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Revista Junio 2014

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mérica y Cádiz están tan indivisiblemente unidas porque el<br />

océano que los separa se ha convertido en inagotable fuente<br />

de leyendas. Historias de piratas, de marinos, de náufragos. Historias<br />

de amores y desamores. De tesoros y riquezas exóticas<br />

traídas de las lejanas, y tan cercanas tierras americanas. Leyendas<br />

que se hunden en la imaginación como los navíos surcan<br />

los mares, creando estelas que aumentan la historia. Pero algunas<br />

de esas historias nacen de la verdad y la realidad. Y la Leyenda<br />

de la Casa del Pirata (Cádiz), es una de ellas.<br />

Cuenta la historia que un joven marino gaditano marchó a las<br />

Indias en busca de fortuna, dejando a su hermosa y joven esposa<br />

esperándole en el puerto de Cádiz. Dice la historia que la<br />

mujer subía cada mañana hasta la torre mirador buscando en<br />

la lejanía las velas del barco en el que volviese su amado. Pero<br />

su amado no regresaba. Y la trágica noticia llegó en uno de los<br />

galeones que venían de América, el barco del joven marino gaditano<br />

se había hundido en las costas de las Indias Occidentales.<br />

Pero la esposa negó la muerte del marino. Su corazón latía<br />

vivo y sentía su presencia cada noche. Y cada noche rezaba por<br />

la vuelta de su esposo, maldiciéndose por haberle permitido jurarle<br />

que la cubriría de oro y dejarle marchar para cumplir su promesa.<br />

A<br />

Cádiz,<br />

la CASA<br />

del<br />

PIRATA<br />

Muchos serían, sin duda, los que lloraron la muerte del marino<br />

y la locura de su joven esposa, incapaz de aceptar la muerte de<br />

su amado esposo. Que cada día y cada noche subía hasta la<br />

torre esperando el barco en el que regresara su amado. Y así<br />

cada día hasta el día en que regresó cargado de oro y riquezas.<br />

El marino había arribado a una isla casi desierta, donde pronto<br />

entabló contacto con piratas de toda nacionalidad. Y allí, en<br />

aquel lugar abandonado de la mano de Dios, pudo hacer fortuna,<br />

tanta que ahora venía dispuesto a cumplir su promesa. Y<br />

a volver a por más, a por todo aquello que había tenido que<br />

dejar para poder regresar a Cádiz.<br />

Cuando el marino le dijo a su esposa que volvería al mar, ella le<br />

hizo prometer que se quedaría en la ciudad, o moriría por el<br />

amor ausente. Y él acepto y cumplió la promesa. Pero echaba<br />

en falta el mar y andaba triste por el puerto. La mujer mandó<br />

entonces construir una casa tan hermosa como ella. Una casa<br />

que recordase a su marido un barco, con grandes ventanas que<br />

parecían las plumas de las gaviotas que le<br />

acompañaron en su solitaria isla. Con un puente<br />

desde el que pudiera navegar girando un imaginario<br />

timón.<br />

Y en aquella casa vivieron los dos esposos hasta<br />

que la muerte le arrancó de cuajo la felicidad. El<br />

marino cumplió su promesa, y enterró a su mujer<br />

en oro. Dice la leyenda que dos jóvenes pillos se<br />

enteraron del rico entierro y, aprovechando la oscuridad<br />

de la noche, robaron todo el oro que cubría<br />

el cuerpo de la hermosa mujer. El marido, al<br />

enterarse de lo ocurrido, montó en cólera. Calzó<br />

su arma y mató a los ladrones de tumbas. Desde<br />

entonces la Casa del Pirata mantiene imperturbable<br />

el recuerdo de sus primeros dueños. Y<br />

hoy, sumida en la ruina, parece llorar cada piedra<br />

por aquellos que tanto se amaron entre sus<br />

muros. Texto de Don Javier Fornel.<br />

magazineCADIZ Número 7

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