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MÉRIDA SEMANA SANTA 2015<br />

31<br />

evangelistas, Mateo (26,26-28), Marcos (14, ,22-<br />

24), Lucas (22,19-20) y hasta S. Pablo en su<br />

carta I a los Corintios (XI, 23-25) transcriben,<br />

unos y otros, los acontecimientos, prácticamente<br />

igual.<br />

Pero en lo que me voy a centrar, y que<br />

adquiere, en esta narración, una importancia<br />

capital es, un objeto, el cáliz, que se convertirá<br />

desde ese momento en la reliquia más preciada<br />

de la cristiandad. Su periplo a través de los<br />

tiempos y los acontecimientos que fueron<br />

sucediéndose teniéndolo como protagonista, nos<br />

permiten seguirle los pasos por los lugares más<br />

inverosímiles, convirtiéndose en el mítico Santo<br />

Grial, envuelto en un aura de leyenda, que<br />

provocaría relatos caballerescos en la literatura<br />

medieval, como el “Cuento del Grial” de<br />

Chretien de Troyes, del S.XII. Tras todo este<br />

complicado periplo, acabaría recalando,<br />

finalmente, en la Catedral de Valencia.<br />

Todo, sin embargo, está envuelto en una nube<br />

de misterio. No es sólo la ausencia del relato en el<br />

Evangelio de Juan, lo que llama la atención, son<br />

todas las circunstancias que le rodean. Por una<br />

parte Marcos y Lucas, describen los hechos de<br />

modo casi idéntico, como si ya en aquella época<br />

se hubiera inventado el cortar y pegar, y lo hacen<br />

con un estilo, como si se tratara de una historia de<br />

detectives, o de espías en la que se quiere evitar<br />

que nadie sepa el lugar en el que se celebraría la<br />

Pascua. “Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro<br />

un hombre con un cántaro de agua; seguidle, y<br />

donde él entrare, decid al dueño; El Maestro dice:<br />

¿Dónde está mi departamento, en que pueda<br />

comer la Pascua con mis discípulos? Él os<br />

mostrará una sala alta, grande, alfombrada,<br />

pronta (Mc.14, 13-15)”.<br />

Las preguntas, tras leerlo, se amontonan. No<br />

sería muy difícil el localizar al hombre con el<br />

cántaro, porque el acarreo de agua era cosa de<br />

mujeres y era muy raro que un hombre llevara<br />

un cántaro, por muy sirviente que fuera. Pero<br />

todo lo que rodea al relato y el que pidiera que<br />

le siguieran como disimulando, hace sospechar,<br />

que evidentemente los escribas y fariseos le<br />

tenían puestos espías a Cristo y a sus seguidores,<br />

y que ya tenían decidida su muerte, pero Cristo<br />

no deseaba que fueran interrumpidos en la<br />

Celebración Pascual, además de no querer<br />

implicar al dueño que les había cedido la<br />

estancia.<br />

Muchos estudiosos se han preguntado de<br />

quién era esa estancia, y han sugerido nombres<br />

de diversos personajes. Algunos de ellos piensan<br />

que tan lujosa estancia debía de pertenecer a<br />

alguien importante, como a José de Arimatea,<br />

razón por la que, por su posición social, no<br />

quería implicarle, ya que se dice que: “Era<br />

miembro del Sanedrín, el tribunal supremo de<br />

los judíos, y decurión del Imperio romano, una<br />

especie de ministro, encargado de las<br />

explotaciones de plomo y estaño. Un «hombre rico»<br />

según San Mateo; un hombre «ilustre» según San<br />

Marcos; «persona buena y honrada» según San<br />

Lucas; «...que era discípulo de Jesús» según San<br />

Mateo, «pero clandestino por miedo a las autoridades<br />

judías», según San Juan”.<br />

Algunos han supuesto, que también podría<br />

tratarse de Chusa, procurador y tesorero de<br />

Herodes Antipas, que cita S. Lucas (Lc.8, 3), al<br />

hablar de las mujeres que acompañaban a los<br />

discípulos: “Juana, mujer de Chusa,<br />

administrador de Herodes, y Susana y otras<br />

varias que le servían de sus bienes”.<br />

Los diversos objetos, que estuvieron en la<br />

Mesa de la Santa Cena, se repartieron por<br />

distintos lugares, en algunos casos como objeto<br />

museístico, pero siempre contando con la<br />

veneración de los fieles cristianos.

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