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quienes asistímos con la expectativa de cuál sería la respuesta<br />
del público y de los músicos cubanos al conocer la ejecución del<br />
tambor venezolano.<br />
Para utilizar una frase que bien utilizó la periodista Lil Rodríguez<br />
como título de un muy buen libro, Herencia estaba<br />
“Bailando en la casa del trompo”, llevando tambores a la cuna<br />
del tambor del Caribe. Se trataba de una segunda prueba de<br />
fuego para Herencia ya que años atrás hizo lo propio en la<br />
madre suprema del tambor: África. En ambos casos la prueba<br />
fue superada.<br />
La participación de Herencia estaba resumida a dos escenarios<br />
que se fueron multiplicando con una invitación tras otra:<br />
la primera, una clínica de percusión y la segunda, concierto<br />
de clausura del festival en el teatro Mella. Sin embargo con el<br />
desarrollo de las actividades se fueron multiplicando las invitaciones,<br />
toda vez que cuando sonaba el repicar de un clarín y<br />
se escuchaba el gañote de Mauricio Marín iniciando un canto,<br />
todos querían escuchar una y otras vez más esos tambores llegados<br />
de Venezuela.<br />
La primera muestra de Herencia surgió sin planificación el miércoles<br />
7, al finalizar la presentación de “César López y Habana<br />
Ensamble”, parte de “Las Noches de Jazz” que se daban todas<br />
las noches a partir de las 11:00 pm en el Bar del Hotel Occidental<br />
Miramar. Luego de la montaña rusa de emociones dejada por el<br />
saxofón de López, el ensamble de tambores de Herencia irrumpió<br />
el silencio que denotaba el fin de la velada y comenzó un toque<br />
espontáneo de Culo e´ Puya. Todos se agruparon alrededor<br />
de los tamboreros, unos para disfrutar y otros para observar un<br />
toque que nunca habían visto. Allí César López dijo “vayan a mi<br />
casa mañana para compartir un rato” lo que significó la siguiente<br />
cita musical de Herencia fuera del cronograma.<br />
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