Revista INAP (pdf) - Jefatura de Gabinete de Ministros
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Nuria Cunill Grau 63 | Perspectivas sobre el Estado máticos más que de derechos positivos, o de derechos ‘racionados’ 27 , emergen varias novedades. Una primera novedad es que aspectos relativos a la protección social comienzan a ser invocados como derechos exigibles de todas las personas, o sea, de carácter universal. Es altamente probable que estén en el origen de este fenómeno los magros resultados de las políticas focalizadas en la pobreza extrema, el creciente malestar de los sectores medios, dado el encarecimiento de los servicios sociales provocado por su privatización, y los riesgos consecuentes sobre la cohesión social y la estabilidad política de la región. Lo cierto es que, convergiendo en parte con las demandas ciudadanas y las normativas internacionales, se está desarrollando un cierto consenso en el sentido de que es necesario repensar las políticas sociales como parte de las obligaciones del Estado para el cumplimiento efectivo de los derechos asociados a la existencia de una ciudadanía social, en términos de acceso a activos, ingresos y, muy especialmente, servicios. Ahora bien, una segunda novedad es que a la recuperación de la idea de universalidad se agregan otros requerimientos que emanan directamente del campo normativo de los derechos humanos, en consonancia con los estándares internacionales fijados, entre otros, por el Sistema Interamericano de Protección de Derechos Humanos (SIDH). Uno de ellos es el principio de la participación ciudadana, el que, se afirma, es consustancial a todas las políticas públicas con enfoque de derechos (Abramovich, 2006; Pautassi, 2007). Por otro lado, el principio de la integralidad, que aparece relevado al reconocerse la interdependencia que existe entre los derechos económicos, sociales y culturales, de una parte, y los derechos civiles y políticos, de la otra (United Nations, 2002, p. 3), así como la integralidad de los derechos sociales. Otro principio clave es el de la exigibilidad, que supone reconocer explícitamente que los derechos ciudadanos se traducen en obligaciones para sus 27 En el sentido de propender a la universalización (versus la focalización) de las políticas sociales, pero circunscribiendo los objetos de ellas.
64 | Perspectivas sobre el Estado sostenedores que puedan ser exigibles por parte de la sociedad, con base en sustentos legales. Lo más significativo, en este sentido, es la creciente asunción de que el poder que un derecho consagrado legalmente otorga a las personas no solo requiere traducirse en el poder para acceder a un conjunto de garantías, sino también en el poder para exigirlas y hacer responsables por ellas a quienes tienen obligaciones para su plena satisfacción 28 . Todo ello requiere de recursos, instituciones y capacidades públicas (CEPAL, 2006, p. 19). Nos referiremos a estas cuestiones a continuación. El financiamiento público de la construcción de ciudadanía 29 28 Cabe destacar, sin embargo, que no siempre todos estos principios son reconocidos. Por ejemplo, la reforma constitucional mexicana solo señala que las obligaciones de las autoridades mexicanas en materia de derechos humanos deberán cumplirse apegadas y orientadas por los principios de la universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad de los derechos humanos (Quintana, 2011, p. 24). Nótese que no se hace referencia al principio de la exigibilidad ni al de la participación social. 29 Lo que sigue ha sido extraído de Cunill (1999). Si se observa el comportamiento de los ingresos públicos, particularmente los provenientes de la tributación, es posible concluir que el Estado en América Latina aún sigue siendo pobre y que, por tanto, dispone de limitadas capacidades para incidir en el fortalecimiento de los derechos sociales. Al respecto, se ha destacado que en la región se confronta una restricción más política que económica, habida cuenta de que la débil tributación no podría atribuirse al hecho de que los impuestos impongan costos al empleo y a la inversión, puesto que gravando, por ejemplo, en 5% al quintil más alto (que recibe el 60% de todos los ingresos), podría doblarse el ingreso de los inferiores. Por ende, es posible deducir que el Estado en América Latina es pobre porque es incapaz de imponer suficientemente a los ricos (Przeworski, 1998). Lo cierto es que los datos sugieren que existen muy limitados avances en materia de fortalecimiento de los ingresos públicos en América Latina por vía de la tributación, así como que ésta en los últimos años no se orienta a favor de la equidad. En tal sentido, por ejemplo, tomando en cuenta los cambios en el sistema tributario respecto
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máticos más que <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos positivos, o <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos ‘racionados’<br />
27 , emergen varias noveda<strong>de</strong>s.<br />
Una primera novedad es que aspectos relativos a la protección social<br />
comienzan a ser invocados como <strong>de</strong>rechos exigibles <strong>de</strong> todas<br />
las personas, o sea, <strong>de</strong> carácter universal. Es altamente probable<br />
que estén en el origen <strong>de</strong> este fenómeno los magros resultados<br />
<strong>de</strong> las políticas focalizadas en la pobreza extrema, el creciente malestar<br />
<strong>de</strong> los sectores medios, dado el encarecimiento <strong>de</strong> los servicios<br />
sociales provocado por su privatización, y los riesgos<br />
consecuentes sobre la cohesión social y la estabilidad política <strong>de</strong><br />
la región. Lo cierto es que, convergiendo en parte con las <strong>de</strong>mandas<br />
ciudadanas y las normativas internacionales, se está <strong>de</strong>sarrollando<br />
un cierto consenso en el sentido <strong>de</strong> que es necesario<br />
repensar las políticas sociales como parte <strong>de</strong> las obligaciones <strong>de</strong>l<br />
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la existencia <strong>de</strong> una ciudadanía social, en términos <strong>de</strong> acceso a activos,<br />
ingresos y, muy especialmente, servicios.<br />
Ahora bien, una segunda novedad es que a la recuperación <strong>de</strong> la<br />
i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> universalidad se agregan otros requerimientos que emanan<br />
directamente <strong>de</strong>l campo normativo <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos humanos, en<br />
consonancia con los estándares internacionales fijados, entre<br />
otros, por el Sistema Interamericano <strong>de</strong> Protección <strong>de</strong> Derechos<br />
Humanos (SIDH). Uno <strong>de</strong> ellos es el principio <strong>de</strong> la participación<br />
ciudadana, el que, se afirma, es consustancial a todas las políticas<br />
públicas con enfoque <strong>de</strong> <strong>de</strong>rechos (Abramovich, 2006; Pautassi,<br />
2007). Por otro lado, el principio <strong>de</strong> la integralidad, que aparece relevado<br />
al reconocerse la inter<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia que existe entre los <strong>de</strong>rechos<br />
económicos, sociales y culturales, <strong>de</strong> una parte, y los<br />
<strong>de</strong>rechos civiles y políticos, <strong>de</strong> la otra (United Nations, 2002, p. 3),<br />
así como la integralidad <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos sociales. Otro principio<br />
clave es el <strong>de</strong> la exigibilidad, que supone reconocer explícitamente<br />
que los <strong>de</strong>rechos ciudadanos se traducen en obligaciones para sus<br />
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En el sentido <strong>de</strong> propen<strong>de</strong>r a la universalización<br />
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las políticas sociales, pero circunscribiendo<br />
los objetos <strong>de</strong> ellas.