El Parlamento Andino y los trabajadores migrantes andinos
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La migración laboral en la región andina<br />
de <strong>los</strong> <strong>trabajadores</strong> migratorios y sus familias del<br />
año 1990 que no ha sido ratificado por <strong>los</strong> países<br />
desarrollados de Norteamérica, Europa y Japón; el<br />
Convenio Iberoamericano de seguridad social, que<br />
requiere la ratificación y puesta en marcha en nuestros<br />
países; o el Convenio de la OIT sobre trabajadoras<br />
domésticas del año 2011, que incluye un apartado<br />
sobre trabajadoras domésticas <strong>migrantes</strong>; o<br />
las Decisiones de la CAN como la 545 de migración<br />
laboral, la 548 de protección y asistencia consular,<br />
y la 583 de seguridad social.<br />
Todos estos instrumentos requieren de una acción<br />
de la sociedad civil para que se ratifiquen o se implementen<br />
con el propósito de contribuir al goce de<br />
<strong>los</strong> derechos de <strong>los</strong> <strong>trabajadores</strong> y trabajadoras <strong>migrantes</strong>.<br />
Deberíamos aprender de Filipinas que es<br />
el país que más ha ratificado <strong>los</strong> convenios de protección<br />
de <strong>los</strong> <strong>trabajadores</strong> <strong>migrantes</strong>. Allí hay una<br />
política pública de protección de sus <strong>trabajadores</strong><br />
en el extranjero. O de iniciativas como el Fondo de<br />
ayuda a <strong>los</strong> <strong>migrantes</strong> que existe en Pakistán, Sri<br />
Lanka y Filipinas para repatriación de cadáveres,<br />
enfermos, problemas legales y abusos.<br />
La constitución de la Red Andina de Migraciones<br />
–RAM-, y de diversas redes nacionales e internacionales,<br />
son un paso importante del protagonismo<br />
político y social en torno a las migraciones, en las<br />
que el sindicalismo está jugando un nuevo e importante<br />
rol. Este es el caso de la Plataforma Social<br />
Migratoria HERMES en Colombia que agrupa unas<br />
20 organizaciones sociales, académicas, religiosas<br />
y sindicales que trabajan el tema migratorio con un<br />
enfoque de derechos humanos, y que en <strong>los</strong> dos<br />
últimos años su Consejo Directivo ha sido presidido<br />
por voceros de las organizaciones sindicales como<br />
la Confederación General del Trabajo –CGT– y ahora<br />
la Central Unitaria de Trabajadores –CUT–.<br />
Esta convergencia de actores sociales de diversa<br />
índole plantea que la gobernabilidad de las migraciones<br />
debe pasar por un necesario dialogo que<br />
incluya actores sociales como las personas <strong>migrantes</strong>,<br />
sus familias, las organizaciones sociales, <strong>los</strong><br />
gobiernos y <strong>los</strong> empleadores. Es importante pensar<br />
en un mecanismo que recoja lo mejor del dialogo<br />
tripartita existente entre empleadores, <strong>trabajadores</strong><br />
y gobiernos, del que la OIT ha sido su mejor expresión,<br />
para convertirse en un dialogo “quintapartita”<br />
que además incluya a las personas <strong>migrantes</strong> y a<br />
las organizaciones sociales.<br />
Asimismo, se requiere retomar un enfoque de derechos<br />
humanos en las migraciones laborales y<br />
en el mundo del trabajo, y re-examinar el concepto<br />
de “trabajo decente” que se ha constituido en<br />
un discurso legitimador del control social de <strong>los</strong><br />
<strong>trabajadores</strong> y trabajadoras, sean <strong>migrantes</strong> o no.<br />
Deberíamos preguntarnos en qué momento la dignidad,<br />
que es una cualidad inherente a la condición<br />
humana, se subsumió en la “decencia”. La dignidad<br />
humana ha sido una de las conquistas de la<br />
civilización que fue plasmada en la Declaración de<br />
<strong>los</strong> Derechos Humanos de las Naciones Unidas. <strong>El</strong><br />
llamado “trabajo decente” es un eufemismo para la<br />
sumisión las relaciones capital-trabajo, como si <strong>los</strong><br />
derechos y el reclamo de <strong>los</strong> mismos pasara por la<br />
“decencia”; (una forma de conducta de visos morales<br />
como lo define el diccionario de la Real Academia<br />
de Española), como si la explotación y la negación<br />
de <strong>los</strong> derechos humanos de <strong>los</strong> <strong>trabajadores</strong><br />
y trabajadoras fuese un problema que se resuelve a<br />
través de la “decencia” y no desde una postura de<br />
dignidad y derechos.<br />
Hay que salir de esa mansedumbre que solo busca<br />
legitimar el sometimiento y la explotación. La explotación<br />
no es “decente” y las ganancias empresariales<br />
basadas en la misma tampoco se podrían<br />
denominar “decentes”. La crisis financiera de <strong>los</strong> últimos<br />
años tiene que ver precisamente con que <strong>los</strong><br />
salarios se mantuvieron estables o con tendencia a<br />
la baja mientras la productividad se incrementaba,<br />
aumentando con ello las ganancias empresariales a<br />
unos niveles nunca antes conocidos, lo que condujo<br />
a que hubiese a nivel global tres veces más dinero<br />
en circulación que el valor real de la economía. La<br />
especulación financiera con <strong>los</strong> excedentes de capital<br />
generados, condujo a la crisis económica del<br />
2008 y de la cual todavía no logramos salir. Abandonar<br />
el concepto de “trabajo decente” y retomar el<br />
concepto de “trabajo digno” es no solo un acto de<br />
rebeldía frente a discursos de sometimiento, sino<br />
también un acto por recuperar un discurso de derechos<br />
en un mundo globalizado donde la explotación<br />
en todas sus formas nos está conduciendo a un<br />
abismo social y ecológico de grandes proporciones.<br />
Diálogos Migrantes 117