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LA LEY DE LA MUERTE Y LA LEY DE LA RESURRECCIÓN <strong>La</strong> Ley <strong>de</strong> <strong>la</strong> Muerte y <strong>La</strong> Ley <strong>de</strong> <strong>la</strong> Resurrección Existen tópicos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Sagradas Escrituras, no pocos por cierto, <strong>de</strong> los cuales su contenido es sorpren<strong>de</strong>nte. Tópicos que pasan inadvertidos por el pensamiento, ya sea por lo difícil <strong>de</strong> su contenido o porque no son <strong>de</strong>l dominio <strong>de</strong> los escudriñadores. Uno <strong>de</strong> esos tópicos es el <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>muerte</strong> y resurrección <strong>de</strong>l humano. Éstas son dos <strong>ley</strong>es establecidas por Dios <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> eternidad. <strong>La</strong> primera, si bien es cierto sus efectos son bien conocidos, pocos saben que es una <strong>ley</strong>: <strong>La</strong> <strong>ley</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>muerte</strong>. <strong>La</strong> segunda, o sea <strong>la</strong> <strong>ley</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> resurrección, también es bastante conocida por el Cristianismo, aunque aún no ha sido experimentada por nadie. Dos <strong>ley</strong>es a <strong>la</strong>s cuales todo humano está supeditado. Dos <strong>ley</strong>es, <strong>la</strong>s cuales, admítase o no, ejercen su po<strong>de</strong>r para mostrar su señorío. Muchos humanos preten<strong>de</strong>n que es realidad lo que piensan. Así, unos piensan que “<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> esta vida no hay otra”, con lo cual insinúan que media vez muertos, se terminaron para siempre. Otros piensan que forman parte <strong>de</strong> un supuesto proceso <strong>de</strong> reencarnamientos, con lo cual al morir, el alma se posesiona <strong>de</strong> otro cuerpo. Cualesquiera que sean <strong>la</strong>s divagaciones mentales, <strong>la</strong> verdad es diferente y <strong>de</strong> el<strong>la</strong> nadie escapa. El hecho <strong>de</strong> pensar variadamente en nada altera el <strong>de</strong>signio que pesa sobre <strong>la</strong> humanidad: Todos hemos <strong>de</strong> morir, todos hemos <strong>de</strong> resucitar. Cada persona muere en momentos diferentes, pero en <strong>la</strong> resurrección no habrá diversidad, únicamente dos gran<strong>de</strong>s grupos: el <strong>de</strong> los justos y el <strong>de</strong> los injustos, los primeros, resucitarán primero, los segundos, mil años <strong>de</strong>spués. Los primeros para recibir el maravilloso regalo <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida eterna, los segundos para ser <strong>la</strong>nzados al <strong>la</strong>go <strong>de</strong> fuego. El humano no es dueño <strong>de</strong> su vida “No hay hombre que tenga potestad sobre el aliento <strong>de</strong> vida para po<strong>de</strong>r conservarlo, ni potestad sobre el día <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>muerte</strong>...” (Eclesiastés 8:8). Ciertamente <strong>la</strong> ciencia avanza prodigiosamente hacia a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte con gran<strong>de</strong>s, sorpren<strong>de</strong>ntes y maravillosos <strong>de</strong>scubrimientos sobre <strong>la</strong> composición genética <strong>de</strong> los <strong>org</strong>anismos vivientes. <strong>La</strong> reproducción en serie <strong>de</strong> seres humanos es ya una realidad, <strong>la</strong> clonificación “por razones a favor <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciencia” es imparable. A medida en que los años transcurran, los padres podrán <strong>de</strong>cidir <strong>de</strong> qué color <strong>de</strong>sean <strong>la</strong> piel <strong>de</strong> sus hijos, el color <strong>de</strong> los ojos, <strong>la</strong> estatura, el color <strong>de</strong>l cabello, y todo cuanto <strong>de</strong>seen <strong>de</strong> los seres que van a traer al mundo. <strong>La</strong> ciencia está tratando <strong>de</strong> dominar el campo <strong>de</strong> <strong>la</strong> genética a modo <strong>de</strong> satisfacer <strong>la</strong>s <strong>de</strong>mandas <strong>de</strong>l vasto campo comercial <strong>de</strong> <strong>la</strong> reproducción <strong>de</strong> seres humanos “al gusto <strong>de</strong>l cliente”. Pero hay un propósito aún más profundo que el simple <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> obtener humanos diseñados. El <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciencia es atacar los virus que ocasionan enfermeda<strong>de</strong>s mortales como el cáncer, <strong>la</strong> lepra, el SIDA, y muchas más. Todo esto suena esperanzador para quienes pa<strong>de</strong>cen <strong>de</strong> enfermeda<strong>de</strong>s mortales. Por consiguiente, <strong>la</strong> ciencia da por seguro que <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> algunos años estará en plena Por Andrés Menjívar capacidad <strong>de</strong> evitar que los humanos mueran. ¡El propósito <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciencia es hacer que los humanos vivan cientos <strong>de</strong> años! ¿A quién no le gustaría vivir con <strong>la</strong> misma longevidad conque vivieron los antediluvianos? ¿Qué persona no daría cualquier cosa por vivir <strong>la</strong> misma cantidad <strong>de</strong> años que vivió Matusalén? Porque si bien es cierto que <strong>la</strong> vida actual generalmente abunda en dolor, aflicciones, tristezas; eso <strong>de</strong> ninguna manera es lo suficientemente fuerte como para disipar <strong>de</strong> <strong>la</strong> mente humana el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> vida; el empeño por encontrar <strong>la</strong>s medicinas a<strong>de</strong>cuadas para quitar <strong>la</strong>s enfermeda<strong>de</strong>s mortales que agobian a <strong>la</strong>s personas lo testifica. Es ante <strong>la</strong>s <strong>de</strong>mandas humanas <strong>de</strong> longevidad que los científicos están afanados en buscar y encontrar <strong>la</strong> solución. Pero por sobre todo eso, hay algo en lo cual <strong>la</strong> ciencia no ha pensado, un algo ante lo cual todas sus pretensiones se estrel<strong>la</strong>rán; ese algo es <strong>la</strong> verdad dicha en <strong>la</strong>s Sagradas Escrituras en el sentido <strong>de</strong> que el humano no es dueño <strong>de</strong> su vida. <strong>La</strong> ciencia aún no ha <strong>de</strong>scubierto que para hacer que una persona viva se requiere más que genes perfectos, más que célu<strong>la</strong>s perfectas: Se requiere el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Dios manifestado en el espíritu que hay en cada ser. Job dice una rotunda verdad: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo <strong>de</strong>l Omnipotente lo hace que entienda” (Job 32:8). El modo en que <strong>la</strong> <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ración está hecha aparentemente da a enten<strong>de</strong>r que uno es el espíritu <strong>de</strong> Dios y otro “el soplo <strong>de</strong>l Omnipotente”, pero ambos son lo mismo. Se le i<strong>de</strong>ntifica como espíritu <strong>de</strong> Dios precisamente porque es <strong>de</strong> él, a él le pertenece. Dios hace con su espíritu como él quiere, precisamente porque es Dios, porque sabe que el modo en que hace lo que hace es exactamente como <strong>de</strong>be hacerse. Para traer al hombre a existir quiso sop<strong>la</strong>r su espíritu en <strong>la</strong>s narices <strong>de</strong> Adán, <strong>de</strong> ese modo <strong>la</strong> humanidad vino a tener vida. Cuando el soplo <strong>de</strong> vida vuelve a Dios que lo dio, entonces <strong>la</strong> persona muere. Venido el momento, <strong>la</strong> ciencia enten<strong>de</strong>rá que Dios no es algo así como un recipiente en don<strong>de</strong> cualquier humano pueda meter su mano para extraer el espíritu para <strong>de</strong>positarlo en los humanos a quienes <strong>de</strong>seen a<strong>la</strong>rgar los días sobre <strong>la</strong> tierra. <strong>La</strong> vida es atributo exclusivísimo <strong>de</strong> Dios, cuando él quiere <strong>la</strong> quita <strong>de</strong> unos, cuando él quiere <strong>la</strong> mantiene sobre otros. De manera que no importa cuán perfectas puedan llegar a ser <strong>la</strong>s personas tratadas científicamente con el propósito <strong>de</strong> a<strong>la</strong>rgarles <strong>la</strong> vida, porque el cuerpo pue<strong>de</strong> llegar a ser perfecto, libre <strong>de</strong> cualquier enfermedad, libre <strong>de</strong> <strong>de</strong>fectos físicos, pero sin el espíritu <strong>de</strong> Dios, está muerto. Al tiempo seña<strong>la</strong>do, todo humano <strong>muerte</strong>, el tiempo que le ha sido <strong>de</strong>terminado nadie lo pue<strong>de</strong> alterar. No importa cuánto énfasis se ponga sobre el avance <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciencia en busca <strong>de</strong> longevidad humana, porque para que alguien viva, tiene que contar con el espíritu <strong>de</strong> Dios. <strong>La</strong>s pa<strong>la</strong>bras <strong>de</strong> Eclesiastés son enteramente ciertas, nadie tiene po<strong>de</strong>r para retener el espíritu que Dios le ha prestado, nadie lo posee en propiedad sino en calidad <strong>de</strong> préstamo. Venido el momento, ese espíritu vuelve a Dios que lo dio, sin importar que el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> vivir <strong>de</strong> parte <strong>de</strong>l humano sea fuerte, al menos eso es lo que dice <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> Dios en Eclesiastés 12:7: “Y el polvo vuelva a <strong>la</strong> tierra...y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”. -1-