Premios a la Excelencia: camino de la V edición - CEO

• El trabajo no impedía que Don Manuel
saliese a divertirse a las fiestas de la ciudad
• En su memoria están también las salidas con
los amigos
Los comienzos
Pero la historia de esta singular y
tradicional ferretería comenzaba cuando
nuestro protagonista contaba tan sólo 15
años, en 1933, con la construcción del
edificio en el número 17 –hoy es el 19-
de la calle Progreso. Fue un par de años
más tarde cuando Anselmo Iglesias, dueño
del bar Jardín y del edificio, junto con José
Doniz, establecen una pequeña ferretería.
El promotor del negocio, Don Anselmo,
se retirará cinco años después, en 1940,
entrando a participar en la sociedad
Isidro Meijeiro, hijo del constructor del
edificio, hasta que en 1945 aparece ya
en la historia de la ferretería el que hoy
continúa, más de seis décadas después,
vinculado al mismo negocio: Manuel
Dorrego. La relación de Don Anselmo
con la familia de Don Manuel (aquél era
padrino de la hermana de éste último)
hizo posible que empezase a tener
relación con el sector y el negocio,
aunque en los primeros tiempos trabajase
por libre surtiendo de maquinaria y
material a la ferretería.
Antes de que esto sucediese, en la época
de estudiante de Don Manuel, la
Guerra Civil truncó su preparación
en Magisterio en Hermanos Villar y le
hizo trasladarse al frente en 1939. A
partir de aquí, cuatro años son los que
pasó en Barcelona, de donde regresa
con la memoria llena de recuerdos y los
contactos que más tarde le valdrían para
comenzar en el negocio. Allí se hizo
un nombre, se convirtió en un oficial
reconocido de la Maestranza de Artillería,
y pasó aventuras que hoy todavía evoca
de cuando tenían que comprar víveres en
un pueblo francés, pasando Puigcerdá, en
el que, comenta “aprovechábamos para
comer unos bistecs estupendos”, confiesa
nostálgico, entre otros muchos recuerdos
que le vienen a la memoria.
Al regresar de Barcelona, Manuel Dorrego
tiene 25 años y una madurez inusitada
para su edad a causa de las experiencias
que las circunstancias le han hecho vivir.
De su etapa catalana (hoy presume de
conocer esa comunidad como la palma
de la mano…) se trae los contactos de
proveedores que ya visitaba por la
zona y de las representaciones de
maquinaria que luego venderá en la
ferretería.
Poco a poco, el carácter natural que Don
Manuel tiene para los negocios, le va
facilitando el trabajo, pues en él ven los
fabricantes a un representante joven y
con iniciativa. En poco tiempo, y puesto
que en la época las fábricas sólo vendían
a almacenes con cupo, Don Manuel se
establece por su cuenta, trabajando
en un primer momento por libre y
vendiendo para la ferretería, por lo que
deja de trabajar en el establecimiento y
pone un almacén detrás de donde hoy se
ubica el edificio de Telefónica del Posío.
Desde que se establece como mayorista,
y durante algunos años, Don Manuel
trabaja como representante de maquinaria
y artículos de ferretería, no sólo para
el negocio del Jardín del Posío, con el
que tiene una estrecha relación, sino
que también comienza a vender en las
comarcas, surtiendo a pequeñas tiendas.
Con el paso de algunos años, en la
ferretería El Porvenir (que así se llamaba
por aquel entonces) se dan cuenta del
valor de su trabajo y le proponen asociarse
con José Doniz, quien ya llevaba una
década al frente de un negocio que iba
adquiriendo prestigio y estabilidad en
la ciudad.
La llegada del Sr. Dorrego a la ferretería se
produce alrededor del año 45. Es entonces
cuando el conocido establecimiento
pasa a llamarse Ferretería El Jardín
Dorrego y Doniz S.L., a tenor de la
sociedad constituida por ambos. En
aquélla época, recién terminada la
Segunda Guerra Mundial y con la sombra
de la contienda civil todavía latente,
España vive tiempos difíciles, de carestía,
racionamientos y dificultades económicas.
No obstante, ante la pregunta de si
eran aquellos momentos malos para el
negocio, Don Manuel asegura que “las
• Don Manuel, ya en la década de los 70,
en la sección de menaje de la ferretería
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