nos invitó a<br />

construir nuestra vida sobre esos cimi<strong>en</strong>tos firmes: “Sobre los pilares de la s<strong>en</strong>cilla fe de un<br />

niño se levanta toda nuestra vida religiosa, nuestro amor, nuestras aspiraciones y esperanzas” 19 .<br />

Sobre esa fe de un niño es posible levantar una sana autoestima, cim<strong>en</strong>tada sobre la<br />

14 H. KING, Textos pedagógicos, J. KENTENICH, 324<br />

15 IBÍDEM, 331<br />

16 IBÍDEM , 332<br />

17 Borja Vilaseca, “El principito se pone la corbata”, 126<br />

18 J. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich, “Niños ante Dios”, 453<br />

19 Ibídem, 456<br />

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verdad de nuestra vida. Los niños ti<strong>en</strong><strong>en</strong> un trato s<strong>en</strong>cillo con Dios, una relación natural<br />

y cotidiana: “Si volviésemos a cultivar un trato s<strong>en</strong>cillo con Dios estaríamos de nuevo fundados<br />

sobre el cimi<strong>en</strong>to de la sabiduría. Queremos dialogar con Dios con s<strong>en</strong>cillez, simplicidad y<br />

candidez” 20 . Nosotros, cuando somos adultos, complicamos la relación con Dios. No<br />

descansamos <strong>en</strong> Dios y no lo vemos <strong>en</strong> nuestra vida cotidiana. Nos hemos complicado<br />

demasiado. Creemos que Dios nos pide ser perfectos y, como no lo somos, huimos de Él,<br />

buscando que sean otros los que nos d<strong>en</strong> la paz y la aceptación que no recibimos de Dios.<br />

T<strong>en</strong>emos que nacer de nuevo para cambiar nuestra forma de p<strong>en</strong>sar y eso no es tan<br />

s<strong>en</strong>cillo. Es necesario nacer de nuevo <strong>en</strong> los brazos de Dios y María para empezar a vivir<br />

de verdad, con paz y con alegría. Vivimos atados a nuestras seguridades; hemos<br />

construido verdaderas fortalezas para proteger el corazón y que así no sufra. T<strong>en</strong>emos<br />

que fijarnos, como nos lo recuerda el Padre, <strong>en</strong> los santos jóv<strong>en</strong>es que t<strong>en</strong>ían una relación<br />

tan sana y s<strong>en</strong>cilla con Dios: “Lean las vidas de los santos Juan Berchmans y Estanislao Kotska.<br />

El pequeño Estanislao le había pedido a María la gracia de morir el día de la Asunción. Para un<br />

niño es natural que su ruego sea escuchado. Cuando <strong>en</strong>contremos hombres que han conservado esa<br />

aut<strong>en</strong>ticidad de niños, no debemos subestimarlos jamás” 21 . En la gracia de Dios es posible<br />

volver a ser niños. María puede educarnos <strong>en</strong> esa inoc<strong>en</strong>cia. Nos hemos convertido <strong>en</strong><br />

adultos y sólo un milagro puede hacer que vivamos de nuevo como niños ante Dios.<br />

Pero, ¿cómo vive el niño? ¿Cómo es su actitud ante la vida? ¿Cómo logramos superar<br />

nuestros miedos e inseguridades a través de la actitud de niños que viv<strong>en</strong> <strong>en</strong> Dios?<br />

EL NIÑO CREE EN “LA OMNIPOTENCIA, LA BONDAD Y LA FIDELIDAD DEL PADRE” 22 . LA<br />

OMNIPOTENCIA DE DIOS: Cuando el niño confía así <strong>en</strong> su Padre todo empieza a cambiar:<br />

“¿Por qué un niño vive esa alegría tan propia de su edad? Porque no ha experim<strong>en</strong>tado<br />

sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te las limitaciones de sus capacidades. Él cree <strong>en</strong> un poder fuerte y b<strong>en</strong>efactor que<br />

está d<strong>en</strong>tro de sí mismo y a su alrededor. Es el poder paternal y maternal” 23 . Esta actitud trae<br />

muchas consecu<strong>en</strong>cias prácticas. El niño se cree capaz de todo, no ti<strong>en</strong>e miedo si está su<br />

padre cerca y cree que su padre lo puede lograr todo si él se lo pide. Cuando empezamos<br />

a creer que Dios es omnipot<strong>en</strong>te y todopoderoso, dejamos de exigirnos ser nosotros<br />

todopoderosos. Al contrario, al ver que Dios lo puede todo compr<strong>en</strong>deremos que la gran<br />

necesidad de Dios es <strong>en</strong>contrar hijos que sean débiles, que acept<strong>en</strong> su debilidad y estén<br />

dispuestos a mostrarse débiles ante los demás. La humildad y el reconocimi<strong>en</strong>to de<br />

nuestros límites es el camino. Sólo así podrá ejercer Dios de Padre y actuar con nosotros<br />

con su mano protectora. Ent<strong>en</strong>der que no necesitamos ser todopoderosos es sanador y<br />

liberador. A partir de ese mom<strong>en</strong>to experim<strong>en</strong>tamos una paz nueva porque ya no<br />

t<strong>en</strong>emos que ser capaces de todo. Ya no será necesario hacerlo todo bi<strong>en</strong> y ya no<br />

querremos que Dios vea que siempre hacemos bi<strong>en</strong> todo lo que nos manda. Cuando nos<br />

sabemos débiles y experim<strong>en</strong>tamos la burla o el rechazo de parte de los demás, debido a<br />

nuestra torpeza, empezamos a compr<strong>en</strong>der cuál es el camino que Dios quiere para sus<br />

hijos. Dejaremos de vivir <strong>en</strong> t<strong>en</strong>sión, queri<strong>en</strong>do hacerlo todo siempre perfecto. Cuando<br />

<strong>en</strong>t<strong>en</strong>demos que sólo Él es omnipot<strong>en</strong>te, sabremos relajarnos, dejaremos de sufrir tanto y<br />

permitiremos el fracaso <strong>en</strong> nuestra vida como parte de nuestro camino. Decía el P.<br />

K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich: “El derecho, la verdad, la tradición, todo se está derrumbando. En este país nuestro ya<br />

no se puede vivir ni estar alegre ni cont<strong>en</strong>to si no se retorna al eje fundam<strong>en</strong>tal de nuestra<br />

confianza: Dios” 24 . Esa confianza pl<strong>en</strong>a cuando todo falla es la única que nos puede<br />

sost<strong>en</strong>er. “El s<strong>en</strong>tido de toda inseguridad es y sigue si<strong>en</strong>do la seguridad y el cobijami<strong>en</strong>to <strong>en</strong> el<br />

20 J. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich, “Niños ante Dios”, 461<br />

21 Ibídem, 462<br />

22 J. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich, “En las manos del Padre”, 124<br />

23 J. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich, “Niños ante Dios”, 457<br />

24 Ibídem, 458-9<br />

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corazón de Dios” 25 . Cuando experim<strong>en</strong>tamos nuestro desvalimi<strong>en</strong>to sabemos que sólo<br />

t<strong>en</strong>emos una opción, descansar <strong>en</strong> el poder de Dios. Pero nos cuesta creer, no acabamos<br />

de t<strong>en</strong>er esa fe poderosa que nos permita ver la luz <strong>en</strong> la oscuridad y caminar seguros <strong>en</strong><br />

el peligro. ¿Creemos de verdad que Dios lo puede todo? ¿Confiamos <strong>en</strong> su omnipot<strong>en</strong>cia<br />

capaz de salvar nuestras vidas?<br />

CUANDO ACEPTAMOS QUE DIOS ES BUENO MUCHAS COSAS CAMBIAN. Normalm<strong>en</strong>te nos<br />

cuesta ver su bondad cuando las cosas no resultan como queremos. El P. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich<br />

decía: “Nuestra preocupación más grande debe ser vivir cada segundo infinitam<strong>en</strong>te<br />

despreocupados. No por soberbia, sino porque el Padre es el que empuña el timón de la barca de mi<br />

vida” 26 . Por lo g<strong>en</strong>eral no vivimos así, vivimos con angustia p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> el futuro o nos<br />

atorm<strong>en</strong>ta nuestro pasado. Porque el timón lo llevamos nosotros y tememos que Dios<br />

nos lleve donde no queremos ir. P<strong>en</strong>sar que Dios es bu<strong>en</strong>o significa creer que todo lo que<br />

nos ocurre es para nuestro bi<strong>en</strong>, aunque, apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, nos parezca algo terrible y poco<br />

razonable. Ent<strong>en</strong>der la cruz <strong>en</strong> esta perspectiva no es nada fácil, porque solemos p<strong>en</strong>sar<br />

<strong>en</strong> la cruz como una realidad inaceptable. Normalm<strong>en</strong>te creemos que Dios ha decidido<br />

descargar sobre nosotros todas sus cruces, <strong>en</strong> lugar de repartirlas con más justicia <strong>en</strong>tre<br />

muchos. Nos hace p<strong>en</strong>sar que Dios nos ve muy capacitados para llevarlo todo con alegría<br />

y p<strong>en</strong>samos que eso no es tan cierto. Me recuerda un cu<strong>en</strong>to sobre la cruz. Un hombre<br />

vivía atorm<strong>en</strong>tado bajo el peso de la cruz y decidió pedirle a Dios un cambio. Dios lo<br />

llevó <strong>en</strong> sueños por distintas salas y le fue mostrando cruces difer<strong>en</strong>tes. En la primera<br />

sala había cruces muy grandes y él pasó de largo, temiéndolas, p<strong>en</strong>saba que serían<br />

terribles. La sigui<strong>en</strong>te sala t<strong>en</strong>ía cruces medianas, más llevaderas, pero todavía<br />

demasiado grandes para su <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der. Siguió avanzando y <strong>en</strong> la última sala había cruces<br />

mucho más pequeñas. Con determinación se fue a una cruz pequeña, situada <strong>en</strong> la<br />

esquina, y le dijo a Dios: “Ésta, me llevo ésta”. Dios, con cierta extrañeza, lo miró y le dijo:<br />

“¡Pero si ésta es la que cruz que ya llevabas!”. No acabamos de ver <strong>en</strong> nuestra cruz una<br />

b<strong>en</strong>dición de Dios y la vemos demasiado grande, imposible de llevar. Por eso no<br />

t<strong>en</strong>emos paz y alegría al p<strong>en</strong>sar que nuestra cruz es un camino de santidad que Dios<br />

ti<strong>en</strong>e p<strong>en</strong>sado para nosotros. Vivir así la cruz es vivir con la confianza de los niños. Es<br />

creer de verdad que nuestro Padre es bu<strong>en</strong>o y que es bu<strong>en</strong>o todo lo que Él hace.<br />

VIVIR COMO NIÑOS ES CREER EN LA FIDELIDAD DE DIOS. Dios es fiel y siempre nos espera.<br />

Este dogma debería estar grabado <strong>en</strong> nuestro corazón a fuego. Nuestra fidelidad es un<br />

tema más complicado. Queremos ser fieles y sabemos que el camino de nuestra felicidad<br />

pasa por la fidelidad a la vocación a la que somos llamados. Decía el P. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich: “Aún<br />

recuerdo claram<strong>en</strong>te cómo, a los pocos meses de la fundación de nuestra Congregación, pudimos<br />

proclamar este ideal: “Nuestra Familia debe producir santos dignos de ser canonizados”” 27 . Es la<br />

santidad el ideal que mueve nuestra vida. Es el camino que nos lleva a ser fieles <strong>en</strong><br />

nuestro sí a la vocación <strong>en</strong> la que quiere que seamos felices y hagamos felices a tantos.<br />

Dios es fiel porque nos ha creado y no puede negarse a sí mismo. Su fidelidad es ese<br />

amor de Padre que no desfallece y espera siempre. Cree siempre <strong>en</strong> nuestra bondad y<br />

ti<strong>en</strong>e paci<strong>en</strong>cia para esperar nuestro mom<strong>en</strong>to. Dios aguarda y sale a nuestro <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro.<br />

Como decía una persona hace poco: "Para gozar de los mom<strong>en</strong>tos, no hay que precipitar los<br />

acontecimi<strong>en</strong>tos" (Iván Vargas-zúñiga). Dios ti<strong>en</strong>e sus tiempos y sabe esperar. Nosotros nos<br />

precipitamos muchas veces, sin <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der que la vida ti<strong>en</strong>e su ritmo. Y, <strong>en</strong> ese ritmo, Dios<br />

siempre nos está acompañando. Aguarda y busca, ilumina y abraza nuestro ser. Su<br />

fidelidad da forma a nuestra propia fidelidad. Nos acrisola <strong>en</strong> las caídas y dificultades<br />

del camino. Nos levanta con esperanza y sabe que siempre podemos volver a com<strong>en</strong>zar.<br />

25 J. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich, “la imag<strong>en</strong> del hombre católico”<br />

26 J. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich, “Niños ante Dios”, 333<br />

27 J. K<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ich, “Santidad, ¡Ahora!”, <strong>13</strong>9<br />

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NECESITAMOS APRENDER A VIVIR CON NUESTRO PADRE DIOS: NECESITAMOS TENER UNA<br />

NUEVA SABIDURÍA DE VIDA. La meditación de la vida diaria es el camino para<br />

<strong>en</strong>contrarnos cada día con el Dios de nuestra vida. Es la confianza del que se si<strong>en</strong>te<br />

construy<strong>en</strong>do un nuevo mundo de la mano de Dios y de María. Somos dóciles<br />

instrum<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> sus manos. Vivir arraigados <strong>en</strong> <strong>Cristo</strong>, arraigados <strong>en</strong> María, arraigados<br />

<strong>en</strong> el corazón de nuestro Padre Dios, supone descansar <strong>en</strong> sus manos y dejar que nos<br />

utilic<strong>en</strong> para hacer realidad su plan de Salvación. El compr<strong>en</strong>der que somos valiosos y<br />

necesarios, levanta nuestra autoestima y nos hace tomar conci<strong>en</strong>cia de nuestro papel <strong>en</strong><br />

esta vida. Si apr<strong>en</strong>demos a escuchar a Dios y nos sometemos dócilm<strong>en</strong>te a sus planes,<br />

aunque nos cueste aceptar la cruz como camino de b<strong>en</strong>dición, lograremos ser parte de la<br />

historia que Dios va teji<strong>en</strong>do con los hombres. Para ello necesitamos confiar como los<br />

niños. Hoy suplicamos, <strong>en</strong> el Santuario, que nuestro corazón se arraigue profundam<strong>en</strong>te<br />

<strong>en</strong> lo alto y así pueda caminar con los pasos de Dios. Que su voz haga surgir <strong>en</strong> nuestro<br />

corazón una nueva vida. Esta sabiduría que cree <strong>en</strong> un Dios provid<strong>en</strong>te, que conduce la<br />

historia, nos hace más capaces de amar y nos permite <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der el amor incondicional de<br />

Dios por nosotros.<br />

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