APROXIMACIONES A LA OBRA LITERARIA DE JIMÉNEZ URE
«[…] URE, además de ser ese preocupado intelectual, el temido polemista, es también el creador de una mitología curiosísima que, entre la propuesta por un BORGES o CIORAN, tiende a asustar a los espíritus débiles, a los terroristas de tertulia y a cuantos estólidos pululan en nuestros ambientes literarios […]»
(Fernando BÁEZ)
«[…] URE, además de ser ese preocupado intelectual, el temido polemista, es también el creador de una mitología curiosísima que, entre la propuesta por un BORGES o CIORAN, tiende a asustar a los espíritus débiles, a los terroristas de tertulia y a cuantos estólidos pululan en nuestros ambientes literarios […]»
(Fernando BÁEZ)
El texto de JIMÉNEZ URE nos sitúa en un universo donde los tres personajes (Odra, Facia y Alberto) adquieren toda su profundidad en la agresión más horrible que pueda existir: la transgresión a la vida y, por ende, a la muerte. Y, ¿es que acaso el amor –especialmente «l´amour fou» no es la ruptura de la norma, el elemento subversivo por excelencia? Alberto es un espectro que deja de serlo para convertirse en hombre por/para el amor, pues, es más difícil ser hombre que fantasma. Facia es también un espectro que muere varias veces de manera obsesiva y que se materializa por el amor de/hacia Alberto. Odra, hermana de Facia, es el único Ser Físico del que se nutren los otros dos, siendo el objetivo intermedio que le sirve de enlace. La necesidad constructiva de Alberto, de hacer presente el rostro de Facia, por la no aceptación de la muerte, le lleva a utilizar a Odra (la que está viva), quien se confunde con su hermana a lo largo de toda la narración, sin pausas ni censuras, lo cual (desde el punto de vista sintáctico) constituye, sin lugar a dudas, el paso de una personalidad a otra: un terreno muy difícil en la prosa y el autor que lo consiga de
manera impecable, sin cortes bruscos, como es el caso de JIMÉNEZ, se puede decir que domina –sin trabas- los recursos técnicos de la narración. La rebelión final de Odra, que no acepta seguir siendo utilizada, y el ofrecimiento simbólico de su cuerpo cuando invita a Alberto a montar en su yegua, dan a la estructura novelística un final cerrado al aceptar Alberto dicha invitación tras contemplar la desaparición del ajedrez: símbolo, en ese contexto, de la norma de leyes lógicas que pretenden encasillar al deseo. Finalmente, podemos decir que Facia (segunda publicación de «Damocles Editores») nos parece muy bien lograda: por la sencillez y profundidad de su lenguaje, con algunos neologismos acuñados por el propio JIMÉNEZ URE y por la perfección sintáctica (exceptuando el capítulo de La Fiesta que, a nuestro entender, quiebra consciente o inconscientemente la unidad argumental y psicológica de la narración) de la obra que hace que sus personajes –debido a la fuerza del deseo- sean capaces de romper los moldes cotidianos y sumergirnos en el mejor de los mundos, el de El Rostro del ser amado.
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El texto de <strong>JIMÉNEZ</strong> <strong>URE</strong> nos sitúa en un<br />
universo donde los tres personajes (Odra, Facia<br />
y Alberto) adquieren toda su profundidad en la<br />
agresión más horrible que pueda existir: la<br />
transgresión a la vida y, por ende, a la muerte.<br />
Y, ¿es que acaso el amor –especialmente<br />
«l´amour fou» no es la ruptura de la norma, el<br />
elemento subversivo por excelencia? Alberto es<br />
un espectro que deja de serlo para convertirse en<br />
hombre por/para el amor, pues, es más difícil<br />
ser hombre que fantasma. Facia es también un<br />
espectro que muere varias veces de manera<br />
obsesiva y que se materializa por el amor<br />
de/hacia Alberto. Odra, hermana de Facia, es el<br />
único Ser Físico del que se nutren los otros dos,<br />
siendo el objetivo intermedio que le sirve de<br />
enlace.<br />
La necesidad constructiva de Alberto, de hacer<br />
presente el rostro de Facia, por la no aceptación<br />
de la muerte, le lleva a utilizar a Odra (la que<br />
está viva), quien se confunde con su hermana a<br />
lo largo de toda la narración, sin pausas ni<br />
censuras, lo cual (desde el punto de vista<br />
sintáctico) constituye, sin lugar a dudas, el paso<br />
de una personalidad a otra: un terreno muy<br />
difícil en la prosa y el autor que lo consiga de