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En el siglo XVIII se recrudecieron las limitaciones a los bailes de<br />
negros, lo que contribuyó a que mermara más la presencia del<br />
tambor, llevándolo a su desaparición.<br />
Ortiz (2001) asegura que “a pesar de las censuras, castigos, reglamentos<br />
y prohibiciones, los esclavos defendieron sus cantos, su<br />
música y sus tambores” (p.22) y por esa razón, la desaparición<br />
del tambor en la ciudad fue temporal. Mientras en la capital fue<br />
un elemento extinto, el contraste se consigue en su permanencia<br />
en las fiestas populares en las costas y campos del país, donde las<br />
danzas y el toque de tambor se mantuvo en las fiestas religiosas.<br />
Ya entrado el siglo XX, entre las décadas de 1930 y 1940, Caracas<br />
sufre un proceso de alteración en el estilo de vida de sus habitantes.<br />
Transcurrían años de creciente renta petrolera, iniciándose<br />
la expansión urbana, y el éxodo de personas del campo a la ciudad.<br />
Según Ortiz, este hecho impactaría sobre la cultura tradicional<br />
de las personas que vivían en las barriadas, lugar donde se<br />
asentaron quienes llegaban a la ciudad en busca de trabajo y de<br />
mejorar su economía. Así, el mismo autor señala comenzó el intercambio<br />
entre las tradiciones rurales y la nuevo estilo cultural<br />
propios de la urbanidad.<br />
El cantante y cultor popular Oscar Lista, refiere en entrevista<br />
presencial realizada para la realización de la presente investigación,<br />
que<br />
la primera vez que se presentaron en Caracas las manifestaciones<br />
folcklóricas populares de Venezuela se dio en el año 1948<br />
en la toma de gobierno de Rómulo Gallegos. Le correspondió a<br />
Juan Liscano organizar dicha actividad en el Nuevo Circo, y fue<br />
cuando se vio por primera vez en Caracas, los Diablos de Yare,<br />
los Diablos de Naiguatá, la lancha Nueva Esparta, las manifestaciones<br />
de oriente, El Tamunangue, etc.<br />
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