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comportamiento social y racional. Donde existe una labor previa de transferencia de
representaciones que guían al colectivo. El imaginario, para ser colectivo y, sobre todo,
auténtico, debe cumplir con el siguiente precepto de Charles Taylor (1994), “La
autenticidad entraña originalidad, exige rebelarse contra las convenciones.” (p.98)
Para Charles Taylor (1994, p.61), la “autenticidad” nace con el pensamiento individual
auto responsable de Descartes, en correspondencia al individualismo político de Locke.
Aunque la autenticidad nace de la moral y los sentimientos, el discernir entre el bien y el
mal conduce a la idea de alcanzar la plenitud como sociedad.
La autenticidad 5 contemporánea, al centrarse en el yo, condiciona la realización de los
ideales, con la creación, descubrimiento, originalidad y moralidad, a través de la
conciencia social. El hilo de conexión de lo irreal a lo real es un proceso subjetivo y el
grupo deberá estar convencido en su razonamiento de cumplir con su búsqueda, aunque
exista nula objetividad por ello y se tengan lapsos de razonamiento del planteamiento
conjunto por cumplir del colectivo.
La autenticidad del colectivo
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demarca a los grupos con una transformación de la
realidad por el imaginario colectivo. Será condicionante qué tan fuerte sea la unión del
grupo en deseo e ilusión de su objetivo. En principio lleva a la transformación de las
ciudades, donde resalta el imaginario colectivo con rasgos característicos de la
originalidad que le distingue de otros grupos y la capacidad de convertirse en dominante.
El imaginario contiene originalidad subjetiva ante los otros grupos, sin entrar en un
proceso de ficción de la realidad. El antropólogo francés Marc Augé (1998), especialista
en etnología, estudia el imaginario en la ciudad, lo cuestiona sobre las condiciones y
formas actuales de la existencia diaria.
5 “En resumen, podemos afirmar que la autenticidad (A) entraña (i) creación y construcción así como
descubrimiento, (ii) originalidad, y con frecuencia (iii) oposición a las reglas de la sociedad e incluso, en
potencia, a aquello que reconocemos como moralidad. Pero también es cierto, como ya vimos, que (B)
requiere (i) apertura a horizontes de significado (pues de otro modo la creación pierde el trasfondo que
puede salvarla de la insignificancia) y (ii) una autodefinición en el diálogo. Ha de permitirse que estas
exigencias puedan estar en tensión. Pero lo que resulta erróneo es privilegiar simplemente una sobre la
otra, (A), por ejemplo, a expensas de (B), o viceversa). (Taylor 1994, p.99).
6 (…) el sentido auténtico de una sociedad ha de ser buscado en primer lugar en su vida y su actividad
efectivas. (Castoriadis 2007, p. 237).
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