Revista Junio 2014

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La época de mayor desarrollo
En el año 1939 recién terminada la Guerra Civil,
los hileros de La Línea trabajaban como podían,
con unos medios muy pobres tanto manuales
como económicos, fue entonces cuando don José
Gabaldón aconsejado por la familia Muñoz que estaba
emparentado con él, se propuso organizar e industrializar
rentablemente, la fabricación de la
cordelería para usos marinos. Para ello comenzó por
comprar casi todas las ruedas manuales de hilados
de cáñamo que existían en esta población y empleando
a todos los hileros para que trabajaran para él.
Don José Gabaldón que era una persona muy emprendedora,
desde el primer momento enfocó esta
primitiva industria con un criterio más moderno y
práctico, para hacerla más productiva y como es lógico
más rentable. Para ello ideo y construyó otros
procedimientos mecánicos, convirtió las ruedas movidas
a mano, en otras impulsadas por electricidad y
empezó a fabricar cientos de toneladas de cordelerías
para usos navales, desde hilos de 4 y 6 milímetros
de grosor, hasta larguísimas y gruesas estachas
para arrastrar grandes barcos.
Esta industria estuvo trabajando a pleno rendimiento
hasta que ocurrió el cierre de la frontera de Gibraltar,
pues el cáñamo que se utilizaba venía por esta población.
Desde entonces esta industria de los cordeles,
se paralizó, aunque nunca desapareció por completo.
Al final los últimos hileros de la Atunara, fabricaban
cordeles de 2 y 3 milímetros para pescar pargos,
meros, safios y langostas, para palangres y trasmallos;
cordeles de 4, 6, 7 y 10 milímetros para la pesca
de marrajos y pez espada.
También fabricaban cables de acero trenzado para la
pesca del marisco “arrastre” que van enrollados en
los molinetes que se mueven acoplados al motor de
la embarcación y también cordeles de monofilamentos
de diferentes colores para tender las ropas
y otros usos.
Anuncio del año 1948 y dos imágenes
de los Hileros de La Atunara y los
Hileros de San Bernardo en
los años 1970 y 72.
Junio 2014 magazineCADIZ