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1916−2001 % 66.67 85.71 57.14 57.14 66.67 Sí Casos 1 1 3 3 8 % 33.33 14.29 42.86 42.86 33.33 Total Casos 3 7 7 7 24 % 100 100 100 100 100 Nota: Como observa Rouquieu (1987), en dos de los ocho casos exitosos –Justo y Perón- se trata de militares. Fuente: Elaboración propia en base a información recogida a los efectos de sta investigación. Se constituyen así los tres actores básicos del drama político−territorial argentino: la Ciudad−puerto, devenida Capital de un estado nacional; la “descabezada” provincia de Bs. As. y las provincias del interior. Nación, Bs. As. y el Interior configuran un trío –a la postre, centrífugo- que marca la historia política argentina. También hay que apuntar que, en las disputas hegemònicas entre el aparato nacional y Bs. As., crece intersticialmente la autonomía del interior, ciertamente un muy heterogéneo conglomerado, que irá lentamente diferenciándose y acumulando poder de cara a las otras dos figuras. Obsérvese que, tan pronto como a comienzos de siglo −por ejemplo con la obra de Rivarola (1908)−, será un lugar común del pensamiento argentino el presentar una posición defensiva del interior, denunciando la distancia entre un país federal y una nación unitaria; una nación frankestein, creatura de las provincias para contener a Bs. As., que las habría fagocitado. Una nación que se apropia −inconstitucionalmente− de sus recursos, con los que costea un importante aparato, justamente emplazado en el interior (Oszlak y Estevez, 1997). Por su parte, esta dinámica nacionalizadora encuentra otro punto de apoyo en la formación de partidos políticos nacionales. El nacimiento del primero de éllos, la UCR es paradojal como casi todo este proceso. Alem, el revolucionario del ’90, vino a oponerse a la federalizacion de Bs. As., entendiendo que la cooperacion política entre provincias, sin Leviathan nacional -la propuesta convencional del federalismo liberal-, era el modo de asegurar la libertad política de las mayorías (Botana, 1993, p. 247): “La tendencia descentralizadora y el sentimiento autonómico de los pueblos han salvado hasta ahora la República federal...”, decía en su discurso. 12 Desde entonces, los radicales vincularon estrechamente en su discurso la pureza del sufragio y el espíritu federal. 12 Citado en Luna (1982, p. 166).

Lo paradójico resulta cuando, unos treinta años después de la muerte de Alem, la nueva victoria de Irigoyen marca a fuego la experiencia del sufragio universal. En ese momento, Irigoyen continúa la experiencia de gestion política centralista vía intervención política en las provincias. El reelecto presidente suma entonces una enorme masa de votos que presumiblemente lo legitima más allá de los acuerdos entre gobernadores: mientras que en su primera presidencia había sido elegido por el 63% de los votos; y Alvear, su sucesor, por un 55%; venía a obtener ahora un estruendoso 81%. −repárese que la elección de Perón en 1946 convoca al 83% de los votantes− (Fraga, 1999, p. 26). Si en el sistema previo elegían no el pueblo sino los gobernadores, la soberanía popular se considera ahora “nacional y de naturaleza indivisible” (Botana, 1993, p. 253). Este proceso de nacionalización signará la política desde entonces, radicando su fortaleza en la capacidad para dar expresión a nuevos actores cuyo emplazamiento no es necesariamente territorial, sino de otra naturaleza; en particular, empresarios y obreros (Carmagnani, 1993, p. 407), por un lado; y, por otro, actores nacional y jerárquicamente integrados, tales como las FFAA y la Iglesia. a. Los inicios de la provincialización: la dinámica descentralizadora en el posperonismo. Este movimiento tiene un punto de inflexión en 1955 con el gobierno posperonista, cuando se inicia un retorcido pero tenaz proceso de descentralización de la actividad económica y estatal. La consolidación de esta tercera etapa será dada por el acentuamiento de las tendencias centrífugas de las provincias sin una contraparte nacional −ni de provincia hegemónica−. Ello ha de constituir una “provincialización anárquica”. Son muchas y complejas las razones −así como contradictorias las expectativas que suscitó entre sus protagonistas−, que llevaron a dar comienzo, a la caída del gobierno peronista, este proceso de “provincialización”, en sus dos aristas más relevantes: reducción de la ciudad−nación y acrecimiento del interior. En primer lugar, en el plano económico se produce un cambio en la naturaleza de la inversión productiva, que propone ahora un énfasis en las industrias básicas o “semipesadas”, lo que origina un nuevo patrón espacial de localización en gran parte atado a medidas de promoción industrial a partir de las que se extienden beneficios de radicación en las

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Sí Casos 1 1 3 3 8<br />

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Total Casos 3 7 7 7 24<br />

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Nota: Como observa Rouquieu (1987), en dos <strong>de</strong> los ocho casos exitosos –Justo y<br />

Perón- se trata <strong>de</strong> militares.<br />

Fuente: Elaboración propia en base a información recogida a los efectos <strong>de</strong> sta<br />

investigación.<br />

Se constituyen así los tres actores básicos <strong>de</strong>l drama político−territorial<br />

argentino: la Ciudad−puerto, <strong>de</strong>venida Capital <strong>de</strong> un estado nacional; la<br />

“<strong>de</strong>scabezada” provincia <strong>de</strong> Bs. As. y las provincias <strong>de</strong>l interior. Nación,<br />

Bs. As. y el Interior configuran un trío –a la postre, centrífugo- que<br />

marca la historia política argentina. También hay que apuntar que, en<br />

las disputas hegemònicas entre el aparato nacional y Bs. As., crece<br />

intersticialmente la autonomía <strong>de</strong>l interior, ciertamente un muy<br />

heterogéneo conglomerado, que irá lentamente diferenciándose y<br />

acumulando po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> cara a las otras dos figuras.<br />

Obsérvese que, tan pronto como a comienzos <strong>de</strong> siglo −por ejemplo con<br />

la obra <strong>de</strong> Rivarola (1908)−, será un lugar común <strong>de</strong>l pensamiento<br />

argentino el presentar una posición <strong>de</strong>fensiva <strong>de</strong>l interior, <strong>de</strong>nunciando<br />

la distancia entre un país fe<strong>de</strong>ral y una nación unitaria; una nación<br />

frankestein, creatura <strong>de</strong> las provincias para contener a Bs. As., que las<br />

habría fagocitado. Una nación que se apropia −inconstitucionalmente− <strong>de</strong><br />

sus recursos, con los que costea un importante aparato, justamente<br />

emplazado en el interior (Oszlak y Estevez, 1997).<br />

Por su parte, esta dinámica nacionalizadora encuentra otro punto <strong>de</strong><br />

apoyo en la formación <strong>de</strong> partidos políticos nacionales. El nacimiento <strong>de</strong>l<br />

primero <strong>de</strong> éllos, la UCR es paradojal como casi todo este proceso.<br />

Alem, el revolucionario <strong>de</strong>l ’90, vino a oponerse a la fe<strong>de</strong>ralizacion <strong>de</strong><br />

Bs. As., entendiendo que la cooperacion política entre provincias, sin<br />

Leviathan nacional -la propuesta convencional <strong>de</strong>l fe<strong>de</strong>ralismo liberal-,<br />

era el modo <strong>de</strong> asegurar la libertad política <strong>de</strong> las mayorías (Botana,<br />

1993, p. 247): “La ten<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>scentralizadora y el sentimiento<br />

autonómico <strong>de</strong> los pueblos han salvado hasta ahora la República<br />

fe<strong>de</strong>ral...”, <strong>de</strong>cía en su discurso. 12 Des<strong>de</strong> entonces, los radicales<br />

vincularon estrechamente en su discurso la pureza <strong>de</strong>l sufragio y el<br />

espíritu fe<strong>de</strong>ral.<br />

12 Citado en Luna (1982, p. 166).

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