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El Mago de Oz - Biblioteca Infantil- Juvenil

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<strong>El</strong> <strong>Mago</strong> <strong>de</strong> <strong>Oz</strong><br />

L. Frank Baum<br />

A mi buena amiga y camarada, mi mujer.<br />

Introducción<br />

<strong>El</strong> folclore, las leyendas, los mitos y los cuentos <strong>de</strong> hadas han acompañado la<br />

infancia a lo largo <strong>de</strong> los siglos, pues todo niño sano siente una edificante e<br />

instintiva atracción por las historias fantásticas, maravillosas y manifiestamente<br />

irreales. Las hadas aladas <strong>de</strong> Grimm y <strong>de</strong> An<strong>de</strong>rsen han llevado más felicidad a los<br />

corazones infantiles que todas las <strong>de</strong>más creaciones humanas.<br />

Sin embargo, el viejo cuento <strong>de</strong> hadas, que ha servido durante generaciones,<br />

podría ahora ser clasificado <strong>de</strong> “histórico” <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la biblioteca infantil, pues ha<br />

llegado la hora <strong>de</strong> una nueva serie <strong>de</strong> “cuentos <strong>de</strong> maravillas” don<strong>de</strong> ya no<br />

aparezcan los estereotipados genios, enanos y hadas, con todas las horripilantes<br />

peripecias inventadas por los autores para transformar cada relato en una<br />

espantosa moraleja. La educación mo<strong>de</strong>rna incluye la moral; por lo tanto, el niño<br />

mo<strong>de</strong>rno sólo busca entretenimiento en sus cuentos <strong>de</strong> maravillas y renuncia <strong>de</strong><br />

buena gana a todos los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong>sagradables.<br />

Con esa i<strong>de</strong>a en mente, la historia <strong>de</strong>l “maravilloso <strong>Mago</strong> <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>” ha sido escrita sólo<br />

para dar placer a los niños <strong>de</strong> hoy. Aspira a ser un cuento <strong>de</strong> hadas mo<strong>de</strong>rnizado,<br />

que conserva las maravillas y la alegría y prescin<strong>de</strong> <strong>de</strong> las angustias y las<br />

pesadillas.<br />

L. Frank Baum<br />

Chicago, abril <strong>de</strong> 1900<br />

Capítulo 1<br />

<strong>El</strong> ciclón<br />

Dorothy vivía en medio <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s pra<strong>de</strong>ras <strong>de</strong> Kansas con tío Henry, que era<br />

granjero, y con tía Em, que era la mujer <strong>de</strong>l granjero. Su casa era pequeña porque


para construirla habían tenido que transportar la ma<strong>de</strong>ra en una carreta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una<br />

distancia <strong>de</strong> muchos kilómetros. Había cuatro pare<strong>de</strong>s, un piso y un techo, que<br />

completaban una habitación; y en esa habitación había una oxidada cocina <strong>de</strong><br />

hierro, una alacena para los platos, una mesa, tres o cuatro sillas y las camas. Tío<br />

Henry y tía Em tenían una gran<strong>de</strong> en un rincón, y Dorothy tenía una pequeña en<br />

otro rincón. No había buhardilla ni sótano, sólo un agujero cavado en el suelo,<br />

llamado “el sótano <strong>de</strong> los ciclones”, don<strong>de</strong> podría refugiarse la familia si se<br />

levantara uno <strong>de</strong> esos potentes remolinos que se llevan las casas a su paso. Se<br />

entraba al agujero –un agujero pequeño y oscuro– por una trampa situada en el<br />

centro <strong>de</strong>l piso, <strong>de</strong> la que <strong>de</strong>scendía una escalera.<br />

Cuando Dorothy salía a la puerta y miraba alre<strong>de</strong>dor no veía otra cosa que la<br />

inmensa pra<strong>de</strong>ra gris. No había un solo árbol o casa que alterase la ancha llanura<br />

que se extendía hasta el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l cielo en cualquier dirección. <strong>El</strong> sol había<br />

calcinado la tierra arada, que era ahora una masa gris surcada por pequeñas<br />

grietas. Ni siquiera la hierba era ver<strong>de</strong>, pues el sol había quemado las puntas <strong>de</strong> las<br />

largas briznas hasta <strong>de</strong>jarlas <strong>de</strong>l mismo color que todo lo <strong>de</strong>más. En otra época la<br />

casa había estado pintada, pero el sol y la lluvia se habían llevado esa pintura y<br />

ahora era tan <strong>de</strong>slucida y gris como el resto <strong>de</strong> la llanura.<br />

Cuando tía Em fue a vivir a ese sitio era una mujer joven y bonita. A ella también la<br />

habían cambiado el viento y el sol. Le habían arrebatado el brillo <strong>de</strong> los ojos, que<br />

ahora eran <strong>de</strong> un gris apagado; le habían arrebatado el color <strong>de</strong> las mejillas y los<br />

labios, que también eran grises. Ahora era una mujer <strong>de</strong>lgada que no sonreía<br />

nunca. Cuando Dorothy, que era huérfana, fue a vivir con ellos, tía Em se<br />

sobresaltaba tanto cada vez que llegaba a sus oídos la risa alegre <strong>de</strong> la niña que<br />

lanzaba un grito y se llevaba una mano al corazón; y todavía se maravillaba <strong>de</strong> que<br />

la niña encontrase cosas <strong>de</strong> que reírse.<br />

Tío Henry no se reía nunca. Trabajaba duro <strong>de</strong> sol a sol y no conocía la alegría. Él<br />

también era gris, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la larga barba hasta las toscas botas; tenía expresión<br />

severa y solemne y casi nunca hablaba.<br />

Quien hacía reír a Dorothy y la salvaba <strong>de</strong> volverse tan gris como todos los que la<br />

ro<strong>de</strong>aban era Totó. Totó no era gris; era un perrito negro, <strong>de</strong> pelo largo y sedoso y<br />

pequeños ojos negros que centelleaban con alegría a ambos lados <strong>de</strong> la divertida y<br />

diminuta nariz. Totó jugaba todo el tiempo, y Dorothy jugaba con él y lo quería con<br />

pasión.


Pero ese día no jugaban. Tío Henry estaba sentado en el escalón <strong>de</strong> la puerta y<br />

miraba preocupado hacia el cielo, que era aún más gris que <strong>de</strong> costumbre. En la<br />

puerta, con Totó en brazos, Dorothy también miraba el cielo. Tía Em lavaba los<br />

platos.<br />

Des<strong>de</strong> el lejano norte llegaba el gemido sordo <strong>de</strong>l viento, y tío Henry y Dorothy<br />

veían cómo las largas hierbas se inclinaban en oleadas anunciando la llegada <strong>de</strong> la<br />

tormenta. De pronto el aire trajo un silbido agudo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el sur y, al volverse,<br />

vieron que la hierba también se rizaba por ese lado.<br />

Tío Henry se levantó.<br />

—Em, viene un ciclón —dijo a su mujer—; voy a ocuparme <strong>de</strong>l ganado.<br />

Después corrió hacia los cobertizos don<strong>de</strong> tenían las vacas y los caballos.<br />

Tía Em <strong>de</strong>jó lo que estaba haciendo y fue hasta la puerta. Le bastó con mirar una<br />

sola vez el cielo para darse cuenta <strong>de</strong>l peligro que se acercaba.<br />

—¡Rápido, Dorothy! —gritó—. ¡Corre al sótano!<br />

Totó saltó <strong>de</strong> los brazos <strong>de</strong> Dorothy y se escondió <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la cama, y la niña<br />

corrió <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él. Tía Em, muy asustada, abrió la trampa <strong>de</strong>l suelo y bajó por la<br />

escalera al agujero pequeño y oscuro. Dorothy logró por fin atrapar a Totó, y<br />

empezó a caminar hacia don<strong>de</strong> había ido su tía. Al llegar al centro <strong>de</strong>l cuarto hubo<br />

un fuerte ruido y la casa se sacudió con tanta fuerza que Dorothy perdió el<br />

equilibrio y cayó sentada en el suelo.<br />

Entonces ocurrió algo extraño.<br />

La casa giró dos o tres veces sobre sí misma y se elevó lentamente en el aire.<br />

Dorothy se sintió como si anduviera en globo.<br />

Los vientos <strong>de</strong>l norte y <strong>de</strong>l sur chocaban en el sitio don<strong>de</strong> estaba la casa, haciendo<br />

<strong>de</strong> ella el centro exacto <strong>de</strong>l ciclón. En el centro <strong>de</strong> un ciclón el aire está por lo<br />

general en calma, pero la inmensa presión <strong>de</strong>l viento sobre cada una <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> la casa la fue alzando cada vez más hasta llevarla a la misma cima <strong>de</strong>l ciclón; y<br />

allí siguió mientras era arrastrada kilómetros y kilómetros, como quien lleva una<br />

pluma.


Estaba muy oscuro, y el viento lanzaba unos aullidos horribles, pero Dorothy se<br />

sentía bastante cómoda. Después <strong>de</strong> los primeros remolinos, y <strong>de</strong>l momento en que<br />

la casa se inclinó peligrosamente hacia un lado, sintió que la mecían con suavidad,<br />

como a un bebé en la cuna.<br />

A Totó no le gustaba. Corría <strong>de</strong> un lado a otro en el cuarto, ladrando con fuerza;<br />

pero Dorothy estaba sentada en el suelo, muy quieta, esperando a ver qué pasaba.<br />

En un momento Totó se acercó <strong>de</strong>masiado a la trampa abierta y cayó por ella. Al<br />

principio la niña pensó que lo había perdido, pero pronto vio que una <strong>de</strong> las orejas<br />

asomaba por el agujero, pues la presión <strong>de</strong>l aire era tan fuerte que no lo <strong>de</strong>jaba<br />

caer. Dorothy gateó hasta el agujero, sujetó a Totó por la oreja y lo arrastró <strong>de</strong><br />

vuelta a la habitación; luego cerró la trampa para que no hubiera más acci<strong>de</strong>ntes.<br />

Pasaron las horas y poco a poco Dorothy fue perdiendo el miedo. Pero se sentía<br />

muy sola, y el viento aullaba a su alre<strong>de</strong>dor con tanta fuerza que casi la ensor<strong>de</strong>cía.<br />

Al principio había pensado que, cuando cayera la casa, ella se haría pedazos, pero<br />

como pasaban las horas y no sucedía nada terrible, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> preocuparse y <strong>de</strong>cidió<br />

esperar con calma a ver qué le <strong>de</strong>paraba el futuro. Por fin se arrastró sobre el suelo<br />

movedizo, subió a la cama y se tendió en ella; y Totó la siguió y se tendió a su<br />

lado.<br />

A pesar <strong>de</strong> que la casa se movía y <strong>de</strong> que el viento rugía, Dorothy cerró los ojos y<br />

se quedó profundamente dormida.<br />

Capítulo 2<br />

La reunión con los munchkins<br />

La <strong>de</strong>spertó un golpe tan fuerte que, si no hubiera estado acostada en la cama<br />

blanda, se podría haber lastimado. Dorothy contuvo la respiración y se preguntó<br />

qué había pasado. Totó le apoyó en la cara la pequeña y fría nariz y gimió,<br />

asustado. Dorothy se incorporó y notó que la casa no se movía; tampoco estaba<br />

oscuro, pues el sol entraba por la ventana, inundando la pequeña habitación. Se<br />

levantó <strong>de</strong> un salto y, con Totó pegado a los talones, corrió a abrir la puerta.<br />

La niña lanzó un grito <strong>de</strong> asombro y miró alre<strong>de</strong>dor. Los ojos se le agrandaron al<br />

ver aquellas maravillosas imágenes.<br />

<strong>El</strong> ciclón había <strong>de</strong>positado la casa con mucha suavidad —para un ciclón— en el<br />

centro <strong>de</strong> un país <strong>de</strong> asombrosa belleza. Por todas partes había exquisitos retazos


<strong>de</strong> césped ver<strong>de</strong>, con majestuosos árboles cargados <strong>de</strong> apetitosos frutos. Había<br />

magníficos canteros <strong>de</strong> flores y pájaros <strong>de</strong> extraño y vistoso plumaje que cantaban<br />

y aleteaban en los árboles y en los matorrales. Un poco más lejos corría un arroyo<br />

entre el ver<strong>de</strong>, murmurando con una voz muy agradable para una niña que había<br />

vivido tanto tiempo entre secas y grises pra<strong>de</strong>ras.<br />

Mientras miraba asombrada el sorpren<strong>de</strong>nte y hermoso paisaje, notó que se le<br />

acercaba un grupo <strong>de</strong> personas, las personas más extrañas que había visto en su<br />

vida. No eran tan gran<strong>de</strong>s como las personas mayores que estaba acostumbrada a<br />

tratar, pero tampoco eran muy pequeñas. En realidad aparentaban el tamaño <strong>de</strong><br />

Dorothy, que era una niña crecida para su edad, aunque por su aspecto tenían<br />

muchos más años que ella.<br />

Eran tres hombres y una mujer, y todos iban vestidos <strong>de</strong> un modo raro. Llevaban<br />

sombreros redondos que terminaban en una punta afilada, treinta centímetros por<br />

encima <strong>de</strong> la cabeza, y <strong>de</strong> los bor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> esos sombreros colgaban unos cascabeles<br />

pequeños que, con cada movimiento, producían un dulce tintineo. Los sombreros<br />

<strong>de</strong> los hombres eran azules; el sombrero <strong>de</strong> la mujercita era blanco. <strong>El</strong>la llevaba,<br />

a<strong>de</strong>más, un vestido blanco que le caía en pliegues <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los hombros; ese vestido<br />

estaba salpicado <strong>de</strong> pequeñas estrellas que centelleaban al sol como diamantes.<br />

Los hombres estaban vestidos <strong>de</strong> azul en el mismo tono <strong>de</strong> los sombreros, y<br />

llevaban botas muy bien lustradas con rayas azules en las puntas. Los hombres,<br />

pensó Dorothy, <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> ser <strong>de</strong> la edad <strong>de</strong> tío Henry, pues dos <strong>de</strong> ellos lucían<br />

barba. Pero la mujercita era sin duda mucho más vieja: tenía el rostro cubierto <strong>de</strong><br />

arrugas, y su pelo era casi blanco y caminaba con cierta rigi<strong>de</strong>z.<br />

Al llegar cerca <strong>de</strong> la casa en cuya puerta esperaba Dorothy, esas personas se<br />

<strong>de</strong>tuvieron e intercambiaron unos susurros, como si temieran seguir avanzando.<br />

Pero la viejecita caminó hasta don<strong>de</strong> estaba Dorothy y se inclinó con una profunda<br />

reverencia.<br />

—Bienvenida, noble Hechicera —dijo con voz dulce—, al País <strong>de</strong> los Munchkins. Te<br />

agra<strong>de</strong>cemos mucho que hayas matado a la Bruja Mala <strong>de</strong>l Este, y que hayas<br />

liberado a nuestro pueblo.<br />

Dorothy escuchó esas palabras con sorpresa. ¿A qué se referiría esa mujercita al<br />

llamarla hechicera y <strong>de</strong>cirle que había matado a la Bruja Mala <strong>de</strong>l Este? Dorothy era<br />

una niña inocente e inofensiva, a quien un ciclón había llevado muy lejos; y nunca,<br />

en toda su vida, había matado una mosca.


Pero era evi<strong>de</strong>nte que la mujercita esperaba una respuesta.<br />

—Eres muy amable —dijo Dorothy con voz vacilante—, pero <strong>de</strong>be <strong>de</strong> haber algún<br />

error. Yo no he matado nada.<br />

—Bueno, lo hizo tu casa —respondió la viejecita con una carcajada—, y en el fondo<br />

es lo mismo. ¡Mira! —dijo, señalando la esquina <strong>de</strong> la casa—; allí están los dos pies,<br />

asomando todavía por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l tronco.<br />

Dorothy miró y lanzó un pequeño grito <strong>de</strong> terror. Efectivamente, por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la<br />

ma<strong>de</strong>ra que sostenía el peso <strong>de</strong> la casa, asomaban dos pies enfundados en zapatos<br />

<strong>de</strong> plata terminados en punta.<br />

—¡Dios mío! ¡Dios mío! —gritó Dorothy, apretándose las manos, aterrada—, la casa<br />

<strong>de</strong>be <strong>de</strong> haberle caído encima. ¿Qué po<strong>de</strong>mos hacer?<br />

—Nada po<strong>de</strong>mos hacer —dijo la mujercita con voz calma.<br />

—Pero ¿quién era? —preguntó Dorothy.<br />

—Era la Bruja Mala <strong>de</strong>l Este, como ya dije —respondió la viejecita—. Ha tenido a<br />

todos los munchkins en cautiverio durante muchos años, haciendo que la sirvieran<br />

como esclavos día y noche. Ahora todos son libres y te están agra<strong>de</strong>cidos por el<br />

favor.<br />

—¿Quiénes son los munchkins? —inquirió Dorothy.<br />

—Es la gente que vive en esta tierra <strong>de</strong>l Este, don<strong>de</strong> reinaba la Bruja Mala.<br />

—¿Tú eres una munchkin? —preguntó Dorothy.<br />

—No, pero soy amiga <strong>de</strong> ellos, aunque vivo en la tierra <strong>de</strong>l Norte. Cuando vieron<br />

que la Bruja <strong>de</strong>l Este estaba muerta, los munchkins me enviaron un veloz<br />

mensajero, y yo acudí enseguida. Soy la Bruja <strong>de</strong>l Norte.<br />

—¿De veras? —exclamó Dorothy—. ¿Eres una bruja <strong>de</strong> verdad?<br />

—Claro que sí —le respondió la mujercita—. Pero soy una bruja buena, y la gente<br />

me quiere. No soy tan po<strong>de</strong>rosa como la Bruja Mala que reinaba aquí; <strong>de</strong> lo<br />

contrario, yo misma habría liberado a este pueblo.


—Pero yo pensaba que todas las brujas eran malas —dijo la niña, que se sentía un<br />

poco asustada ante una bruja <strong>de</strong> verdad.<br />

—Ah, no; eso es un gran error. Hay sólo cuatro brujas en todo el País <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>, y dos<br />

<strong>de</strong> ellas, las que viven en el Norte y en el Sur, son brujas buenas. Sé que es<br />

verdad, porque yo soy una <strong>de</strong> ellas y no me puedo equivocar. Las que vivían en el<br />

Este y el Oeste eran verda<strong>de</strong>ramente malas, pero ahora que has matado a una,<br />

sólo queda una Bruja Mala en todo el País <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>: la que vive en el Oeste.<br />

—Pero —dijo Dorothy, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pensarlo un momento—, tía Em me ha dicho que<br />

todas las brujas murieron… hace muchos, muchos años.<br />

—¿Quién es tía Em? —quiso saber la viejecita.<br />

—Es mi tía, que vive en Kansas, el sitio <strong>de</strong> don<strong>de</strong> he venido.<br />

La Bruja <strong>de</strong>l Norte hizo como si pensara un momento, la cabeza la<strong>de</strong>ada y mirando<br />

el suelo. Luego alzó la mirada y dijo:<br />

—No sé dón<strong>de</strong> está Kansas, porque nunca he oído hablar <strong>de</strong> ese país. Dime, ¿es un<br />

país civilizado?<br />

—Claro que sí —respondió Dorothy.<br />

—Eso lo explica todo. Tengo entendido que no quedan brujas en los países<br />

civilizados; ni magos ni hechiceros. Pero el País <strong>de</strong> <strong>Oz</strong> nunca ha sido civilizado, pues<br />

estamos aislados <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong>l mundo. Por lo tanto hay todavía entre nosotros<br />

brujas y magos.<br />

—¿Quiénes son los magos? —preguntó Dorothy.<br />

—<strong>El</strong> propio <strong>Oz</strong> es el Gran <strong>Mago</strong> —respondió la Bruja en un susurro—. Es más<br />

po<strong>de</strong>roso que todos los <strong>de</strong>más juntos. Vive en la Ciudad Esmeralda.<br />

Dorothy iba a hacer otra pregunta, pero en ese instante los munchkins, que habían<br />

permanecido callados, lanzaron un potente grito y señalaron la esquina <strong>de</strong> la casa<br />

que había aplastado a la Bruja Mala.<br />

—¿Qué pasa? —preguntó la viejecita. Miró hacia la casa y se echó a reír. Los pies<br />

<strong>de</strong> la Bruja muerta habían <strong>de</strong>saparecido por completo, y sólo quedaban los zapatos<br />

<strong>de</strong> plata.


—Era tan vieja —explicó la Bruja <strong>de</strong>l Norte— que se secó rápidamente al sol. Ya no<br />

queda nada. Pero los zapatos son tuyos y podrás usarlos.<br />

Se inclinó y recogió los zapatos, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> sacudirlos para sacarles el polvo se<br />

los entregó a Dorothy.<br />

—La Bruja <strong>de</strong>l Este estaba orgullosa <strong>de</strong> esos zapatos <strong>de</strong> plata —dijo uno <strong>de</strong> los<br />

munchkins—, y hay en ellos un cierto po<strong>de</strong>r mágico, aunque nunca supimos en qué<br />

consistía.<br />

Dorothy llevó los zapatos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la casa y los puso sobre la mesa. Luego volvió<br />

afuera, junto a los munchkins, y dijo:<br />

—Estoy ansiosa por regresar junto a mi tía y a mi tío, porque seguramente se<br />

estarán preocupando. ¿Me podéis ayudar a encontrar el camino a Kansas?<br />

Los munchkins y la Bruja se miraron primero unos a otros, y <strong>de</strong>spués a Dorothy y<br />

finalmente sacudieron la cabeza.<br />

—Al este, no lejos <strong>de</strong> aquí —dijo uno—, hay un gran <strong>de</strong>sierto, y nadie alcanzaría a<br />

cruzarlo.<br />

—Lo mismo ocurre al sur —dijo otro—, pues yo he estado allí y lo he visto. <strong>El</strong> sur es<br />

el País <strong>de</strong> los Quadlings.<br />

—Me han dicho —intervino el tercer hombre— que lo mismo pasa en el oeste. Y ese<br />

país, don<strong>de</strong> viven los winkies, está gobernado por la Bruja Mala <strong>de</strong>l Oeste, que te<br />

convertiría en su esclava si pasaras por su tierra.<br />

—<strong>El</strong> norte es mi hogar —dijo la vieja—, y en su extremo aparece el mismo gran<br />

<strong>de</strong>sierto que ro<strong>de</strong>a este País <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>. Mucho me temo, querida, que tendrás que vivir<br />

con nosotros.<br />

Dorothy comenzó a sollozar; se sentía muy sola entre todas esas personas<br />

extrañas. Sus lágrimas parecieron ablandar también a los bonachones munchkins,<br />

que enseguida sacaron los pañuelos y rompieron a llorar. La viejecita, en cambio,<br />

se quitó el gorro y apoyó el pico en la punta <strong>de</strong> la nariz, haciendo equilibrio,<br />

mientras cantaba “uno, dos, tres” con voz solemne. De pronto el gorro se<br />

transformó en una pizarra, en la que se leía, escrito con tiza en gran<strong>de</strong>s caracteres:<br />

“QUE DOROTHY VAYA A LA CIUDAD ESMERALDA”


La viejecita sacó la pizarra <strong>de</strong> la nariz y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> leer las palabras escritas,<br />

preguntó:<br />

—¿Te llamas Dorothy, querida?<br />

—Sí —respondió la niña, alzando la mirada y secándose las lágrimas.<br />

—Entonces <strong>de</strong>bes ir a la Ciudad Esmeralda. <strong>Oz</strong> quizá pueda ayudarte.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> queda esa ciudad? —preguntó Dorothy.<br />

—Está exactamente en el centro <strong>de</strong>l país, y la gobierna <strong>Oz</strong>, el Gran <strong>Mago</strong> <strong>de</strong>l que te<br />

he hablado.<br />

—¿Es un hombre bueno? —quiso saber la niña, angustiada.<br />

—Es un buen mago. No puedo <strong>de</strong>cirte si es o no un hombre, pues nunca lo he visto.<br />

—¿Cómo puedo llegar a ese sitio? —preguntó Dorothy.<br />

—Debes caminar. Es un largo viaje, por un país a veces agradable y a veces oscuro<br />

y terrible. Sin embargo, yo usaré todas las artes mágicas que conozco para que<br />

nada te haga daño.<br />

—¿No irás conmigo? —suplicó la niña, que había empezado a ver en la Bruja su<br />

única amiga.<br />

—No, no lo puedo hacer —respondió la vieja—; pero te daré mi beso, y nadie<br />

lastimará a una persona que ha sido besada por la Bruja <strong>de</strong>l Norte.<br />

Se acercó a Dorothy y la besó con suavidad en la frente. Don<strong>de</strong> la tocaron los labios<br />

—Dorothy lo <strong>de</strong>scubrió más tar<strong>de</strong>— quedó una marca redonda y brillante.<br />

—<strong>El</strong> camino a la Ciudad Esmeralda está pavimentado con ladrillos amarillos —dijo la<br />

Bruja—, así que no podrás confundirte. Cuando llegues ante <strong>Oz</strong>, no temas, cuéntale<br />

tu historia y pí<strong>de</strong>le ayuda. Adiós, querida.<br />

Los tres munchkins le hicieron una profunda reverencia y le <strong>de</strong>searon un agradable<br />

viaje; luego se alejaron entre los árboles. La Bruja se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> Dorothy con una<br />

amistosa inclinación <strong>de</strong> cabeza, giró tres veces sobre el tacón izquierdo e<br />

instantáneamente <strong>de</strong>sapareció, ante la sorpresa <strong>de</strong>l pequeño Totó, que al no verla


más se puso a ladrar con fuerza; en su presencia ni siquiera se había atrevido a<br />

gruñir.<br />

Pero Dorothy, al saber que era una bruja, había esperado que <strong>de</strong>sapareciera <strong>de</strong> ese<br />

modo, y no se sorprendió.<br />

Capítulo 3<br />

Dorothy salva al Espantapájaros<br />

Al quedar sola, Dorothy comenzó a sentir hambre. Fue a la <strong>de</strong>spensa y cortó un<br />

trozo <strong>de</strong> pan que luego untó con manteca. Le dio una parte a Totó. Sacó un bal<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> un estante, lo llevó hasta el pequeño arroyo y lo llenó <strong>de</strong> agua transparente y<br />

cristalina. Totó corrió hasta los árboles y comenzó a ladrar a los pájaros. Dorothy lo<br />

fue a buscar y vio frutos tan <strong>de</strong>liciosos colgando <strong>de</strong> las ramas que recogió algunos,<br />

segura <strong>de</strong> que era precisamente eso lo que quería para completar el <strong>de</strong>sayuno.<br />

Luego regresó a la casa, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tomar ella y Totó unos buenos tragos <strong>de</strong><br />

agua fresca y transparente se empezó a preparar para el viaje a la Ciudad<br />

Esmeralda.<br />

Dorothy sólo tenía otro vestido, pero estaba limpio y colgado <strong>de</strong> una percha junto a<br />

la cama. Era <strong>de</strong> algodón a cuadros blancos y azules; y aunque el azul estaba un<br />

poco <strong>de</strong>svaído <strong>de</strong> tantos lavados, todavía era una buena prenda. La niña se lavó<br />

cuidadosamente, se puso el vestido limpio y se ató la cofia rosa a la cabeza. Buscó<br />

una pequeña cesta, la llenó <strong>de</strong> pan que sacó <strong>de</strong> la alacena y la cubrió con un<br />

mantel blanco. Luego se miró los pies y vio lo viejos y gastados que tenía los<br />

zapatos.<br />

—Seguramente no resistirán un largo viaje, Totó —dijo. Y Totó la miró a la cara con<br />

aquellos ojitos negros y movió la cola para <strong>de</strong>mostrarle que entendía.<br />

En ese momento Dorothy vio, sobre la mesa, los zapatos <strong>de</strong> plata que habían<br />

pertenecido a la Bruja Mala <strong>de</strong>l Este.<br />

—No sé si me servirán —le dijo a Totó—. Sin duda serían los zapatos más<br />

a<strong>de</strong>cuados para un largo viaje, pues no podrían gastarse.<br />

Se quitó los viejos zapatos <strong>de</strong> cuero y se probó los <strong>de</strong> plata, que le quedaron tan<br />

bien como si hubieran sido hechos especialmente para ella.<br />

Por último, recogió la cesta.


—Vamos, Totó —dijo—; viajaremos hasta la Ciudad Esmeralda y preguntaremos al<br />

gran <strong>Oz</strong> cómo po<strong>de</strong>mos volver a Kansas.<br />

Cerró la puerta con llave y guardó la llave en el bolsillo <strong>de</strong>l vestido. Y con Totó<br />

trotándole a los talones, inició el viaje.<br />

Había por allí cerca varios caminos, pero no tardó mucho en encontrar el que<br />

estaba pavimentado con ladrillos amarillos. Echó a andar enseguida hacia la Ciudad<br />

Esmeralda; los zapatos <strong>de</strong> plata tintineaban alegremente en el suelo duro. <strong>El</strong> sol<br />

brillaba y los pájaros cantaban y Dorothy no se sentía todo lo mal que uno pue<strong>de</strong><br />

suponer en una niña que ha sido repentinamente arrancada <strong>de</strong> su casa y<br />

<strong>de</strong>positada en el medio <strong>de</strong> un país extraño.<br />

Mientras caminaba se sorprendió <strong>de</strong> lo bello que era ese país. A los lados <strong>de</strong>l<br />

camino había unas cercas muy cuidadas, pintadas <strong>de</strong> un exquisito color azul, y<br />

<strong>de</strong>trás se extendían campos <strong>de</strong> trigo y hortalizas en asombrosa abundancia. Sin<br />

duda los munchkins eran buenos granjeros, capaces <strong>de</strong> producir gran<strong>de</strong>s cosechas.<br />

De vez en cuando pasaban por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> una casa, y la gente salía a mirarla y a<br />

inclinarse ante su paso, pues todos sabían que ella había matado a la Bruja Mala y<br />

los había liberado. Las casas <strong>de</strong> los munchkins eran muy raras: tenían forma<br />

redonda y terminaban en una enorme cúpula. Todas estaban pintadas <strong>de</strong> azul, pues<br />

en ese país <strong>de</strong>l Este el azul era el color favorito.<br />

Hacia el atar<strong>de</strong>cer, cuando Dorothy se sentía ya cansada <strong>de</strong> la larga caminata y<br />

empezaba a preguntarse dón<strong>de</strong> pasaría la noche, llegó a una casa más gran<strong>de</strong> que<br />

las <strong>de</strong>más. Delante <strong>de</strong> ella, en el césped ver<strong>de</strong>, había muchos hombres y mujeres<br />

bailando. Cinco pequeños violinistas tocaban lo más fuerte posible y la gente reía y<br />

cantaba; a un lado había una mesa gran<strong>de</strong> colmada <strong>de</strong> <strong>de</strong>liciosos frutos y pasteles<br />

y muchas otras cosas buenas para comer.<br />

Saludaron cariñosamente a Dorothy y la invitaron a cenar y a pasar la noche con<br />

ellos, pues era la casa <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los munchkins más ricos <strong>de</strong>l país y sus amigos se<br />

habían reunido con él para festejar su liberación <strong>de</strong> los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong> la Bruja Mala.<br />

Dorothy comió una abundante cena, en la que fue acompañada por el propio<br />

munchkin rico, que se llamaba Boq. Luego se sentó en un sofá y miró cómo<br />

bailaban los <strong>de</strong>más.<br />

Cuando Boq le vio los zapatos <strong>de</strong> plata, dijo: —Debes <strong>de</strong> ser una gran hechicera. —<br />

¿Por qué? —preguntó la niña.


—Porque llevas zapatos <strong>de</strong> plata y has matado a la Bruja Mala. A<strong>de</strong>más tienes color<br />

blanco en el vestido, y sólo las brujas y las hechiceras usan el color blanco.<br />

—Mi vestido tiene cuadros blancos y azules —dijo Dorothy, alisándose las arrugas.<br />

—Eres muy amable al usar esos colores —dijo Boq—. <strong>El</strong> azul es el color <strong>de</strong> los<br />

munchkins y el blanco es el color <strong>de</strong> las brujas; así sabemos que eres una bruja<br />

amistosa.<br />

Dorothy no sabía qué <strong>de</strong>cir, pues todos parecían creer que era una bruja, y ella<br />

sabía muy bien que sólo era una niña común que por obra <strong>de</strong> un ciclón había<br />

llegado a un país extraño.<br />

Cuando se cansó <strong>de</strong> mirar la danza, Boq la llevó <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la casa, don<strong>de</strong> le ofreció<br />

una habitación con una cama muy bonita. Las sábanas eran <strong>de</strong> tela azul, y Dorothy<br />

durmió profundamente en ellas hasta la mañana, con Totó acurrucado en la<br />

alfombra azul, a su lado.<br />

Tomó un abundante <strong>de</strong>sayuno y miró cómo un bebé munchkin jugaba con Totó y le<br />

tiraba <strong>de</strong> la cola y cacareaba y reía <strong>de</strong> un modo muy divertido. Totó era una<br />

verda<strong>de</strong>ra curiosidad para todos, ya que nunca habían visto un perro.<br />

—¿Cuánto falta para la Ciudad Esmeralda? —preguntó la niña.<br />

—No lo sé —respondió Boq, con voz grave—, porque nunca he estado allí. No es<br />

conveniente acercarse a <strong>Oz</strong> si no es por cuestión <strong>de</strong> negocios. Pero hay una gran<br />

distancia hasta la Ciudad Esmeralda, y tardarás muchos días en recorrerla. Esta<br />

zona es rica y agradable, pero tendrás que atravesar sitios difíciles y peligrosos<br />

antes <strong>de</strong> finalizar el viaje.<br />

Eso preocupó un poco a Dorothy, pero como sabía que sólo el gran <strong>Oz</strong> la podía<br />

ayudar a regresar a Kansas, <strong>de</strong>cidió valientemente seguir a<strong>de</strong>lante.<br />

Dijo adiós a sus amigos y echó otra vez a andar por el camino <strong>de</strong> ladrillos amarillos.<br />

Después <strong>de</strong> caminar varios kilómetros pensó que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>scansar; trepó a la cerca<br />

que bor<strong>de</strong>aba el camino y se sentó. Detrás <strong>de</strong> la cerca había un inmenso maizal, y<br />

a poca distancia vio un Espantapájaros colocado en lo alto <strong>de</strong> una vara para que los<br />

pájaros no se comieran el maíz maduro.<br />

Dorothy apoyó la barbilla en la mano y, pensativa, miró al Espantapájaros. La<br />

cabeza <strong>de</strong>l Espantapájaros era una bolsa rellena <strong>de</strong> paja, sobre la que habían


pintado ojos, nariz y boca para representar una cara. En esa cabeza habían puesto<br />

un viejo sombrero puntiagudo que había pertenecido a algún munchkin y el resto<br />

<strong>de</strong> la figura era un traje azul, gastado y <strong>de</strong>steñido, también relleno <strong>de</strong> paja. En los<br />

pies tenía botas viejas con punta azul, como las que usaban todos los hombres <strong>de</strong><br />

ese país, y la figura asomaba por encima <strong>de</strong> los tallos <strong>de</strong>l maíz, sostenida por la<br />

vara que tenía clavada en la espalda.<br />

Mientras Dorothy miraba con atención la extraña cara pintada, se sorprendió al ver<br />

que el Espantapájaros le guiñaba lentamente un ojo. Al principio pensó que tenía<br />

que estar equivocada, pues en Kansas los espantapájaros nunca guiñan los ojos;<br />

pero luego la figura la saludó inclinando amistosamente la cabeza. Dorothy bajó <strong>de</strong><br />

la cerca y caminó hacia él, mientras Totó corría alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la vara y ladraba.<br />

—Buenos días —dijo el Espantapájaros, con voz un poco ronca.<br />

—¿Has dicho algo? —preguntó la niña, sorprendida. —Claro que sí —respondió el<br />

Espantapájaros—. ¿Cómo estás?<br />

—Yo muy bien, gracias —respondió Dorothy, amablemente—. ¿Cómo estás tú?<br />

—Yo no me siento bien —dijo el Espantapájaros, con una sonrisa—, porque es muy<br />

aburrido estar clavado aquí arriba día y noche para espantar los pájaros.<br />

—¿No pue<strong>de</strong>s bajar? —preguntó Dorothy.<br />

—No, porque tengo este palo clavado en la espalda. Si por favor me lo sacas, te<br />

estaré inmensamente agra<strong>de</strong>cido.<br />

Dorothy levantó los dos brazos y alzó la figura sacándola <strong>de</strong>l palo, pues como<br />

estaba rellena con paja era muy liviana.<br />

—Muchas gracias —dijo el Espantapájaros cuando tocó el suelo con los pies—. Me<br />

siento un hombre nuevo.<br />

Dorothy estaba intrigada. Era muy extraño oír y ver a un hombre relleno <strong>de</strong> paja<br />

inclinando la cabeza y caminando a su lado.<br />

—¿Quién eres? —preguntó el Espantapájaros, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> bostezar y<br />

<strong>de</strong>sperezarse—, ¿y adón<strong>de</strong> vas?


—Me llamo Dorothy —dijo la niña—, y voy a la Ciudad Esmeralda, a pedir al gran<br />

<strong>Oz</strong> que me man<strong>de</strong> <strong>de</strong> vuelta a Kansas.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está la Ciudad Esmeralda? —preguntó el Espantapájaros—; y ¿quién es<br />

<strong>Oz</strong>?<br />

—¡Cómo! ¿No lo sabes? —dijo Dorothy, sorprendida.<br />

—No, <strong>de</strong> veras no lo sé; no sé nada. Como ves, estoy relleno <strong>de</strong> paja, así que no<br />

tengo cerebro —respondió con tristeza el Espantapájaros.<br />

—Ah —dijo Dorothy—. Lo siento mucho.<br />

—¿Crees —preguntó el Espantapájaros— que si yo fuera contigo a la Ciudad<br />

Esmeralda el gran <strong>Oz</strong> me daría un cerebro?<br />

—No te lo puedo asegurar —dijo la niña—, pero me pue<strong>de</strong>s acompañar si quieres.<br />

Aunque <strong>Oz</strong> no te dé un cerebro, no estarás peor que ahora.<br />

—Es verdad —dijo el Espantapájaros—. Sabes —prosiguió en tono confi<strong>de</strong>ncial—,<br />

no me importa tener las piernas y los brazos y el cuerpo rellenos, porque así no me<br />

lastimo. Si alguien me pisa los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> un pie o me clava un alfiler, no importa,<br />

porque no lo siento. Pero no quiero que la gente me llame tonto, y si en mi cabeza<br />

sigue habiendo paja en vez <strong>de</strong> cerebro, ¿cómo voy a po<strong>de</strong>r apren<strong>de</strong>r cosas?<br />

—Sé muy bien cómo te sientes —dijo la niña, que estaba <strong>de</strong> veras apenada—. Si<br />

vienes conmigo le pediré a <strong>Oz</strong> que haga todo lo posible por ti.<br />

—Gracias —respondió el Espantapájaros.<br />

Volvieron hacia el camino, y Dorothy lo ayudó a pasar por encima <strong>de</strong> la cerca, y<br />

echaron a andar por los ladrillos amarillos hacia la Ciudad Esmeralda.<br />

Al principio a Totó no le gustó el nuevo miembro <strong>de</strong> la expedición. Olfateaba<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong> paja como si sospechara que podía albergar un nido <strong>de</strong><br />

ratas, y a menudo le gruñía <strong>de</strong> un modo nada amistoso.<br />

—No te preocupes por Totó —le dijo Dorothy al nuevo amigo—. Nunca muer<strong>de</strong>.


—Ah, no tengo miedo —respondió el Espantapájaros—; no me pue<strong>de</strong> hacer daño en<br />

la paja. Déjame llevar la cesta porque no me canso. Te diré un secreto —prosiguió,<br />

mientras caminaban—. Sólo hay una cosa en el mundo que yo temo.<br />

—¿Qué es? —preguntó Dorothy—. ¿<strong>El</strong> granjero munchkin que te hizo?<br />

—No —respondió el Espantapájaros—, un fósforo encendido.<br />

Capítulo 4<br />

<strong>El</strong> camino en el bosque<br />

Después <strong>de</strong> unas pocas horas el sen<strong>de</strong>ro se empezó a volver escabroso, y resultaba<br />

tan difícil caminar que el Espantapájaros tropezaba a menudo en los ladrillos<br />

amarillos, que estaban puestos <strong>de</strong> modo muy irregular. A veces simplemente<br />

faltaban o estaban rotos, y en su sitio había agujeros sobre los que Totó saltaba y<br />

que Dorothy esquivaba. En cuanto al Espantapájaros, como no tenía cerebro<br />

caminaba en línea recta y pisaba los agujeros y caía cuan largo era sobre los duros<br />

ladrillos. Sin embargo, nunca se lastimaba, y Dorothy lo ayudaba a levantarse<br />

mientras el Espantapájaros se reía alegremente <strong>de</strong> su propia torpeza.<br />

Las granjas no estaban tan cuidadas como las que quedaban atrás. Había menos<br />

casas y menos árboles frutales, y cuanto más avanzaban más triste y solitario se<br />

volvía el paisaje.<br />

Al mediodía se sentaron en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l camino, cerca <strong>de</strong> un pequeño arroyo, y<br />

Dorothy abrió la cesta y sacó un poco <strong>de</strong> pan. Ofreció un pedazo al Espantapájaros,<br />

que no lo aceptó.<br />

—Nunca tengo hambre —dijo—, lo cual es una gran ventaja, porque mi boca sólo<br />

está pintada. Si tuviera que hacerle un agujero para comer, por ahí saldría la paja<br />

con la cual estoy relleno, y eso arruinaría la forma <strong>de</strong> mi cabeza.<br />

Dorothy entendió instantáneamente que eso era cierto. Asintió y siguió comiendo el<br />

pan.<br />

—Cuéntame algo <strong>de</strong> ti, y <strong>de</strong>l país <strong>de</strong> don<strong>de</strong> vienes —dijo el Espantapájaros, cuando<br />

ella terminó <strong>de</strong> comer. Dorothy entonces le habló <strong>de</strong> Kansas, y <strong>de</strong> lo gris que era<br />

allí todo, y cómo el ciclón la había llevado a ese extraño País <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros la escuchó con atención y <strong>de</strong>spués dijo:


—No entiendo por qué quieres irte <strong>de</strong> este hermoso país y volver al sitio seco y gris<br />

que llamas Kansas.<br />

—No lo entien<strong>de</strong>s porque no tienes cerebro —respondió la niña—. Por muy tristes y<br />

grises que sean nuestras casas, nosotros, las personas <strong>de</strong> carne y hueso,<br />

preferimos vivir allí antes que en otro país, por muy hermoso que sea. No hay<br />

ningún sitio como el hogar <strong>de</strong> uno.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros suspiró.<br />

—Claro que no lo puedo enten<strong>de</strong>r —dijo—. Si vuestras cabezas estuvieran llenas <strong>de</strong><br />

paja, como la mía, tal vez viviríais en sitios hermosos, y no quedaría nadie en<br />

Kansas. Para Kansas es una suerte que tengáis cerebro.<br />

—¿Por qué no me cuentas una historia mientras <strong>de</strong>scansamos? —le pidió la niña.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros la miró arrugando el entrecejo y respondió:<br />

—Mi vida ha sido tan corta que en realidad no sé nada. Me fabricaron hace sólo dos<br />

días. Lo que sucedió en el mundo hasta ese momento lo <strong>de</strong>sconozco. Por fortuna,<br />

cuando el granjero me hizo la cabeza, una <strong>de</strong> las primeras cosas <strong>de</strong> las que se<br />

ocupó fue <strong>de</strong> pintarme las orejas, así que oí todo lo que pasaba. Estaba con él otro<br />

munchkin, y lo primero que oí fue la voz <strong>de</strong>l granjero diciendo:<br />

”—¿Qué te parecen estas orejas?<br />

”—No son rectas —respondió el otro.<br />

”—No importa —dijo el granjero—. Igualmente son orejas. —Lo cual era verdad.<br />

”—Ahora le haré los ojos —dijo el granjero. Y me pintó el ojo <strong>de</strong>recho, y en cuanto<br />

estuvo terminado <strong>de</strong>scubrí que yo miraba al granjero y todo lo que había alre<strong>de</strong>dor<br />

con gran curiosidad, porque ésa era mi primera imagen <strong>de</strong>l mundo.<br />

”—Un ojo bastante bonito —comentó el munchkin que miraba al granjero—. La<br />

pintura azul es la más a<strong>de</strong>cuada para los ojos.<br />

”—Me parece que el otro lo voy a hacer un poco más gran<strong>de</strong> —dijo el granjero; y<br />

cuando estuvo terminado el segundo ojo vi mucho mejor que antes. Luego me hizo<br />

la nariz y la boca.


”Pero no hablé porque en ese momento no sabía para qué servía la boca. Me divertí<br />

viendo cómo me hacían el cuerpo y los brazos y las piernas y, cuando al fin me<br />

colocaron la cabeza, me sentí muy orgulloso, porque pensé que era un hombre tan<br />

bueno como cualquiera.<br />

”—Este sujeto espantará muy rápido a los pájaros —dijo el granjero—. Parece un<br />

hombre.<br />

”—Pero si es un hombre —dijo el otro, y yo estuve totalmente <strong>de</strong> acuerdo. <strong>El</strong><br />

granjero me llevó bajo el brazo hasta el maizal y me clavó en la punta <strong>de</strong> un palo<br />

alto, don<strong>de</strong> me encontraste. <strong>El</strong> granjero y su amigo pronto se fueron, <strong>de</strong>jándome<br />

solo.<br />

”No me gustó que me abandonasen <strong>de</strong> esa manera, y traté <strong>de</strong> seguirlos, pero no<br />

podía tocar el suelo con los pies y me vi forzado a quedarme en el palo. Era una<br />

vida solitaria, porque no tenía nada en qué pensar, al haber sido creado hacía tan<br />

poco tiempo. Muchos cuervos y otros pájaros iban a posarse al maizal, pero en<br />

cuanto me veían se volvían a ir, pensando que yo era un munchkin; eso me<br />

agradaba, y me hacía sentir una persona importante. Un cuervo voló durante un<br />

rato a mi alre<strong>de</strong>dor y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> examinarme con atención, se me posó en un<br />

hombro y dijo:<br />

”—No sé si ese granjero habrá pensado que me iba a engañar <strong>de</strong> una manera tan<br />

burda. Cualquier cuervo con un poco <strong>de</strong> sentido común se daría cuenta <strong>de</strong> que sólo<br />

estás rellenado con paja.<br />

”Luego saltó a mis pies y comió todo el maíz que quiso. Los otros pájaros, al ver<br />

que yo no le hacía daño, vinieron también a comer maíz, y en un instante me vi<br />

ro<strong>de</strong>ado por una gran bandada.<br />

”Eso me entristeció, porque me <strong>de</strong>mostraba que, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, yo no era tan<br />

buen espantapájaros; pero el viejo cuervo me consoló diciendo: “Si tuvieras<br />

cerebro en la cabeza, serías tan buen hombre como cualquiera, y mejor que<br />

algunos. <strong>El</strong> cerebro es la única cosa que vale la pena tener en este mundo, sea uno<br />

cuervo u hombre”.<br />

”Cuando se fueron los cuervos pensé <strong>de</strong>tenidamente en el asunto, y <strong>de</strong>cidí hacer<br />

todos los esfuerzos necesarios para conseguir un cerebro. Por fortuna apareciste tú<br />

y me sacaste <strong>de</strong> la estaca, y por lo que dices estoy seguro <strong>de</strong> que el gran <strong>Oz</strong> me<br />

dará un cerebro en cuanto lleguemos a la Ciudad Esmeralda.


—Eso espero —dijo Dorothy con fervor—. Pareces tan ansioso.<br />

—Sí, estoy ansioso —respondió el Espantapájaros—. Es tan incómoda la sensación<br />

<strong>de</strong> saber que uno es tonto. —Bueno —dijo la niña—, en marcha. Y entregó la cesta<br />

al Espantapájaros.<br />

Ahora no había cercas a los lados <strong>de</strong>l camino, y la tierra estaba totalmente<br />

<strong>de</strong>scuidada. Hacia el anochecer llegaron a un gran bosque, don<strong>de</strong> los árboles eran<br />

tan altos y apretados que las ramas se tocaban por encima <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong> ladrillos<br />

amarillos. Bajo esos árboles apenas había luz, pues las ramas casi ocultaban el sol;<br />

pero los viajeros no se <strong>de</strong>tuvieron y se internaron en el bosque.<br />

—Si este camino entra en el bosque, en algún momento <strong>de</strong>be salir —dijo el<br />

Espantapájaros—, y como la Ciudad Esmeralda está en el otro extremo, <strong>de</strong>bemos<br />

seguirlo.<br />

—Eso lo sabe cualquiera —dijo Dorothy.<br />

—Sí, claro; por algo lo sé yo —respondió el Espantapájaros—. Si para darme cuenta<br />

necesitara un cerebro, nunca lo habría mencionado.<br />

Al cabo <strong>de</strong> una hora se fue la luz, y se encontraron tropezando en la oscuridad.<br />

Dorothy no veía nada, pero Totó sí, porque algunos perros ven bien en la<br />

oscuridad; y el Espantapájaros <strong>de</strong>claró que veía tan bien como <strong>de</strong> día. Dorothy,<br />

entonces, lo tomó <strong>de</strong>l brazo y pudo caminar bastante bien.<br />

—Si ves una casa o cualquier sitio don<strong>de</strong> podamos pasar la noche —dijo—, <strong>de</strong>bes<br />

anunciármelo, pues es muy incómodo caminar en la oscuridad.<br />

Un momento más tar<strong>de</strong> el Espantapájaros se <strong>de</strong>tuvo.<br />

—Veo una casita a nuestra <strong>de</strong>recha —dijo—, hecha con troncos y ramas. ¿Entramos<br />

en ella?<br />

—Sí, por supuesto —respondió la niña—. Estoy muy cansada.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros la guió entre los árboles hasta que llegaron a la casita, y Dorothy<br />

entró y encontró una cama <strong>de</strong> hojas secas en un rincón. Se acostó enseguida, y con<br />

Totó a su lado pronto se quedó profundamente dormida. <strong>El</strong> Espantapájaros, que<br />

nunca se cansaba, se quedó en otro rincón y esperó pacientemente a que llegara la<br />

mañana.


Capítulo 5<br />

<strong>El</strong> rescate <strong>de</strong>l Leñador <strong>de</strong> Hojalata<br />

Cuando Dorothy <strong>de</strong>spertó el sol brillaba entre los árboles y Totó hacía rato que<br />

había salido a perseguir pájaros y ardillas. Dorothy se levantó y miró a su<br />

alre<strong>de</strong>dor. Allí estaba el Espantapájaros, esperando todavía pacientemente en el<br />

rincón.<br />

—Tenemos que ir a buscar agua —dijo la niña.<br />

—¿Para qué quieres el agua? —preguntó el Espantapájaros.<br />

—Para lavarme la cara <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber andado entre el polvo <strong>de</strong>l camino, y para<br />

beber, así el pan no se me pega a la garganta.<br />

—Debe <strong>de</strong> ser incómodo estar hecho <strong>de</strong> carne y hueso —dijo el Espantapájaros,<br />

pensativo—, porque entonces uno tiene que dormir y comer. Sin embargo, vosotros<br />

tenéis cerebro, y poco importan las incomodida<strong>de</strong>s si uno pue<strong>de</strong> pensar<br />

a<strong>de</strong>cuadamente.<br />

Salieron <strong>de</strong> la casita y caminaron entre los árboles hasta que encontraron una<br />

pequeña fuente <strong>de</strong> agua transparente, don<strong>de</strong> Dorothy bebió y se lavó y <strong>de</strong>sayunó.<br />

Vio que no quedaba mucho pan en la cesta, y se alegró <strong>de</strong> que el Espantapájaros<br />

no tuviera que comer, pues lo que había apenas les alcanzaría a ella y a Totó para<br />

el resto <strong>de</strong>l día.<br />

Al terminar <strong>de</strong> comer, y cuando iba a regresar al camino <strong>de</strong> ladrillos amarillos, se<br />

sobresaltó al oír un gemido ronco.<br />

—¿Qué ha sido eso? —preguntó con timi<strong>de</strong>z.<br />

—No tengo la menor i<strong>de</strong>a —respondió el Espantapájaros—, pero po<strong>de</strong>mos ir a ver.<br />

En ese momento oyeron otro gemido; aparentemente venía <strong>de</strong> atrás. Dieron media<br />

vuelta y caminaron por el bosque unos pocos pasos, hasta que Dorothy <strong>de</strong>scubrió<br />

algo que brillaba, reflejando un rayo <strong>de</strong> sol que caía entre los árboles. Corrió hacia<br />

ese sitio, y <strong>de</strong> pronto se <strong>de</strong>tuvo, lanzando un grito <strong>de</strong> sorpresa.<br />

<strong>El</strong> tronco <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> aquellos gran<strong>de</strong>s árboles había sido parcialmente cortado, y a<br />

su lado, <strong>de</strong> pie, blandiendo un hacha, había un hombre hecho totalmente <strong>de</strong>


hojalata. Tenía la cabeza, los brazos y las piernas unidos al cuerpo, pero parecía<br />

completamente inmóvil, como si no pudiera hacer el menor movimiento.<br />

Dorothy lo miró asombrada, lo mismo que el Espantapájaros, mientras Totó ladraba<br />

furioso y le mordía una pierna <strong>de</strong> hojalata, lastimándose los dientes.<br />

—¿Has gemido? —preguntó Dorothy.<br />

—Sí —respondió el hombre <strong>de</strong> lata—, he gemido. Hace más <strong>de</strong> un año que gimo, y<br />

hasta ahora nadie me había oído ni acudido a socorrerme.<br />

—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó la niña, con dulzura, muy conmovida por la<br />

voz triste <strong>de</strong>l hombre.<br />

—Trae una aceitera y acéitame las articulaciones —respondió el hombre—. Están<br />

tan oxidadas que no puedo hacer el menor movimiento; si estuviera bien engrasado<br />

pronto me podría mover como antes. Encontrarás una aceitera en un estante <strong>de</strong> mi<br />

casa.<br />

Dorothy corrió enseguida a la casa, encontró la aceitera y volvió. Preocupada,<br />

preguntó:<br />

—¿Dón<strong>de</strong> tienes las articulaciones?<br />

—Acéitame primero el cuello —respondió el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

Dorothy obe<strong>de</strong>ció, y como estaba tan oxidada, el Espantapájaros sostuvo la cabeza<br />

<strong>de</strong> lata y la movió con suavidad <strong>de</strong> un lado a otro hasta que funcionó con total<br />

soltura y el hombre la pudo mover sin ayuda.<br />

—Ahora acéitame las articulaciones <strong>de</strong> los brazos —dijo. Y Dorothy se las aceitó y el<br />

Espantapájaros se los dobló con cuidado hasta que se libraron <strong>de</strong>l óxido y quedaron<br />

como nuevos.<br />

<strong>El</strong> Leñador <strong>de</strong> Hojalata lanzó un suspiro <strong>de</strong> satisfacción, bajó el hacha y la apoyó<br />

contra el árbol.<br />

—Es un gran alivio —dijo—. He estado sosteniendo esa hacha en el aire <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

me oxidé, y me alegro <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r apoyarla al fin. Ahora, si me aceitas las<br />

articulaciones <strong>de</strong> las piernas, volveré a ser el <strong>de</strong> antes.


Le aceitaron las piernas hasta que las pudo mover con libertad; el Leñador <strong>de</strong><br />

Hojalata les agra<strong>de</strong>ció varias veces que lo hubieran liberado. Parecía una criatura<br />

muy amable.<br />

—Podría haberme quedado aquí para siempre si vosotros no hubierais pasado por<br />

este sitio —dijo—, así que sin duda me habéis salvado la vida. ¿Cómo llegasteis<br />

aquí?<br />

—Vamos hacia la Ciudad Esmeralda, a ver al gran <strong>Oz</strong> —respondió la niña—, y nos<br />

<strong>de</strong>tuvimos en tu casita a pasar la noche.<br />

—¿Para qué queréis ver a <strong>Oz</strong>? —preguntó.<br />

—Yo quiero que me envíe <strong>de</strong> vuelta a Kansas; y el Espantapájaros quiere que le<br />

ponga un cerebro <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la cabeza —respondió Dorothy.<br />

Durante un momento el Leñador <strong>de</strong> Hojalata pareció muy pensativo. Luego dijo:<br />

—¿Creéis que <strong>Oz</strong> me daría un corazón?<br />

—Sí, supongo que sí —respondió Dorothy—; sería tan fácil como dar un cerebro al<br />

Espantapájaros.<br />

—Es cierto —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata—. Entonces, si puedo acompañaros, iré<br />

también a la Ciudad Esmeralda a pedir ayuda a <strong>Oz</strong>.<br />

—A<strong>de</strong>lante —dijo el Espantapájaros, con la mayor cordialidad; y Dorothy agregó<br />

que le agradaría contar con su compañía. Entonces el Leñador <strong>de</strong> Hojalata se puso<br />

el hacha al hombro y atravesaron el bosque hasta llegar al camino pavimentado<br />

con ladrillos amarillos.<br />

<strong>El</strong> Leñador <strong>de</strong> Hojalata había pedido a Dorothy que pusiera la aceitera en la cesta.<br />

—Porque —explicó— si me sorprendiera la lluvia y volviera a oxidarme la<br />

necesitaría.<br />

La aparición <strong>de</strong> ese nuevo compañero significó para ellos una gran suerte, pues al<br />

reanudar el viaje llegaron a un sitio don<strong>de</strong> los árboles y las ramas eran tan <strong>de</strong>nsos<br />

sobre el camino que los viajeros no podían pasar. Pero el Leñador <strong>de</strong> Hojalata se<br />

puso a trabajar con el hacha y cortó tan bien todo que pronto abrió paso al grupo.


Dorothy iba tan pensativa mientras caminaban que no se dio cuenta cuando el<br />

Espantapájaros tropezó en un agujero y rodó hacia el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l camino. La verdad<br />

es que se vio obligado a llamarla para que lo ayudase a levantarse.<br />

—¿Por qué no bor<strong>de</strong>aste el agujero? —preguntó el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—No sé todas las cosas que hay que saber —respondió contento el<br />

Espantapájaros—. Tengo la cabeza rellena <strong>de</strong> paja, sabes, y por eso voy a pedir a<br />

<strong>Oz</strong> que me dé un cerebro.<br />

—Ah, ya entiendo —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata—. Pero, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, el cerebro<br />

no es la mejor cosa <strong>de</strong>l mundo.<br />

—¿Tú tienes? —quiso saber el Espantapájaros.<br />

—No, mi cabeza es hueca —respondió el Leñador—, pero tuve una vez cerebro, y<br />

también corazón. Después <strong>de</strong> haber probado las dos cosas, <strong>de</strong>searía mucho más<br />

tener corazón.<br />

—¿Y por qué? —le preguntó el Espantapájaros.<br />

—Te contaré mi historia, y entonces compren<strong>de</strong>rás.<br />

Y mientras caminaban por el bosque el Leñador <strong>de</strong> Hojalata contó esta historia:<br />

—Soy hijo <strong>de</strong> un leñador que cortaba árboles en el bosque y que vivía <strong>de</strong> la venta<br />

<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Cuando crecí también yo me hice leñador, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong><br />

mi padre me hice cargo <strong>de</strong> mi anciana madre mientras vivió. Entonces <strong>de</strong>cidí que<br />

en vez <strong>de</strong> vivir solo me casaría, para no sufrir la soledad.<br />

”Había una muchacha munchkin tan bonita que pronto me enamoré perdidamente<br />

<strong>de</strong> ella. La muchacha, por su parte, prometió que se casaría conmigo cuando yo<br />

ganara dinero suficiente para construir una casa mejor, así que me puse a trabajar<br />

más que nunca. Pero la muchacha vivía con una vieja que no quería que ella se<br />

casara con nadie; era tan perezosa que quería que la muchacha se quedara con ella<br />

para cocinarle y hacer todas las tareas <strong>de</strong> la casa. La vieja, entonces, acudió a la<br />

Bruja Mala <strong>de</strong>l Este y le prometió dos ovejas y una vaca si impedía el casamiento.<br />

La Bruja Mala, por ese motivo, me encantó el hacha, y un día, mientras cortaba<br />

árboles con el mayor entusiasmo, ansioso por tener casa nueva y esposa lo antes<br />

posible, el hacha me resbaló <strong>de</strong> las manos y me cortó la pierna izquierda.


”Al principio vi eso como una gran <strong>de</strong>sgracia, porque sabía que para un hombre con<br />

una sola pierna no era nada fácil cortar árboles. Fui entonces a un hojalatero y le<br />

pedí que me hiciera una pierna <strong>de</strong> lata. La pierna funcionó muy bien <strong>de</strong>spués que<br />

me acostumbré a ella, pero ese hecho enfureció a la Bruja Mala <strong>de</strong>l Este, que había<br />

prometido a la vieja que yo no me casaría con la hermosa muchacha munchkin.<br />

Mientras estaba otra vez trabajando, el hacha se me resbaló y me cortó la pierna<br />

<strong>de</strong>recha. Volví <strong>de</strong> nuevo al hojalatero, y <strong>de</strong> nuevo me hizo una pierna <strong>de</strong> lata.<br />

Después el hacha encantada me cortó un brazo y luego el otro; pero, sin<br />

<strong>de</strong>sanimarme, los reemplacé por brazos <strong>de</strong> lata. La Bruja Mala hizo entonces que el<br />

hacha resbalara y me cortara la cabeza, y al principio pensé que eso era el fin. Pero<br />

en ese momento pasaba por allí el hojalatero y me hizo una nueva cabeza <strong>de</strong> lata.<br />

”Pensé entonces que había vencido a la Bruja Mala, y trabajé con más ahínco que<br />

nunca; pero no sabía hasta qué grado <strong>de</strong> crueldad podía llegar mi enemiga. La<br />

Bruja i<strong>de</strong>ó una nueva manera <strong>de</strong> matar mi amor por la hermosa dama munchkin e<br />

hizo que el hacha se me volviera a escapar <strong>de</strong> las manos y me cortase el cuerpo en<br />

dos. Acudió otra vez en mi ayuda el hojalatero, que me hizo un cuerpo <strong>de</strong> lata y le<br />

unió los brazos y las piernas mediante articulaciones para que pudiera moverme<br />

como siempre. Pero como no tenía corazón perdí todo el amor que sentía por la<br />

muchacha munchkin, y <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> importarme la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> casarme con ella. Supongo<br />

que todavía estará viviendo con la vieja, esperando que yo la vaya a buscar.<br />

”Mi cuerpo brillaba tanto al sol que me sentía muy orgulloso <strong>de</strong> él, y ahora no me<br />

importaba que el hacha me resbalase, porque no me podía cortar. Existía un solo<br />

peligro: que se me oxidaran las articulaciones. Pero tenía una aceitera en la casita<br />

y me aceitaba cuando lo necesitaba. Sin embargo, llegó un día en que me olvidé <strong>de</strong><br />

hacerlo, sin pensar en el peligro que eso representaba y, sorprendido por una<br />

fuerte tormenta en el bosque, me oxidé, y allí quedé, inmóvil, hasta que llegasteis<br />

vosotros a socorrerme. Fue una experiencia terrible, pero durante el año que pasé<br />

allí tuve tiempo para pensar que la pérdida que más sentía era la <strong>de</strong>l corazón.<br />

Mientras estuve enamorado fui el hombre más feliz <strong>de</strong> la tierra; pero como es<br />

imposible amar sin corazón, estoy <strong>de</strong>cidido a pedirle a <strong>Oz</strong> que me dé uno. Si me lo<br />

da, volveré junto a la dama munchkin y me casaré.<br />

Dorothy y el Espantapájaros habían escuchado con gran interés la historia <strong>de</strong>l<br />

Leñador <strong>de</strong> Hojalata, y ahora sabían por qué <strong>de</strong>seaba tanto conseguir un nuevo<br />

corazón.


—Yo, <strong>de</strong> todos modos —dijo el Espantapájaros—, pediré un cerebro y no un<br />

corazón, pues un tonto no sabría qué hacer con un corazón, si lo tuviera.<br />

—Yo me quedo con el corazón —respondió el Leñador <strong>de</strong> Hojalata, pues el cerebro<br />

no da felicidad, y la felicidad es la mejor cosa <strong>de</strong>l mundo.<br />

Dorothy no dijo nada; le intrigaba saber cuál <strong>de</strong> los dos amigos tenía razón, y<br />

<strong>de</strong>cidió que, si podía volver a Kansas junto a tía Em, le daría lo mismo que el<br />

Espantapájaros no tuviera cerebro y el Leñador no tuviera corazón, o que cada cual<br />

tuviera lo que quisiera.<br />

Lo que más le preocupaba era que el pan casi se había acabado, y que con otra<br />

comida ella y Totó vaciarían la cesta. Claro que ni el Leñador ni el Espantapájaros<br />

comían, pero ella no estaba hecha <strong>de</strong> lata ni <strong>de</strong> paja, y no podía vivir sin<br />

alimentarse.<br />

Capítulo 6<br />

<strong>El</strong> León Cobar<strong>de</strong><br />

Todo ese tiempo Dorothy y sus compañeros habían caminado por el espeso bosque.<br />

<strong>El</strong> camino seguía estando pavimentado con ladrillos amarillos, pero ahora sobre<br />

esos ladrillos había muchas ramas secas y hojas muertas, y no resultaba nada fácil<br />

caminar.<br />

Había pocos pájaros en esa parte <strong>de</strong>l bosque, porque los pájaros prefieren sitios<br />

abiertos, don<strong>de</strong> hay mucho sol; pero <strong>de</strong> vez en cuando les llegaba el gruñido <strong>de</strong><br />

algún animal oculto entre los árboles. Esos sonidos sobresaltaban el corazón <strong>de</strong><br />

Dorothy, que no sabía qué era lo que los producía; Totó sí lo sabía, y caminaba<br />

pegado a Dorothy, y ni siquiera les respondía con un ladrido.<br />

—¿Cuánto tardaremos en salir <strong>de</strong>l bosque? —preguntó la niña al Leñador <strong>de</strong><br />

Hojalata.<br />

—No te lo puedo <strong>de</strong>cir —explicó el Leñador—, porque nunca he estado en la Ciudad<br />

Esmeralda. Pero mi padre fue allá una vez, cuando yo era niño, y dijo que se<br />

trataba <strong>de</strong> un viaje largo a través <strong>de</strong> lugares peligrosos, aunque cerca <strong>de</strong> la ciudad<br />

don<strong>de</strong> vive <strong>Oz</strong> el sitio es hermoso. Pero yo no tengo miedo mientras an<strong>de</strong> con la<br />

aceitera, y nada pue<strong>de</strong> dañar al Espantapájaros, y tú llevas en la frente la marca<br />

<strong>de</strong>l beso <strong>de</strong> la Bruja Buena, que te protegerá.


—¡Pero Totó! —dijo la niña, preocupada—. ¿Qué protegerá a Totó?<br />

—Lo <strong>de</strong>beremos proteger nosotros mismos, si aparece algún peligro —respondió el<br />

Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

Mientras hablaba el Leñador, un rugido terrible retumbó en el bosque, y un enorme<br />

león saltó al camino. De un zarpazo lanzó a un lado al Espantapájaros, que cayó<br />

rodando, y luego golpeó al Leñador con las afiladas garras. Pero, para sorpresa <strong>de</strong>l<br />

león, no consiguió hacer ninguna marca en la lata, aunque el Leñador cayó al suelo<br />

y quedó inmóvil.<br />

<strong>El</strong> pequeño Totó, ahora que tenía un enemigo al que enfrentarse, corrió ladrando<br />

hacia el león. La enorme bestia abrió la boca para mor<strong>de</strong>r al perro, y entonces<br />

Dorothy, temiendo que muriera Totó, y sin pensar en el peligro, saltó hacia <strong>de</strong>lante<br />

y abofeteó al león en la nariz con todas sus fuerzas, mientras gritaba:<br />

—¡No te atrevas a mor<strong>de</strong>r a Totó! ¡Deberías avergonzarte, una bestia tan gran<strong>de</strong> y<br />

tratando <strong>de</strong> mor<strong>de</strong>r a un perrito!<br />

—¡No lo he mordido! —dijo el León, mientras se frotaba la nariz con la garra, en el<br />

sitio don<strong>de</strong> le había pegado Dorothy.<br />

—No, pero lo intentaste —respondió la niña—. No eres más que un gran cobar<strong>de</strong>.<br />

—Lo sé —dijo el León, agachando la cabeza, avergonzado—. Siempre lo he sabido.<br />

Pero ¿qué puedo hacer?<br />

—No lo sé, no estoy segura. ¡Pensar que golpeaste a un hombre <strong>de</strong> paja, como el<br />

pobre Espantapájaros!<br />

—¿Es <strong>de</strong> paja? —preguntó el León, sorprendido, mientras miraba cómo Dorothty<br />

levantaba al Espantapájaros, lo ponía <strong>de</strong> pie y lo palmeaba dándole la forma<br />

perdida.<br />

—Claro que es <strong>de</strong> paja —dijo la niña, que todavía estaba enojada.<br />

—Por eso cayó tan fácilmente —comentó el León—. Me asombró verlo girar <strong>de</strong> esa<br />

manera. ¿<strong>El</strong> otro también es <strong>de</strong> paja?<br />

—No —dijo Dorothy—, es <strong>de</strong> hojalata.


Y ayudó a levantarse al Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—Por eso casi me <strong>de</strong>safiló las garras —dijo el León—. Cuando arañaron la hojalata<br />

sentí que un temblor me bajaba por la espalda. ¿Qué es ese animal por el que<br />

sientes tanta ternura?<br />

—Es mi perro, Totó —dijo Dorothy.<br />

—¿Es <strong>de</strong> paja o <strong>de</strong> hojalata? —preguntó el León.<br />

—De ninguna <strong>de</strong> las dos cosas. Es <strong>de</strong> carne —dijo la niña.<br />

—Ah. Es un animal curioso, y ahora que lo veo bien, parece muy pequeño. Sólo a<br />

un cobar<strong>de</strong> como yo se le ocurriría mor<strong>de</strong>r una cosa tan pequeña —prosiguió el<br />

León, con voz triste.<br />

—¿Por qué eres cobar<strong>de</strong>? —preguntó Dorothy, mirando con curiosidad a la enorme<br />

bestia, que era casi tan gran<strong>de</strong> como un caballo.<br />

—Es un misterio —respondió el León—. Supongo que nací así. Todos los otros<br />

animales <strong>de</strong>l bosque piensan, por supuesto, que soy valiente, porque el león es<br />

consi<strong>de</strong>rado en todas partes el Rey <strong>de</strong> los Animales. Aprendí que, si rugía muy<br />

fuerte, todo ser viviente se asustaba y se apartaba <strong>de</strong> mi camino. Cada vez que me<br />

encontraba con un hombre, me asustaba mucho; pero le rugía y el hombre echaba<br />

a correr a la mayor velocidad posible. Si los elefantes, los tigres y los osos hubieran<br />

tratado <strong>de</strong> atacarme, yo habría huido. Así soy <strong>de</strong> cobar<strong>de</strong>. Pero en cuanto oyen mi<br />

rugido tratan <strong>de</strong> alejarse y yo, naturalmente, los <strong>de</strong>jo ir.<br />

—Pero eso no es correcto. <strong>El</strong> Rey <strong>de</strong> los Animales no <strong>de</strong>bería ser un cobar<strong>de</strong> —dijo<br />

el Espantapájaros.<br />

—Ya lo sé —le respondió el León, enjugándose una lágrima con la punta <strong>de</strong> la<br />

cola—; es mi mayor aflicción y me hace muy <strong>de</strong>sdichado. Pero en cuanto aparece el<br />

peligro, el corazón me empieza a latir con mayor rapi<strong>de</strong>z.<br />

—Tal vez estés enfermo <strong>de</strong>l corazón —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—Tal vez —dijo el León.


—Si lo estás —prosiguió el Leñador <strong>de</strong> Hojalata—, <strong>de</strong>berías alegrarte, porque eso<br />

prueba que tienes corazón. Yo no lo tengo, así que no puedo sufrir esa clase <strong>de</strong><br />

enfermedad.<br />

—Quizá —dijo el León, pensativo— si no tuviera corazón no sería cobar<strong>de</strong>.<br />

—¿Tienes cerebro? —preguntó el Espantapájaros.<br />

—Supongo que sí. Nunca me he fijado si lo tenía —respondió el León.<br />

—Yo voy al gran <strong>Oz</strong> a pedirle que me dé uno —comenzó el Espantapájaros—,<br />

porque tengo la cabeza rellena <strong>de</strong> paja.<br />

—Y yo voy a pedirle que me ponga un corazón —dijo el Leñador.<br />

—Y yo voy a pedirle que nos man<strong>de</strong> a Totó y a mí <strong>de</strong> vuelta a Kansas —agregó<br />

Dorothy.<br />

—¿Creen que <strong>Oz</strong> me podría dar coraje? —preguntó el León Cobar<strong>de</strong>.<br />

—Sería lo mismo que darme a mí un cerebro —dijo el Espantapájaros.<br />

—O a mí un corazón —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—O mandarme a mí <strong>de</strong> vuelta a Kansas —dijo Dorothy.<br />

—Entonces, si no os importa, iré con vosotros —dijo el León—, porque mi vida es<br />

insoportable sin un poco <strong>de</strong> coraje.<br />

—Serás muy bienvenido —le contestó Dorothy—, porque nos ayudarás a espantar<br />

los otros animales salvajes. Me parece que <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> ser más cobar<strong>de</strong>s que tú si se<br />

<strong>de</strong>jan asustar por ti tan fácilmente.<br />

—Lo son, <strong>de</strong> veras —dijo el León—; pero eso no me hace más valiente, y mientras<br />

sepa que soy cobar<strong>de</strong>, seré <strong>de</strong>sdichado.<br />

Otra vez se puso en marcha el pequeño grupo, el León caminando con paso<br />

majestuoso al lado <strong>de</strong> Dorothy. Al principio, Totó no aprobó ese nuevo compañero,<br />

pues no lograba olvidar lo poco que había faltado para ser aplastado entre las<br />

enormes fauces <strong>de</strong>l León; pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un tiempo se tranquilizó, y él y el León<br />

Cobar<strong>de</strong> terminaron siendo buenos amigos.


Durante el resto <strong>de</strong>l día no hubo más aventuras que alteraran la paz <strong>de</strong>l viaje. Sí,<br />

en un momento el Leñador <strong>de</strong> Hojalata pisó un escarabajo que andaba por el<br />

camino y lo mató, pobrecito. Eso entristeció mucho al Leñador, que siempre se<br />

cuidaba <strong>de</strong> no lastimar a ninguna criatura viva, y mientras caminaban se le<br />

escaparon unas pocas lágrimas <strong>de</strong> pena. Esas lágrimas le bajaron <strong>de</strong>spacio por la<br />

cara y se le metieron en las articulaciones <strong>de</strong> la mandíbula, que se oxidó. Dorothy<br />

en un momento le hizo una pregunta, y el Leñador <strong>de</strong> Hojalata no le pudo<br />

respon<strong>de</strong>r porque tenía las mandíbulas firmemente pegadas. <strong>El</strong> Leñador se asustó<br />

mucho, y le hizo señas a Dorothy para que lo socorriese, pero Dorothy no le<br />

entendía. <strong>El</strong> León también estaba interesado en saber qué era lo que andaba mal.<br />

Pero el Espantapájaros sacó la aceitera <strong>de</strong> la cesta <strong>de</strong> Dorothy y aceitó las<br />

mandíbulas <strong>de</strong>l Leñador, que en unos instantes recuperó el habla.<br />

—Esto me servirá <strong>de</strong> lección —dijo—, para mirar dón<strong>de</strong> pongo el pie. Porque si<br />

matara otro escarabajo o cualquier insecto, seguramente volvería a llorar, y el<br />

llanto me oxida la mandíbula y me impi<strong>de</strong> hablar.<br />

Después <strong>de</strong> eso caminaba con mucho cuidado, sin apartar los ojos <strong>de</strong>l camino, y<br />

cuando veía una pequeña hormiga levantaba más el pie para no herirla. <strong>El</strong> Leñador<br />

sabía muy bien que no tenía corazón, y entonces se preocupaba mucho <strong>de</strong> no ser<br />

cruel ni <strong>de</strong>spiadado con nada.<br />

—Vosotros, los que tenéis corazón —dijo—, contáis con algo que os guía y nunca<br />

necesitáis hacer daño; pero yo no tengo corazón, y entonces <strong>de</strong>bo ser muy<br />

cuidadoso. Por supuesto, cuando <strong>Oz</strong> me dé un corazón no necesitaré preocuparme<br />

tanto.<br />

Capítulo 7<br />

<strong>El</strong> viaje al Gran <strong>Oz</strong><br />

Esa noche se vieron obligados a acampar afuera, en el bosque, bajo un árbol<br />

gran<strong>de</strong>, pues no había casas cerca. <strong>El</strong> árbol tenía un follaje <strong>de</strong>nso que los protegía<br />

<strong>de</strong>l rocío, y el Leñador <strong>de</strong> Hojalata cortó un montón <strong>de</strong> leña con el hacha y Dorothy<br />

hizo un fuego espléndido que la calentó y le hizo sentirse menos sola. <strong>El</strong>la y Totó<br />

comieron el pan que quedaba, y ahora no sabía cómo se las arreglarían para el<br />

<strong>de</strong>sayuno.<br />

—Puedo ir al bosque —dijo el León—, y mataros un ciervo. Lo podríais asar en el<br />

fuego, ya que vuestros gustos son tan peculiares que preferís alimentos cocidos, y<br />

con eso tendríais un muy buen <strong>de</strong>sayuno.


—¡No! ¡No, por favor! —suplicó el Leñador <strong>de</strong> Hojalata—. Si mataras a un pobre<br />

ciervo yo lloraría sin ninguna duda, y las mandíbulas se me volverían a oxidar.<br />

Pero el León se internó en el bosque y se procuró una cena, aunque nadie pudo<br />

saber en qué había consistido, porque no lo mencionó. Y el Espantapájaros<br />

encontró un árbol cargado <strong>de</strong> nueces y le llenó la cesta a Dorothy para que no<br />

pasase hambre durante mucho tiempo. La niña pensó que el Espantapájaros era<br />

muy amable y muy bondadoso, pero se rió <strong>de</strong> buena gana al ver con cuánta<br />

torpeza recogía las nueces la pobre criatura. Las manos rellenas <strong>de</strong> paja eran tan<br />

poco hábiles y las nueces tan pequeñas que casi se le caían tantas como las que<br />

ponía en la cesta. Pero al Espantapájaros no le importaba el tiempo <strong>de</strong>dicado a<br />

llenar la cesta, pues eso le permitía evitar el fuego: una chispa bastaría para<br />

incendiarlo. Así que se mantuvo a buena distancia <strong>de</strong> las llamas, y sólo se acercó<br />

para tapar a Dorothy con hojas cuando ella se acostó. Esas hojas le dieron calor y<br />

protección, y durmió profundamente hasta la mañana.<br />

Al salir el sol la niña se lavó la cara en un pequeño arroyo y enseguida echaron<br />

todos a andar hacia la Ciudad Esmeralda.<br />

Ése iba a ser un día repleto <strong>de</strong> acontecimientos para los viajeros. Apenas habían<br />

caminado por espacio <strong>de</strong> una hora cuando se encontraron con una enorme zanja<br />

que atravesaba el camino y dividía el bosque hacia ambos lados hasta don<strong>de</strong><br />

alcanzaba la vista. Era una zanja muy ancha. Se asomaron al bor<strong>de</strong> y vieron que<br />

también era muy profunda y que había muchas piedras gran<strong>de</strong>s y ásperas en el<br />

fondo. Los lados eran tan abruptos que ninguno <strong>de</strong> ellos podría <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r, y por un<br />

momento les pareció que allí <strong>de</strong>bía terminar el viaje.<br />

—¿Qué hacemos? —preguntó Dorothy, <strong>de</strong>sesperada.<br />

—No tengo la menor i<strong>de</strong>a —dijo el Leñador; y el León meneó la abundante melena,<br />

pensativo. Pero el Espantapájaros dijo:<br />

—No volamos, eso es verdad; tampoco po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r a esta zanja. Por lo<br />

tanto, si no po<strong>de</strong>mos saltar por encima <strong>de</strong>beremos <strong>de</strong>tenernos aquí.<br />

—Yo pienso que podría saltar —dijo el León Cobar<strong>de</strong>, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> medir<br />

mentalmente la distancia.<br />

—Entonces no hay ningún problema —respondió el Espantapájaros—, porque nos<br />

podrás llevar a caballo, uno cada vez.


—Bueno, lo intentaré —dijo el León—. ¿Quién será el primero?<br />

—Yo —<strong>de</strong>claró el Espantapájaros—, porque si se <strong>de</strong>scubriera que no pue<strong>de</strong>s llegar<br />

al otro lado <strong>de</strong> la zanja, Dorothy se mataría, y el Leñador <strong>de</strong> abollaría mucho en las<br />

piedras <strong>de</strong>l fondo. Pero si el que va en tu lomo soy yo, no importará tanto, porque<br />

a mí la caída no me haría ningún daño.<br />

—Yo mismo tengo un miedo terrible <strong>de</strong> caer —dijo el León Cobar<strong>de</strong>—, pero supongo<br />

que no hay otra solución. Monta en mi lomo y haremos la prueba.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros montó en el lomo <strong>de</strong>l León, y la enorme bestia caminó hasta el<br />

bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l abismo y se agachó.<br />

—¿Por qué no corres y saltas? —preguntó el Espantapájaros.<br />

—Porque los leones lo hacen <strong>de</strong> otro modo —respondió. Luego, <strong>de</strong> un gran salto, se<br />

elevó en el aire y aterrizó sin ningún peligro <strong>de</strong>l otro lado. Todos quedaron muy<br />

contentos <strong>de</strong> la facilidad con que lo había hecho, y una vez el Espantapájaros hubo<br />

bajado <strong>de</strong>l lomo el León volvió a cruzar la zanja.<br />

Dorothy sería la siguiente: agarró a Totó en brazos y subió al lomo <strong>de</strong>l León,<br />

sosteniéndose <strong>de</strong> la melena con una mano. Enseguida sintió como si estuviera<br />

volando por el aire, y antes <strong>de</strong> tener tiempo para pensarlo estaba <strong>de</strong>l otro lado,<br />

sana y salva. <strong>El</strong> León saltó una vez más la zanja, para recoger al Leñador <strong>de</strong><br />

Hojalata, y <strong>de</strong>spués todos se sentaron un momento para que la bestia pudiera<br />

<strong>de</strong>scansar, pues aquellos enormes saltos le habían quitado el aliento, y ahora<br />

ja<strong>de</strong>aba como un perro gran<strong>de</strong> que ha corrido <strong>de</strong>masiado.<br />

Descubrieron que <strong>de</strong> ese lado el bosque era muy <strong>de</strong>nso, misterioso y sombrío.<br />

Después que el León hubo <strong>de</strong>scansado, siguieron viaje por el camino <strong>de</strong> ladrillos<br />

amarillos, cada uno con la secreta duda <strong>de</strong> si llegarían alguna vez al final <strong>de</strong>l<br />

bosque y verían <strong>de</strong> nuevo la brillante luz <strong>de</strong>l sol. Para mayor preocupación, pronto<br />

oyeron extraños ruidos en las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l bosque, y el León les susurró que<br />

era en esa parte <strong>de</strong>l país don<strong>de</strong> vivían los kalidahs.<br />

—¿Qué son los kalidahs? —preguntó la niña.<br />

—Son animales monstruosos con cuerpo <strong>de</strong> oso y cabeza <strong>de</strong> tigre —respondió el<br />

León—, y con garras tan largas y afiladas que me podrían cortar en dos con la<br />

misma facilidad que yo a Totó. Tengo mucho miedo a los kalidahs.


—No me extraña —dijo Dorothy—. Deben <strong>de</strong> ser animales horribles.<br />

<strong>El</strong> León iba a respon<strong>de</strong>r cuando llegaron a otra zanja en el camino; pero ésta era<br />

tan ancha y tan profunda que el León supo inmediatamente que no podría<br />

atravesarla <strong>de</strong> un salto. Se sentaron a pensar en el problema, y tras profundas<br />

reflexiones el Espantapájaros dijo:<br />

—Hay ahí un árbol gran<strong>de</strong>, junto a la zanja. Si el Leñador <strong>de</strong> Hojalata lo pue<strong>de</strong><br />

cortar y hacerlo caer por encima <strong>de</strong>l hueco, llegaremos con facilidad al otro lado<br />

caminando.<br />

—Muy buena i<strong>de</strong>a —dijo el León—. Uno casi se atrevería a pensar que tienes un<br />

cerebro en la cabeza, en vez <strong>de</strong> paja.<br />

<strong>El</strong> Leñador se puso a trabajar <strong>de</strong> inmediato, y tan afilada estaba el hacha que<br />

pronto llegó casi al otro lado <strong>de</strong>l tronco. Entonces el León apoyó las po<strong>de</strong>rosas<br />

patas <strong>de</strong>lanteras en el árbol y empujó con todas sus fuerzas. Poco a poco el árbol<br />

empezó a ce<strong>de</strong>r y cayó pesadamente sobre la zanja, apoyando las ramas más altas<br />

<strong>de</strong>l otro lado.<br />

Apenas habían empezado a atravesar ese extraño puente cuando un penetrante<br />

chillido les hizo alzar la mirada, y horrorizados vieron cómo dos gran<strong>de</strong>s bestias con<br />

cuerpo <strong>de</strong> oso y cabeza <strong>de</strong> tigre se acercaban corriendo.<br />

—Son los kalidahs —dijo el León cobar<strong>de</strong>, empezando a temblar.<br />

—¡Rápido! —gritó el Espantapájaros—, crucemos el puente.<br />

Dorothy fue la primera, sosteniendo a Totó en brazos; la siguió el Leñador <strong>de</strong><br />

Hojalata, y luego el Espantapájaros. <strong>El</strong> León, aunque asustado, sin duda, se volvió<br />

para enfrentar a los kalidahs y lanzó un rugido tan fuerte y tan terrible que Dorothy<br />

gritó y el Espantapájaros se cayó <strong>de</strong> espaldas; hasta las feroces bestias se<br />

<strong>de</strong>tuvieron y lo miraron, sorprendidas.<br />

Pero al ver que eran más gran<strong>de</strong>s que el León, y recordar que ellos eran dos y el<br />

León uno, los kalidahs volvieron a arremeter, y el León corrió por el árbol y giró<br />

para ver qué hacían. Sin <strong>de</strong>tenerse un instante, las feroces bestias también<br />

comenzaron a atravesar el puente. <strong>El</strong> León le dijo a Dorothy:<br />

—Estamos perdidos, porque seguramente nos <strong>de</strong>strozarán con esas garras. Pero<br />

quédate aquí atrás. Yo me enfrentaré a ellos mientras viva.


—¡Un minuto! —gritó el Espantapájaros. Había estado pensando en la solución más<br />

conveniente, y le pidió al Leñador que cortase la punta <strong>de</strong>l árbol que se apoyaba en<br />

ese lado <strong>de</strong> la zanja. <strong>El</strong> Leñador <strong>de</strong> Hojalata empezó a usar el hacha enseguida, y<br />

cuando ya casi estaban llegando los kalidahs el árbol cayó con un crujido al abismo,<br />

arrastrando las feas y gruñentes bestias, que se <strong>de</strong>spedazaron contra las afiladas<br />

piedras <strong>de</strong>l fondo.<br />

—Bueno —dijo el León Cobar<strong>de</strong>, con un suspiro <strong>de</strong> alivio—, veo que vamos a seguir<br />

viviendo un poco más, y me alegro, porque <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser muy incómodo no estar<br />

vivo. Esas criaturas me asustaron tanto que todavía me late el corazón.<br />

—Ah —dijo con tristeza el Leñador <strong>de</strong> Hojalata—. Ojalá yo tuviera un corazón que<br />

me latiese.<br />

Esa aventura hizo que los viajeros <strong>de</strong>seasen más que nunca salir <strong>de</strong>l bosque, y<br />

caminaban tan rápido que Dorothy se cansó y tuvo que ir montada en el León. Con<br />

alegría vieron que los árboles estaban cada vez más separados y por la tar<strong>de</strong><br />

fueron repentinamente <strong>de</strong>tenidos por un ancho río <strong>de</strong> aguas rápidas. Del otro lado<br />

<strong>de</strong> la corriente vieron el camino <strong>de</strong> ladrillos amarillos atravesando un hermoso<br />

paisaje <strong>de</strong> prados ver<strong>de</strong>s salpicados <strong>de</strong> flores brillantes, bor<strong>de</strong>ado por árboles<br />

colmados <strong>de</strong> <strong>de</strong>liciosos frutos. Se alegraron mucho <strong>de</strong> tener ante ellos ese<br />

maravilloso paisaje.<br />

—¿Cómo haremos para atravesar el río? —preguntó Dorothy.<br />

—Eso es fácil —respondió el Espantapájaros—. <strong>El</strong> Leñador <strong>de</strong> Hojalata <strong>de</strong>berá<br />

fabricar una balsa, en la que iremos flotando hasta el otro lado.<br />

<strong>El</strong> Leñador tomó entonces el hacha y se puso a cortar pequeños árboles para<br />

construir una balsa, y mientras hacía eso el Espantapájaros encontró en la orilla un<br />

árbol cargado <strong>de</strong> apetitosos frutos. Eso le agradó mucho a Dorothy, que no había<br />

probado más que nueces todo el día, y comió una buena cantidad <strong>de</strong> fruta madura.<br />

Pero lleva tiempo hacer una balsa, incluso a una persona diligente e incansable<br />

como el Leñador <strong>de</strong> Hojalata, y cuando llegó la noche el trabajo no estaba<br />

concluido. Buscaron un sitio a<strong>de</strong>cuado bajo los árboles y allí durmieron hasta bien<br />

entrada la mañana; y Dorothy soñó con la Ciudad Esmeralda, y con el buen <strong>Mago</strong><br />

<strong>de</strong> <strong>Oz</strong>, que pronto la enviaría <strong>de</strong> vuelta a su casa.


Capítulo 8<br />

<strong>El</strong> mortífero campo <strong>de</strong> amapolas<br />

Nuestro pequeño grupo <strong>de</strong> viajeros <strong>de</strong>spertó a la mañana siguiente refrescado y<br />

colmado <strong>de</strong> esperanzas, y Dorothy <strong>de</strong>sayunó como una princesa con melocotones y<br />

ciruelas que recogió <strong>de</strong> los árboles a orillas <strong>de</strong>l río. Atrás quedaba el oscuro bosque<br />

que habían logrado atravesar sanos y salvos, aunque sufriendo muchas<br />

<strong>de</strong>silusiones; pero allí <strong>de</strong>lante se extendía una hermosa y soleada comarca que<br />

parecía invitarlos a la Ciudad Esmeralda.<br />

<strong>El</strong> río, naturalmente, los separaba <strong>de</strong> ese bello país; pero la balsa estaba casi lista,<br />

y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cortar unos pocos troncos más y asegurarlos unos a otros con clavijas<br />

<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, estuvieron en condiciones <strong>de</strong> iniciar la travesía. Dorothy se sentó en el<br />

centro <strong>de</strong> la balsa y tomó a Totó en brazos. Cuando saltó encima el León Cobar<strong>de</strong>,<br />

la balsa se inclinó peligrosamente, porque era un animal muy gran<strong>de</strong> y pesado;<br />

pero el Espantapájaros y el Leñador <strong>de</strong> Hojalata se pusieron en el otro extremo<br />

para equilibrar el peso, y llevaban en la mano largas pértigas para empujar la balsa<br />

sobre el agua.<br />

Al principio les fue bastante bien, pero cuando llegaron al medio <strong>de</strong>l río la rápida<br />

corriente empezó a arrastrar la balsa y a alejarla <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong> ladrillos amarillos;<br />

y el agua era ahora tan profunda que las largas pértigas no lograban tocar el fondo.<br />

—Esto es malo —dijo el Leñador—, porque si no po<strong>de</strong>mos llegar a tierra el río nos<br />

llevará al país <strong>de</strong> la Bruja Mala <strong>de</strong>l Oeste, que nos encantará y nos hará sus<br />

esclavos.<br />

—Y yo entonces no conseguiría un cerebro —dijo el Espantapájaros.<br />

—Ni yo coraje —dijo el León Cobar<strong>de</strong>.<br />

—Ni yo un corazón —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—Y yo no podría volver nunca a Kansas —dijo Dorothy.<br />

—Debemos tratar <strong>de</strong> llegar a la Ciudad Esmeralda —prosiguió el Espantapájaros, y<br />

empujó tan fuerte con la pértiga que se le clavó en el barro <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong>l río, y<br />

antes <strong>de</strong> que pudiera sacarla o soltarla las aguas se llevaron la balsa y el pobre<br />

Espantapájaros quedó aferrado a la pértiga en el medio <strong>de</strong>l río.


—¡Adiós! —les gritó, y todos se entristecieron. <strong>El</strong> Leñador <strong>de</strong> Hojalata empezó<br />

incluso a llorar, pero por fortuna recordó que se podía oxidar, y se enjugó las<br />

lágrimas en el <strong>de</strong>lantal <strong>de</strong> Dorothy.<br />

Naturalmente, el Espantapájaros se encontraba en muy mala situación.<br />

—Ahora estoy peor que cuando conocí a Dorothy —pensó—. Entonces estaba<br />

clavado en un palo en un maizal, don<strong>de</strong> podía convencerme al menos <strong>de</strong> que<br />

espantaba los pájaros; pero seguramente no existe ninguna función para un<br />

Espantapájaros encaramado en una pértiga en el medio <strong>de</strong> un río. Me temo que,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo, no llegaré nunca a tener cerebro. La balsa flotaba río abajo, y el<br />

pobre Espantapájaros iba quedando allá atrás. Habló el León:<br />

—Algo tenemos que hacer para salvarnos. Pienso que puedo nadar hasta la orilla y<br />

arrastrar la balsa si me aferráis con fuerza la punta <strong>de</strong> la cola.<br />

Y saltó al agua. <strong>El</strong> Leñador <strong>de</strong> Hojalata le agarró con fuerza la cola y el León<br />

empezó a nadar con todas sus fuerzas hacia la orilla. Le resultaba difícil, a pesar <strong>de</strong><br />

su tamaño; pero poco a poco fueron saliendo <strong>de</strong> la corriente, y entonces Dorothy<br />

tomó la pértiga <strong>de</strong>l Leñador y ayudó a empujar la balsa hacia tierra.<br />

Estaban todos cansados cuando llegaron por fin a la orilla y saltaron al hermoso<br />

césped ver<strong>de</strong>, y también sabían que la corriente los había alejado mucho <strong>de</strong>l<br />

camino <strong>de</strong> ladrillos amarillos que llevaba a la Ciudad Esmeralda.<br />

—Y ahora ¿qué haremos? —preguntó el Leñador <strong>de</strong> Hojalata mientras el León se<br />

tendía en el césped a secarse al sol.<br />

—Debemos volver <strong>de</strong> algún modo al camino —dijo Dorothy.<br />

—<strong>El</strong> mejor plan será ir por la orilla <strong>de</strong>l río hasta que lleguemos otra vez al camino —<br />

señaló el León.<br />

Así, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>scansar todos, Dorothy recogió la cesta y echaron a andar por la<br />

herbosa orilla hacia el camino <strong>de</strong>l que los había apartado el río. Era un lugar alegre<br />

y maravilloso, cubierto <strong>de</strong> flores, árboles frutales y sol, y si no sintieran tanta<br />

lástima por el pobre Espantapájaros seguramente serían muy felices.<br />

Caminaban con la mayor rapi<strong>de</strong>z posible, y Dorothy sólo se <strong>de</strong>tenía <strong>de</strong> vez en<br />

cuando a recoger una flor bonita; al cabo <strong>de</strong> un rato el Leñador <strong>de</strong> Hojalata gritó:


—¡Mirad!<br />

Todos miraron hacia el río, y vieron al Espantapájaros subido a la pértiga en el<br />

medio <strong>de</strong> las aguas; parecía muy triste y muy solo.<br />

—¿Qué po<strong>de</strong>mos hacer para salvarlo? —preguntó Dorothy.<br />

<strong>El</strong> León y el Leñador menearon la cabeza, pues no se les ocurría nada. Entonces se<br />

sentaron en la orilla y miraron pensativos al Espantapájaros hasta que pasó por allí<br />

volando una cigüeña que, al verlos, se <strong>de</strong>tuvo a <strong>de</strong>scansar en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l agua.<br />

—¿Quiénes sois y adón<strong>de</strong> vais? —preguntó la Cigüeña.<br />

—Yo soy Dorothy —respondió la niña—, y éstos son mis amigos, el Leñador <strong>de</strong><br />

Hojalata y el León Corbar<strong>de</strong>; y vamos a la Ciudad Esmeralda.<br />

—No es éste el camino —dijo la Cigüeña, torciendo el largo pescuezo para mirar al<br />

extraño grupo.<br />

—Lo sé —respondió Dorothy—, pero hemos perdido al Espantapájaros, y estamos<br />

pensando cómo rescatarlo.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está? —preguntó la Cigüeña.<br />

—Allá en el río —dijo la niña.<br />

—Si no fuera tan gran<strong>de</strong> y tan pesado, iría a buscarlo —señaló la Cigüeña.<br />

—No es nada pesado —dijo Dorothy, entusiasmada—, porque está relleno <strong>de</strong> paja,<br />

y si nos lo traes te estaremos para siempre agra<strong>de</strong>cidos.<br />

—Bueno, probaré —dijo la Cigüeña—; pero si <strong>de</strong>scubro que es <strong>de</strong>masiado pesado<br />

tendré que volver a <strong>de</strong>jarlo caer en el río.<br />

Y el enorme pájaro echó a volar por encima <strong>de</strong>l agua hasta que llegó al sitio don<strong>de</strong><br />

estaba el Espantapájaros subido a la pértiga. Entonces, con las enormes garras,<br />

tomó al Espantapájaros <strong>de</strong> un brazo y lo llevó por los aires hasta la orilla, don<strong>de</strong><br />

esperaban Dorothy, el León, el Leñador <strong>de</strong> Hojalata y Totó.


Cuando el Espantapájaros se vio otra vez entre sus amigos se sintió tan feliz que<br />

los abrazó a todos, incluso al León y a Totó; y mientras caminaban iba cantando,<br />

tan contento se sentía.<br />

—Tuve miedo <strong>de</strong> quedarme para siempre en el río —dijo—, pero la bondadosa<br />

Cigüeña me salvó, y si alguna vez tengo cerebro la iré a buscar y le pagaré con<br />

alguna otra buena acción.<br />

—Está bien —dijo la Cigüeña, que volaba acompañando al grupo—. Siempre me<br />

gusta ayudar a los que están en dificulta<strong>de</strong>s. Pero ahora <strong>de</strong>bo irme, pues me<br />

esperan los bebés en el nido. Ojalá encontréis la Ciudad Esmeralda y ojalá <strong>Oz</strong> os<br />

ayu<strong>de</strong>.<br />

—Gracias —dijo Dorothy, y entonces la Cigüeña bondadosa levantó el vuelo y se<br />

perdió enseguida <strong>de</strong> vista.<br />

Caminaban escuchando el canto <strong>de</strong> los pájaros multicolores y mirando las bonitas<br />

flores que ahora parecían una alfombra, tan apretadas estaban. Había gran<strong>de</strong>s<br />

pétalos amarillos, blancos, azules y púrpura, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> largas extensiones <strong>de</strong><br />

amapolas escarlata, tan brillantes que casi cegaban a Dorothy.<br />

—¿No son hermosas? —preguntó la niña, mientras aspiraba el potente aroma <strong>de</strong> las<br />

flores.<br />

—Supongo que sí —respondió el Espantapájaros—. Cuando tenga cerebro quizá me<br />

gusten más.<br />

—Si yo tuviera corazón, las amaría —agregó el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—A mí siempre me gustaron las flores —dijo el León—; parecen frágiles y<br />

<strong>de</strong>svalidas. Pero en el bosque no hay ninguna tan brillante como éstas.<br />

Ahora había más y más amapolas escarlata y menos y menos <strong>de</strong> las otras flores; y<br />

pronto se encontraron en medio <strong>de</strong> un enorme campo <strong>de</strong> amapolas. Y es bien<br />

sabido que cuando hay muchas <strong>de</strong> esas flores juntas su olor es tan po<strong>de</strong>roso que<br />

quien lo huele se duerme, y si no llevan al durmiente fuera <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong>l olor,<br />

continúa durmiendo para siempre. Pero Dorothy no sabía eso, ni podía salir <strong>de</strong>l<br />

campo <strong>de</strong> brillantes flores que la ro<strong>de</strong>aba por todas partes, y pronto le empezaron<br />

a pesar los párpados y sintió que <strong>de</strong>bía sentarse a <strong>de</strong>scansar y a dormir.<br />

Pero el Leñador <strong>de</strong> Hojalata no quería que hiciera eso.


—Debemos darnos prisa y llegar al camino <strong>de</strong> ladrillos amarillos antes <strong>de</strong> que<br />

oscurezca —dijo, y el Espantapájaros estuvo <strong>de</strong> acuerdo.<br />

Siguieron entonces caminando hasta que Dorothy no pudo resistir más. Los ojos se<br />

le cerraron a pesar <strong>de</strong> todos sus esfuerzos, se olvidó <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> estaba y cayó entre<br />

las amapolas, profundamente dormida.<br />

—¿Qué hacemos? —preguntó el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—Si la <strong>de</strong>jamos aquí, morirá —dijo el León—. <strong>El</strong> aroma <strong>de</strong> las flores nos está<br />

matando a todos. Yo apenas consigo mantener abiertos los ojos, y el perro ya se ha<br />

dormido.<br />

Era cierto. Totó había caído junto a su ama. Pero al Espantapájaros y al Leñador <strong>de</strong><br />

Hojalata, que no eran <strong>de</strong> carne, no los afectaba el aroma <strong>de</strong> las flores.<br />

—Corre rápido —le dijo el Espantapájaros al León—, y sal <strong>de</strong> este mortífero jardín<br />

lo antes posible. Nosotros llevaremos a la niña pero tú eres <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> y si<br />

te durmieras no podríamos moverte.<br />

<strong>El</strong> León hizo entonces un esfuerzo y echó a correr a la mayor velocidad posible. En<br />

un instante se perdió <strong>de</strong> vista.<br />

—Hagamos una silla con las manos para transportarla —dijo el Espantapájaros.<br />

Recogieron a Totó y lo pusieron en la falda <strong>de</strong> la niña, y con las manos hicieron la<br />

silla y empezaron a llevarlos entre las flores.<br />

Caminaron y caminaron, parecía que la alfombra <strong>de</strong> flores que los ro<strong>de</strong>aba no iba a<br />

terminar nunca. Siguieron la curva <strong>de</strong>l río y al fin encontraron a su amigo el León<br />

profundamente dormido entre las amapolas. Las flores habían sido <strong>de</strong>masiado<br />

fuertes para la enorme bestia, que al fin se había rendido a corta distancia <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> concluían las amapolas y comenzaban los hermosos y ver<strong>de</strong>s campos <strong>de</strong><br />

césped.<br />

—No po<strong>de</strong>mos hacer nada por él —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata, triste—, porque es<br />

<strong>de</strong>masiado pesado. Tendremos que <strong>de</strong>jarlo aquí durmiendo para siempre. Tal vez<br />

sueñe que por fin ha encontrado el coraje.<br />

—Lo siento mucho —dijo el Espantapájaros—; a pesar <strong>de</strong> ser tan cobar<strong>de</strong>, el León<br />

era un buen compañero. Pero sigamos.


Llevaron a la niña dormida hasta un sitio muy bonito junto al río, a suficiente<br />

distancia <strong>de</strong>l campo <strong>de</strong> amapolas para que no respirase el veneno <strong>de</strong> las flores, la<br />

<strong>de</strong>positaron con suavidad en el césped y esperaron a que la brisa fresca la<br />

<strong>de</strong>spertase.<br />

Capítulo 9<br />

La Reina <strong>de</strong> los Ratones <strong>de</strong>l Campo<br />

—Ahora no po<strong>de</strong>mos estar lejos <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong> ladrillos amarillos —señaló el<br />

Espantapájaros, mientras esperaba junto a la niña—, pues hemos andado casi tanta<br />

distancia como la que nos llevó el río.<br />

<strong>El</strong> Leñador <strong>de</strong> Hojalata iba a <strong>de</strong>cir algo cuando oyó un gruñido y, al volver la cabeza<br />

(que giraba muy bien sobre goznes) vio un extraño animal que se acercaba<br />

saltando por el césped. Era nada menos que un enorme y amarillo gato montés, y<br />

el Leñador pensó que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong> estar cazando algo, pues tenía las orejas pegadas a<br />

la cabeza y la boca abierta, en la que se veían dos hileras <strong>de</strong> horribles dientes,<br />

mientras que los ojos —<strong>de</strong> un vivo color rojo— le brillaban como bolas <strong>de</strong> fuego.<br />

Cuando se acercó más, el Leñador <strong>de</strong> Hojalata vio que <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la bestia corría un<br />

pequeño ratón gris <strong>de</strong> campo, y aunque no tenía corazón supo que no estaba bien<br />

que el gato salvaje tratase <strong>de</strong> matar a una criatura tan bonita e inofensiva.<br />

Así que el Leñador levantó el hacha y cuando el gato pasaba por <strong>de</strong>lante le<br />

<strong>de</strong>scargó un fuerte golpe que lo partió en dos, separándole la cabeza <strong>de</strong>l cuerpo, el<br />

cual rodó en dos pedazos hasta <strong>de</strong>tenerse a sus pies.<br />

<strong>El</strong> ratón campestre, ahora que había sido liberado <strong>de</strong>l enemigo, se <strong>de</strong>tuvo, y<br />

acercándose <strong>de</strong>spacio al Leñador dijo con una vocecita chillona:<br />

—¡Muchas gracias! Muchas gracias por haberme salvado la vida.<br />

—No es nada —respondió el Leñador—. No tengo corazón, sabes, y entonces trato<br />

<strong>de</strong> ayudar a los que necesitan un amigo, aunque sólo sea un ratón.<br />

—¡Sólo un ratón! —gritó el animalito, indignado—. ¡Si yo soy una reina… la Reina<br />

<strong>de</strong> todos los Ratones <strong>de</strong>l Campo!<br />

—Ah, ¿<strong>de</strong> veras? —dijo el Leñador, haciéndole una reverencia.<br />

—Por lo tanto has realizado una gran hazaña, y has sido muy valiente al salvar mi<br />

vida —agregó la Reina. En ese momento aparecieron varios ratones corriendo a


toda la velocidad que les permitían las patitas, y cuando vieron a la Reina<br />

exclamaron:<br />

—¡Ah, majestad, pensamos que estaríais muerta! ¿Cómo lograsteis escapar <strong>de</strong>l<br />

enorme gato salvaje? —Y se inclinaron tanto hacia la pequeña Reina que casi se le<br />

apoyaron en la cabeza.<br />

—Este curioso hombre <strong>de</strong> hojalata —respondió ella— mató al Gato Salvaje y me<br />

salvó la vida. Por lo tanto, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este momento <strong>de</strong>beréis servirlo todos, y obe<strong>de</strong>cer<br />

hasta sus más mínimos <strong>de</strong>seos.<br />

—¡Lo haremos! —chillaron los ratones, a coro. Y <strong>de</strong> pronto se esparcieron en todas<br />

direcciones, porque Totó acababa <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar y, al ver todos esos ratones<br />

alre<strong>de</strong>dor, había lanzado un ladrido <strong>de</strong> <strong>de</strong>leite y saltado al centro <strong>de</strong>l grupo. A Totó<br />

siempre le había gustado cazar ratones cuando vivía en Kansas, y no veía en eso<br />

nada malo.<br />

Pero el Leñador <strong>de</strong> Hojalata levantó al perro en brazos y lo sostuvo con fuerza<br />

mientras llamaba a los ratones.<br />

—¡Volved! ¡Volved! Totó no os hará daño.<br />

La Reina <strong>de</strong> los Ratones asomó la cabeza entre las hierbas y preguntó, con voz<br />

tímida:<br />

—¿Estás seguro <strong>de</strong> que no nos mor<strong>de</strong>rá?<br />

—Yo no lo <strong>de</strong>jaré —dijo el Leñador—, así que no tengáis miedo.<br />

Uno por uno, cautelosamente, los ratones empezaron a volver, pero Totó no ladró<br />

más, aunque trataba <strong>de</strong> saltar <strong>de</strong> los brazos <strong>de</strong>l Leñador y le habría mordido si no<br />

supiera muy bien que era <strong>de</strong> hojalata. Finalmente habló uno <strong>de</strong> los ratones más<br />

gran<strong>de</strong>s:<br />

—¿Hay algo que nosotros podamos hacer para recompensarte por haber salvado la<br />

vida <strong>de</strong> nuestra reina? —preguntó.<br />

—Nada, que yo sepa —respondió el Leñador; pero el Espantapájaros, que en vano<br />

había estado tratando <strong>de</strong> pensar, porque en la cabeza no tenía más que paja, dijo<br />

rápidamente:


—Ah, sí; podéis salvar a nuestro amigo el León Cobar<strong>de</strong>, que está dormido entre<br />

las amapolas.<br />

—¡Un león! —gritó la pequeña Reina—. Pero si nos comería a todos.<br />

—Oh, no —<strong>de</strong>claró el Espantapájaros—. Ese león es cobar<strong>de</strong>.<br />

—¿De veras?<br />

—Él mismo lo dice —respondió el Espantapájaros—, y nunca haría daño a nadie que<br />

fuera amigo nuestro. Si nos ayudáis a salvarlo, os prometo que os tratará con<br />

bondad.<br />

—Muy bien —dijo la Reina—, confiaremos en ti. Pero ¿qué <strong>de</strong>bemos hacer?<br />

—¿Hay muchos <strong>de</strong> estos ratones que te llaman reina y que están dispuestos a<br />

obe<strong>de</strong>certe?<br />

—Ah, sí; hay miles —respondió la Reina.<br />

—Entonces pí<strong>de</strong>les a todos que vengan lo antes posible, y que cada uno traiga un<br />

trozo largo <strong>de</strong> hilo.<br />

La Reina se volvió hacia los ratones que la acompañaban y les pidió que fueran<br />

inmediatamente a buscar a todos los <strong>de</strong>más. En cuanto oyeron la or<strong>de</strong>n, los ratones<br />

echaron a correr a la mayor velocidad posible en todas direcciones.<br />

—Ahora —dijo el Espantapájaros al Leñador <strong>de</strong> Hojalata— tú tendrás que ir hasta<br />

esos árboles <strong>de</strong> la orilla y hacer un carro para transportar el León.<br />

Y el Leñador fue enseguida al sitio <strong>de</strong> los árboles y se puso a trabajar y pronto hizo<br />

un carro con los troncos, a los que sacó las ramas y el follaje. Unió todo con piezas<br />

<strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y fabricó las ruedas con rebanadas <strong>de</strong> un tronco gran<strong>de</strong>. Tan rápido y<br />

tan bien hizo el trabajo que cuando los ratones empezaron a llegar el carro estaba<br />

listo.<br />

Venían <strong>de</strong> todas partes, y había miles: ratones gran<strong>de</strong>s, ratones pequeños y<br />

ratones medianos; y cada uno llevaba un trozo <strong>de</strong> hilo en la boca. Fue en ese<br />

momento cuando Dorothy <strong>de</strong>spertó <strong>de</strong>l sueño y abrió los ojos. Se asombró mucho<br />

<strong>de</strong> encontrarse tendida en el césped, ro<strong>de</strong>ada por miles <strong>de</strong> ratones que la miraban


con timi<strong>de</strong>z. Pero el Espantapájaros le contó todo, y volviéndose hacia la augusta y<br />

pequeña soberana, dijo:<br />

—Permíteme que te presente a su majestad, la Reina.<br />

Dorothy asintió con solemnidad y la Reina le hizo una reverencia, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese<br />

momento se hizo muy amiga <strong>de</strong> la niña.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros y el Leñador comenzaron a atar los ratones al carro, usando los<br />

hilos que habían traído. Sujetaban un extremo al pescuezo <strong>de</strong> cada ratón y el otro<br />

al carro. Naturalmente, el carro era mil veces más gran<strong>de</strong> que cualquiera <strong>de</strong> los<br />

ratones que lo iban a arrastrar; pero cuando todos los ratones estuvieron<br />

enjaezados lo pudieron mover con facilidad. Hasta el Espantapájaros y el Leñador<br />

<strong>de</strong> Hojalata se pudieron sentar encima, y fueron rápidamente llevados por esos<br />

extraños caballitos al sitio don<strong>de</strong> dormía el León.<br />

Después <strong>de</strong> mucho trabajo, porque el León era pesado, consiguieron ponerlo sobre<br />

el carro. Entonces la reina or<strong>de</strong>nó enseguida a su pueblo que iniciase la marcha,<br />

pues temía que si los ratones se quedaban <strong>de</strong>masiado tiempo entre las amapolas<br />

también se durmieran.<br />

Al principio las pequeñas criaturas, a pesar <strong>de</strong> su elevado número, apenas pudieron<br />

mover el pesado carro; pero el Leñador y el Espantapájaros empujaron por <strong>de</strong>trás,<br />

y así fue más fácil. Pronto sacaron al León a los ver<strong>de</strong>s campos, don<strong>de</strong> podría<br />

respirar otra vez el fresco y dulce aire y no el venenoso aroma <strong>de</strong> las flores.<br />

Dorothy fue a esperarlos y agra<strong>de</strong>ció calurosamente a los pequeños ratones por<br />

haber salvado <strong>de</strong> la muerte a su compañero. Se había encariñado tanto con el<br />

enorme León que se alegraba <strong>de</strong> haberlo rescatado.<br />

Luego sacaron los hilos a los ratones, que se escabulleron por el césped hacia sus<br />

casas. La Reina <strong>de</strong> los Ratones fue la última en irse.<br />

—Si alguna vez nos volvéis a necesitar —dijo—, salid al campo y gritad. Nosotros os<br />

oiremos y acudiremos en vuestra ayuda. ¡Adiós!<br />

—¡Adiós! —gritaron todos, y allá se fue la reina, corriendo, mientras Dorothy<br />

sostenía con firmeza a Totó para que no la persiguiera y la asustara.


Después se sentaron junto al León, dispuestos a esperar hasta que <strong>de</strong>spertase, y el<br />

Espantapájaros llevó a Dorothy unos frutos <strong>de</strong> un árbol cercano con los que la niña<br />

cenó.<br />

Capítulo 10<br />

<strong>El</strong> Guardián <strong>de</strong> las Puertas<br />

<strong>El</strong> León Cobar<strong>de</strong> tardó en <strong>de</strong>spertar, porque había estado mucho tiempo entre las<br />

amapolas respirando la mortífera fragancia; pero cuando abrió los ojos y rodó fuera<br />

<strong>de</strong>l carro se sintió muy contento <strong>de</strong> estar vivo.<br />

—Corrí lo más rápido que pu<strong>de</strong> —dijo, sentándose y bostezando—, pero las flores<br />

eran <strong>de</strong>masiado fuertes para mí. ¿Cómo me sacasteis?<br />

Entonces le contaron lo <strong>de</strong> los ratones campestres, y cómo generosamente lo<br />

habían salvado <strong>de</strong> la muerte; y el León Cobar<strong>de</strong> lanzó una carcajada y dijo:<br />

—Siempre pensé que yo era muy gran<strong>de</strong> y terrible; sin embargo, cosas pequeñas<br />

como las flores casi me mataron, y animales tan pequeños como los ratones me<br />

han salvado la vida. ¡Qué extraño! Pero, compañeros, ¿qué haremos ahora?<br />

—Debemos viajar hasta volver a encontrar el camino <strong>de</strong> ladrillos amarillos —dijo<br />

Dorothy—; luego podremos continuar hacia la Ciudad Esmeralda.<br />

Y con el León completamente repuesto, todos prosiguieron viaje, disfrutando <strong>de</strong> la<br />

hierba fresca y suave.<br />

No tardaron mucho en llegar al camino <strong>de</strong> ladrillos amarillos, y por él echaron otra<br />

vez a andar hacia la Ciudad Esmeralda, don<strong>de</strong> vivía el gran <strong>Oz</strong>.<br />

<strong>El</strong> camino ahora estaba bien pavimentado. <strong>El</strong> paisaje alre<strong>de</strong>dor era muy hermoso y<br />

los viajeros se alegraron <strong>de</strong> que el bosque sombrío quedase ya tan atrás, con todos<br />

sus peligros. Volvieron a ver cercas a los lados <strong>de</strong>l camino, pero ahora estaban<br />

pintadas <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>, y cuando encontraron una casita (habitada, sin duda, por un<br />

granjero), también era ver<strong>de</strong>. Pasaron por <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> varias <strong>de</strong> esas casas durante<br />

la tar<strong>de</strong>, y a veces la gente salía a las puertas y los miraba, como si quisiera<br />

preguntarles algo; pero nadie se acercó ni les habló, muy asustados por la<br />

presencia <strong>de</strong>l gran León. Esas gentes vestían ropas <strong>de</strong> un bello color esmeralda, y<br />

llevaban en la cabeza sombreros cónicos como los <strong>de</strong> los munchkins.


—Éste <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser el País <strong>de</strong> <strong>Oz</strong> —dijo Dorothy—, y sin duda nos estamos<br />

acercando a la Ciudad Esmeralda.<br />

—Sí —respondió el Espantapájaros—, aquí todo es ver<strong>de</strong>, mientras que en el país<br />

<strong>de</strong> los munchkins el color favorito era el azul. Pero la gente no parece tan amistosa<br />

como los munchkins, y no sé si podremos encontrar un sitio para pasar la noche.<br />

—Me gustaría comer algo que no fuera fruta —dijo la niña—, y sé que Totó <strong>de</strong>be <strong>de</strong><br />

estar medio muerto <strong>de</strong> hambre. Detengámonos en la próxima casa y hablemos con<br />

ellos.<br />

Cuando llegaron a una gran casa <strong>de</strong> campo, Dorothy caminó resueltamente hasta la<br />

puerta y llamó. Abrió una mujer, sólo lo suficiente para ver quién estaba afuera, y<br />

dijo:<br />

—¿Qué quieres, niña, y por qué está contigo ese enorme León?<br />

—Quisiéramos pasar aquí la noche, si nos lo permites —respondió Dorothy—; el<br />

León es mi amigo y compañero, y no te haría daño por nada <strong>de</strong>l mundo.<br />

—¿Es manso? —preguntó la mujer, abriendo un poco más la puerta.<br />

—Claro que sí —dijo la niña—, y a<strong>de</strong>más es muy cobar<strong>de</strong>. Te tendrá más miedo él a<br />

ti que tú a él.<br />

—Bueno —dijo la mujer, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pensarlo <strong>de</strong>tenidamente y <strong>de</strong> lanzarle otra<br />

mirada al León—, si es así podéis entrar, y os prepararé una cena y un sitio para<br />

dormir.<br />

Entonces entraron todos en la casa, don<strong>de</strong>, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> la mujer, había dos niños y<br />

un hombre. <strong>El</strong> hombre se había lastimado una pierna y estaba acostado en un sofá,<br />

en un rincón. Parecían muy sorprendidos <strong>de</strong> ver a tan extraño grupo, y mientras la<br />

mujer ponía la mesa el hombre preguntó:<br />

—¿Adón<strong>de</strong> vais?<br />

—A la Ciudad Esmeralda —dijo Dorothy— a ver al Gran <strong>Oz</strong>.<br />

—¿De veras? —exclamó el hombre—. ¿Y estáis seguros <strong>de</strong> que <strong>Oz</strong> os recibirá?<br />

—¿Por qué no? —preguntó Dorothy.


—Porque se dice que nunca permite que nadie se le acerque. Yo he estado muchas<br />

veces en la Ciudad Esmeralda, un sitio hermoso y maravilloso, pero nunca se me ha<br />

permitido ver al Gran <strong>Oz</strong>. Tampoco conozco a ninguna persona que lo haya visto.<br />

—¿No sale nunca? —preguntó el Espantapájaros.<br />

—Nunca. Está todo el día sentado en la gran sala <strong>de</strong>l trono, en el palacio, y ni<br />

siquiera las personas que recibe lo ven cara a cara.<br />

—¿Cómo es? —preguntó la niña.<br />

—No es fácil <strong>de</strong>cirlo —respondió el hombre, pensativo—. <strong>Oz</strong>, como sabes, es un<br />

gran mago, y pue<strong>de</strong> adoptar todas las formas que <strong>de</strong>see. Así, algunos dicen que<br />

parece un elefante y otros que parece un gato. A otros se les aparece como una<br />

hermosa hada o un gnomo, o cualquier otra forma. Pero qué es el verda<strong>de</strong>ro <strong>Oz</strong>,<br />

cuando adopta su propia forma, ningún ser vivo lo sabe.<br />

—Eso es muy extraño —dijo Dorothy—; pero <strong>de</strong> algún modo <strong>de</strong>bemos tratar <strong>de</strong><br />

verlo; <strong>de</strong> lo contrario habrá sido inútil todo este viaje.<br />

—¿Por qué queréis ver al terrible <strong>Oz</strong>? —preguntó el hombre.<br />

—Yo quiero que me dé un cerebro —dijo el Espantapájaros, ansioso.<br />

—Ah, eso a <strong>Oz</strong> le resultará fácil —<strong>de</strong>claró el hombre—. Cerebro es lo que le sobra.<br />

—Y yo quiero que me dé un corazón —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—Eso no será problema —continuó el hombre—, porque <strong>Oz</strong> tiene una gran colección<br />

<strong>de</strong> corazones, <strong>de</strong> todos los tamaños y formas.<br />

—Y yo quiero que me dé coraje —dijo el León Cobar<strong>de</strong>.<br />

—<strong>Oz</strong> guarda un gran pote <strong>de</strong> coraje en la sala <strong>de</strong>l trono —dijo el hombre—, que ha<br />

tapado con un plato <strong>de</strong> oro para que no se le <strong>de</strong>rrame. Te lo dará encantado.<br />

—Y yo quiero que me man<strong>de</strong> <strong>de</strong> vuelta a Kansas —dijo Dorothy.<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está Kansas? —preguntó el hombre, sorprendido.<br />

—No lo sé —respondió Dorothy, apenada—; pero es don<strong>de</strong> vivo, y tiene que estar<br />

en algún sitio.


—Es muy probable. Bueno, <strong>Oz</strong> pue<strong>de</strong> hacer cualquier cosa, así que sabrá dón<strong>de</strong><br />

queda Kansas, supongo. Pero primero tendréis que llegar a él, lo cual no es tarea<br />

fácil, pues el Gran <strong>Mago</strong> no quiere ver a nadie, y por lo general lo consigue. Y tú,<br />

¿qué quieres? —continuó, dirigiéndose a Totó. Totó se limitó a mover la cola, pues,<br />

por extraño que parezca, no hablaba.<br />

La mujer los llamó diciendo que la cena estaba lista; se reunieron alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la<br />

mesa, y Dorothy comió un <strong>de</strong>licioso potaje y un plato <strong>de</strong> huevos revueltos,<br />

acompañados por pan blanco; una cena <strong>de</strong>liciosa. <strong>El</strong> León comió un poco <strong>de</strong>l potaje,<br />

pero no le gustó, y lo <strong>de</strong>jó diciendo que estaba hecho con avena y que la avena la<br />

comían los caballos y no los leones. <strong>El</strong> Espantapájaros y el Leñador <strong>de</strong> Hojalata no<br />

comieron nada. Totó comió un poco <strong>de</strong> todo, muy contento <strong>de</strong> volver a probar una<br />

buena cena.<br />

La mujer le preparó a Dorothy una cama para dormir, y Totó se acostó a su lado,<br />

mientras el León montaba guardia en la puerta <strong>de</strong>l dormitorio para que nadie fuera<br />

a molestarla. <strong>El</strong> Espantapájaros y el Leñador <strong>de</strong> Hojalata se quedaron quietos en un<br />

rincón toda la noche aunque, naturalmente, no durmieron.<br />

A la mañana siguiente, al salir el sol, reiniciaron el viaje, y pronto vieron allá<br />

a<strong>de</strong>lante, en el cielo, un hermoso resplandor ver<strong>de</strong>.<br />

—Eso <strong>de</strong>be <strong>de</strong> ser la Ciudad Esmeralda —dijo Dorothy.<br />

A medida que avanzaban crecía el resplandor… y todo indicaba que se acercaba el<br />

fin <strong>de</strong>l viaje. Sin embargo, no llegaron a la gran muralla que ro<strong>de</strong>aba la ciudad<br />

hasta el atar<strong>de</strong>cer. La muralla era alta y ancha, <strong>de</strong> un resplan<strong>de</strong>ciente color ver<strong>de</strong>.<br />

Delante <strong>de</strong> ellos, y al final <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong> ladrillos amarillos, había una puerta<br />

gran<strong>de</strong>, tachonada <strong>de</strong> esmeraldas que brillaban tanto al sol que cegaron hasta los<br />

ojos pintados <strong>de</strong>l Espantapájaros.<br />

Había un timbre junto a la puerta, y Dorothy apretó el botón y oyó que <strong>de</strong>l otro<br />

lado resonaba un tintineo <strong>de</strong> plata. Entonces, muy <strong>de</strong>spacio, la enorme puerta se<br />

empezó a abrir; pasaron todos y se encontraron en una sala alta y abovedada, <strong>de</strong><br />

pare<strong>de</strong>s en las que resplan<strong>de</strong>cían incontables esmeraldas.<br />

Delante <strong>de</strong> ellos había un hombrecito más o menos <strong>de</strong>l tamaño <strong>de</strong> los munchkins.<br />

Estaba todo vestido <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>, <strong>de</strong> la cabeza a los pies, y hasta en la piel tenía un<br />

tinte verdoso. A su lado había una enorme caja ver<strong>de</strong>.


Al ver a Dorothy y sus compañeros, el hombre preguntó:<br />

—¿Qué buscáis en la Ciudad Esmeralda?<br />

—Venimos a ver al Gran <strong>Oz</strong> —dijo Dorothy.<br />

Esa respuesta sorprendió tanto al hombre que se sentó a pensar.<br />

—Hace muchos años que nadie me pi<strong>de</strong> ver a <strong>Oz</strong> —dijo, meneando la cabeza,<br />

perplejo—. Es po<strong>de</strong>roso y terrible, y si venís por diversión o por alguna tontería a<br />

molestar las sabias reflexiones <strong>de</strong>l Gran <strong>Mago</strong>, se enfurecerá y os <strong>de</strong>struirá a todos<br />

en un instante.<br />

—Pero no es diversión, ni una tontería —replicó el Espantapájaros—; es algo<br />

importante. Y nos han dicho que <strong>Oz</strong> es un buen <strong>Mago</strong>.<br />

—Lo es —dijo el hombre ver<strong>de</strong>—, y gobierna bien y con sabiduría la Ciudad<br />

Esmeralda. Pero para los que no son sinceros, o se acercan a él por curiosidad, es<br />

sumamente terrible, y pocos se han atrevido a querer verle la cara. Yo soy el<br />

Guardián <strong>de</strong> las Puertas, y como me pedís ver al Gran <strong>Oz</strong>, <strong>de</strong>beré llevaros al<br />

palacio. Pero antes tendréis que poneros estas gafas.<br />

—¿Por qué? —preguntó Dorothy.<br />

—Porque sin gafas el brillo y la gloria <strong>de</strong> la Ciudad Esmeralda te cegarían. Hasta los<br />

que viven en la ciudad <strong>de</strong>ben usar gafas día y noche. Todas están guardadas bajo<br />

llave, pues así lo or<strong>de</strong>nó <strong>Oz</strong> cuando fue construida la ciudad, y yo tengo la única<br />

llave que permite llegar a ellas.<br />

<strong>El</strong> hombre levantó la tapa <strong>de</strong> una caja gran<strong>de</strong>, y Dorothy vio que estaba colmada<br />

<strong>de</strong> gafas <strong>de</strong> todas las formas y tamaños. Todas tenían cristales ver<strong>de</strong>s. <strong>El</strong> Guardián<br />

<strong>de</strong> las Puertas encontró unas apropiadas para Dorothy y se las puso sobre los ojos.<br />

Tenían unas bandas doradas que el Guardián pasó por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cabeza <strong>de</strong><br />

Dorothy, don<strong>de</strong> las sujetó y las cerró con una llavecita que le colgaba <strong>de</strong> una<br />

ca<strong>de</strong>na que llevaba al pescuezo. Después que las tuvo puestas, Dorothy no se las<br />

habría podido sacar aunque quisiera pero, por supuesto, no quería que el<br />

resplandor <strong>de</strong> la Ciudad Esmeralda la cegase, así que no dijo nada.<br />

Después el hombre ver<strong>de</strong> puso gafas al Espantapájaros y al Leñador <strong>de</strong> Hojalata y<br />

al León, y hasta al pequeño Totó; todas las aseguró con la llave.


A continuación el Guardián <strong>de</strong> las Puertas se puso sus propias gafas y dijo a los<br />

viajeros que estaba preparado para llevarlos al palacio. Sacó una enorme llave <strong>de</strong><br />

oro <strong>de</strong> un gancho en la pared y abrió otra puerta, y todos lo siguieron hacia las<br />

calles <strong>de</strong> la Ciudad Esmeralda.<br />

Capítulo 11<br />

La maravillosa Ciudad Esmeralda <strong>de</strong> <strong>Oz</strong><br />

A pesar <strong>de</strong> la protección <strong>de</strong> las gafas ver<strong>de</strong>s, el brillo <strong>de</strong> la maravillosa ciudad<br />

<strong>de</strong>slumbró en los primeros momentos a Dorothy y a sus amigos. Las calles estaban<br />

bor<strong>de</strong>adas por casas hermosas, todas <strong>de</strong> mármol ver<strong>de</strong> y tachonadas por todas<br />

partes <strong>de</strong> rutilantes esmeraldas. Caminaron por un pavimento <strong>de</strong>l mismo mármol<br />

ver<strong>de</strong>, y en las uniones entre las piedras había apretadas hileras <strong>de</strong> esmeraldas que<br />

centelleaban al sol. Los vidrios <strong>de</strong> las ventanas eran ver<strong>de</strong>s: hasta el cielo sobre la<br />

ciudad tenía un tinte verdoso, y los rayos <strong>de</strong>l sol eran ver<strong>de</strong>s.<br />

Había mucha gente caminando por allí, hombres, mujeres y niños, todos <strong>de</strong> piel<br />

verdosa y vestidos <strong>de</strong> ver<strong>de</strong>. Miraban a Dorothy y a su extraño grupo con<br />

curiosidad, y los niños corrían a escon<strong>de</strong>rse <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las madres cuando veían al<br />

León; pero nadie les hablaba. Había muchas tiendas en la calle, y Dorothy vio que<br />

todo lo que se exhibía era ver<strong>de</strong>. Vendían caramelos ver<strong>de</strong>s y palomitas <strong>de</strong> maíz<br />

ver<strong>de</strong>s y zapatos ver<strong>de</strong>s y sombreros ver<strong>de</strong>s y ropas ver<strong>de</strong>s <strong>de</strong> todo tipo. En un<br />

sitio un hombre vendía limonada ver<strong>de</strong>, y cuando los niños compraban, Dorothy<br />

veía que pagaban con monedas ver<strong>de</strong>s.<br />

No parecía que hubiera caballos ni animales <strong>de</strong> ningún tipo. Los hombres llevaban<br />

cosas en pequeños carros que ellos mismos empujaban. Todo el mundo parecía<br />

feliz, satisfecho y próspero.<br />

<strong>El</strong> Guardián <strong>de</strong> las Puertas los llevó por las calles hasta que llegaron a un edificio<br />

gran<strong>de</strong>, exactamente en el centro <strong>de</strong> la ciudad, que era el Palacio <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>, el Gran<br />

<strong>Mago</strong>. Había un soldado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta, vestido <strong>de</strong> uniforme ver<strong>de</strong> y con una<br />

larga barba ver<strong>de</strong>.<br />

—Hay aquí unos forasteros —le dijo el Guardián <strong>de</strong> las Puertas— que quieren ver al<br />

Gran <strong>Oz</strong>.<br />

—Entrad —respondió el soldado—, y yo le llevaré el mensaje.


Entraron entonces por las puertas <strong>de</strong>l palacio y fueron llevados a una gran sala con<br />

alfombras ver<strong>de</strong>s y maravillosos muebles ver<strong>de</strong>s con incrustaciones <strong>de</strong> esmeraldas.<br />

<strong>El</strong> soldado les hizo limpiarse los pies en un felpudo ver<strong>de</strong> antes <strong>de</strong> entrar en aquella<br />

sala.<br />

—Por favor poneos cómodos —les dijo, con mucha amabilidad, cuando estuvieron<br />

sentados—, mientras voy a la puerta <strong>de</strong> la Sala <strong>de</strong>l Trono a <strong>de</strong>cirle a <strong>Oz</strong> que estáis<br />

aquí.<br />

Tuvieron que esperar mucho hasta que regresó el soldado.<br />

—¿Has visto a <strong>Oz</strong>? —le preguntó Dorothy, cuando el soldado estuvo otra vez con<br />

ellos.<br />

—Oh, no —respondió el soldado—, nunca lo he visto. Pero le he hablado y él me ha<br />

escuchado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su trono, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l biombo, y le di el mensaje. Dice que os<br />

conce<strong>de</strong>rá una audiencia, si así lo <strong>de</strong>seáis, pero cada uno tendrá que comparecer<br />

ante su presencia solo, y no admitirá más que uno por día. Por lo tanto, como<br />

<strong>de</strong>beréis permanecer en el palacio varios días, os instalaré en habitaciones don<strong>de</strong><br />

podréis <strong>de</strong>scansar con comodidad <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l viaje.<br />

—Gracias —dijo la niña—; <strong>Oz</strong> es muy bondadoso.<br />

<strong>El</strong> soldado hizo sonar un silbato ver<strong>de</strong> e inmediatamente entró en la sala una niña<br />

con un bonito vestido <strong>de</strong> seda ver<strong>de</strong>. Tenía el pelo y los ojos <strong>de</strong> un maravilloso<br />

color ver<strong>de</strong>. Se inclinó hacia Dorothy y dijo:<br />

—Ven conmigo. Te mostraré tu habitación.<br />

Dorothy se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> todos sus amigos, menos <strong>de</strong> Totó, y alzando al perro en<br />

brazos siguió a la niña ver<strong>de</strong> por siete corredores y por tres tramos <strong>de</strong> escaleras<br />

hasta que llegaron a una habitación enfrente <strong>de</strong>l palacio. Era el cuarto más dulce<br />

<strong>de</strong>l mundo, con una cama suave y cómoda que tenía sábanas <strong>de</strong> seda ver<strong>de</strong> y una<br />

cortina <strong>de</strong> terciopelo ver<strong>de</strong>. Había una pequeña fuente en el centro <strong>de</strong> la habitación,<br />

que lanzaba al aire una espuma ver<strong>de</strong> y perfumada que caía sobre un pilón <strong>de</strong><br />

mármol ver<strong>de</strong>, maravillosamente tallado. Había hermosas flores ver<strong>de</strong>s en las<br />

ventanas, y había un estante con una hilera <strong>de</strong> pequeños libros ver<strong>de</strong>s. Cuando<br />

Dorothy tuvo tiempo <strong>de</strong> abrir esos libros los encontró repletos <strong>de</strong> extraños dibujos<br />

ver<strong>de</strong>s, tan divertidos que la hicieron reír.


En un guardarropa había muchos vestidos ver<strong>de</strong>s <strong>de</strong> seda y raso y terciopelo, todos<br />

hechos exactamente a la medida <strong>de</strong> Dorothy.<br />

—Ponte cómoda —le dijo la niña ver<strong>de</strong>—, y si quieres algo toca el timbre. <strong>Oz</strong> te<br />

mandará a buscar mañana por la mañana.<br />

Dejó sola a Dorothy y volvió junto a los otros. Los llevó a diferentes habitaciones, y<br />

todos se sintieron muy cómodos, alojados en sitios muy agradables <strong>de</strong>l palacio.<br />

Naturalmente, ese grado <strong>de</strong> amabilidad no tenía ningún sentido en el caso <strong>de</strong>l<br />

Espantapájaros, que al verse solo en su cuarto fue a un rincón, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la puerta,<br />

y allí se quedó a esperar estúpidamente el amanecer. Acostarse no era para él un<br />

<strong>de</strong>scanso, y no podía cerrar los ojos, así que pasó toda la noche mirando una<br />

arañita que tejía una telaraña en un rincón, como si no estuviera en una <strong>de</strong> las<br />

habitaciones más maravillosas <strong>de</strong>l mundo. <strong>El</strong> Leñador <strong>de</strong> Hojalata se acostó en la<br />

cama, por la fuerza <strong>de</strong> la costumbre, pues recordaba eso <strong>de</strong> cuando había sido un<br />

hombre <strong>de</strong> carne; pero como no podía dormir, pasó la noche moviendo los goznes<br />

hacia arriba y hacia abajo para asegurarse <strong>de</strong> que estaban en buen estado. <strong>El</strong> León<br />

habría preferido una cama <strong>de</strong> hojas secas en el bosque, y no le gustaba estar<br />

encerrado en un cuarto, pero era <strong>de</strong>masiado sensato para permitir que eso le<br />

preocupase, así que saltó a la cama, se enroscó como un gato y se quedó dormido<br />

en un instante.<br />

A la mañana siguiente, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno, la niña ver<strong>de</strong> fue a buscar a<br />

Dorothy, y le puso un vestido <strong>de</strong> raso bordado, uno <strong>de</strong> los más bonitos. Dorothy le<br />

puso a Totó un <strong>de</strong>lantal <strong>de</strong> seda ver<strong>de</strong> y le ató una cinta ver<strong>de</strong> alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l<br />

pescuezo, y así fueron a la Sala <strong>de</strong>l Trono <strong>de</strong>l Gran <strong>Oz</strong>.<br />

Primero llegaron a un gran vestíbulo, don<strong>de</strong> había muchas damas y caballeros <strong>de</strong> la<br />

corte, todos vestidos con lujosas ropas. Esas personas no tenían otra cosa que<br />

hacer que hablar unas con otras, pero iban a esperar junto a la Sala <strong>de</strong>l Trono<br />

todas las mañanas, aunque nunca se les permitía ver a <strong>Oz</strong>.<br />

—¿De veras vas a ver a <strong>Oz</strong> el Terrible? —suspiró uno <strong>de</strong> ellos, cuando entraba<br />

Dorothy.<br />

—Naturalmente —respondió la niña—, si es que él me quiere ver a mí.<br />

—Ah, te verá —dijo el soldado que había llevado el mensaje al <strong>Mago</strong>—, aunque no<br />

le gusta que la gente pida verlo. La verdad es que al principio se puso furioso y dijo<br />

que os llevase <strong>de</strong> vuelta al sitio <strong>de</strong> don<strong>de</strong> habíais venido. Luego me preguntó qué


aspecto teníais, y cuando le mencioné tus zapatos <strong>de</strong> plata se interesó mucho. Al<br />

fin le hablé <strong>de</strong> la marca que llevas en la frente, y <strong>de</strong>cidió recibirte.<br />

En ese momento sonó una campana, y la niña ver<strong>de</strong> le dijo a Dorothy:<br />

—Ésa es la señal. Debes entrar sola en la Sala <strong>de</strong>l Trono.<br />

La niña ver<strong>de</strong> abrió una pequeña puerta, y Dorothy entró por ella muy resuelta y se<br />

encontró en un sitio maravilloso. Era un cuarto gran<strong>de</strong> y redondo, con un techo alto<br />

y abovedado, y las pare<strong>de</strong>s y el suelo estaban cubiertos por inmensas y apretadas<br />

esmeraldas. En el centro <strong>de</strong>l cielo raso había una gran luz, brillante como el sol,<br />

que hacía centellear las esmeraldas.<br />

Pero lo que más le interesó a Dorothy fue el enorme trono <strong>de</strong> mármol ver<strong>de</strong> que<br />

había en medio <strong>de</strong>l cuarto. Tenía forma <strong>de</strong> sillón y <strong>de</strong>stellaba, cubierto <strong>de</strong> gemas<br />

como todo lo <strong>de</strong>más. En el centro <strong>de</strong> la silla había una enorme cabeza, sin cuerpo<br />

que la sostuviera ni brazos ni piernas. Esa cabeza carecía <strong>de</strong> pelo, pero tenía ojos,<br />

nariz y boca, y era más gran<strong>de</strong> que la cabeza <strong>de</strong>l mayor gigante.<br />

Mientras Dorothy miraba maravillada y temerosa, los ojos se volvieron <strong>de</strong>spacio y<br />

se fijaron en ella, muy intensamente. Entonces la boca se movió, y Dorothy oyó<br />

una voz que <strong>de</strong>cía:<br />

—Soy <strong>Oz</strong>, el Gran<strong>de</strong> y Terrible. ¿Quién eres tú, y por qué me buscas?<br />

No era una voz tan terrible. <strong>El</strong>la había esperado algo peor <strong>de</strong> esa gran cabeza.<br />

Armándose <strong>de</strong> valor, respondió:<br />

—Soy Dorothy, la Pequeña y Dócil. He venido a buscar tu ayuda.<br />

Los ojos la miraron pensativos durante un minuto entero.<br />

Luego la voz dijo:<br />

—¿Dón<strong>de</strong> conseguiste los zapatos <strong>de</strong> plata?<br />

—Los conseguí <strong>de</strong> la Bruja Mala <strong>de</strong>l Este, cuando mi casa le cayó encima y la mató<br />

—respondió la niña.<br />

—¿De dón<strong>de</strong> sacaste esa marca que llevas en la frente? —continuó la voz.


—Es el sitio don<strong>de</strong> me besó la Bruja Buena <strong>de</strong>l Norte cuando se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> mí y<br />

me mandó a verte —dijo la niña.<br />

Los ojos la volvieron a mirar con mucha atención; vieron que la niña <strong>de</strong>cía la<br />

verdad.<br />

<strong>Oz</strong> preguntó:<br />

—¿Qué quieres que haga?<br />

—Que me man<strong>de</strong>s <strong>de</strong> vuelta a Kansas, don<strong>de</strong> están tía Em y tío Henry —dijo<br />

Dorothy, con fervor—. A pesar <strong>de</strong> ser tan hermoso, tu país no me gusta. Y estoy<br />

segura <strong>de</strong> que tía Em estará muy preocupada por mi tardanza.<br />

Los ojos parpa<strong>de</strong>aron tres veces y luego se volvieron hacia el techo y hacia el<br />

suelo, y giraron <strong>de</strong> un modo tan raro que parecían ver cada rincón <strong>de</strong>l cuarto. Y al<br />

fin miraron <strong>de</strong> nuevo a Dorothy.<br />

—¿Por qué he <strong>de</strong> hacer esto por ti? —preguntó <strong>Oz</strong>.<br />

—Porque tú eres fuerte y yo soy débil; porque tú eres un gran mago y yo soy sólo<br />

una niña <strong>de</strong>svalida —respondió Dorothy.<br />

—Pero tuviste fuerzas suficientes para matar a la Bruja Mala <strong>de</strong>l Este —dijo <strong>Oz</strong>.<br />

—Fue un acci<strong>de</strong>nte —respondió la niña—. No lo pu<strong>de</strong> evitar.<br />

—Bueno —dijo la Cabeza—, te daré mi respuesta. No tienes <strong>de</strong>recho a preten<strong>de</strong>r<br />

que te man<strong>de</strong> <strong>de</strong> vuelta a Kansas a menos que tú hagas algo por mí a cambio. En<br />

este país todos <strong>de</strong>ben pagar por los favores que reciben. Si quieres que yo use mis<br />

po<strong>de</strong>res mágicos para enviarte <strong>de</strong> vuelta a tu casa, <strong>de</strong>berás primero hacer algo por<br />

mí. Ayúdame y te ayudaré.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>bo hacer?<br />

—Mata a la Bruja Mala <strong>de</strong>l Oeste —respondió <strong>Oz</strong>.<br />

—¡Pero no puedo! —exclamó Dorothy, muy sorprendida.


—Mataste a la Bruja <strong>de</strong>l Este y llevas los zapatos <strong>de</strong> plata que poseen un po<strong>de</strong>roso<br />

encanto. Ahora sólo queda una Bruja Mala en este país, y cuando puedas <strong>de</strong>cirme<br />

que está muerta te enviaré <strong>de</strong> vuelta a Kansas… pero no antes.<br />

La niña comenzó a llorar <strong>de</strong> frustración. Los ojos parpa<strong>de</strong>aron <strong>de</strong> nuevo y la<br />

miraron inquietos, como si el Gran <strong>Oz</strong> supiera que la niña lo podría ayudar si<br />

quisiera.<br />

—Nunca maté ni una mosca intencionadamente —sollozó—; y aunque quisiera<br />

¿cómo podría matar a la Bruja Mala? Si tú, que eres Gran<strong>de</strong> y Terrible, no la<br />

pue<strong>de</strong>s matar, ¿cómo esperas que lo haga yo?<br />

—No lo sé —dijo la Cabeza—; pero ésa es mi respuesta, y hasta que muera la Bruja<br />

Mala no verás a tu tía ni a tu tío. Recuerda que la Bruja es mala, muy mala, y <strong>de</strong>be<br />

morir. Ahora vete, y no trates <strong>de</strong> volver a verme hasta que hayas cumplido con tu<br />

tarea.<br />

Apenada, Dorothy <strong>de</strong>jó la Sala <strong>de</strong>l Trono y volvió adon<strong>de</strong> esperaban el León, el<br />

Espantapájaros y el Leñador <strong>de</strong> Hojalata para saber qué le había dicho <strong>Oz</strong>.<br />

—No hay esperanzas para mí —dijo, triste—, pues <strong>Oz</strong> no me enviará a casa<br />

mientras yo no mate a la Bruja Mala <strong>de</strong>l Oeste, y eso no lo podré hacer nunca.<br />

Sus amigos estaban apenados, pero nada podían hacer por ella, así que Dorothy<br />

volvió a su habitación, se acostó en la cama y lloró hasta quedarse dormida.<br />

Al día siguiente el soldado <strong>de</strong> la barba ver<strong>de</strong> se presentó al Espantapájaros y dijo:<br />

—Acompáñame. <strong>Oz</strong> te ha mandado llamar.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros siguió al soldado y fue conducido a la Sala <strong>de</strong>l Trono, don<strong>de</strong> vio,<br />

sentada en el trono esmeralda, una dama muy hermosa. Vestía un traje <strong>de</strong> gasa<br />

ver<strong>de</strong> <strong>de</strong> seda, y sobre los bucles ver<strong>de</strong>s tenía puesta una corona <strong>de</strong> piedras<br />

preciosas. De los hombros le salían unas alas <strong>de</strong> vistosos colores, tan frágiles y<br />

livianas que se estremecían ante el menor soplo <strong>de</strong> aire.<br />

Después <strong>de</strong> que el Espantapájaros se hubo inclinado ante esa hermosa criatura<br />

hasta don<strong>de</strong> se lo permitió el relleno <strong>de</strong> paja, la dama lo miró con dulzura y dijo:<br />

—Soy <strong>Oz</strong>, el Gran<strong>de</strong> y Terrible. ¿Quién eres tú y por qué me buscas?


<strong>El</strong> Espantapájaros, que esperaba ver la Cabeza <strong>de</strong> la que Dorothy le había hablado,<br />

se asombró mucho, pero le respondió con valentía:<br />

—Soy el Espantapájaros, un hombre relleno <strong>de</strong> paja. Por lo tanto no tengo cerebro,<br />

y vengo a ti a rogarte que me pongas un cerebro en la cabeza, en vez <strong>de</strong> paja, para<br />

luego ser tan hombre como los <strong>de</strong>más.<br />

—¿Por qué habría <strong>de</strong> hacer eso por ti? —preguntó la Dama.<br />

—Porque tú eres sabio y po<strong>de</strong>roso, y nadie más me pue<strong>de</strong> ayudar —le respondió el<br />

Espantapájaros.<br />

—Nunca concedo favores sin algo a cambio —dijo <strong>Oz</strong>—; pero te prometo que si<br />

matas a la Bruja Mala <strong>de</strong>l Oeste te conce<strong>de</strong>ré un gran cerebro, tan gran<strong>de</strong> que<br />

serás el hombre más sabio <strong>de</strong>l País <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>.<br />

—Pensé que le habías pedido a Dorothy que matase a la Bruja —dijo el<br />

Espantapájaros, sorprendido.<br />

—Eso hice. No me importa quién la mate. Pero mientras no esté muerta no te<br />

conce<strong>de</strong>ré el <strong>de</strong>seo. Ahora vete, y no vuelvas a buscarme mientras no te hayas<br />

ganado el cerebro que tanto <strong>de</strong>seas.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros volvió apesadumbrado junto a sus amigos y les contó lo que <strong>Oz</strong><br />

había dicho; y Dorothy se sorprendió al enterarse <strong>de</strong> que el Gran <strong>Mago</strong> no era una<br />

cabeza, como ella había visto, sino una hermosa dama.<br />

—En cualquier caso —dijo el Espantapájaros—, esa dama necesita tanto un corazón<br />

como el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

A la mañana siguiente el soldado <strong>de</strong> barba ver<strong>de</strong> se presentó al Leñador <strong>de</strong><br />

Hojalata y dijo:<br />

—<strong>Oz</strong> te ha mandado llamar. Sígueme.<br />

Y el Leñador <strong>de</strong> Hojalata lo siguió y llegó a la gran Sala <strong>de</strong>l Trono. No sabía si iba a<br />

ver a <strong>Oz</strong> como una dama hermosa o como una cabeza, pero esperó que fuera la<br />

Dama hermosa. “Porque —se dijo—, si es la Cabeza estoy seguro <strong>de</strong> que no me<br />

dará un corazón, puesto que una cabeza no tiene corazón propio y por lo tanto<br />

carecerá <strong>de</strong> sentimientos hacia mí. Pero si es una dama hermosa le rogaré con


todas mis fuerzas que me dé un corazón, pues se dice que todas las damas son <strong>de</strong><br />

corazón bondadoso.”<br />

Pero cuando el Leñador entró en la gran Sala <strong>de</strong>l Trono no vio ni la Cabeza ni la<br />

Dama, pues <strong>Oz</strong> había adoptado la forma <strong>de</strong> un animal verda<strong>de</strong>ramente terrible. Era<br />

casi tan gran<strong>de</strong> como un elefante, y el trono parecía que iba a <strong>de</strong>smoronarse bajo<br />

su peso. <strong>El</strong> Animal tenía cabeza <strong>de</strong> rinoceronte, con la diferencia <strong>de</strong> que en su cara<br />

había cinco ojos. Del cuerpo le brotaban cinco largos brazos, y también tenía cinco<br />

piernas largas y <strong>de</strong>lgadas. Lo cubría por todas partes un pelo lanudo, y era<br />

imposible imaginar un monstruo más horrible. Era una suerte que el Leñador <strong>de</strong><br />

Hojalata no tuviera corazón en ese momento; el terror se lo habría hecho latir con<br />

fuerza. Pero como era sólo <strong>de</strong> lata, el Leñador no se asustó, aunque sintió una gran<br />

<strong>de</strong>silusión.<br />

—Soy <strong>Oz</strong>, el Gran<strong>de</strong> y Terrible —dijo el Animal, con una voz que era más bien un<br />

rugido—. ¿Tú quién eres y por qué me buscas?<br />

—Soy un leñador, hecho <strong>de</strong> hojalata. Por lo tanto no tengo corazón y no puedo<br />

amar. Te ruego que me <strong>de</strong>s un corazón para po<strong>de</strong>r ser como los <strong>de</strong>más hombres.<br />

—¿Por qué tendría que hacerlo? —exigió el Animal.<br />

—Porque yo lo pido, y porque sólo tú me lo pue<strong>de</strong>s conce<strong>de</strong>r —respondió el<br />

Leñador.<br />

Al oír eso <strong>Oz</strong> lanzó un gruñido, pero dijo con aspereza:<br />

—Si <strong>de</strong> veras <strong>de</strong>seas un corazón, <strong>de</strong>berás ganártelo.<br />

—¿Cómo? —preguntó el Leñador.<br />

—Ayudando a Dorothy a matar a la Bruja Mala <strong>de</strong>l Oeste —respondió el Animal—.<br />

Cuando la Bruja esté muerta, ven a mí y te daré el corazón más gran<strong>de</strong>, más<br />

bondadoso y más amante <strong>de</strong> todo el País <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>.<br />

Y el Leñador <strong>de</strong> Hojalata fue dolorosamente obligado a volver junto a sus amigos, a<br />

hablarles <strong>de</strong>l Animal terrible que había visto. Todos estaban intrigados por las<br />

muchas formas que podía adoptar el Gran <strong>Mago</strong>, y el León dijo:<br />

—Si es un animal cuando yo vaya a verlo, lanzaré mi más fuerte rugido, y tanto se<br />

asustará que me conce<strong>de</strong>rá lo que le pido. Y si es la hermosa Dama, simularé


abalanzarme sobre ella, y así conseguiré lo que busco. Y si es la gran Cabeza,<br />

estará a mi merced, pues la haré rodar por la Sala hasta que prometa darnos lo<br />

que <strong>de</strong>seamos. Alegraos, amigos, pues todo saldrá bien.<br />

A la mañana siguiente, el soldado <strong>de</strong> la barba ver<strong>de</strong> llevó al León a la Sala <strong>de</strong>l<br />

Trono y lo invitó a presentarse ante <strong>Oz</strong>. <strong>El</strong> León entró enseguida, y al mirar<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>scubrió, sorprendido, que <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l Trono había una Bola <strong>de</strong> Fuego,<br />

tan feroz y resplan<strong>de</strong>ciente que apenas la podía mirar. Lo primero que pensó fue<br />

que <strong>Oz</strong> estaba en llamas, que acci<strong>de</strong>ntalmente se había incendiado; pero cuando<br />

trató <strong>de</strong> acercarse más el calor fue tan intenso que le chamuscó los bigotes, y<br />

retrocedió tembloroso hasta cerca <strong>de</strong> la puerta.<br />

Luego, <strong>de</strong> la Bola <strong>de</strong> Fuego, salió una voz, y esto fue lo que dijo:<br />

—Soy <strong>Oz</strong>, el Gran<strong>de</strong> y Terrible. ¿Quién eres tú y por qué me buscas?<br />

Y el León contestó:<br />

—Soy un león cobar<strong>de</strong>, que se asusta <strong>de</strong> todo. Vengo a ti a suplicarte que me <strong>de</strong>s<br />

coraje, para que <strong>de</strong> veras pueda convertirme en el Rey <strong>de</strong> los Animales, como me<br />

llaman los hombres.<br />

—¿Por qué habría <strong>de</strong> darte coraje?<br />

—Porque <strong>de</strong> todos los magos tú eres el más gran<strong>de</strong>, y tus po<strong>de</strong>res bastan para<br />

conce<strong>de</strong>r mi <strong>de</strong>seo —respondió el León.<br />

La Bola <strong>de</strong> Fuego ardió con ferocidad durante un rato, y la voz dijo:<br />

—Tráeme pruebas <strong>de</strong> que la Bruja Mala está muerta, y en ese momento te daré<br />

coraje. Pero mientras la Bruja viva tendrás que seguir siendo cobar<strong>de</strong>.<br />

<strong>El</strong> León estaba furioso por esas palabras, pero no pudo respon<strong>de</strong>r nada, y mientras<br />

la miraba en silencio, la Bola <strong>de</strong> Fuego ardió con tal furia que se vio obligado a dar<br />

media vuelta y salir corriendo <strong>de</strong> la Sala. Se alegró <strong>de</strong> encontrar a sus amigos<br />

esperándolo, y les contó la terrible entrevista con el <strong>Mago</strong>.<br />

—Y ahora ¿qué haremos? —preguntó Dorothy, triste.<br />

—Sólo po<strong>de</strong>mos hacer una cosa —le contestó el León—. Ir al país <strong>de</strong> los winkies,<br />

buscar a la Bruja Mala y matarla.


—Pero ¿y si no po<strong>de</strong>mos? —dijo la niña.<br />

—Entonces yo nunca tendré coraje —<strong>de</strong>claró el León.<br />

—Y yo nunca tendré cerebro —agregó el Espantapájaros.<br />

—Y yo nunca tendré corazón —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—Y yo nunca veré a tía Em y tío Henry —dijo Dorothy, rompiendo a llorar.<br />

—¡Cuidado! —gritó la niña ver<strong>de</strong>—; las lágrimas te caerán en el vestido <strong>de</strong> seda<br />

ver<strong>de</strong> y lo mancharán.<br />

Dorothy entonces se secó las lágrimas y dijo:<br />

—Creo que <strong>de</strong>bemos intentarlo; pero estoy segura <strong>de</strong> que yo no quiero matar a<br />

nadie, aunque sea para volver a ver a tía Em.<br />

—Yo iré contigo, pero soy <strong>de</strong>masiado cobar<strong>de</strong> para matar a la Bruja —dijo el León.<br />

—Yo también iré —<strong>de</strong>claró el Espantapájaros—, pero no seré una gran ayuda; soy<br />

muy tonto.<br />

—Yo no tengo corazón, ni siquiera para dañar a una Bruja —señaló el Leñador <strong>de</strong><br />

Hojalata—; pero si vosotros vais yo, por supuesto, os acompañaré.<br />

Decidieron entonces iniciar el viaje a la mañana siguiente, y el Leñador afiló el<br />

hacha en una piedra <strong>de</strong> afilar ver<strong>de</strong> y se hizo aceitar bien todas las articulaciones.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros se rellenó con paja fresca y Dorothy le puso pintura nueva en los<br />

ojos para que viera mejor. La niña ver<strong>de</strong>, que era con ellos muy bondadosa, llenó la<br />

cesta <strong>de</strong> Dorothy <strong>de</strong> cosas muy buenas para comer y ató una campanilla al<br />

pescuezo <strong>de</strong> Totó con una cinta ver<strong>de</strong>.<br />

Se acostaron muy temprano y durmieron profundamente hasta el amanecer,<br />

cuando fueron <strong>de</strong>spertados por el canto <strong>de</strong> un gallo ver<strong>de</strong> que vivía en el patio<br />

trasero <strong>de</strong>l palacio y por el cacareo <strong>de</strong> una gallina que había puesto un huevo<br />

ver<strong>de</strong>.<br />

Capítulo 12<br />

En busca <strong>de</strong> la Bruja Mala


<strong>El</strong> soldado <strong>de</strong> la barba ver<strong>de</strong> los llevó por las calles <strong>de</strong> la Ciudad Esmeralda hasta<br />

que llegaron al sitio don<strong>de</strong> vivía el Guardián <strong>de</strong> las Puertas. Ese funcionario les<br />

abrió los candados <strong>de</strong> las gafas y las guardó en la gran caja ver<strong>de</strong>, y luego, con<br />

amabilidad, abrió la puerta a nuestros amigos.<br />

—¿Qué camino lleva a la Bruja Mala <strong>de</strong>l Oeste? —preguntó Dorothy.<br />

—No hay tal camino —respondió el Guardián <strong>de</strong> las Puertas—; nadie <strong>de</strong>sea ir en esa<br />

dirección.<br />

—Entonces, ¿cómo la encontraremos? —quiso saber la niña.<br />

—Eso será fácil —respondió el hombre—, pues en cuanto sepa que estáis en el País<br />

<strong>de</strong> los Winkies os buscará y os hará sus esclavos.<br />

—Tal vez no —dijo el Espantapájaros—, pues pensamos matarla.<br />

—Ah, así es diferente —dijo el Guardián <strong>de</strong> las Puertas—. Nadie ha podido acabar<br />

con ella nunca, por eso pensé que os haría esclavos como a todos los <strong>de</strong>más. Pero<br />

tened mucho cuidado, porque es feroz y malvada, y quizá no se <strong>de</strong>je matar.<br />

Caminad siempre hacia el oeste, don<strong>de</strong> se pone el sol, y sin duda la encontraréis.<br />

Dieron las gracias al Guardián y se <strong>de</strong>spidieron y echaron a andar hacia el oeste,<br />

por campos <strong>de</strong> hierba suave, salpicada aquí y allá por margaritas y botones <strong>de</strong> oro.<br />

Dorothy todavía llevaba el bonito vestido <strong>de</strong> seda que se había puesto en el palacio,<br />

pero ahora, sorprendida, <strong>de</strong>scubrió que ya no era ver<strong>de</strong> sino <strong>de</strong> un blanco puro. La<br />

cinta que Totó llevaba al pescuezo también había perdido el color ver<strong>de</strong>, y era<br />

blanca como el vestido <strong>de</strong> Dorothy.<br />

La Ciudad Esmeralda pronto quedó muy atrás. A medida que avanzaban el terreno<br />

se iba volviendo más salvaje y montañoso, pues en esa comarca <strong>de</strong>l Oeste no había<br />

granjas ni casas, y la tierra no estaba trabajada.<br />

Por la tar<strong>de</strong> el sol les alumbró con fuerza en la cara, pues no había árboles que<br />

ofrecieran sombra; antes <strong>de</strong> que anocheciera Dorothy, Totó y el León se sintieron<br />

cansados, se acostaron en la hierba y se quedaron dormidos, mientras el Leñador y<br />

el Espantapájaros montaban guardia.<br />

La Bruja Mala <strong>de</strong>l Oeste no tenía más que un ojo, pero ese ojo era tan po<strong>de</strong>roso<br />

como un telescopio, y podía ver todos los sitios. Sentada en la puerta <strong>de</strong>l castillo,<br />

miró alre<strong>de</strong>dor y vio a Dorothy dormida, ro<strong>de</strong>ada por sus amigos. Estaban muy


lejos, pero la Bruja Mala, furiosa al encontrarlos en su territorio, hizo sonar un<br />

silbato <strong>de</strong> plata que llevaba colgado <strong>de</strong>l cuello.<br />

Inmediatamente, <strong>de</strong> todas direcciones, llegó corriendo una manada <strong>de</strong> enormes<br />

lobos. Tenían patas largas, ojos feroces y dientes afilados.<br />

—Atacad a esas personas —dijo la Bruja—, ¡y <strong>de</strong>spedazadlas!<br />

—¿No las vas a hacer tus esclavas? —preguntó el Jefe <strong>de</strong> los Lobos.<br />

—No —respondió la Bruja—; una es <strong>de</strong> lata, y una es <strong>de</strong> paja; una es una niña y<br />

otra un león. Ninguna sirve para trabajar, así que <strong>de</strong>beréis <strong>de</strong>scuartizarlas en<br />

pedazos bien pequeños.<br />

—Muy bien —dijo el lobo, y salió a toda prisa, seguido por los <strong>de</strong>más.<br />

Por fortuna el Espantapájaros y el Leñador estaban bien <strong>de</strong>spiertos, y oyeron a los<br />

lobos.<br />

—Esta batalla es para mí —dijo el Leñador—; tú ponte <strong>de</strong>trás y yo me enfrentaré a<br />

ellos.<br />

Empuñó el hacha, que había hecho afilar bien, y cuando el Jefe <strong>de</strong> los Lobos atacó<br />

el Leñador <strong>de</strong> Hojalata balanceó el brazo y <strong>de</strong>capitó al lobo, que murió al instante.<br />

Cuando apenas había alzado el hacha, llegó otro lobo, que también cayó <strong>de</strong>strozado<br />

por la afilada arma <strong>de</strong>l Leñador. Había cuarenta lobos y cuarenta lobos murieron, y<br />

al final <strong>de</strong> la lucha quedaron allí tendidos, en una pila, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l Leñador.<br />

<strong>El</strong> Leñador soltó el hacha y se sentó junto al Espantapájaros, que dijo:<br />

—Fue un buen combate, amigo.<br />

Esperaron hasta que Dorothy <strong>de</strong>spertó, a la mañana siguiente. La niña se asustó<br />

mucho cuando vio la enorme pila <strong>de</strong> lobos hirsutos, pero el Leñador <strong>de</strong> Hojalata le<br />

explicó todo. Dorothy le dio las gracias por haberlos salvado, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>sayunar, reiniciaron el viaje. Esa mañana la Bruja Mala salió a la puerta <strong>de</strong>l<br />

castillo y miró hacia afuera con su único ojo, que tan lejos podía ver. Vio a todos los<br />

lobos muertos, y a los viajeros todavía avanzando por su territorio. Eso la enfureció<br />

más todavía, e hizo sonar el silbato dos veces.


Enseguida apareció una bandada <strong>de</strong> feroces cuervos volando hacia ella; eran tantos<br />

que oscurecían el cielo. Y la Bruja Mala dijo al Rey <strong>de</strong> los Cuervos:<br />

—¡Volad inmediatamente hasta don<strong>de</strong> están esos forasteros; sacadles los ojos y<br />

<strong>de</strong>spedazadlos!<br />

Los feroces cuervos volaron en una gran bandada hacia Dorothy y sus compañeros.<br />

Cuando vio que se acercaban, la niña se asustó. Pero el Espantapájaros dijo:<br />

—Esta batalla es para mí; acostaos a mi lado y no sufriréis ningún daño.<br />

Todos se acostaron en el suelo, menos el Espantapájaros, que extendió los brazos.<br />

Y cuando los cuervos lo vieron se asustaron, como ocurre cada vez que ven un<br />

espantapájaros, (*) y no se atrevieron a acercarse más. Pero el Rey <strong>de</strong> los Cuervos<br />

dijo:<br />

—Es sólo un hombre <strong>de</strong> paja. Yo le sacaré los ojos.<br />

<strong>El</strong> Rey <strong>de</strong> los Cuervos voló hasta el Espantapájaros, que lo agarró <strong>de</strong> la cabeza y le<br />

retorció el pescuezo hasta matarlo. Y luego llegó otro cuervo y el Espantapájaros le<br />

hizo lo mismo. Había cuarenta cuervos, y el Espantapájaros retorció cuarenta<br />

pescuezos, hasta que todos los pájaros quedaron allí muertos. Entonces pidió a los<br />

compañeros que se levantasen y continuaron viaje.<br />

Cuando la Bruja Mala volvió a mirar y vio a todos sus cuervos en una pila, se<br />

enfureció <strong>de</strong> un modo terrible, e hizo sonar tres veces el silbato <strong>de</strong> plata.<br />

De repente se oyó un gran zumbido en el aire, y hacia ella <strong>de</strong>scendió un enjambre<br />

<strong>de</strong> abejas negras.<br />

—¡Atacad a esos <strong>de</strong>sconocidos y clavadles aguijones hasta que mueran! —or<strong>de</strong>nó la<br />

Bruja, y las abejas dieron media vuelta y volaron rápidamente hacia don<strong>de</strong><br />

andaban Dorothy y sus amigos. Pero el Leñador las había visto, y el Espantapájaros<br />

ya había <strong>de</strong>cidido qué hacer.<br />

—Sácame la paja y échala sobre la niña, el perro y el León —le dijo al Leñador—, y<br />

las abejas no los podrán picar.<br />

<strong>El</strong> Leñador obe<strong>de</strong>ció, y mientras Dorothy sostenía a Totó en brazos, apoyada contra<br />

el León, la paja los cubrió por completo.


Las abejas llegaron y no encontraron a nadie más que el Leñador para picar, y<br />

volaron hacia él y se rompieron todos los aguijones contra la lata, sin dañar al<br />

Leñador. Y como las abejas no pue<strong>de</strong>n vivir con los aguijones rotos, ése fue el fin<br />

<strong>de</strong> las abejas negras, que quedaron esparcidas por el suelo, alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l Leñador,<br />

en una gruesa capa, formando pequeñas pilas que parecían <strong>de</strong> carbón.<br />

Luego Dorothy y el León se levantaron, y la niña ayudó al Leñador <strong>de</strong> Hojalata a<br />

poner <strong>de</strong> nuevo la paja <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l Espantapájaros, hasta que lo <strong>de</strong>jaron en las<br />

mismas condiciones que antes. Y una vez más se pusieron en marcha.<br />

La Bruja Mala se enfureció tanto cuando vio a sus abejas negras esparcidas como<br />

carbón que golpeó el suelo con el pie y se tiró <strong>de</strong>l pelo e hizo rechinar los dientes. Y<br />

luego llamó a una docena <strong>de</strong> sus esclavos, los winkies, les dio lanzas afiladas y les<br />

dijo que fueran a matar a los <strong>de</strong>sconocidos.<br />

Los winkies no eran gente valiente, pero tenían que hacer lo que les mandaban, así<br />

que avanzaron hasta que estuvieron cerca <strong>de</strong> Dorothy. En ese momento el León<br />

lanzó un potente rugido y saltó hacia ellos, y los pobres winkies se asustaron tanto<br />

que dieron media vuelta y echaron a correr lo más rápido posible.<br />

Cuando llegaron al castillo la Bruja Mala les pegó fuerte con una correa y los envió<br />

<strong>de</strong> nuevo a trabajar, y luego se sentó a pensar qué <strong>de</strong>bería hacer ahora. No<br />

entendía cómo habían fracasado todos sus planes para <strong>de</strong>struir a esos<br />

<strong>de</strong>sconocidos, pero era una bruja po<strong>de</strong>rosa, y a<strong>de</strong>más malvada, y pronto <strong>de</strong>cidió<br />

cuál sería su próxima acción.<br />

Había en su armario un Bonete <strong>de</strong> Oro ro<strong>de</strong>ado por un círculo <strong>de</strong> diamantes y<br />

rubíes. Ese Bonete <strong>de</strong> Oro tenía un po<strong>de</strong>r mágico. Quien lo poseía podía llamar tres<br />

veces a los Monos Alados, que obe<strong>de</strong>cerían cualquier or<strong>de</strong>n que se les diese. Pero<br />

ninguna persona podía dar ór<strong>de</strong>nes a esas extrañas criaturas más <strong>de</strong> tres veces.<br />

Dos veces había usado ya el hechizo <strong>de</strong>l Bonete la Bruja Mala. Una cuando<br />

esclavizó a los winkies y se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong>l país. La segunda cuando luchó contra el<br />

propio Gran <strong>Oz</strong> y lo echó <strong>de</strong>l territorio <strong>de</strong>l Oeste. Los Monos Alados también la<br />

habían ayudado en esa ocasión. Sólo podría usar una vez más el Bonete <strong>de</strong> Oro, y<br />

por esa razón prefería esperar hasta que se le agotasen todos los otros po<strong>de</strong>res.<br />

Pero ahora que ya no estaban los feroces lobos ni los cuervos salvajes ni las abejas<br />

negras, y los esclavos se habían aterrorizado ante el León Cobar<strong>de</strong>, vio que sólo<br />

quedaba un modo <strong>de</strong> acabar con Dorothy y sus amigos.


La Bruja Mala sacó entonces el Bonete <strong>de</strong> Oro <strong>de</strong>l armario y se lo puso sobre la<br />

cabeza. Luego se apoyó solamente en el pie izquierdo y dijo, <strong>de</strong>spacio:<br />

—¡Ep-pe, pep-pe, kak-ke!<br />

A continuación se apoyó en el pie <strong>de</strong>recho y dijo:<br />

—¡Hil-lo, hol-lo, hol-la!<br />

Después se apoyó en ambos pies y gritó con fuerza: —¡Ziz-zy, zuz-zy, zik!<br />

Y el po<strong>de</strong>r mágico comenzó a obrar. <strong>El</strong> cielo se oscureció, y se oyó en el aire el<br />

estruendo apagado <strong>de</strong> un trueno. Hubo un ensor<strong>de</strong>cedor aleteo, voces que<br />

parloteaban y reían; y el sol asomó en el cielo y mostró a la Bruja Mala ro<strong>de</strong>ada por<br />

una multitud <strong>de</strong> monos, cada uno con un par <strong>de</strong> po<strong>de</strong>rosas alas en la espalda.<br />

Uno, mucho más gran<strong>de</strong> que los <strong>de</strong>más, parecía ser el jefe. Volando se acercó a la<br />

Bruja y dijo:<br />

—Nos has convocado por tercera y última vez. ¿Cuáles son tus ór<strong>de</strong>nes?<br />

—Atacad a los <strong>de</strong>sconocidos que andan por mis tierras y matadlos a todos menos al<br />

León —dijo la Bruja Mala—. Y traedme a ese animal; quiero enjaezarlo como a un<br />

caballo y ponerlo a trabajar.<br />

—Tus ór<strong>de</strong>nes serán obe<strong>de</strong>cidas —dijo el jefe, y con mucho ruido y parloteo los<br />

Monos Alados alzaron vuelo hacia don<strong>de</strong> estaban Dorothy y sus amigos.<br />

Algunos <strong>de</strong> los monos agarraron al Leñador <strong>de</strong> Hojalata y lo llevaron por el aire<br />

hasta que estuvieron encima <strong>de</strong> un lugar cubierto <strong>de</strong> rocas afiladas. Allí lo soltaron,<br />

y el pobre Leñador, que cayó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy alto, se abolló y golpeó tanto que no pudo<br />

moverse ni gemir.<br />

Otros monos buscaron al Espantapájaros y con los largos <strong>de</strong>dos le sacaron toda la<br />

paja <strong>de</strong> las ropas y <strong>de</strong> la cabeza. Con el sombrero, los zapatos y las ropas hicieron<br />

un pequeño fardo y lo tiraron sobre las ramas más altas <strong>de</strong> un árbol gran<strong>de</strong>.<br />

Los monos restantes echaron cuerdas muy fuertes alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l León, dieron<br />

muchas vueltas aprisionándole el cuerpo, la cabeza y las piernas, hasta que no<br />

pudo mor<strong>de</strong>r ni arañar ni moverse. Luego lo alzaron y se alejaron volando con él


hacia el castillo <strong>de</strong> la Bruja; allí lo pusieron en un pequeño patio ro<strong>de</strong>ado por una<br />

alta valla <strong>de</strong> hierro para que no pudiera escapar.<br />

Pero a Dorothy no le hicieron ningún daño. Con Totó en brazos, la niña observó el<br />

triste <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> sus compañeros, pensando que pronto le tocaría a ella. <strong>El</strong> jefe <strong>de</strong><br />

los Monos Alados voló hacia Dorothy extendiendo los largos y velludos brazos, con<br />

una terrible sonrisa; pero le vio en la frente la marca <strong>de</strong>l beso <strong>de</strong> la Bruja Buena y<br />

se <strong>de</strong>tuvo instantáneamente, e hizo señas a los <strong>de</strong>más, or<strong>de</strong>nándoles que no la<br />

tocasen.<br />

—No nos atreveremos a dañar a esta niña —les dijo—, porque está protegida por la<br />

Fuerza <strong>de</strong>l Bien, que es superior a la Fuerza <strong>de</strong>l Mal. Todo lo que po<strong>de</strong>mos hacer es<br />

llevarla al castillo <strong>de</strong> la Bruja Mala y <strong>de</strong>jarla allí.<br />

Con suavidad y cuidado, alzaron a Dorothy en brazos y la llevaron velozmente por<br />

el aire hasta el castillo. Allí la <strong>de</strong>positaron en el escalón <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong>lantera.<br />

Luego el Jefe <strong>de</strong> los Monos le dijo a la Bruja:<br />

—Te hemos obe<strong>de</strong>cido hasta don<strong>de</strong> hemos podido. <strong>El</strong> Leñador <strong>de</strong> Hojalata y el<br />

Espantapájaros fueron <strong>de</strong>struidos, y el León está encerrado en tu patio. A la niña, y<br />

al perro que lleva en brazos, no nos atrevemos a hacerles daño. Tu po<strong>de</strong>r sobre<br />

nuestra banda ha cesado, y no volverás a vernos.<br />

Y los Monos Alados, con mucho parloteo y risas, echaron a volar y pronto se<br />

perdieron <strong>de</strong> vista.<br />

La Bruja Mala se sorprendió y comenzó a preocuparse cuando vio la marca en la<br />

frente <strong>de</strong> Dorothy, pues sabía muy bien que ni los Monos Alados ni ella se<br />

atreverían a hacerle el menor daño. Miró los pies <strong>de</strong> Dorothy y, al ver los zapatos<br />

<strong>de</strong> plata, comenzó a temblar <strong>de</strong> terror, pues sabía que eran portadores <strong>de</strong> un<br />

po<strong>de</strong>roso hechizo. Al principio la Bruja se sintió tentada <strong>de</strong> echar a correr y escapar<br />

<strong>de</strong> Dorothy; pero por casualidad miró los ojos <strong>de</strong> la niña, y vio cuán simple era el<br />

alma que había allí <strong>de</strong>trás, y tuvo la seguridad <strong>de</strong> que la niña <strong>de</strong>sconocía el<br />

maravilloso po<strong>de</strong>r que le daban los zapatos <strong>de</strong> plata. La Bruja, entonces, rió para<br />

sus a<strong>de</strong>ntros y pensó: “Todavía la puedo hacer mi esclava, porque no sabe usar su<br />

po<strong>de</strong>r”. Con voz dura y severa dijo:<br />

—Acompáñame, y trata <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cer todo lo que te or<strong>de</strong>ne; <strong>de</strong> lo contrario acabaré<br />

contigo, como ya hice con el Leñador <strong>de</strong> Hojalata y el Espantapájaros.<br />

Dorothy la siguió por muchas <strong>de</strong> las hermosas habitaciones <strong>de</strong>l castillo hasta que


llegaron a la cocina, don<strong>de</strong> la Bruja le mandó que limpiase las ollas y las jarras,<br />

barriera el piso y echase leña en el fuego.<br />

Dorothy se puso a trabajar con docilidad, <strong>de</strong>cidida a hacer los mayores sacrificios,<br />

pues estaba agra<strong>de</strong>cida <strong>de</strong> que la Bruja Mala hubiera <strong>de</strong>cidido no matarla.<br />

Con Dorothy trabajando mansamente, la Bruja pensó en ir al patio y enjaezar al<br />

León Cobar<strong>de</strong> como si fuera un caballo. Estaba segura <strong>de</strong> que sería muy divertido<br />

hacerlo tirar <strong>de</strong>l carruaje cuando ella <strong>de</strong>sease dar un paseo. Pero en cuanto abrió la<br />

puerta el León lanzó un rugido y saltó hacia ella con tanta ferocidad que la Bruja se<br />

asustó, salió corriendo y volvió a cerrar la puerta.<br />

—Si no te puedo enjaezar —dijo la Bruja al León, hablando entre los barrotes <strong>de</strong> la<br />

puerta—, por lo menos te puedo matar <strong>de</strong> hambre. No te daré nada más <strong>de</strong> comer<br />

hasta que hagas lo que yo quiero.<br />

Des<strong>de</strong> entonces no llevó más comida al León prisionero; pero todos los días iba<br />

hasta la puerta, al mediodía, y preguntaba:<br />

—¿Estás preparado para que te ponga jaeces como a un caballo?<br />

Y el León contestaba:<br />

—No. Y si entras en este patio te mor<strong>de</strong>ré.<br />

La razón por la cual el León no tenía que obe<strong>de</strong>cer los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> la Bruja era que<br />

Dorothy, todas las noches, mientras la mujer dormía, le llevaba comida <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>spensa. Cuando el León terminaba <strong>de</strong> comer, se acostaba en su cama <strong>de</strong> paja.<br />

Dorothy apoyaba la cabeza en la suave y abundante melena, hablaban <strong>de</strong> sus<br />

problemas y trataban <strong>de</strong> inventar algún modo <strong>de</strong> huir. Pero no encontraban la<br />

manera <strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l castillo, que estaba constantemente custodiado por los<br />

amarillos winkies, que eran esclavos <strong>de</strong> la Bruja Mala y temían <strong>de</strong>masiado la i<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>cer sus ór<strong>de</strong>nes.<br />

La niña tenía que trabajar mucho durante el día, y a menudo la Bruja la amenazaba<br />

con el viejo paraguas que siempre llevaba en la mano. Pero la verdad era que no se<br />

atrevía a golpear a Dorothy a causa <strong>de</strong> la marca que tenía en la frente. La niña no<br />

sabía eso, y tenía mucho miedo <strong>de</strong> lo que podía pasarles a ella y a Totó. Una vez la<br />

Bruja golpeó a Totó con el paraguas, y el valiente perrito, en respuesta, le saltó a


una pierna y se la mordió. La Bruja no sangró por la herida, pues era tan malvada<br />

que la sangre se le había secado hacía muchos años.<br />

La vida <strong>de</strong> Dorothy se volvió muy triste cuando llegó a la conclusión <strong>de</strong> que le sería<br />

más difícil que nunca volver a Kansas, junto a tía Em. A veces lloraba <strong>de</strong> amargura<br />

durante horas, con Totó sentado a los pies, mirándola a la cara y gimiendo para<br />

<strong>de</strong>mostrar cuánta pena sentía por su pequeña ama. A Totó en realidad le daba lo<br />

mismo vivir en Kansas que en el País <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>, siempre que Dorothy estuviera con él;<br />

pero sabía que la niña no era feliz, y por ese motivo tampoco lo era él.<br />

Ahora bien, la Bruja tenía gran<strong>de</strong>s <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> poseer los zapatos <strong>de</strong> plata que la<br />

niña siempre usaba. Sus abejas, sus cuervos y sus lobos estaban apilados,<br />

secándose al sol, y había usado todos los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong>l Bonete <strong>de</strong> Oro; pero si<br />

lograba apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong> los zapatos <strong>de</strong> plata tendría más po<strong>de</strong>r que el que había<br />

perdido con todas las <strong>de</strong>más cosas. Observó a Dorothy cuidadosamente, tratando<br />

<strong>de</strong> ver si se los sacaba, con la intención <strong>de</strong> robárselos. Pero la niña estaba tan<br />

orgullosa <strong>de</strong> ellos que nunca se los quitaba, excepto por la noche y cuando se<br />

bañaba. La Bruja tenía <strong>de</strong>masiado miedo a la oscuridad para atreverse a entrar en<br />

la habitación <strong>de</strong> Dorothy por la noche y robarle los zapatos, y su aversión al agua<br />

era todavía mayor que su miedo a la oscuridad, así que nunca se acercaba cuando<br />

Dorothy se estaba bañando. La verdad era que la vieja Bruja nunca tocaba el agua,<br />

ni <strong>de</strong>jaba que el agua la tocase <strong>de</strong> ninguna manera.<br />

Pero la malvada criatura era muy astuta, y finalmente encontró la manera <strong>de</strong><br />

conseguir lo que quería. Puso una barra <strong>de</strong> hierro en medio <strong>de</strong>l suelo <strong>de</strong> la cocina y<br />

luego, con sus artes mágicas, la hizo invisible para los ojos humanos. Y Dorothy, al<br />

pasar por ese sitio y no ver la barra, tropezó en ella y cayó boca abajo. No se<br />

lastimó mucho, pero en la caída perdió uno <strong>de</strong> los zapatos <strong>de</strong> plata, y antes <strong>de</strong> que<br />

pudiera recogerlo la Bruja se lo arrebató y se lo puso en su propio pie.<br />

La malvada mujer se sintió muy complacida por el éxito <strong>de</strong> la trampa, pues<br />

mientras tuviera uno <strong>de</strong> los zapatos poseería la mitad <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r que les confería el<br />

hechizo, y Dorothy no usaría su parte contra ella, aunque supiera cómo hacerlo.<br />

La niña, al ver que había perdido uno <strong>de</strong> sus bonitos zapatos, se puso furiosa, y dijo<br />

a la Bruja:<br />

—¡Devuélveme mi zapato!<br />

—No —le respondió la Bruja—, pues ahora es mío, no tuyo.


—¡Eres una criatura malvada! —gritó Dorothy—. No tienes <strong>de</strong>recho a quitarme el<br />

zapato.<br />

—De todas maneras me quedaré con él —dijo la Bruja, riéndose—, y algún día<br />

también te quitaré el otro.<br />

Eso enfureció tanto a Dorothy que levantó el bal<strong>de</strong> <strong>de</strong> agua que tenía cerca y lo<br />

volcó sobre la Bruja, mojándola <strong>de</strong> pies a cabeza.<br />

Instantáneamente, la malvada mujer lanzó un fuerte grito <strong>de</strong> terror, y mientras<br />

Dorothy miraba maravillada, la Bruja comenzó a encogerse y a marchitarse.<br />

—¡Mira lo que has hecho! —gritó la Bruja—. En un minuto me <strong>de</strong>rretiré.<br />

—De veras lo siento mucho —dijo Dorothy, que estaba muy asustada <strong>de</strong> ver a la<br />

Bruja <strong>de</strong>rritiéndose como un terrón <strong>de</strong> azúcar.<br />

—¿No sabías que el agua sería mi fin? —preguntó la Bruja, con voz quejumbrosa,<br />

<strong>de</strong>sesperada.<br />

—Claro que no —respondió Dorothy—. ¿Cómo lo iba a saber?<br />

—Bueno, en unos pocos minutos me habré <strong>de</strong>rretido, y el castillo será tuyo. He sido<br />

malvada durante mi vida, pero nunca pensé que una niña como tú llegaría a<br />

<strong>de</strong>rretirme y acabar con mis malda<strong>de</strong>s. ¡Cuidado… ahí voy!<br />

Con esas palabras la Bruja cayó formando una masa parda, <strong>de</strong>rretida, informe, que<br />

comenzó a <strong>de</strong>sparramarse sobre las ma<strong>de</strong>ras limpias <strong>de</strong>l suelo <strong>de</strong> la cocina. Al ver<br />

que <strong>de</strong> veras se había <strong>de</strong>rretido, Dorothy sacó otro bal<strong>de</strong> <strong>de</strong> agua y lo tiró sobre el<br />

revoltijo. Luego barrió todo y lo echó por la puerta. Después <strong>de</strong> recoger el zapato<br />

<strong>de</strong> plata, que era lo único que quedaba <strong>de</strong> la vieja, lo limpió y lo secó con un trapo,<br />

y se lo volvió a poner en el pie. Entonces, libre al fin, corrió al patio a <strong>de</strong>cirle al<br />

León que la Bruja Mala <strong>de</strong>l Oeste había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> existir y que ellos ya no eran<br />

prisioneros en un país extraño.<br />

(*) Espantapájaros es en inglés scarecrow, literalmente “espantacuervo”. (N. <strong>de</strong>l<br />

Traductor.)<br />

Capítulo 13<br />

<strong>El</strong> rescate


<strong>El</strong> León Cobar<strong>de</strong> se alegró mucho <strong>de</strong> que un bal<strong>de</strong> <strong>de</strong> agua hubiera <strong>de</strong>rretido a la<br />

Bruja Mala, y Dorothy abrió enseguida la puerta <strong>de</strong> la prisión y lo puso en libertad.<br />

Entraron juntos al castillo, don<strong>de</strong> la primera acción <strong>de</strong> Dorothy consistió en reunir a<br />

todos los winkies y <strong>de</strong>cirles que habían <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> ser esclavos.<br />

Hubo una gran explosión <strong>de</strong> felicidad entre los amarillos winkies. Durante muchos<br />

años se habían visto obligados a trabajar con esfuerzo para la Bruja Mala, que<br />

siempre los había tratado con crueldad. Declararon festivo ese día, en esa ocasión y<br />

en todos los años siguientes, y <strong>de</strong>dicaron el tiempo a divertirse y a bailar.<br />

—Si nuestros amigos, el Espantapájaros y el Leñador <strong>de</strong> Hojalata, estuvieran con<br />

nosotros —dijo el León—, yo sería muy feliz.<br />

—¿No crees que los podríamos rescatar? —preguntó la niña, ansiosa.<br />

—Po<strong>de</strong>mos intentarlo —respondió el León.<br />

Llamaron entonces a los amarillos winkies y les preguntaron si les podrían ayudar a<br />

rescatar a sus amigos, y los winkies dijeron que para ellos sería un placer ayudar<br />

en todo lo posible a Dorothy, que los había liberado. La niña escogió entonces a<br />

unos cuantos winkies, los que parecían saber más, y se pusieron en marcha.<br />

Viajaron ese día y parte <strong>de</strong>l siguiente, hasta que llegaron a la rocosa planicie don<strong>de</strong><br />

yacía el Leñador <strong>de</strong> Hojalata, abollado y retorcido. <strong>El</strong> hacha estaba a su lado, pero<br />

tenía la hoja oxidada y el mango partido.<br />

Los winkies lo alzaron cuidadosamente en brazos y lo llevaron al castillo amarillo;<br />

en el camino Dorothy <strong>de</strong>rramó algunas lágrimas, apenada por el estado <strong>de</strong> su viejo<br />

amigo, y el León parecía apesadumbrado. Cuando llegaron al castillo Dorothy dijo a<br />

los winkies:<br />

—¿Hay entre vosotros algún hojalatero?<br />

—Claro que sí; algunos somos buenos hojalateros —le contestaron.<br />

—Entonces que vengan aquí los que lo sean —dijo la niña. Y cuando llegaron los<br />

hojalateros trayendo todas las herramientas en canastas, Dorothy preguntó:<br />

—¿Podéis en<strong>de</strong>rezar todas esas abolladuras en el Leñador <strong>de</strong> Hojalata y volver a<br />

darle forma y soldarle las partes rotas?


Los hojalateros examinaron al Leñador con mucha atención, y luego respondieron<br />

que creían que podrían arreglarlo y que quedaría tan bien como antes. Luego se<br />

pusieron a trabajar en uno <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s cuartos amarillos <strong>de</strong>l castillo, y allí<br />

estuvieron tres días y cuatro noches, martillando y doblando y torciendo y soldando<br />

y puliendo las piernas y el cuerpo y la cabeza <strong>de</strong>l Leñador <strong>de</strong> Hojalata, hasta que<br />

adquirió su vieja forma y las articulaciones funcionaron como siempre. La verdad es<br />

que ahora tenía algunos remiendos, pero los hojalateros hicieron en general un<br />

buen trabajo, y como el Leñador no era un hombre presumido no dio a esos<br />

remiendos ninguna importancia.<br />

Cuando entró por fin en la habitación <strong>de</strong> Dorothy para agra<strong>de</strong>cerle el rescate, se<br />

emocionó tanto que se le escaparon lágrimas <strong>de</strong> alegría, y Dorothy se las tuvo que<br />

secar cuidadosamente con el <strong>de</strong>lantal para que no le herrumbraran las<br />

articulaciones. Al mismo tiempo caían gran<strong>de</strong>s y abundantes lágrimas <strong>de</strong> los ojos<br />

<strong>de</strong> la niña, <strong>de</strong>bido a la alegría que sentía al volver a ver a su viejo amigo, pero esas<br />

lágrimas no había que secarlas. En cuanto al León, se enjugó tantas veces los ojos<br />

que la punta <strong>de</strong> la cola se le empapó y se vio obligado a salir al patio y ponerla a<br />

secar al sol.<br />

—Si tuviéramos otra vez al Espantapájaros con nosotros —dijo el Leñador <strong>de</strong><br />

Hojalata cuando Dorothy terminó <strong>de</strong> contarle todo lo que había pasado—, yo sería<br />

muy feliz.<br />

—Debemos tratar <strong>de</strong> encontrarlo —dijo la niña.<br />

Llamó a los winkies y caminaron todo ese día y parte <strong>de</strong>l siguiente hasta que<br />

llegaron al árbol alto en cuyas ramas los Monos Alados habían arrojado las ropas<br />

<strong>de</strong>l Espantapájaros.<br />

Era un árbol muy alto, y el tronco tan liso que nadie podía trepar a él; pero el<br />

Leñador dijo enseguida:<br />

—Yo lo cortaré, y <strong>de</strong>spués sacaremos las ropas <strong>de</strong>l Espantapájaros.<br />

Mientras los hojalateros estaban ocupados arreglando al Leñador, otro <strong>de</strong> los<br />

winkies, que era orfebre, había fabricado un mango <strong>de</strong> oro macizo y se lo había<br />

puesto al hacha <strong>de</strong>l Leñador, en lugar <strong>de</strong>l viejo mango roto. Otros habían pulido la<br />

hoja, hasta que <strong>de</strong>sapareció el óxido y brilló como plata bruñida.


En cuanto terminó <strong>de</strong> hablar, el Leñador <strong>de</strong> Hojalata comenzó a dar hachazos al<br />

árbol, que pronto cayó con un estampido, y las ropas <strong>de</strong>l Espantapájaros cayeron<br />

<strong>de</strong> las ramas y rodaron por el suelo.<br />

Dorothy las recogió e hizo que los winkies las llevasen al castillo, don<strong>de</strong> fueron<br />

rellenadas con paja limpia y nueva; y allí estaba el Espantapájaros, tan bien como<br />

siempre, agra<strong>de</strong>ciéndoles una y otra vez que lo hubieran salvado.<br />

Ahora que se habían vuelto a reunir, Dorothy y sus amigos pasaron unos cuantos<br />

días muy felices en el Castillo Amarillo, don<strong>de</strong> encontraron todo lo necesario para<br />

sentirse cómodos. Pero un día la niña pensó en la tía Em y dijo:<br />

—Debemos volver junto a <strong>Oz</strong> y reclamarle el cumplimiento <strong>de</strong> la promesa.<br />

—Sí —dijo el Leñador—, y yo tendré por fin corazón.<br />

—Y yo tendré cerebro —agregó el Espantapájaros, muy contento.<br />

—Y yo tendré coraje —dijo el León, pensativo.<br />

—Y yo volveré a Kansas —gritó Dorothy, batiendo las palmas—. ¡Ah, salgamos<br />

mañana para la Ciudad Esmeralda!<br />

Ésa fue la <strong>de</strong>cisión. Al día siguiente reunieron a todos los winkies y se <strong>de</strong>spidieron<br />

<strong>de</strong> ellos. Los winkies estaban tan apenados y se habían encariñado tanto con el<br />

Leñador <strong>de</strong> Hojalata que le suplicaron que se quedase a gobernarlos a ellos y el<br />

País Amarillo <strong>de</strong>l Oeste. Al saber que estaban <strong>de</strong>cididos a marchase, los winkies<br />

dieron a Totó y al León sendos collares <strong>de</strong> oro; a Dorothy le regalaron un hermoso<br />

brazalete con incrustaciones <strong>de</strong> diamantes; al Espantapájaros le dieron un bastón<br />

con empuñadura <strong>de</strong> oro, para que no tropezase; y al Leñador <strong>de</strong> Hojalata una<br />

aceitera <strong>de</strong> plata, repujada y con incrustaciones <strong>de</strong> piedras preciosas.<br />

Cada uno <strong>de</strong> los viajeros respondió a los winkies con un bonito discurso, y todos les<br />

estrecharon la mano hasta que les dolieron los brazos.<br />

Dorothy fue al armario <strong>de</strong> la Bruja para llenar la cesta, y allí vio el Bonete <strong>de</strong> Oro.<br />

Lo probó en su propia cabeza y vio que le quedaba como hecho a la medida. No<br />

sabía nada acerca <strong>de</strong> sus po<strong>de</strong>res mágicos, pero vio que era bonito y <strong>de</strong>cidió usarlo<br />

y llevar su sombrero en la cesta.


Luego, ya preparados para el viaje, echaron a andar hacia la Ciudad Esmeralda; y<br />

los winkies los <strong>de</strong>spidieron con tres vivas y les <strong>de</strong>searon mucha suerte.<br />

Capítulo 14<br />

Los Monos Alados<br />

Recordaréis que no había un camino, ni siquiera un sen<strong>de</strong>ro, entre el castillo <strong>de</strong> la<br />

Bruja Mala y la Ciudad Esmeralda. Cuando los cuatro viajeros trataban <strong>de</strong> encontrar<br />

a la Bruja, ella los había visto venir, y había enviado a los Monos Alados a<br />

buscarlos. Era mucho más difícil regresar entre los gran<strong>de</strong>s campos <strong>de</strong> botones <strong>de</strong><br />

oro y margaritas amarillas que ser llevado por los Monos Alados. Sabían, por<br />

supuesto, que <strong>de</strong>bían ir directamente hacia el este, hacia el sol naciente, y salieron<br />

en la dirección correcta. Pero al mediodía, cuando el sol estuvo sobre sus cabezas,<br />

<strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> saber cuál era el este y cuál el oeste, y así se perdieron en los gran<strong>de</strong>s<br />

campos. No obstante, siguieron caminando, y por la noche salió la luna, una luna<br />

brillante. Se acostaron entonces entre el dulce aroma <strong>de</strong> las flores amarillas y<br />

durmieron profundamente hasta la mañana, todos menos el Espantapájaros y el<br />

Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

Al día siguiente el sol estaba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una nube, pero reanudaron la marcha como<br />

si no dudaran <strong>de</strong> cuál era la dirección correcta.<br />

—Si andamos lo suficiente —dijo Dorothy—, estoy segura <strong>de</strong> que llegaremos a<br />

algún sitio.<br />

Pero pasaban los días y todavía no veían por <strong>de</strong>lante más que campos amarillos. <strong>El</strong><br />

Espantapájaros empezó a refunfuñar un poco.<br />

—Sin duda nos hemos perdido —dijo—, y a menos que volvamos a encontrar el<br />

camino a tiempo para llegar a la Ciudad Esmeralda, per<strong>de</strong>ré la oportunidad <strong>de</strong> tener<br />

cerebro.<br />

—Y yo corazón —<strong>de</strong>claró el Leñador <strong>de</strong> Hojalata—. Me parece que no puedo esperar<br />

más el momento <strong>de</strong> llegar junto a <strong>Oz</strong>, y <strong>de</strong>béis admitir que es éste un largo viaje.<br />

—A mí me falta el coraje —dijo el León Cobar<strong>de</strong>— para seguir caminando<br />

eternamente, sin llegar a ninguna parte.<br />

Entonces Dorothy se <strong>de</strong>sanimó. Se sentó en la hierba y miró a sus compañeros,<br />

que se sentaron y la miraron a ella, y Totó <strong>de</strong>scubrió que por primera vez en su


vida estaba <strong>de</strong>masiado cansado para perseguir a una mariposa que pasaba junto a<br />

su cabeza; sacó la lengua, se puso a ja<strong>de</strong>ar y miró a Dorothy como preguntándole<br />

qué iban a hacer.<br />

—¿Qué os parece si llamamos a los Ratones <strong>de</strong>l Campo? —sugirió la niña—. Quizá<br />

nos puedan indicar el camino a la Ciudad Esmeralda.<br />

—Seguramente —dijo el Espantapájaros—. ¿Por qué no se nos ocurrió antes?<br />

Dorothy hizo sonar el silbato que llevaba colgando <strong>de</strong>l cuello <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que se lo había<br />

dado la Reina <strong>de</strong> los Ratones. A los pocos minutos oyeron un susurro <strong>de</strong> pies muy<br />

pequeños, y aparecieron corriendo muchos ratoncitos grises. Entre ellos estaba la<br />

mismísima Reina, quien preguntó con voz chillona:<br />

—¿Qué puedo hacer por mis amigos?<br />

—Nos hemos perdido —dijo Dorothy—. ¿Nos pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cir dón<strong>de</strong> queda la Ciudad<br />

Esmeralda?<br />

—Claro que sí —contestó la Reina—; pero está muy lejos, pues habéis caminado<br />

todo el tiempo en la dirección contraria.<br />

Entonces vio el Bonete <strong>de</strong> Oro que llevaba Dorothy y dijo:<br />

—¿Por qué no usáis los po<strong>de</strong>res mágicos <strong>de</strong>l Bonete y llamáis a los Monos Alados?<br />

Os llevarán a la Ciudad <strong>de</strong> <strong>Oz</strong> en menos <strong>de</strong> una hora.<br />

—No sabía que poseía esos po<strong>de</strong>res mágicos —respondió Dorothy, sorprendida—.<br />

¿En qué consisten?<br />

—Está escrito <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l Bonete <strong>de</strong> Oro —respondió la Reina <strong>de</strong> los Ratones—; pero<br />

si vais a llamar a los Monos Alados, <strong>de</strong>bemos escapar, pues son muy traviesos y<br />

piensan que es muy divertido importunarnos.<br />

—¿A mí no me harán daño? —preguntó la niña, preocupada.<br />

—Oh, no; tienen que obe<strong>de</strong>cer a quien lleva el Bonete. ¡Adiós!<br />

Y la Reina se escabulló entre las hierbas, seguida por todos los ratones.


Dorothy miró <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l Bonete <strong>de</strong> Oro y vio algunas palabras escritas en el forro.<br />

Seguramente eran las palabras mágicas, pensó, así que leyó con atención las<br />

instrucciones y se puso el Bonete en la cabeza.<br />

—¡Ep-pe, pep-pe, kak-ke! —dijo, apoyándose en el pie izquierdo.<br />

—¿Qué has dicho? —preguntó el Espantapájaros, que no sabía lo que la niña estaba<br />

haciendo.<br />

—¡Hil-lo, hol-lo, hol-la! —prosiguió Dorothy, apoyándose esta vez en el pie <strong>de</strong>recho.<br />

—¡Hola! —le respondió el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—¡Ziz-zy, zuz-zy, zik! —dijo Dorothy, apoyada ahora en ambos pies. Ésas eran las<br />

últimas palabras mágicas, y enseguida oyeron un parloteo y un ruido <strong>de</strong> alas y<br />

apareció la banda <strong>de</strong> los Monos Alados. <strong>El</strong> jefe le hizo una profunda reverencia a<br />

Dorothy y preguntó:<br />

—¿Cuál es tu or<strong>de</strong>n?<br />

—Deseamos ir a la Ciudad Esmeralda —dijo la niña—, y nos hemos perdido.<br />

—Nosotros os llevaremos —respondió el jefe, y apenas había acabado <strong>de</strong><br />

pronunciar esas palabras cuando dos <strong>de</strong> los monos levantaron a Dorothy en brazos<br />

y echaron a volar. Otros se encargaron <strong>de</strong>l Espantapájaros, <strong>de</strong>l Leñador y <strong>de</strong>l León,<br />

y un mono pequeño recogió a Totó y voló siguiendo a la banda, aunque el perro se<br />

esforzaba por mor<strong>de</strong>rlo.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros y el Leñador <strong>de</strong> Hojalata se asustaron un poco al principio, pues<br />

recordaban el mal trato que habían recibido antes <strong>de</strong> los Monos Alados; pero vieron<br />

que no existía la intención <strong>de</strong> dañarlos, así que tomaron el viaje por el aire con<br />

mucha alegría, y se divirtieron mirando los bonitos jardines y bosques que pasaban<br />

allá abajo.<br />

Dorothy se sentía muy cómoda entre dos <strong>de</strong> los monos más gran<strong>de</strong>s, uno <strong>de</strong> ellos<br />

el propio jefe. Habían preparado una silla con las manos, y se cuidaban <strong>de</strong> no<br />

hacerle daño.<br />

—¿Por qué tenéis que obe<strong>de</strong>cer el hechizo <strong>de</strong>l Bonete <strong>de</strong> Oro? —preguntó la niña.


—Es una larga historia —contestó el jefe, con una carcajada—; pero como tenemos<br />

por <strong>de</strong>lante un largo viaje me entretendré contándotela, si lo <strong>de</strong>seas.<br />

—Me encantará oírla —dijo Dorothy.<br />

—Fuimos una vez un pueblo libre —comenzó a contar el jefe— que vivía feliz en el<br />

gran bosque, volando <strong>de</strong> árbol en árbol, comiendo nueces y frutos y haciendo lo<br />

que nos daba la gana sin tener que llamar amo a nadie. Quizá algunos <strong>de</strong> nosotros<br />

éramos <strong>de</strong>masiado traviesos, y <strong>de</strong>scendíamos para tirar <strong>de</strong> la cola a los animales<br />

que no tenían alas, y perseguíamos pájaros, y tirábamos nueces a la gente que<br />

caminaba por el bosque. Pero éramos <strong>de</strong>scuidados, felices y muy alegres, y<br />

disfrutábamos <strong>de</strong> cada minuto <strong>de</strong>l día. Eso fue hace muchos años, antes <strong>de</strong> que <strong>Oz</strong><br />

viniera <strong>de</strong> las nubes a gobernar este país.<br />

”En esa época vivía en el norte, muy lejos, una hermosa princesa, que era también<br />

una po<strong>de</strong>rosa hechicera. Usaba toda su magia para ayudar a la gente, y nunca se<br />

supo que hiciera daño a una persona buena. Se llamaba Gayelette, y vivía en un<br />

elegante palacio construido con gran<strong>de</strong>s bloques <strong>de</strong> rubí. Todos la amaban, pero la<br />

mayor pena consistía en que ella, a su vez, no encontraba a nadie a quien amar,<br />

pues todos los hombres eran <strong>de</strong>masiado estúpidos y feos para <strong>de</strong>sposar a una<br />

mujer tan bella y tan sabia. No obstante encontró, por fin, un muchacho que era<br />

guapo y varonil y más sabio <strong>de</strong> lo que se podría esperar <strong>de</strong> sus pocos años.<br />

Gayelette <strong>de</strong>cidió que cuando él creciera y se hiciera hombre sería su marido, así<br />

que lo llevó a su palacio <strong>de</strong> rubí y usó todos sus po<strong>de</strong>res mágicos para volverlo tan<br />

fuerte, bueno y hermoso que colmaría los sueños <strong>de</strong> cualquier mujer. Cuando se<br />

hizo hombre, Quelala —tal era su nombre— fue llamado el hombre mejor y más<br />

sabio <strong>de</strong> todo el país, y su belleza viril era tal que Gayelette se enamoró<br />

profundamente <strong>de</strong> él y se apresuró a hacer los preparativos para la boda.<br />

”Mi abuelo era entonces Jefe <strong>de</strong> los Monos Alados que vivían en el bosque cerca <strong>de</strong>l<br />

palacio <strong>de</strong> Gayelette, y al viejo le gustaba más hacer un chiste que comer una<br />

buena cena. Un día, poco antes <strong>de</strong> la boda, mi abuelo volaba con su banda cuando<br />

vio a Quelala caminando por la orilla <strong>de</strong>l río. Quelala llevaba un vistoso traje <strong>de</strong><br />

seda rosa y terciopelo rojo, y a mi abuelo se le ocurrió algo. Dio la or<strong>de</strong>n y la banda<br />

<strong>de</strong>scendió, lo agarró y lo llevó en brazos hasta el medio <strong>de</strong>l río y lo <strong>de</strong>jó caer al<br />

agua.<br />

”‘Nada, muchacho —gritó mi abuelo—, a ver si el agua te mancha las ropas.’<br />

Quelala no era tan tonto como para <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> nadar, y lo acompañó la buena suerte.


Lanzó una carcajada cuando llegó a la superficie <strong>de</strong>l agua, y nadó hasta la orilla.<br />

Pero cuando Gayelette apareció corriendo <strong>de</strong>scubrió que el río había estropeado las<br />

sedas y los terciopelos <strong>de</strong> su prometido.<br />

”La princesa se enojó mucho, y sabía, naturalmente, quiénes eran los culpables.<br />

Hizo llamar a todos los Monos Alados, y al principio dijo que los tratarían como ellos<br />

habían tratado a Quelala: les atarían las alas y los arrojarían al río. Pero mi abuelo<br />

le suplicó mucho que no lo hiciese, pues sabía que los monos con las alas atadas se<br />

ahogarían en el río, y Quelala también intercedió por ellos; Gayelette, entonces, los<br />

perdonó, con la condición <strong>de</strong> que los Monos Alados cumplieran para siempre tres<br />

ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l propietario <strong>de</strong>l Bonete <strong>de</strong> Oro. Ese Bonete había sido hecho para ser<br />

entregado a Quelala como regalo <strong>de</strong> bodas, y se dice que a la princesa le costó<br />

medio reino. Naturalmente, mi abuelo y todos los <strong>de</strong>más Monos Alados aceptaron<br />

enseguida la condición, y ésa es la razón por la cual somos tres veces esclavos <strong>de</strong>l<br />

propietario <strong>de</strong>l Bonete <strong>de</strong> Oro, sea quien sea.<br />

—¿Y qué fue <strong>de</strong> la princesa y <strong>de</strong> Quelala? —preguntó Dorothy, que se había<br />

interesado mucho en la historia.<br />

—Quelala, por ser el primer propietario <strong>de</strong>l Bonete <strong>de</strong> Oro —respondió el mono—,<br />

fue el primero en formular sus <strong>de</strong>seos. Como su novia no soportaba vernos,<br />

Quelala, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> casarse, nos convocó a todos en el bosque, y nos or<strong>de</strong>nó que<br />

permaneciéramos siempre en sitios don<strong>de</strong> ella no pudiera ver jamás un mono<br />

alado, lo que nos alegró, pues todos le teníamos miedo.<br />

”Eso fue todo lo que tuvimos que hacer hasta que el Bonete <strong>de</strong> Oro cayó en manos<br />

<strong>de</strong> la Bruja Mala <strong>de</strong>l Oeste, que nos obligó a esclavizar a los winkies y luego a echar<br />

al propio <strong>Oz</strong> <strong>de</strong>l País <strong>de</strong>l Oeste. Ahora el Bonete <strong>de</strong> Oro es tuyo, y tienes tres veces<br />

el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> pedirnos el cumplimiento <strong>de</strong> tus <strong>de</strong>seos.<br />

Cuando el Jefe <strong>de</strong> los Monos terminó <strong>de</strong> contar su historia, Dorothy miró hacia<br />

abajo y vio que allá a<strong>de</strong>lante se erguían las ver<strong>de</strong>s y brillantes murallas <strong>de</strong> la<br />

Ciudad Esmeralda. Le sorprendió la brevedad <strong>de</strong>l viaje, pero se alegraba <strong>de</strong> que<br />

hubiera concluido. Las extrañas criaturas <strong>de</strong>positaron con cuidado a los viajeros<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la Ciudad, el Jefe hizo una profunda reverencia a Dorothy y<br />

luego levantó vuelo, seguido por toda su banda.<br />

—Ha sido un buen viaje —dijo la niña.


—Sí, y una manera rápida <strong>de</strong> salir <strong>de</strong> nuestros problemas —respondió el León—.<br />

¡Qué suerte que hayas traído ese maravilloso Bonete!<br />

Capítulo 15<br />

<strong>El</strong> <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>, el Terrible<br />

Los cuatro viajeros caminaron hasta la gran puerta <strong>de</strong> la Ciudad Esmeralda y<br />

tocaron la campana. Después <strong>de</strong> insistir varias veces les abrió el mismo guardián<br />

que habían conocido antes.<br />

—¡Qué! ¿Otra vez por aquí? —preguntó, sorprendido.<br />

—¿No nos ves? —contestó el Espantapájaros.<br />

—Pero pensé que habíais ido a visitar a la Bruja Mala <strong>de</strong>l Oeste.<br />

—La visitamos —dijo el Espantapájaros.<br />

—¿Y os <strong>de</strong>jó volver? —preguntó el hombre, maravillado.<br />

—No lo pudo evitar, porque se <strong>de</strong>rritió —explicó el Espantapájaros.<br />

—¡Se <strong>de</strong>rritió! Es una muy buena noticia —dijo el hombre—. ¿Quién la <strong>de</strong>rritió?<br />

—Fue Dorothy —dijo el León, con voz solemne.<br />

—¡Dios mío! —exclamó el hombre, y le hizo una profunda reverencia a la niña.<br />

Luego los llevó a su pequeña habitación y sacó las gafas <strong>de</strong> la caja gran<strong>de</strong> y se las<br />

aseguró como la otra vez. Después entraron en la Ciudad Esmeralda, y cuando la<br />

gente oyó <strong>de</strong> labios <strong>de</strong>l Guardián que habían <strong>de</strong>rretido a la Bruja Mala <strong>de</strong>l Oeste se<br />

reunió alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los viajeros una verda<strong>de</strong>ra multitud que los siguió hasta el<br />

Palacio <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>.<br />

<strong>El</strong> soldado <strong>de</strong> la barba ver<strong>de</strong> montaba todavía guardia <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la puerta, pero los<br />

<strong>de</strong>jó pasar <strong>de</strong> inmediato, y fueron recibidos <strong>de</strong> nuevo por la hermosa niña ver<strong>de</strong><br />

que los llevó enseguida a sus antiguas habitaciones para que <strong>de</strong>scansasen hasta<br />

que el Gran <strong>Oz</strong> pudiera recibirlos.<br />

<strong>El</strong> soldado hizo llegar directamente a <strong>Oz</strong> la noticia <strong>de</strong> que Dorothy y los otros<br />

viajeros habían regresado, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> matar a la Bruja Mala; pero <strong>Oz</strong> no dio


ninguna respuesta. Pensaron que el Gran <strong>Mago</strong> los haría llamar <strong>de</strong> inmediato, pero<br />

no fue así. No tuvieron noticias <strong>de</strong> él al día siguiente, ni al otro, ni al otro. La espera<br />

era tediosa y aburrida, y al fin se sintieron molestos <strong>de</strong> que <strong>Oz</strong> los tratase con tanta<br />

<strong>de</strong>sconsi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haberlos enviado a sufrir opresión y esclavitud. <strong>El</strong><br />

Espantapájaros le pidió por fin a la niña ver<strong>de</strong> que llevase otro mensaje a <strong>Oz</strong>, y le<br />

dijera que si no lo podían ver inmediatamente pedirían ayuda a los Monos Alados<br />

para saber si <strong>Oz</strong> mantenía sus promesas. Al recibir ese mensaje el Gran <strong>Mago</strong> se<br />

asustó tanto que les hizo saber que los recibiría en la Sala <strong>de</strong>l Trono a las nueve y<br />

cuatro minutos <strong>de</strong> la mañana siguiente. Había conocido una vez a los Monos Alados<br />

en el País <strong>de</strong>l Oeste, y no los quería ver más.<br />

Los cuatro viajeros pasaron una noche intranquila, cada uno pensando en el don<br />

que <strong>Oz</strong> había prometido conce<strong>de</strong>rle. Dorothy se durmió al instante, y soñó que<br />

estaba en Kansas, y en el sueño la tía Em le <strong>de</strong>cía lo contenta que estaba <strong>de</strong><br />

tenerla <strong>de</strong> vuelta en casa.<br />

A las nueve en punto se presentó ante ellos el soldado <strong>de</strong> barba ver<strong>de</strong>, y cuatro<br />

minutos más tar<strong>de</strong> entraron todos en la Sala <strong>de</strong>l Trono <strong>de</strong>l Gran <strong>Oz</strong>.<br />

Naturalmente, cada uno <strong>de</strong> ellos pensaba ver al <strong>Mago</strong> en la forma que había<br />

adoptado antes, y todos se sorprendieron mucho cuando miraron alre<strong>de</strong>dor y no<br />

vieron a nadie en la habitación. Trataban <strong>de</strong> no alejarse <strong>de</strong> la puerta y <strong>de</strong> estar<br />

cerca unos <strong>de</strong> otros, pues el silencio <strong>de</strong>l cuarto era más espantoso que todas las<br />

formas <strong>de</strong> <strong>Oz</strong> que habían conocido.<br />

Por fin oyeron una voz solemne que aparentemente salía <strong>de</strong> algún sitio cerca <strong>de</strong> la<br />

cúspi<strong>de</strong> <strong>de</strong> la cúpula.<br />

—Soy <strong>Oz</strong>, el Gran<strong>de</strong> y Terrible —dijo la Voz—. ¿Por qué me buscáis?<br />

Los cuatro amigos miraron otra vez hacia todos los lados pero, como no vieron a<br />

nadie, Dorothy dijo:<br />

—¿Dón<strong>de</strong> estás?<br />

—Estoy en todas partes —contestó la Voz—, pero para los ojos <strong>de</strong> los simples<br />

mortales soy invisible. Me sentaré ahora en mi trono, para que podáis conversar<br />

conmigo.


Y <strong>de</strong> pronto pareció <strong>de</strong> veras que la Voz salía <strong>de</strong>l trono, así que se acercaron y se<br />

pusieron en semicírculo.<br />

—Hemos venido a reclamar el cumplimiento <strong>de</strong> tu promesa, oh, <strong>Oz</strong> —dijo Dorothy.<br />

—¿Qué promesa? —preguntó <strong>Oz</strong>.<br />

—Me prometiste enviarme <strong>de</strong> vuelta a Kansas cuando la Bruja Mala fuera <strong>de</strong>struida<br />

—dijo la niña.<br />

—Y prometiste darme un cerebro —dijo el Espantapájaros.<br />

—Y prometiste darme un corazón —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—Y prometiste darme coraje —dijo el León Cobar<strong>de</strong>.<br />

—La Bruja Mala ¿está <strong>de</strong> veras muerta? —preguntó la Voz, y Dorothy creyó notar<br />

en ella un cierto temblor.<br />

—Sí —respondió la niña—, yo la <strong>de</strong>rretí con un bal<strong>de</strong> <strong>de</strong> agua.<br />

—¡Válgame Dios! —dijo la Voz—. ¡Cuán inesperado! Bueno, venid a verme mañana,<br />

pues necesito tiempo para pensarlo.<br />

—Ya has tenido tiempo <strong>de</strong> sobra —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata, furioso.<br />

—No esperaremos un día más —dijo el Espantapájaros.<br />

—¡Deberás cumplir tus promesas! —exclamó Dorothy.<br />

<strong>El</strong> León pensó que sería una buena i<strong>de</strong>a asustar al <strong>Mago</strong>, así que lanzó un potente<br />

rugido, tan feroz y terrible que Totó se apartó <strong>de</strong> un salto, alarmado, y volcó un<br />

biombo que había en un rincón. Al sentir el ruido todos miraron hacia aquel sitio, y<br />

se llevaron una gran sorpresa. Pues en el mismo lugar que ocultaba el biombo<br />

vieron a un viejo chiquito <strong>de</strong> cabeza calva y arrugada, que parecía tan sorprendido<br />

como ellos. <strong>El</strong> Leñador <strong>de</strong> Hojalata alzó el hacha y corrió hacia el hombrecito,<br />

gritando:<br />

—¿Quién eres?<br />

—Soy <strong>Oz</strong>, el Gran<strong>de</strong> y Terrible —dijo el hombrecito, con voz temblorosa—, ¡pero no<br />

me pegues, por favor!, y haré todo lo que me pidáis.


Nuestros amigos lo miraron sorprendidos y <strong>de</strong>cepcionados.<br />

—Yo pensé que <strong>Oz</strong> era una gran cabeza —dijo Dorothy.<br />

—Y yo pensé que <strong>Oz</strong> era una terrible bestia —dijo el Leñador <strong>de</strong> Lata.<br />

—Y yo pensé que <strong>Oz</strong> era una bola <strong>de</strong> fuego —exclamó el León.<br />

—No, os equivocáis todos —dijo el hombrecito con humildad—. He estado fingiendo.<br />

—¡Fingiendo! —gritó Dorothy—. ¿No eres un gran mago?<br />

—¡No hables tan fuerte, querida! —dijo—; nos pue<strong>de</strong>n oír y eso sería mi ruina. Se<br />

supone que soy un Gran <strong>Mago</strong>.<br />

—¿Y no lo eres? —preguntó la niña.<br />

—No, en absoluto; soy un hombre común.<br />

—Eres más que eso —dijo el Espantapájaros, apenado—, eres un farsante.<br />

—¡Exacto! —<strong>de</strong>claró el hombrecito, frotándose las manos como si le gustase la<br />

i<strong>de</strong>a—. Soy un farsante.<br />

—Pero esto es terrible —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata—. ¿Cómo conseguiré ahora un<br />

corazón?<br />

—¿Y yo coraje? —preguntó el León.<br />

—¿Y yo un cerebro? —se quejó el Espantapájaros, enjugándose las lágrimas con la<br />

manga <strong>de</strong> la chaqueta.<br />

—Amigos míos —dijo <strong>Oz</strong>—, os ruego que no habléis <strong>de</strong> esas pequeñeces. Pensad en<br />

mí y en el terrible problema que representa haber sido <strong>de</strong>scubierto.<br />

—¿Nadie más sabe que eres un farsante? —preguntó Dorothy.<br />

—Nadie más. Sólo vosotros cuatro… y yo —respondió <strong>Oz</strong>—. Engañé a todo el<br />

mundo durante tanto tiempo que pensé que nunca me <strong>de</strong>scubrirían. Cometí un<br />

gran error al <strong>de</strong>jaros entrar en la Sala <strong>de</strong>l Trono. Por lo general no veo ni a mis<br />

súbditos, que entonces sospechan que soy terrible.


—Pero no entiendo —dijo Dorothy, perpleja—. ¿Cómo te me apareciste con forma<br />

<strong>de</strong> cabeza?<br />

—Ése es uno <strong>de</strong> mis trucos —contestó <strong>Oz</strong>—. Acompañadme, por favor, y os contaré<br />

todo.<br />

Los llevó a un pequeño cuarto <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la Sala <strong>de</strong>l Trono, y señaló un rincón don<strong>de</strong><br />

estaba la Gran Cabeza hecha con muchos papeles superpuestos y con la cara<br />

cuidadosamente pintada.<br />

—La colgué <strong>de</strong>l cielo raso con un alambre —explicó <strong>Oz</strong>, y yo me quedé <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l<br />

biombo y tiraba <strong>de</strong> un hilo que le hacía mover los ojos y la boca.<br />

—Pero ¿y la voz? —quiso saber la niña.<br />

—Ah, soy ventrílocuo —dijo el hombrecito—, y puedo lanzar el sonido <strong>de</strong> mi voz a<br />

cualquier sitio; así, tú pensaste que salía <strong>de</strong> la Cabeza. Aquí están las otras cosas<br />

que usé para engañaros.<br />

Mostró al Espantapájaros el vestido y la máscara que había usado cuando aparentó<br />

ser una hermosa dama; y el Leñador <strong>de</strong> Hojalata vio que el Animal Terrible no era<br />

más que pieles cosidas, con ranuras para los ojos. En cuanto a la Bola <strong>de</strong> Fuego, el<br />

falso mago también la había colgado <strong>de</strong>l cielo raso. Era en realidad una bola <strong>de</strong><br />

algodón, pero cuando se le echaba aceite ardía con violencia.<br />

—De veras tendrías que avergonzarte <strong>de</strong> ser tan farsante —dijo el Espantapájaros.<br />

—Sí… estoy avergonzado —contestó el hombrecito, con pena—; pero no podía<br />

hacer otra cosa. Sentaos, por favor, ahí tenéis sillas, y os contaré mi historia.<br />

Los cuatro amigos se sentaron y escucharon mientras el hombrecito les contaba<br />

esta historia:<br />

—Nací en Omaha…<br />

—¡Pero si ese sitio no queda muy lejos <strong>de</strong> Kansas! —gritó Dorothy.<br />

—No; pero sí <strong>de</strong> aquí —dijo el hombre, moviendo la cabeza con un gesto triste—.<br />

Cuando crecí me hice ventrílocuo, para lo cual conté con las enseñanzas <strong>de</strong> un gran<br />

maestro. Puedo imitar a cualquier pájaro o animal. —Maulló <strong>de</strong> una manera tan<br />

parecida a la <strong>de</strong> un gatito que Totó alzó las orejas y miró alre<strong>de</strong>dor, tratando <strong>de</strong>


<strong>de</strong>scubrirlo—. Después <strong>de</strong> un tiempo —continuó <strong>Oz</strong>—, cansado <strong>de</strong> esa profesión me<br />

hice aeronauta.<br />

—¿Qué es eso? —preguntó Dorothy.<br />

—Un hombre que sube en un globo el día que viene un circo, para atraer la<br />

atención <strong>de</strong> la gente y conseguir que muchos compren entradas para ver el<br />

espectáculo —explicó.<br />

—Ah —dijo Dorothy—, ya sé.<br />

—Bueno, un día subí en un globo y se enredaron las cuerdas y no pu<strong>de</strong> volver a<br />

<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r. <strong>El</strong> globo trepó encima <strong>de</strong> las nubes, tan alto que una corriente <strong>de</strong> aire lo<br />

arrastró muchos, muchos kilómetros. Durante un día y una noche viajé en el aire, y<br />

a la mañana <strong>de</strong>l segundo día <strong>de</strong>sperté y encontré el globo flotando por encima <strong>de</strong><br />

un extraño y hermoso país.<br />

”Poco a poco fue bajando, y no me hice ningún daño. Pero allí estaba yo, entre<br />

gentes extrañas que al verme venir <strong>de</strong> las nubes pensaron que yo era un gran<br />

mago. Dejé que así lo creyeran, pues me temían, y prometieron hacer todo lo que<br />

yo quisiera.<br />

”Sólo por diversión, y para mantener a la buena gente ocupada, les or<strong>de</strong>né que<br />

construyeran esta ciudad, y mi palacio, e hicieron todo eso muy bien y <strong>de</strong> buena<br />

gana. Luego pensé que, como el país era tan ver<strong>de</strong> y hermoso, <strong>de</strong>bía llamarlo<br />

Ciudad Esmeralda, y para que el nombre fuera apropiado puse a la gente gafas<br />

ver<strong>de</strong>s, para que todo lo que vieran fuera ver<strong>de</strong>.<br />

—¿Entonces no es todo ver<strong>de</strong>? —preguntó Dorothy.<br />

—No lo es más que cualquier otra ciudad —contestó <strong>Oz</strong>—; pero si uno lleva gafas<br />

ver<strong>de</strong>s, todo lo que ve parece ver<strong>de</strong>. La Ciudad Esmeralda fue construida hace<br />

muchos años, pues yo era muy joven cuando el globo me trajo a este sitio, y ahora<br />

soy muy viejo. Pero la gente <strong>de</strong> mi pueblo ha estado usando gafas ver<strong>de</strong>s durante<br />

tanto tiempo que la mayoría piensa que es <strong>de</strong> veras una Ciudad Esmeralda, y sin<br />

duda es un sitio bello, abundante en piedras y metales preciosos, y todas las cosas<br />

necesarias para hacer feliz a la gente. Yo he sido bueno con todos, y me quieren;<br />

pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que fue construido este palacio me encerré aquí y no quise ver a nadie<br />

más.


“Uno <strong>de</strong> mis mayores miedos tenía que ver con las Brujas, pues mientras yo carecía<br />

<strong>de</strong> todo po<strong>de</strong>r mágico pronto <strong>de</strong>scubrí que las Brujas podían realmente hacer cosas<br />

maravillosas. Había cuatro en este país, y mandaban a la gente que vive en el<br />

Norte, en el Sur, en el Este y en el Oeste. Por fortuna, las Brujas <strong>de</strong>l Norte y <strong>de</strong>l<br />

Sur eran buenas, y yo sabía que no me harían ningún daño; pero las Brujas <strong>de</strong>l<br />

Este y <strong>de</strong>l Oeste eran muy malvadas, y si no me hubieran creído más po<strong>de</strong>roso que<br />

ellas sin duda me habrían matado. Así viví muchos años aterrorizado, y podréis<br />

imaginar mi alegría cuando oí que tu casa había caído sobre la Bruja Mala <strong>de</strong>l Este.<br />

Cuando acudisteis a mí yo estaba dispuesto a prometer cualquier cosa para que<br />

acabarais con la otra Bruja Mala; pero ahora que la habéis <strong>de</strong>rretido, me<br />

avergüenzo <strong>de</strong> <strong>de</strong>ciros que no puedo cumplir mis promesas.<br />

—Pienso que eres un hombre muy malo —dijo Dorothy.<br />

—Oh, no, mi querida, soy <strong>de</strong> veras un hombre muy bueno; pero, <strong>de</strong>bo admitirlo,<br />

soy un mal mago.<br />

—¿No me pue<strong>de</strong>s dar un cerebro? —preguntó el Espantapájaros.<br />

—No lo necesitas. Todos los días apren<strong>de</strong>s algo. Un bebé tiene cerebro, pero no es<br />

mucho lo que sabe. La experiencia es lo único que te da conocimientos, y cuanto<br />

más tiempo estás sobre la tierra más experiencia acumulas.<br />

—Quizá tengas razón —dijo el Espantapájaros—, pero yo seré muy <strong>de</strong>sdichado si no<br />

me das un cerebro.<br />

<strong>El</strong> falso <strong>Mago</strong> lo miró con atención.<br />

—Bueno —dijo, lanzando un suspiro—, como ya dije, <strong>de</strong> mago no tengo gran cosa;<br />

pero si vienes a verme por la mañana te pondré un cerebro <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la cabeza.<br />

Sin embargo, no te podré enseñar a usarlo; eso lo tendrás que <strong>de</strong>scubrir solo.<br />

—¡Ah, gracias, gracias! —gritó el Espantapájaros—. Encontraré la manera <strong>de</strong><br />

usarlo, no te preocupes.<br />

—Y ¿qué me dices <strong>de</strong> mi coraje? —preguntó el León, impaciente.<br />

—Lo que te sobra es coraje, <strong>de</strong> eso estoy seguro —contestó <strong>Oz</strong>—. Todo lo que<br />

necesitas es confianza en ti mismo. No hay ser vivo que no sienta miedo cuando se<br />

encuentra en peligro. <strong>El</strong> verda<strong>de</strong>ro coraje consiste en enfrentarse al peligro cuando<br />

uno está asustado, y ese tipo <strong>de</strong> coraje no te falta.


—Sí, tal vez, pero <strong>de</strong> todos modos tengo miedo —dijo el León—. De veras seré muy<br />

<strong>de</strong>sdichado si no me das esa clase <strong>de</strong> coraje que le permite a uno olvidar que tiene<br />

miedo.<br />

—Muy bien; te daré esa clase <strong>de</strong> coraje mañana —respondió <strong>Oz</strong>.<br />

—¿Y mi corazón? —preguntó el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—Bueno, en tu caso —dijo <strong>Oz</strong>—, pienso que cometes un error al querer un corazón.<br />

A la mayoría <strong>de</strong> la gente el corazón le trae <strong>de</strong>sdicha. Si lo supieras, te sentirías<br />

afortunado <strong>de</strong> no tener corazón.<br />

—Supongo que es cuestión <strong>de</strong> pareceres —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata—. Por mi<br />

parte, sobrellevaré la <strong>de</strong>sdicha sin una queja, si me das un corazón.<br />

—Muy bien —respondió <strong>Oz</strong>, con humildad—. Ven a verme mañana y tendrás un<br />

corazón. He hecho el papel <strong>de</strong> mago durante tantos años que bien puedo continuar<br />

otro poco más.<br />

—Y ahora —dijo Dorothy—, ¿cómo volveré yo a Kansas?<br />

—Eso lo tendremos que pensar —respondió el hombrecito—. Dame dos o tres días<br />

para estudiar el asunto, y trataré <strong>de</strong> encontrar el modo <strong>de</strong> hacerte cruzar el<br />

<strong>de</strong>sierto. Mientras tanto, todos seréis tratados como huéspe<strong>de</strong>s, y mientras viváis<br />

en el palacio mis súbditos os aten<strong>de</strong>rán y os obe<strong>de</strong>cerán hasta en los más mínimos<br />

<strong>de</strong>seos. Sólo pido una cosa a cambio <strong>de</strong> mi ayuda, por pequeña que ésta sea.<br />

Debéis guardar el secreto y no <strong>de</strong>cir a nadie que soy un farsante.<br />

Aceptaron no <strong>de</strong>cir nada <strong>de</strong> lo que habían <strong>de</strong>scubierto, y volvieron a sus<br />

habitaciones muy entusiasmados. Hasta Dorothy tenía esperanzas <strong>de</strong> que “<strong>El</strong><br />

Gran<strong>de</strong> y Terrible Farsante”, como ahora lo llamaba, encontrase la manera <strong>de</strong><br />

enviarla <strong>de</strong> vuelta a Kansas, y si eso se cumplía estaba dispuesta a perdonarle<br />

todo.<br />

Capítulo 16<br />

La magia <strong>de</strong>l gran farsante<br />

A la mañana siguiente, el Espantapájaros dijo a sus amigos:<br />

—Felicitadme. Voy a que <strong>Oz</strong> me ponga por fin un cerebro. Cuando vuelva seré<br />

como cualquier otro hombre.


—Siempre me gustaste como eras —dijo Dorothy con sinceridad.<br />

—Eres muy amable en eso <strong>de</strong> que te guste un Espantapájaros —respondió el<br />

Espantapájaros—. Pero sin duda tendrás un mejor concepto <strong>de</strong> mí cuando oigas los<br />

espléndidos pensamientos que creará mi nuevo cerebro.<br />

Luego se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> todos muy contento. Fue a la Sala <strong>de</strong>l Trono y golpeó en la<br />

puerta.<br />

—A<strong>de</strong>lante —dijo <strong>Oz</strong>.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros entró y encontró al hombrecito sentado junto a la ventana,<br />

sumido en profundos pensamientos.<br />

—He venido a buscar mi cerebro —dijo el Espantapájaros, un poco incómodo.<br />

—Ah, sí; siéntate en esa silla, por favor —le respondió <strong>Oz</strong>—. Tendrás que<br />

disculparme, pero necesito sacarte la cabeza para meterte el cerebro en el sitio<br />

a<strong>de</strong>cuado.<br />

—Está bien —dijo el Espantapájaros—. Tienes mi total consentimiento para sacarme<br />

la cabeza, con tal <strong>de</strong> que cuando me la vuelvas a colocar sea mejor.<br />

<strong>El</strong> <strong>Mago</strong> le <strong>de</strong>smontó entonces la cabeza y le sacó la paja. Luego fue al cuarto<br />

trasero y buscó un poco <strong>de</strong> salvado, que mezcló con muchos alfileres y agujas.<br />

Después <strong>de</strong> agitar bien todo rellenó la parte superior <strong>de</strong> la cabeza <strong>de</strong>l<br />

Espantapájaros con la mezcla, y el espacio sobrante con paja, para que conservara<br />

la forma. Cuando terminó <strong>de</strong> asegurar <strong>de</strong> nuevo la cabeza <strong>de</strong>l Espantapájaros al<br />

cuerpo, le dijo:<br />

—Des<strong>de</strong> ahora serás un gran hombre, pues te he dado un cerebro gran<strong>de</strong> y<br />

flamante. (*)<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros estaba contento y orgulloso <strong>de</strong> ver cumplido su mayor <strong>de</strong>seo, y<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cer a <strong>Oz</strong> calurosamente volvió junto a sus amigos.<br />

Dorothy lo miró con curiosidad. La parte superior <strong>de</strong> la cabeza <strong>de</strong>l Espantapájaros<br />

abultaba bastante, a causa <strong>de</strong>l cerebro.<br />

—¿Cómo te sientes? —preguntó la niña.


—Me siento verda<strong>de</strong>ramente sabio —respondió el Espantapájaros, muy serio—.<br />

Cuando me acostumbre a usarlo, lo sabré todo.<br />

—¿Por qué te salen <strong>de</strong> la cabeza todas esas agujas y esos alfileres? —preguntó el<br />

Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—Eso es prueba <strong>de</strong> que es un hombre <strong>de</strong> inteligencia aguda —comentó el León.<br />

—Bueno, tengo que ir a que <strong>Oz</strong> me ponga el corazón —dijo el Leñador. Caminó<br />

hasta la Sala <strong>de</strong>l Trono y golpeó en la puerta.<br />

—A<strong>de</strong>lante —gritó <strong>Oz</strong>, y el Leñador entró y dijo:<br />

—He venido a buscar mi corazón.<br />

—Muy bien —le respondió el hombrecito—. Pero tendré que hacerte un corte en el<br />

pecho para colocártelo en el sitio correcto. Espero que no te duela.<br />

—Ah, no —respondió el Leñador—. No sentiré nada.<br />

<strong>Oz</strong> trajo entonces unas tijeras <strong>de</strong> hojalata e hizo un agujero cuadrado en el lado<br />

izquierdo <strong>de</strong>l pecho <strong>de</strong>l Leñador <strong>de</strong> Hojalata. Luego fue a una cómoda, abrió un<br />

cajón y sacó un corazón muy bonito, hecho totalmente <strong>de</strong> seda y relleno <strong>de</strong> serrín.<br />

—¿No es una belleza? —preguntó.<br />

—¡Sí, claro que sí! —respondió el Leñador, muy contento—. Pero ¿es un corazón<br />

bondadoso?<br />

—¡Por supuesto! —dijo <strong>Oz</strong>. Puso el corazón <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l pecho <strong>de</strong>l Leñador y luego<br />

volvió a colocar en su sitio el cuadrado <strong>de</strong> lata, y se lo soldó cuidadosamente—. Ahí<br />

tienes —dijo—, un corazón <strong>de</strong>l que cualquier hombre se sentiría orgulloso. Lamento<br />

haber tenido que <strong>de</strong>jarte ese remiendo en el pecho, pero no había otra solución.<br />

—<strong>El</strong> remiendo no tiene importancia —exclamó el feliz Leñador—. Te estoy muy<br />

agra<strong>de</strong>cido, y nunca olvidaré tu bondad.<br />

—No tienes nada que agra<strong>de</strong>cer —le respondió <strong>Oz</strong>.<br />

Luego el Leñador <strong>de</strong> Hojalata volvió junto a sus amigos, que le <strong>de</strong>searon toda clase<br />

<strong>de</strong> felicida<strong>de</strong>s con motivo <strong>de</strong> tan buena fortuna.


<strong>El</strong> León fue entonces a la Sala <strong>de</strong>l Trono y llamó a la puerta.<br />

—A<strong>de</strong>lante —dijo <strong>Oz</strong>.<br />

—He venido a buscar mi coraje —anunció el León, entrando en la habitación.<br />

—Muy bien —le respondió el hombrecito—; pronto lo tendrás.<br />

Fue a un aparador y estiró un brazo hacia un estante alto y sacó una botella ver<strong>de</strong><br />

cuadrada, cuyo contenido vertió en un plato ver<strong>de</strong>-oro, hermosamente tallado. Lo<br />

puso <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l León —que lo olfateó como si no le gustara— y dijo:<br />

—Bebe.<br />

—¿Qué es? —preguntó el León.<br />

—Bueno, si lo tuvieras <strong>de</strong>ntro sería coraje. Como ya sabes, el coraje se lleva<br />

<strong>de</strong>ntro, así que esto no podrá ser llamado coraje mientras no lo hayas tragado. Te<br />

aconsejo por lo tanto que lo tragues lo antes posible.<br />

<strong>El</strong> León no vaciló más y bebió hasta que el plato quedó vacío.<br />

—Ahora ¿cómo te sientes? —preguntó <strong>Oz</strong>.<br />

—Lleno <strong>de</strong> coraje —respondió el León, que volvió muy contento junto a sus amigos,<br />

a contarles <strong>de</strong> la maravillosa suerte que había tenido.<br />

<strong>Oz</strong>, a solas, sonrió pensando en el éxito que había tenido al dar al Espantapájaros,<br />

al Leñador <strong>de</strong> Hojalata y al León exactamente lo que ellos creían que <strong>de</strong>seaban.<br />

“¿Cómo puedo <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser un farsante —se dijo—, si toda esa gente me obliga a<br />

hacer cosas que todo el mundo sabe que son imposibles? Fue fácil hacer feliz al<br />

Espantapájaros, al León y al Leñador <strong>de</strong> Hojalata porque se imaginaban que yo era<br />

capaz <strong>de</strong> lograr cualquier cosa. Pero necesitaré algo más que imaginación para<br />

llevar a Dorothy <strong>de</strong> vuelta a Kansas, y estoy seguro <strong>de</strong> que no sé cómo hacerlo.”<br />

(*) Bran-new: juego <strong>de</strong> palabras con bran, salvado, y brand-new, nuevo, flamante.<br />

(N. <strong>de</strong>l T.)<br />

Capítulo 17<br />

<strong>El</strong> lanzamiento <strong>de</strong>l globo


Durante tres días Dorothy no tuvo noticias <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>. Fueron días tristes para la niña,<br />

aunque sus amigos estaban muy contentos y conformes. <strong>El</strong> Espantapájaros les<br />

<strong>de</strong>cía que había en su cabeza maravillosos pensamientos; pero no explicaba en qué<br />

consistían, porque estaba seguro <strong>de</strong> que sólo él los entendía. Mientras el Leñador<br />

<strong>de</strong> Hojalata paseaba <strong>de</strong> un lado a otro, sentía los latidos <strong>de</strong>l corazón, y le <strong>de</strong>cía a<br />

Dorothy que había <strong>de</strong>scubierto que era un corazón más bondadoso y tierno que el<br />

que había poseído cuando era <strong>de</strong> carne y hueso. <strong>El</strong> León <strong>de</strong>claraba que no temía a<br />

nadie en el mundo, y que se enfrentaría <strong>de</strong> buena gana a un ejército <strong>de</strong> hombres o<br />

a una docena <strong>de</strong> feroces kalidahs.<br />

Todos los integrantes <strong>de</strong>l pequeño grupo estaban, pues satisfechos, menos<br />

Dorothy, que anhelaba más que nunca volver a Kansas.<br />

Al cuarto día, con gran alegría, Dorothy supo que <strong>Oz</strong> la había mandado llamar, y<br />

cuando entró en la Sala <strong>de</strong>l Trono el hombrecito le dijo, en tono agradable:<br />

—Siéntate, querida; pienso que he encontrado la manera <strong>de</strong> hacerte salir <strong>de</strong> este<br />

país.<br />

—¿Y <strong>de</strong> volver a Kansas? —preguntó Dorothy, ansiosa.<br />

—Bueno, <strong>de</strong> lo <strong>de</strong> Kansas no estoy seguro —dijo <strong>Oz</strong>—, porque no sé ni<br />

remotamente en qué dirección queda. Pero lo primero que hay que hacer es<br />

atravesar el <strong>de</strong>sierto, y luego será fácil orientarse.<br />

—¿Cómo puedo atravesar el <strong>de</strong>sierto? —preguntó la niña.<br />

—Bueno, te diré lo que pienso —dijo <strong>Oz</strong>—. Como tú sabes, cuando vine a este país<br />

lo hice en globo. Tú también viniste por el aire, arrastrada por un ciclón. Creo<br />

entonces que la mejor manera <strong>de</strong> cruzar el <strong>de</strong>sierto será por el aire. Provocar un<br />

ciclón está muy por encima <strong>de</strong> mis po<strong>de</strong>res; pero he estado pensando con<br />

<strong>de</strong>tenimiento en el asunto, y creo que puedo fabricar un globo.<br />

—¿Cómo? —preguntó Dorothy.<br />

—Un globo —explicó <strong>Oz</strong>— se hace con seda recubierta por cola para que no escape<br />

el gas. Tengo seda suficiente en el palacio, así que no será difícil hacer un globo.<br />

Pero en todo este país no hay gas para inflarlo y hacerlo flotar.<br />

—Si no flota —señaló Dorothy— no nos sirve.


—Es cierto —respondió <strong>Oz</strong>—. Pero existe otro modo <strong>de</strong> hacerlo flotar, y que es<br />

llenarlo con aire caliente. <strong>El</strong> aire caliente no es tan bueno como el gas, porque si se<br />

enfriara el globo caería en el <strong>de</strong>sierto y nos per<strong>de</strong>ríamos.<br />

—¡Nos per<strong>de</strong>ríamos! —exclamó la niña—. ¿Vas a ir conmigo?<br />

—Sí, naturalmente —respondió <strong>Oz</strong>—. Estoy cansado <strong>de</strong> ser tan farsante. Si tuviera<br />

que salir <strong>de</strong> este palacio, mi pueblo pronto <strong>de</strong>scubriría que no soy un mago, y luego<br />

se sentirían enfadados conmigo por haberlos engañado. Así que tengo que<br />

permanecer encerrado en estas habitaciones todo el día, y eso con el tiempo se<br />

vuelve aburrido. Preferiría mil veces regresar contigo a Kansas y trabajar <strong>de</strong> nuevo<br />

en un circo.<br />

—Tu compañía será para mí un placer —dijo Dorothy.<br />

—Gracias —respondió el hombrecito—. Y ahora, si me ayudas a coser la seda,<br />

empezaremos a trabajar en el globo.<br />

Dorothy buscó una aguja e hilo, y a medida que <strong>Oz</strong> cortaba la seda en tiras <strong>de</strong>l<br />

tamaño a<strong>de</strong>cuado ella las cosía con cuidado. Primero iba una tira <strong>de</strong> seda ver<strong>de</strong><br />

claro, <strong>de</strong>spués una tira ver<strong>de</strong> oscuro y <strong>de</strong>spués una tira ver<strong>de</strong> esmeralda, pues <strong>Oz</strong><br />

tenía el capricho <strong>de</strong> hacer el globo en las diferentes gamas <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> que los<br />

ro<strong>de</strong>aban. Tardaron más <strong>de</strong> tres días en coser todas las tiras, pero cuando<br />

terminaron tenían una enorme bolsa <strong>de</strong> seda ver<strong>de</strong>, <strong>de</strong> más <strong>de</strong> treinta metros <strong>de</strong><br />

largo.<br />

Luego <strong>Oz</strong> dio a la parte interior una fina mano <strong>de</strong> cola para que no escapara el aire,<br />

y al terminar anunció que el globo estaba listo.<br />

—Pero necesitamos una barquilla para ir nosotros —dijo Dorothy. Y <strong>Oz</strong> mandó al<br />

soldado <strong>de</strong> la barba ver<strong>de</strong> a buscar una enorme cesta para ropa, y la aseguró por<br />

medio <strong>de</strong> sogas al fondo <strong>de</strong>l globo.<br />

Cuando todo estuvo preparado, <strong>Oz</strong> comunicó a su pueblo que iba a hacer una visita<br />

a un gran hermano mago que vivía en las nubes. La noticia corrió rápidamente por<br />

la ciudad, y todo el mundo fue a ver el maravilloso espectáculo.<br />

<strong>Oz</strong> or<strong>de</strong>nó que llevasen el globo <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l palacio, y la gente lo miró con mucha<br />

curiosidad. <strong>El</strong> Leñador <strong>de</strong> Hojalata había cortado una gran pila <strong>de</strong> leña, e hizo con<br />

ella una fogata, y <strong>Oz</strong> sostuvo la parte inferior <strong>de</strong>l globo sobre el fuego para que el


aire caliente, al subir, penetrase en la bolsa <strong>de</strong> seda. Poco a poco el globo se hinchó<br />

y subió en el aire, hasta que la barquilla apenas tocaba el suelo.<br />

Entonces <strong>Oz</strong> subió a la barquilla y dijo a toda la gente, en voz alta:<br />

—Ahora voy a hacer una visita. Mientras yo falte mandará el Espantapájaros. Os<br />

or<strong>de</strong>no que lo obe<strong>de</strong>zcáis como si fuera yo mismo.<br />

En ese momento el globo ya tiraba con fuerza <strong>de</strong> la cuerda que lo sujetaba al suelo,<br />

pues estaba repleto <strong>de</strong> aire caliente que lo hacía mucho más liviano que el aire<br />

circundante.<br />

—¡Vamos, Dorothy! —gritó el <strong>Mago</strong>—. Date prisa o el globo levantará vuelo.<br />

—No encuentro a Totó —respondió Dorothy, que no quería <strong>de</strong>jar al perrito. Totó se<br />

había metido entre la gente, a ladrar a un gatito, y Dorothy al fin lo encontró. Lo<br />

recogió y echó a correr hacia el globo.<br />

Ya estaba a unos pocos pasos <strong>de</strong> la barquilla. <strong>Oz</strong> le tendió los brazos para alzarla y<br />

entonces ¡crac! hicieron las cuerdas, y el globo subió por los aires sin ella.<br />

—¡Vuelve! —gritó Dorothy—. ¡Yo también quiero ir!<br />

—No puedo regresar, querida —gritó <strong>Oz</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la barquilla—. ¡Adiós!<br />

—¡Adiós! —gritó toda la gente, y todos los ojos se volvieron hacia arriba, para ver<br />

al <strong>Mago</strong> que subía hacia el cielo en la barquilla.<br />

Y nadie más volvió a tener noticias <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>, el Maravilloso <strong>Mago</strong>, aunque tal vez haya<br />

llegado a Omaha sano y salvo y esté allí ahora. Pero la gente lo recordaba con<br />

cariño, y comentaba:<br />

—<strong>Oz</strong> fue siempre nuestro amigo. Cuando estaba aquí nos construyó esta hermosa<br />

Ciudad Esmeralda, y ahora se ha ido <strong>de</strong>jando en su lugar al Espantapájaros Sabio.<br />

Pero durante muchos días lloraron <strong>de</strong>sconsolados la pérdida <strong>de</strong>l Maravilloso <strong>Mago</strong>.<br />

Capítulo 18<br />

Hacia el sur


Dorothy lloró <strong>de</strong> amargura al per<strong>de</strong>r la esperanza <strong>de</strong> regresar a Kansas; pero<br />

cuando tuvo tiempo <strong>de</strong> pensarlo mejor, se alegró <strong>de</strong> no haber subido en un globo. Y<br />

también sintió pena <strong>de</strong> haber perdido a <strong>Oz</strong>, lo mismo que sus compañeros.<br />

<strong>El</strong> Leñador <strong>de</strong> Hojalata se le acercó y dijo:<br />

—Sería muy <strong>de</strong>sagra<strong>de</strong>cido si no lamentase la pérdida <strong>de</strong>l hombre que me dio este<br />

hermoso corazón. Me gustaría llorar un poco porque <strong>Oz</strong> no está ya con nosotros, si<br />

tienes la bondad <strong>de</strong> secarme las lágrimas para que no me oxi<strong>de</strong>.<br />

—Con mucho gusto —dijo Dorothy, y trajo enseguida una toalla. Entonces el<br />

Leñador <strong>de</strong> Hojalata lloró durante varios minutos, y la niña vigiló cuidadosamente<br />

las lágrimas y las fue secando. Al concluir, el Leñador dio sinceras gracias a<br />

Dorothy y se aceitó concienzudamente con la aceitera enjoyada para prevenir<br />

cualquier <strong>de</strong>sgracia.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros gobernaba ahora la Ciudad Esmeralda, y aunque no era un mago<br />

la gente estaba orgullosa <strong>de</strong> él. “Porque —<strong>de</strong>cían— no existe ninguna otra ciudad<br />

en el mundo gobernada por un hombre <strong>de</strong> paja.” Y hasta don<strong>de</strong> podían saber,<br />

tenían mucha razón.<br />

La mañana <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que el globo subió llevándose a <strong>Oz</strong>, los cuatro viajeros se<br />

reunieron en la Sala <strong>de</strong>l Trono e intercambiaron i<strong>de</strong>as acerca <strong>de</strong> su situación. <strong>El</strong><br />

Espantapájaros se sentó en el Gran Trono y los <strong>de</strong>más se mantuvieron<br />

respetuosamente <strong>de</strong> pie frente a él.<br />

—No somos tan <strong>de</strong>safortunados —dijo el nuevo monarca—, pues este palacio y la<br />

Ciudad Esmeralda nos pertenecen, y po<strong>de</strong>mos hacer lo que queramos. Cuando me<br />

acuerdo <strong>de</strong> que hace muy poco tiempo yo estaba clavado en un palo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un<br />

maizal, y que ahora gobierno esta hermosa ciudad, me siento bastante satisfecho.<br />

—Yo también —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata— me siento muy contento con mi<br />

corazón; en realidad era lo único que <strong>de</strong>seaba en el mundo.<br />

—Por mi parte, me alegro <strong>de</strong> saber que soy tan valiente como cualquier animal que<br />

jamás haya vivido, si no lo soy más —dijo el León, mo<strong>de</strong>sto.<br />

—Si Dorothy se conformara con vivir en la Ciudad Esmeralda —dijo el<br />

Espantapájaros—, todos seríamos felices.


—Pero no quiero vivir aquí —exclamó Dorothy—. Quiero ir a Kansas y vivir con tía<br />

Em y tío Henry.<br />

—Muy bien. Pero ¿qué po<strong>de</strong>mos hacer? —preguntó el Leñador.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros <strong>de</strong>cidió pensar, y pensó con tanta intensidad que los alfileres y<br />

las agujas le empezaron a brotar <strong>de</strong>l cerebro. Finalmente dijo:<br />

—¿Por qué no llamas a los Monos Alados y les pi<strong>de</strong>s que te lleven al otro lado <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>sierto?<br />

—¡No se me había ocurrido! —dijo Dorothy, muy alegre—. Ésa es la solución. Iré<br />

enseguida a buscar el Bonete <strong>de</strong> Oro.<br />

Lo llevó a la Sala <strong>de</strong>l Trono y pronunció las palabras mágicas, y pronto entró por<br />

una ventana abierta una bandada <strong>de</strong> Monos Alados que se <strong>de</strong>tuvo junto a ella.<br />

—Ésta es la segunda vez que nos llamas —dijo el Jefe <strong>de</strong> los Monos, inclinándose<br />

ante la niña—. ¿Qué <strong>de</strong>seas?<br />

—Quiero que voléis conmigo hasta Kansas —dijo Dorothy.<br />

Pero el Jefe <strong>de</strong> los Monos sacudió la cabeza.<br />

—No es posible —dijo—. Pertenecemos nada más que a este país, y no lo po<strong>de</strong>mos<br />

abandonar. Nunca ha habido ni un solo mono en Kansas, ni creo que lo haya nunca,<br />

porque los Monos Alados son <strong>de</strong> este lugar. Será para nosotros un placer servirte<br />

en cualquier cosa que esté a nuestro alcance, pero no po<strong>de</strong>mos atravesar el<br />

<strong>de</strong>sierto. Adiós.<br />

Y tras otra reverencia el Jefe <strong>de</strong> los Monos abrió las alas y salió por la ventana,<br />

seguido por su banda.<br />

Dorothy estaba casi a punto <strong>de</strong> llorar.<br />

—He malgastado los po<strong>de</strong>res mágicos <strong>de</strong>l Bonete <strong>de</strong> Oro —dijo—, pues los Monos<br />

Alados no me pue<strong>de</strong>n ayudar.<br />

—¡Es una verda<strong>de</strong>ra pena! —dijo el Leñador <strong>de</strong> tierno corazón.


<strong>El</strong> Espantapájaros estaba pensando <strong>de</strong> nuevo, y la cabeza le abultaba tanto que<br />

Dorothy temió que le fuera a estallar.<br />

—Llamemos al soldado <strong>de</strong> la barba ver<strong>de</strong> —dijo—, y pidámosle consejo.<br />

<strong>El</strong> soldado recibió la or<strong>de</strong>n y entró con timi<strong>de</strong>z en la Sala <strong>de</strong>l Trono, pues mientras<br />

había vivido <strong>Oz</strong> nunca se le había permitido pasar <strong>de</strong> la puerta.<br />

—Esta niña —le dijo el Espantapájaros al soldado— <strong>de</strong>sea atravesar el <strong>de</strong>sierto.<br />

¿Cómo pue<strong>de</strong> hacerlo?<br />

—No lo sé —respondió el soldado—, pues nadie, fuera <strong>de</strong>l propio <strong>Oz</strong>, lo ha hecho<br />

jamás.<br />

—¿No hay nadie que pueda ayudarme? —preguntó Dorothy.<br />

—Tal vez Glinda —sugirió el soldado.<br />

—¿Quién es Glinda? —quiso saber el Espantapájaros.<br />

—La Bruja <strong>de</strong>l Sur. Es la más po<strong>de</strong>rosa <strong>de</strong> todas las Brujas, y es la Reina <strong>de</strong> los<br />

Quadlings. A<strong>de</strong>más, su castillo se alza en el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto, así que <strong>de</strong>be <strong>de</strong><br />

saber cómo se hace para cruzarlo.<br />

—Glinda es una bruja buena, ¿verdad? —preguntó la niña.<br />

—Los quadlings piensan que es buena —dijo el soldado—, y es bondadosa con<br />

todos. He oído que Glinda es una mujer hermosa, que sabe mantenerse joven a<br />

pesar <strong>de</strong> los muchos años que ha vivido.<br />

—¿Cómo puedo llegar a su castillo? —preguntó Dorothy.<br />

—Hay que ir directamente hacia el sur —respondió el soldado—, pero se dice que el<br />

camino está repleto <strong>de</strong> peligros para los viajeros. Hay bestias salvajes en los<br />

bosques, y una raza <strong>de</strong> hombres muy raros que no quieren que los extranjeros<br />

atraviesen su país. Por ese motivo nunca ha venido ningún quadling a la Ciudad<br />

Esmeralda.<br />

Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir eso el soldado salió <strong>de</strong> la Sala <strong>de</strong>l Trono.


—Parece que, a pesar <strong>de</strong> todos los peligros —dijo el Espantapájaros— lo mejor que<br />

pue<strong>de</strong> hacer Dorothy es viajar al País <strong>de</strong>l Sur y pedir ayuda a Glinda. Porque si se<br />

queda es evi<strong>de</strong>nte que nunca podrá volver a Kansas.<br />

—Debes <strong>de</strong> haber estado pensando otra vez —señaló el Leñador <strong>de</strong> Hojalata.<br />

—Así es —dijo el Espantapájaros.<br />

—Yo iré con Dorothy —<strong>de</strong>claró el León—, pues estoy cansado <strong>de</strong> la ciudad y <strong>de</strong>seo<br />

volver a los bosques y los campos. Como sabéis, soy un animal salvaje. A<strong>de</strong>más,<br />

Dorothy necesitará a alguien que la proteja.<br />

—Es cierto —dijo el Leñador—. Mi hacha pue<strong>de</strong> resultarle útil, así que también yo la<br />

acompañaré al País <strong>de</strong>l Sur.<br />

—¿Cuándo partimos? —preguntó el Espantapájaros.<br />

—¿Tú vas? —le preguntaron todos a coro, sorprendidos.<br />

—Claro que sí. Si no fuera por Dorothy yo nunca habría tenido cerebro. Me sacó <strong>de</strong>l<br />

palo en el maizal y me trajo a la Ciudad Esmeralda. Así que le <strong>de</strong>bo toda mi buena<br />

suerte, y nunca la abandonaré hasta que esté en camino hacia Kansas <strong>de</strong> una vez<br />

por todas.<br />

—Gracias —dijo la niña—. Sois todos muy bondadosos conmigo. Pero me gustaría<br />

empren<strong>de</strong>r viaje lo antes posible.<br />

—Saldremos mañana por la mañana —le respondió el Espantapájaros—. Y ahora a<br />

prepararnos, pues será un viaje largo.<br />

Capítulo 19<br />

Atacados por los árboles<br />

A la mañana siguiente Dorothy se <strong>de</strong>spidió con un beso <strong>de</strong> la hermosa niña ver<strong>de</strong> y<br />

todos estrecharon la mano <strong>de</strong>l soldado <strong>de</strong> barba ver<strong>de</strong>, que los había acompañado<br />

hasta la puerta. Cuando el Guardián <strong>de</strong> las Puertas los vio <strong>de</strong> nuevo, no logró<br />

enten<strong>de</strong>r por qué <strong>de</strong>jaban la hermosa ciudad para meterse en nuevos problemas.<br />

Pero les sacó enseguida las gafas, que volvió a guardar en la caja ver<strong>de</strong>, y les<br />

<strong>de</strong>seó mucha suerte en el viaje.


—Tú eres ahora nuestro rey —le dijo al Espantapájaros—, así que <strong>de</strong>bes regresar lo<br />

antes posible.<br />

—Eso haré si puedo —respondió el Espantapájaros—. Pero antes <strong>de</strong>bo ayudar a<br />

Dorothy a volver a su casa.<br />

Cuando la niña se <strong>de</strong>spidió por fin <strong>de</strong>l bonachón Guardián, le dijo:<br />

—Me han tratado con mucha cordialidad en este adorable sitio, y todos han sido<br />

buenos conmigo. No puedo <strong>de</strong>cirte cuán agra<strong>de</strong>cida estoy.<br />

—No es necesario, querida —dijo el Guardián—. Nos habría gustado tenerte con<br />

nosotros, pero si tu <strong>de</strong>seo es volver a Kansas, ojalá encuentres el camino.<br />

Luego abrió la puerta <strong>de</strong>l muro exterior, y los cuatro amigos salieron iniciando el<br />

viaje.<br />

<strong>El</strong> sol les dio con fuerza en la cara cuando miraron hacia el País <strong>de</strong>l Sur. Estaban<br />

todos muy animados, y reían y conversaban. Dorothy se sentía otra vez muy<br />

esperanzada <strong>de</strong> regresar a casa, y el Espantapájaros y el Leñador <strong>de</strong> Hojalata<br />

estaban muy contentos <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r ayudarla. <strong>El</strong> León olfateó encantado el aire fresco<br />

y movió la cola <strong>de</strong> un lado a otro, tan alegre se sentía <strong>de</strong> estar otra vez en el<br />

campo, mientras Totó corría alre<strong>de</strong>dor persiguiendo mariposas, ladrando <strong>de</strong><br />

felicidad.<br />

—La vida <strong>de</strong> ciudad no es para mí —observó el León, caminando <strong>de</strong>prisa—. He<br />

perdido mucho peso mientras vivía allí, y ahora estoy impaciente por que aparezca<br />

la oportunidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrar a los <strong>de</strong>más animales todo el coraje que he adquirido.<br />

Se volvieron y echaron una última mirada a la Ciudad Esmeralda. Todo lo que<br />

vieron fue una masa <strong>de</strong> torres y agujas <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los muros ver<strong>de</strong>s, y allá arriba,<br />

asomando por encima <strong>de</strong> todo eso, los chapiteles y la cúpula <strong>de</strong>l Palacio <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>.<br />

—Después <strong>de</strong> todo <strong>Oz</strong> no era tan mal mago —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata al sentir<br />

los latidos en el pecho.<br />

—Supo darme un cerebro, y un muy buen cerebro —dijo el Espantapájaros.<br />

—Si <strong>Oz</strong> hubiera tomado una dosis <strong>de</strong>l mismo coraje que me dio a mí —agregó el<br />

León—, habría sido un hombre valiente.


Dorothy no dijo nada. <strong>Oz</strong> no había cumplido lo que le había prometido, pero había<br />

hecho todo lo que estaba a su alcance, y la niña le perdonó. Como el mismo <strong>Oz</strong><br />

había dicho, él era un buen hombre, aunque fuera un mal mago.<br />

<strong>El</strong> viaje <strong>de</strong>l primer día transcurrió entre los campos ver<strong>de</strong>s y las flores brillantes que<br />

circundaban la Ciudad Esmeralda. Durmieron esa noche en el césped, tapados sólo<br />

por el manto <strong>de</strong> estrellas; fue un sueño verda<strong>de</strong>ramente reparador.<br />

Por la mañana caminaron hasta llegar a un bosque espeso.<br />

Era imposible ro<strong>de</strong>arlo, pues parecía exten<strong>de</strong>rse a ambos lados hasta el límite <strong>de</strong> la<br />

visión, y a<strong>de</strong>más no se atrevían a cambiar <strong>de</strong> dirección por miedo a per<strong>de</strong>rse.<br />

Buscaron entonces el sitio más fácil para entrar en el bosque.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros, que encabezaba el grupo, <strong>de</strong>scubrió por fin un árbol <strong>de</strong> ramas<br />

tan extendidas que todos podrían entrar por <strong>de</strong>bajo. Caminó entonces hacia el<br />

árbol, pero al llegar <strong>de</strong>bajo las primeras ramas se inclinaron y lo envolvieron, y en<br />

un instante fue alzado y arrojado <strong>de</strong> cabeza entre sus compañeros.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros no se hizo daño, pero se sorprendió, y parecía un poco mareado<br />

cuando Dorothy lo levantó.<br />

—Aquí hay otro espacio entre los árboles —gritó el León.<br />

—Dejadme probar a mí primero —dijo el Espantapájaros—, porque yo no me<br />

lastimo aunque me tiren.<br />

Mientras hablaba caminó hasta otro árbol, pero las ramas lo envolvieron y lo<br />

lanzaron hacia atrás.<br />

—Es extraño —exclamó Dorothy—. ¿Qué po<strong>de</strong>mos hacer?<br />

—Parece que los árboles han <strong>de</strong>cidido atacarnos e impedir nuestro viaje —observó<br />

el León.<br />

—Me parece que voy a probar yo —dijo el Leñador, y echándose el hacha al hombro<br />

marchó hacia el primer árbol que tan rudamente había tratado al Espantapájaros.<br />

Cuando la rama se inclinó para atraparlo, el Leñador le dio un hachazo tan fuerte<br />

que la cortó en dos. Instantáneamente, el árbol comenzó a sacudir todas las ramas,<br />

como si sufriera fuertes dolores, y el Leñador <strong>de</strong> Hojalata pasó cómodamente por<br />

<strong>de</strong>bajo.


—¡Vamos! —gritó a los <strong>de</strong>más—. ¡Rápido!<br />

Todos corrieron pasando por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l árbol, sin sufrir el menor daño; todos<br />

menos Totó, que fue atrapado por una pequeña rama y sacudido hasta que aulló.<br />

Pero el Leñador cortó enseguida la rama y liberó al perrito.<br />

Los otros árboles <strong>de</strong>l bosque no hicieron nada para <strong>de</strong>tenerlos, así que los viajeros<br />

llegaron a la conclusión <strong>de</strong> que sólo los árboles <strong>de</strong> la primera hilera podían inclinar<br />

las ramas, que tal vez eran los policías <strong>de</strong>l bosque, <strong>de</strong>positarios <strong>de</strong> ese maravilloso<br />

po<strong>de</strong>r para impedir el ingreso <strong>de</strong> extraños.<br />

Los cuatro amigos caminaron con comodidad hasta que llegaron al otro extremo <strong>de</strong>l<br />

bosque. Allí, sorprendidos, se encontraron con que un alto muro les cortaba el<br />

paso; un muro que parecía <strong>de</strong> porcelana blanca. Era liso como la superficie <strong>de</strong> un<br />

plato, y más alto que sus cabezas.<br />

—Y ahora ¿qué hacemos? —preguntó Dorothy.<br />

—Yo fabricaré una escalera —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata, pues sin duda tenemos<br />

que pasar al otro lado <strong>de</strong>l muro.<br />

Capítulo 20<br />

<strong>El</strong> <strong>de</strong>licado País <strong>de</strong> Porcelana<br />

Mientras el Leñador hacía una escalera con ma<strong>de</strong>ra que encontraba en el bosque,<br />

Dorothy se echó a dormir, pues estaba muy cansada <strong>de</strong> la larga caminata. <strong>El</strong> León<br />

también se acurrucó, y Totó se acostó a su lado.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros miró cómo trabajaba el Leñador, y dijo:<br />

—No entiendo por qué está aquí este muro, ni <strong>de</strong> qué está hecho.<br />

—Descansa el cerebro y no te preocupes por el muro —respondió el Leñador—;<br />

cuando podamos subir sabremos qué hay <strong>de</strong>l otro lado.<br />

Después <strong>de</strong> un tiempo la escalera quedó lista. No parecía muy bien terminada pero<br />

el Leñador <strong>de</strong> Hojalata estaba seguro <strong>de</strong> que era resistente y <strong>de</strong> que serviría para<br />

sus necesida<strong>de</strong>s. <strong>El</strong> Espantapájaros <strong>de</strong>spertó a Dorothy, al León y a Totó, y les dijo<br />

que la escalera estaba lista. <strong>El</strong> primero en subir fue el Espantapájaros, pero era tan<br />

torpe que Dorothy lo tuvo que seguir <strong>de</strong> cerca para que no se cayera. Cuando<br />

asomó la cabeza por encima <strong>de</strong>l muro, el Espantapájaros dijo: —¡Dios mío!


—Sigue —exclamó Dorothy.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros siguió otro poco y se sentó en la cima <strong>de</strong>l muro, y Dorothy<br />

levantó la cabeza y gritó:<br />

—¡Dios mío! —Lo mismo que el Espantapájaros.<br />

Luego subió Totó, que se puso a ladrar inmediatamente, pero Dorothy lo hizo<br />

callar.<br />

<strong>El</strong> siguiente en subir por la escalera fue el León. <strong>El</strong> último en hacerlo fue el Leñador<br />

<strong>de</strong> Hojalata. Los dos gritaron “¡Dios mío!” al asomar la cabeza por encima <strong>de</strong>l<br />

bor<strong>de</strong>. Cuando estuvieron todos sentados en hilera en la cima <strong>de</strong>l muro, miraron<br />

hacia abajo y vieron una extraña escena:<br />

Ante ellos se extendía una inmensa comarca, cuyo suelo era tan liso, brillante y<br />

blanco como el fondo <strong>de</strong> un enorme plato. Desparramadas por todas partes se<br />

veían muchas casas totalmente hechas <strong>de</strong> porcelana y pintadas con los colores más<br />

vistosos. Eran casas muy pequeñas, pues la mayoría apenas llegaría a la cintura <strong>de</strong><br />

Dorothy. Había también pequeños y bonitos graneros, ro<strong>de</strong>ados por cercas <strong>de</strong><br />

porcelana, y se veían grupos <strong>de</strong> vacas, ovejas, caballos, cerdos y gallinas, todos<br />

hechos <strong>de</strong> porcelana.<br />

Pero lo más extraño <strong>de</strong> todo era la gente que vivía en ese curioso país. Había<br />

lecheras y pastoras con jubones <strong>de</strong> colores vivos y puntos dorados en el resto <strong>de</strong> la<br />

ropa; y princesas con suntuosos vestidos plateados y dorados y rojos; y pastores<br />

vestidos con pantalones hasta la rodilla, rayados en rosa, amarillo y azul, y con<br />

hebillas en los zapatos; y príncipes con coronas enjoyadas, vestidos con mantos <strong>de</strong><br />

armiño y jubones <strong>de</strong> raso; y divertidos payasos con túnica y collar, redondas<br />

manchas rojas en las mejillas y gorro terminado en punta. Y, lo más extraño <strong>de</strong><br />

todo, esas personas estaban hechas <strong>de</strong> porcelana, incluso las ropas, y eran tan<br />

pequeñas que la más alta apenas le llegaría a Dorothy a la rodilla.<br />

Al principio nadie se dignó siquiera mirar a los viajeros, fuera <strong>de</strong> un rojo perrito <strong>de</strong><br />

porcelana, <strong>de</strong> cabeza muy gran<strong>de</strong>, que fue hasta el muro y ladró a Totó con una<br />

vocecita y luego se alejó corriendo.<br />

—¿Cómo haremos para bajar? —preguntó Dorothy.


Descubrieron que la escalera era tan pesada que no la podían subir, y entonces el<br />

Espantapájaros saltó <strong>de</strong>l muro y los <strong>de</strong>más le fueron saltando encima para no<br />

lastimarse. Naturalmente, se preocuparon <strong>de</strong> no caerle en la cabeza y clavarse los<br />

alfileres en los pies. Cuando estuvieron todos abajo sanos y salvos, levantaron al<br />

Espantapájaros, cuyo cuerpo estaba bastante aplastado, y dieron forma <strong>de</strong> nuevo a<br />

la paja.<br />

—Debemos cruzar este extraño lugar para llegar al otro lado —dijo Dorothy—, pues<br />

no sería muy acertado ir en una dirección que no sea el sur.<br />

Echaron a andar por el país <strong>de</strong> gente <strong>de</strong> porcelana, y lo primero que encontraron<br />

fue una lechera <strong>de</strong> porcelana or<strong>de</strong>ñando una vaca <strong>de</strong> porcelana. Al acercarse ellos<br />

la vaca lanzó <strong>de</strong> pronto una coz y <strong>de</strong>rribó el banco, el bal<strong>de</strong> y hasta a la misma<br />

lechera, que cayeron en el suelo <strong>de</strong> porcelana con gran estrépito.<br />

Dorothy se horrorizó al ver que la vaca se había quebrado la pata casi al ras <strong>de</strong>l<br />

cuerpo, y que el bal<strong>de</strong> estaba <strong>de</strong>sparramado en pequeños pedazos, mientras que a<br />

la pobre lechera la faltaba un trocito <strong>de</strong> porcelana en el codo izquierdo.<br />

—¡Mirad! —gritó la lechera, furiosa—. ¡Mirad lo que habéis hecho! Mi vaca se ha<br />

roto una pata y tendré que llevarla a que se la peguen. ¿Por qué venís y asustáis a<br />

mi vaca?<br />

—Lo siento mucho —le respondió Dorothy—. Por favor, perdónanos.<br />

Pero la bonita lechera estaba <strong>de</strong>masiado enfadada para respon<strong>de</strong>r. De mal humor<br />

recogió la pata y se fue con la pobre vaca, que cojeaba a tres patas. Mientras se<br />

alejaba, apretando el codo mellado contra el costado <strong>de</strong>l cuerpo, la lechera lanzó<br />

por encima <strong>de</strong>l hombro varias miradas <strong>de</strong> reproche a los torpes extranjeros.<br />

Dorothy estaba muy apenada por ese acci<strong>de</strong>nte.<br />

—Tenemos que ser muy cuidadosos en este sitio —dijo el Leñador, que tenía muy<br />

buen corazón— para no dañar irremediablemente a estas personas.<br />

Un poco más a<strong>de</strong>lante, Dorothy se encontró con una joven princesa hermosamente<br />

vestida que se <strong>de</strong>tuvo a mirar a los viajeros y <strong>de</strong> pronto echó a correr.<br />

Dorothy quería ver mejor a la princesa, y comenzó a seguirla; pero la niña <strong>de</strong><br />

porcelana gritó:


—¡No me persigas! ¡No me persigas!<br />

Era una voz tan aterrorizada que Dorothy se <strong>de</strong>tuvo y dijo:<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque —respondió la princesa, <strong>de</strong>teniéndose a una distancia segura— si corro<br />

me puedo caer y romperme.<br />

—Pero ¿no te pue<strong>de</strong>n pegar <strong>de</strong> nuevo? —preguntó Dorothy.<br />

—Ah, sí, pero, como podrás imaginar, una no es tan bonita <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que la<br />

peguen —respondió la princesa.<br />

—Supongo que tienes razón —dijo Dorothy.<br />

—Está el caso <strong>de</strong>l señor Burlón, uno <strong>de</strong> nuestros payasos —continuó diciendo la<br />

dama <strong>de</strong> porcelana—, que siempre trata <strong>de</strong> apoyarse en la cabeza. Se ha roto<br />

tantas veces que lo tuvieron que pegar en cien sitios, y no parece nada bonito. Ahí<br />

viene; vedlo con vuestros ojos.<br />

Y allí apareció, caminando hacia ellos, un alegre payaso, y Dorothy vio que, a pesar<br />

<strong>de</strong> los hermosos ropajes rojos y amarillos y ver<strong>de</strong>s, estaba totalmente cubierto <strong>de</strong><br />

fracturas que corrían en todas las direcciones y que mostraban que había sido<br />

pegado en muchos sitios.<br />

<strong>El</strong> payaso se metió las manos en los bolsillos, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> hinchar los carrillos y<br />

hacer una insolente reverencia a los viajeros, dijo:<br />

—Mi dama bonita,<br />

¿qué es lo que te incita<br />

a mirar al pobre y viejo señor Burlón?<br />

¡Tan tiesa estás<br />

y tan almidonada vas<br />

que parece que te hubieras tragado un bastón!<br />

—¡Calla, señor! —dijo la princesa—. ¿No ves que son forasteros y merecen ser<br />

tratados con respeto?<br />

—Bueno, creo que con respeto me meto —<strong>de</strong>claró el payaso, que inmediatamente<br />

se puso patas arriba.


—No le hagas caso al señor Burlón —le dijo la princesa a Dorothy—; no tiene muy<br />

sana la cabeza, y por eso hace tonterías.<br />

—Ah, no le hago ningún caso —dijo Dorothy—. Pero eres tan hermosa —continuó—<br />

que estoy segura <strong>de</strong> que podría quererte profundamente. ¿No me <strong>de</strong>jas que te lleve<br />

a Kansas y te ponga en la repisa <strong>de</strong> tía Em? Cabrías en mi cesta.<br />

—Eso me haría muy <strong>de</strong>sdichada —respondió la princesa <strong>de</strong> porcelana—. Como ves,<br />

aquí en nuestro propio país vivimos satisfechos y po<strong>de</strong>mos hablar y andar por<br />

don<strong>de</strong> queremos. Pero si a cualquiera <strong>de</strong> nosotros se lo llevan <strong>de</strong> aquí las<br />

articulaciones se le endurecen instantáneamente; en ese caso sólo po<strong>de</strong>mos estar<br />

inmóviles y parecer objetos bonitos. Por supuesto, cuando estamos en repisas y en<br />

vitrinas no se espera otra cosa <strong>de</strong> nosotros, pero nuestras vidas son mucho más<br />

agradables aquí, en nuestro país.<br />

—¡Yo no te haría <strong>de</strong>sdichada ni por todo el oro <strong>de</strong>l mundo! —exclamó Dorothy—;<br />

por lo tanto te diré simplemente adiós.<br />

—Adiós —respondió la princesa.<br />

Caminaron con cuidado a través <strong>de</strong>l País <strong>de</strong> Porcelana. Los pequeños animales y<br />

personas huían abriendo paso a los viajeros, que tras una hora <strong>de</strong> caminata<br />

llegaron al otro lado <strong>de</strong>l país y se encontraron con otro muro <strong>de</strong> porcelana.<br />

Sin embargo éste no era tan alto como el primero, y con trepar al lomo <strong>de</strong>l León<br />

consiguieron llegar arriba. Luego el León encogió las patas y saltó a la cima; pero al<br />

saltar tocó un templo <strong>de</strong> porcelana con la cola y lo hizo añicos.<br />

—¡Qué mala suerte! —dijo Dorothy—, aunque creo que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo no hicimos<br />

tanto daño a esa pequeña gente. Sólo rompimos una pata <strong>de</strong> una vaca y un<br />

templo. ¡Y son tan frágiles!<br />

—Sí, es cierto —dijo el Espantapájaros—. Siento gratitud por haber sido hecho con<br />

paja; así es muy improbable que sufra daño. Hay cosas peores en el mundo que ser<br />

un Espantapájaros.<br />

Capítulo 21<br />

<strong>El</strong> León se convierte en Rey <strong>de</strong> los Animales<br />

Después <strong>de</strong> bajar <strong>de</strong>l muro los viajeros se encontraron en un sitio <strong>de</strong>sagradable,<br />

lleno <strong>de</strong> pantanos y ciénagas y cubierto <strong>de</strong> maleza. Era difícil dar muchos pasos sin


caer en los fangosos agujeros, pues la maleza era tan apretada que los ocultaba.<br />

No obstante, avanzando con mucho cuidado, lograron sortear los peligros hasta que<br />

llegaron a tierra firme. Pero allí el paisaje era más salvaje que nunca, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

una larga y pesada caminata, se metieron en otro bosque, don<strong>de</strong> los árboles eran<br />

más altos y viejos que todos los que habían visto hasta el momento.<br />

—Este bosque es verda<strong>de</strong>ramente encantador —<strong>de</strong>claró el León, mirando alre<strong>de</strong>dor<br />

con alegría—; nunca había visto un sitio tan bonito.<br />

—A mí me parece tenebroso —dijo el Espantapájaros.<br />

—Es todo lo contrario —respondió el León—; me gustaría pasar aquí el resto <strong>de</strong> mi<br />

vida. Mira qué suaves son las hojas secas que pisas, y qué ver<strong>de</strong> y exuberante es el<br />

musgo que crece en esos viejos árboles. Ningún animal salvaje encontraría un sitio<br />

más agradable.<br />

—Quizá haya animales salvajes en el bosque ahora mismo —dijo Dorothy.<br />

—Supongo que sí —contestó el León—; pero no veo ninguno.<br />

Caminaron por el bosque hasta que se volvió <strong>de</strong>masiado oscuro para seguir<br />

avanzando. Dorothy, Totó y el León se acostaron a dormir, mientras el Leñador y el<br />

Espantapájaros montaban guardia, como <strong>de</strong> costumbre.<br />

Al llegar la mañana reanudaron la marcha. No habían caminado mucho cuando<br />

oyeron un apagado estruendo, como el gruñido <strong>de</strong> muchos animales salvajes. Totó<br />

lanzó un gemido pero ninguno <strong>de</strong> los otros se asustó, y siguieron por el sen<strong>de</strong>ro<br />

hasta que llegaron a un claro don<strong>de</strong> estaban reunidos cientos <strong>de</strong> animales <strong>de</strong> todo<br />

tipo. Había tigres y elefantes, osos, lobos y zorros y todos los <strong>de</strong>más animales <strong>de</strong> la<br />

historia natural, y por un momento Dorothy sintió miedo. Pero el León les explicó<br />

que esos animales estaban celebrando una reunión y que, por los chillidos y los<br />

gruñidos, parecían <strong>de</strong>batir un serio problema.<br />

Mientras hablaba el León lo vieron algunos <strong>de</strong> los animales y <strong>de</strong> pronto, como por<br />

arte <strong>de</strong> magia, se hizo el silencio en la asamblea. <strong>El</strong> tigre más gran<strong>de</strong> se acercó al<br />

León y se inclinó diciendo:<br />

—¡Bienvenido, oh Rey <strong>de</strong> los Animales! Has llegado a tiempo para combatir a<br />

nuestro enemigo y traer paz a todos los animales <strong>de</strong>l bosque.<br />

—¿Qué problema tenéis? —preguntó el León, con voz pausada.


—Estamos todos amenazados —respondió el tigre— por un feroz enemigo que hace<br />

poco entró en este bosque. Es un tremendo monstruo, parecido a una enorme<br />

araña, <strong>de</strong> cuerpo tan gran<strong>de</strong> como un elefante y patas tan largas como el tronco <strong>de</strong><br />

un árbol. Tiene ocho <strong>de</strong> esas largas patas, y al andar por el bosque atrapa<br />

animales, se los lleva a la boca y se los come como una araña a una mosca.<br />

Ninguno <strong>de</strong> nosotros estará seguro mientras viva tan feroz criatura, y habíamos<br />

iniciado esta reunión para <strong>de</strong>cidir cómo <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rnos cuando llegaste tú.<br />

<strong>El</strong> León pensó durante un momento.<br />

—¿Hay más leones en este bosque? —preguntó.<br />

—No; había algunos pero a todos se los comió el monstruo. Y a<strong>de</strong>más ninguno era<br />

tan gran<strong>de</strong> ni tan valiente como tú.<br />

—Si acabara con ese temible enemigo, ¿os inclinaríais ante mí y me obe<strong>de</strong>ceríais<br />

como Rey <strong>de</strong>l Bosque? —preguntó el León.<br />

—Con mucho gusto —le contestó el tigre, y todos los <strong>de</strong>más rugieron a coro—: ¡Lo<br />

haremos!<br />

—¿Dón<strong>de</strong> está ahora esa gran araña? —preguntó el León.<br />

—Allá lejos, entre los robles —dijo el tigre, señalando con la pata.<br />

—Cuidad a estos amigos míos —dijo el León, y yo iré enseguida a luchar contra el<br />

monstruo.<br />

Se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> sus compañeros y se alejó orgulloso a enfrentarse con el enemigo.<br />

La gran araña estaba dormida cuando la encontró el León, y tenía un aspecto tan<br />

feo que su enemigo apartó la nariz, asqueado. Las patas eran tan largas como<br />

había dicho el tigre, y el cuerpo estaba cubierto por un vello negro y áspero. Tenía<br />

una enorme boca, con una hilera <strong>de</strong> dientes afilados <strong>de</strong> casi medio metro <strong>de</strong> largo;<br />

pero la cabeza estaba unida al cuerpo regor<strong>de</strong>te por un cuello tan <strong>de</strong>lgado como la<br />

cintura <strong>de</strong> una avispa. <strong>El</strong> León comprendió cuál era la mejor manera <strong>de</strong> atacar a la<br />

criatura, y como sabía que era más fácil luchar contra ella dormida que <strong>de</strong>spierta,<br />

dio un gran salto y aterrizó en el lomo <strong>de</strong>l monstruo. Luego, con un golpe <strong>de</strong> la<br />

pesada zarpa armada <strong>de</strong> afiladas garras, separó la cabeza <strong>de</strong> la araña <strong>de</strong>l cuerpo.<br />

Saltó al suelo y miró hasta que las largas patas <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> moverse, y entonces<br />

supo que estaba bien muerta.


<strong>El</strong> León regresó al claro don<strong>de</strong> lo esperaban las bestias <strong>de</strong>l bosque y dijo, con<br />

orgullo:<br />

—Ya no tendréis que temer al enemigo.<br />

Las bestias se inclinaron entonces ante el León, reconociéndolo como Rey, y el León<br />

les prometió volver y gobernar en cuanto Dorothy estuviera sana y salva camino a<br />

Kansas.<br />

Capítulo 22<br />

<strong>El</strong> País <strong>de</strong> los Quadlings<br />

Los cuatro viajeros atravesaron sin problemas el resto <strong>de</strong>l bosque, y cuando<br />

salieron a la luz vieron una escarpada montaña, cubierta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el pie hasta la cima<br />

por enormes piedras.<br />

—No va a resultar fácil escalarla —dijo el Espantapájaros—, pero <strong>de</strong>bemos pasar al<br />

otro lado <strong>de</strong> cualquier manera.<br />

Se puso entonces a la cabeza <strong>de</strong>l grupo, y los <strong>de</strong>más lo siguieron. Casi habían<br />

llegado a la primera piedra cuando oyeron una voz ronca que gritaba:<br />

—¡Alto!<br />

—¿Quién eres? —preguntó el Espantapájaros. Y entonces apareció una cabeza por<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la piedra, y la misma voz dijo:<br />

—Esta montaña nos pertenece, y no permitimos que nadie la atraviese.<br />

—Pero <strong>de</strong>bemos atravesarla —dijo el Espantapájaros—. Vamos al País <strong>de</strong> los<br />

Quadlings.<br />

—¡No, no iréis! —respondió la voz, y <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong> la roca salió el hombre más<br />

extraño que habían visto jamás.<br />

Era más bien bajo y gordo y tenía una cabeza gran<strong>de</strong>, achatada en la parte superior<br />

y sostenida por un grueso cuello lleno <strong>de</strong> arrugas. Pero no tenía brazos, y al ver eso<br />

el Espantapájaros no creyó que tan <strong>de</strong>svalida criatura pudiera impedirles el ascenso<br />

a la montaña, así que dijo:


—Siento no acatar tus <strong>de</strong>seos, pero <strong>de</strong>bemos pasar por tu colina te guste o no te<br />

guste. —Y echó a andar osadamente.<br />

Rápida como un rayo, la cabeza <strong>de</strong>l hombre saltó hacia a<strong>de</strong>lante y el cuello se<br />

estiró hasta que la parte chata golpeó al Espantapájaros en el medio <strong>de</strong>l cuerpo y lo<br />

hizo rodar y rodar montaña abajo. Casi con la misma rapi<strong>de</strong>z con que saltó, la<br />

cabeza volvió al cuerpo y el hombre lanzó una ronca carcajada y dijo:<br />

—¡No es tan fácil como piensas!<br />

Un coro <strong>de</strong> estruendosas carcajadas salió <strong>de</strong> las otras rocas y Dorothy vio sobre la<br />

montaña a cientos <strong>de</strong> mancos Cabezas <strong>de</strong> Martillo, uno <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> cada piedra.<br />

<strong>El</strong> León se enfureció mucho al oír las risas provocadas por la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong>l<br />

Espantapájaros, y lanzando un potente rugido que retumbó como un trueno echó a<br />

correr montaña arriba.<br />

La cabeza volvió a saltar con la misma rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> antes, y el enorme León bajó<br />

rodando por la la<strong>de</strong>ra como si hubiera sido golpeado por una bala <strong>de</strong> cañón.<br />

Dorothy corrió montaña abajo y ayudó al Espantapájaros a levantarse, y el León se<br />

le acercó, bastante lastimado y dolorido, y dijo:<br />

—Es inútil luchar contra personas con cabezas que se disparan; nadie pue<strong>de</strong><br />

resistir.<br />

—Entonces ¿qué hacemos? —preguntó la niña.<br />

—Llamemos a los Monos Alados —sugirió el Leñador <strong>de</strong> Hojalata—; todavía tienes<br />

<strong>de</strong>recho a hacerles cumplir una or<strong>de</strong>n.<br />

—Muy bien —dijo Dorothy, y se puso el Bonete <strong>de</strong> Oro y pronunció las palabras<br />

mágicas. Los monos llegaron con la rapi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> siempre, y en unos pocos instantes<br />

tuvo <strong>de</strong>lante a toda la banda.<br />

—¿Qué nos or<strong>de</strong>nas? —preguntó el Jefe <strong>de</strong> los Monos, con una reverencia.<br />

—Llevarnos por encima <strong>de</strong> la montaña hasta el País <strong>de</strong> los Quadlings—respondió la<br />

niña.


—Así se hará —dijo el jefe, y enseguida los monos levantaron a los cuatro viajeros<br />

y a Totó en brazos y emprendieron vuelo. Mientras iban por encima <strong>de</strong> la montaña<br />

los Cabezas <strong>de</strong> Martillo les lanzaron gritos <strong>de</strong> rabia, y dispararon las cabezas hacia<br />

el aire, pero no pudieron alcanzar a los Monos Alados, que llevaron a Dorothy y a<br />

sus compañeros al otro lado <strong>de</strong> la colina y los <strong>de</strong>positaron en el País <strong>de</strong> los<br />

Quadlings.<br />

—Ésta es la última vez que nos pue<strong>de</strong>s llamar —dijo el jefe <strong>de</strong> la banda a Dorothy—<br />

, así que adiós y buena suerte.<br />

—Adiós, y muchas gracias —le contestó la niña; y los Monos subieron en el aire y<br />

<strong>de</strong>saparecieron en un abrir y cerrar <strong>de</strong> ojos.<br />

<strong>El</strong> País <strong>de</strong> los Quadlings parecía rico y feliz. Había campos y campos <strong>de</strong> trigo<br />

maduro, separados por bien pavimentados caminos, y hermosos arroyos<br />

atravesados por seguros puentes. Las cercas, las casas y los puentes estaban<br />

pintados <strong>de</strong> un rojo intenso, como habían estado pintados <strong>de</strong> amarillo en el País <strong>de</strong><br />

los Winkies y <strong>de</strong> azul en el País <strong>de</strong> los Munchkins. Los quadlings, que eran <strong>de</strong> corta<br />

estatura, gordos y bonachones, estaban vestidos <strong>de</strong> rojo, que contrastaba con el<br />

césped ver<strong>de</strong> y el trigo amarillo.<br />

Los Monos los habían <strong>de</strong>jado cerca <strong>de</strong> una granja, y los cuatro viajeros caminaron<br />

hasta allí y llamaron a la puerta. Abrió la mujer <strong>de</strong>l granjero, y cuando Dorothy<br />

pidió algo <strong>de</strong> comer la mujer les ofreció a todos una buena cena, con tres clases <strong>de</strong><br />

pastel y cuatro clases <strong>de</strong> bizcocho, y un cuenco <strong>de</strong> leche para Totó.<br />

—¿Está muy lejos el Castillo <strong>de</strong> Glinda? —preguntó la niña.<br />

—No mucho —respondió la mujer <strong>de</strong>l granjero—. Tomad el camino que va hacia el<br />

sur y pronto llegaréis.<br />

Después <strong>de</strong> dar las gracias a la buena mujer, echaron a andar renovados por los<br />

campos y los bonitos puentes hasta que vieron ante ellos un castillo muy hermoso.<br />

Delante <strong>de</strong> las puertas había tres niñas con vistoso uniforme rojo, adornado por<br />

galones dorados. Al acercarse Dorothy una <strong>de</strong> las niñas dijo:<br />

—¿A qué habéis venido al País <strong>de</strong>l Sur?<br />

—A ver a la Bruja Buena que gobierna aquí —respondió Dorothy—. ¿Nos llevarás<br />

ante ella?


—Decidme vuestros nombres y preguntaré a Glinda si os recibe.<br />

Le dijeron quiénes eran, y la niña soldado entró en el castillo. Después <strong>de</strong> un<br />

momento volvió para <strong>de</strong>cir que Dorothy y los <strong>de</strong>más serían recibidos<br />

inmediatamente.<br />

Capítulo 23<br />

La Bruja Buena conce<strong>de</strong> el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> Dorothy<br />

Sin embargo, antes <strong>de</strong> ver a Glinda fueron llevados a una habitación <strong>de</strong>l castillo<br />

don<strong>de</strong> Dorothy se lavó la cara y se peinó el pelo, y el León se sacudió el polvo <strong>de</strong> la<br />

melena, y el Espantapájaros se palmeó para estar en la mejor forma posible, y el<br />

Leñador se lustró la hojalata y se aceitó las articulaciones.<br />

Cuando estuvieron presentables, acompañaron a la niña soldado hasta una enorme<br />

sala don<strong>de</strong> estaba la Bruja Glinda sentada en un trono <strong>de</strong> rubíes.<br />

Glinda les pareció hermosa y joven. Tenía el pelo <strong>de</strong> un vivo color rojo, y le caía en<br />

abundantes rizos sobre los hombros. Llevaba un vestido <strong>de</strong> color blanco puro, pero<br />

sus ojos eran azules y miraron con bondad a Dorothy.<br />

—¿Qué puedo hacer por ti, mi niña? —preguntó.<br />

Dorothy contó a la Bruja toda su historia: cómo el ciclón la había llevado al País <strong>de</strong><br />

<strong>Oz</strong>, cómo había conocido a sus compañeros, y las maravillosas aventuras que<br />

habían vivido juntos.<br />

—Mi mayor <strong>de</strong>seo, ahora —agregó—, es volver a Kansas, pues mi tía Em pensará<br />

que algo espantoso me ha pasado y se querrá vestir <strong>de</strong> luto; y a menos que este<br />

año la cosecha sea mejor que la <strong>de</strong>l año pasado, estoy segura <strong>de</strong> que tío Henry no<br />

se lo podrá comprar.<br />

Glinda se inclinó hacia <strong>de</strong>lante y besó el dulce rostro <strong>de</strong> la niña.<br />

—Bendito sea tu corazón —dijo—; estoy segura <strong>de</strong> que podré <strong>de</strong>cirte la manera <strong>de</strong><br />

volver a Kansas. Pero en ese caso —agregó— <strong>de</strong>bes darme el Bonete <strong>de</strong> Oro.<br />

—¡Con mucho gusto! —exclamó Dorothy—. En realidad ya no me sirve, y cuando lo<br />

tengas tú podrás pedir tres cosas a los Monos Alados.


—Y pienso que necesitaré su ayuda esas tres veces —respondió Glinda, sonriendo.<br />

Dorothy le dio el Bonete <strong>de</strong> Oro y la Bruja dijo al Espantapájaros:<br />

—¿Qué harás cuando Dorothy se haya ido?<br />

—Regresaré a la Ciudad Esmeralda —contestó el Espantapájaros—, pues <strong>Oz</strong> me ha<br />

<strong>de</strong>jado en su lugar y la gente me quiere. Lo único que me preocupa es cómo<br />

atravesar la montaña <strong>de</strong> los Cabezas <strong>de</strong> Martillo.<br />

—Con el Bonete <strong>de</strong> Oro or<strong>de</strong>naré a los Monos Alados que te lleven hasta las puertas<br />

<strong>de</strong> la Ciudad Esmeralda —dijo Glinda—, pues sería una vergüenza privar a su gente<br />

<strong>de</strong> tan maravilloso soberano.<br />

—¿Soy <strong>de</strong> veras maravilloso? —preguntó el Espantapájaros.<br />

—Eres insólito —respondió Glinda.<br />

Volviéndose hacia el Leñador <strong>de</strong> Hojalata la Bruja preguntó:<br />

—¿Qué será <strong>de</strong> ti cuando Dorothy se vaya <strong>de</strong> este país? <strong>El</strong> Leñador se apoyó en el<br />

hacha y pensó un momento. Luego dijo:<br />

—Los winkies fueron muy buenos conmigo, y querían que los gobernase cuando<br />

murió la Bruja Mala. Me gustan los winkies, y si pudiera volver al País <strong>de</strong>l Oeste<br />

nada me gustaría más que ser su soberano para siempre.<br />

—Mi segunda or<strong>de</strong>n a los Monos Alados —dijo Glinda— será que te lleven sano y<br />

salvo al País <strong>de</strong> los Winkies. Quizá no tengas un cerebro tan gran<strong>de</strong> como el <strong>de</strong>l<br />

Espantapájaros, pero sin duda eres más brillante que él, cuando estás bien<br />

lustrado, y no dudo <strong>de</strong> que gobernarás bien y con sabiduría a los winkies.<br />

Luego la Bruja miró al enorme y velludo León y preguntó:<br />

—Cuando Dorothy haya regresado a su casa, ¿qué será <strong>de</strong> ti?<br />

—Detrás <strong>de</strong> la montaña <strong>de</strong> los Cabezas <strong>de</strong> Martillo —respondió el León—, hay un<br />

inmenso y viejo bosque, y todas las bestias que allí viven me han hecho su rey. Si<br />

pudiera volver a ese bosque pasaría allí muy feliz el resto <strong>de</strong> mi vida.


—Mi tercera or<strong>de</strong>n a los Monos Alados —dijo Glinda— consistirá en que te lleven a<br />

tu bosque. Luego, usados ya todos los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong>l Bonete <strong>de</strong> Oro, se lo daré al Jefe<br />

<strong>de</strong> los Monos para que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces él y su banda sean libres para siempre.<br />

<strong>El</strong> Espantapájaros, el Leñador <strong>de</strong> Hojalata y el León agra<strong>de</strong>cieron profundamente<br />

esos favores a la Bruja Buena, y Dorothy exclamó:<br />

—¡Eres sin duda tan buena como bonita! Pero todavía no me has dicho cómo volver<br />

a Kansas.<br />

—Los zapatos <strong>de</strong> plata te llevarán al otro lado <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto —respondió Glinda—Si<br />

hubieras conocido sus po<strong>de</strong>res, te habría sido muy fácil volver junto a tía Em y tío<br />

Henry el mismo día que llegaste a este país.<br />

—¡Pero entonces yo no tendría este maravilloso cerebro! —exclamó el<br />

Espantapájaros—. Podría haber pasado el resto <strong>de</strong> mi vida en el maizal <strong>de</strong> aquel<br />

granjero.<br />

—¡Y yo no tendría este adorable corazón! —dijo el Leñador <strong>de</strong> Hojalata—. Habría<br />

seguido en el bosque, herrumbrándome hasta el fin <strong>de</strong>l mundo.<br />

—Y yo habría vivido siempre como un cobar<strong>de</strong> —<strong>de</strong>claró el León—, y ningún animal<br />

en todo el bosque habría encontrado para mí una palabra <strong>de</strong> consuelo.<br />

—Todo eso es verdad —dijo Dorothy—, y me alegro <strong>de</strong> haber sido útil a estos<br />

buenos amigos. Pero ahora que cada uno ha conseguido lo que más <strong>de</strong>seaba, y<br />

tiene a<strong>de</strong>más la felicidad <strong>de</strong> poseer un reino entero don<strong>de</strong> gobernar, pienso que<br />

<strong>de</strong>bería volver a Kansas.<br />

—Los Zapatos <strong>de</strong> Plata —dijo la Bruja Buena— tienen maravillosos po<strong>de</strong>res. Y una<br />

<strong>de</strong> las cosas más curiosas es que te pue<strong>de</strong>n llevar a cualquier parte <strong>de</strong>l mundo en<br />

tres pasos, y cada paso durará un abrir y cerrar <strong>de</strong> ojos. Todo lo que tienes que<br />

hacer es golpear un tacón contra el otro tres veces y or<strong>de</strong>narles a los Zapatos que<br />

te lleven a don<strong>de</strong> quieres ir.<br />

—Si es así —dijo Dorothy, con alegría— les pediré que me lleven enseguida a<br />

Kansas.<br />

La niña echó los brazos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l pescuezo <strong>de</strong>l León y lo besó, palmeándole con<br />

ternura la enorme cabeza. Luego besó al Leñador <strong>de</strong> Hojalata que lloraba <strong>de</strong> un<br />

modo muy peligroso para las articulaciones. Pero abrazó el suave cuerpo <strong>de</strong> paja


<strong>de</strong>l Espantapájaros en vez <strong>de</strong> besarle la cara pintada, y <strong>de</strong>scubrió que estaba<br />

llorando ante la triste separación <strong>de</strong> sus queridos compañeros.<br />

Glinda la Buena bajó <strong>de</strong>l trono rubí para dar un beso <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida a la niña, y<br />

Dorothy le agra<strong>de</strong>ció toda la bondad que había mostrado con sus amigos y con ella.<br />

Después Dorothy alzó con solemnidad a Totó en brazos y tras un último adiós,<br />

golpeó tres veces los tacones <strong>de</strong> los Zapatos y dijo:<br />

—¡Llevadme a casa, junto a tía Em!<br />

Instantáneamente, sintió que giraba a través <strong>de</strong>l aire, tan rápido que no veía ni<br />

sentía otra cosa que el viento, silbándole en los oídos.<br />

Los Zapatos <strong>de</strong> Plata no dieron más <strong>de</strong> tres pasos, y entonces se <strong>de</strong>tuvo <strong>de</strong> manera<br />

tan brusca que rodó varias veces en el pasto antes <strong>de</strong> saber dón<strong>de</strong> estaba.<br />

Pero al fin se levantó y miró alre<strong>de</strong>dor.<br />

—¡Dios mío! —gritó.<br />

Pues estaba sentada en la ancha pra<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> Kansas, y <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> ella se erguía la<br />

nueva casa que tío Henry había construido <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que el ciclón se llevara la<br />

vieja. Tío Henry or<strong>de</strong>ñaba las vacas en el patio, y Totó se le había saltado <strong>de</strong> los<br />

brazos y corría hacia el granero ladrando <strong>de</strong> felicidad.<br />

Dorothy se levantó y <strong>de</strong>scubrió que estaba <strong>de</strong>scalza. Los zapatos <strong>de</strong> plata se le<br />

habían caído durante el vuelo por el aire, y se habían perdido para siempre en el<br />

<strong>de</strong>sierto.<br />

Capítulo 24<br />

De nuevo en casa<br />

Tía Em había salido <strong>de</strong> la casa para regar los repollos cuando alzó la mirada y vio a<br />

Dorothy corriendo hacia ella.<br />

—¡Mi querida niña! —gritó, ro<strong>de</strong>ando a Dorothy con los brazos y cubriéndole la cara<br />

<strong>de</strong> besos—. ¿De dón<strong>de</strong>, <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> vienes?<br />

—Del País <strong>de</strong> <strong>Oz</strong> —dijo Dorothy, muy seria—. Y aquí está Totó, también. Y, ¡ah, tía<br />

Em! ¡Me alegro tanto <strong>de</strong> estar <strong>de</strong> nuevo en casa!


FIN<br />

Fuente original: <strong>El</strong> mago <strong>de</strong> <strong>Oz</strong>, 2002.<br />

Ilustraciones: Renier Quer (Réquer)<br />

Cotejo <strong>de</strong> obra: Leonid Torres Hebra.

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