Tres noches para cinco perros - Gustavo Ott
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VOZ EN OFF : Todo bien jefe.<br />
VOZ EN OFF : Vamos OK por aquí..<br />
(BARNEY SUBE LOS BRAZOS EN SEÑAL DE VICTORIA. DOUG<br />
HABLA INMEDIATAMENTE POR SU TELÉFONO)<br />
BARNEY:<br />
(A LA RADIO) ¡Todo bien jefe! ¡Informe a la central. ¡Estamos<br />
taladrando otra vez!<br />
(SE VA QUITANDO LA MASCARA, POCO A POCO. HUELE ALGO Y<br />
SE LA PONE RÁPIDO. INTENTA OLER DE NUEVO)<br />
¡La brisa del mar, el aceite y nada más!<br />
(TODOS SE QUITAN CAUTELOSAMENTE LAS MÁSCARAS)<br />
ISMAEL:<br />
JOE:<br />
ISMAEL:<br />
JOE:<br />
BARNEY:<br />
¿Funcionó<br />
Yo no huelo nada.<br />
Y el taladro se oye bien.<br />
Como siempre.<br />
Quizás fue un problema pasajero.<br />
(VÍTORES DE TODOS. SE FELICITAN. WYATT, EN EL MISMO<br />
SITIO DONDE CAYÓ MUERTO, LUZ INTENSA EN ÉL. SUENA UNA<br />
PIANO TRISTE)<br />
WYATT:<br />
Ah! Ese sonido. Para mí el ruido del taladro es una necesidad.<br />
Sin él no puedo dormir. Lo oigo como el sonido que hace un<br />
pianista loco, uno de esos artistas desesperados; como la voz de<br />
un músico que comienza su carrera sabiendo <strong>para</strong> dónde va,<br />
pero que luego su mente es invadida por la locura y entonces sus<br />
dedos se vuelven como los dedos de un asesino. Y así toca el<br />
piano; como un adorable instrumento de tortura. Y el piano, como<br />
el taladro, ya no produce música sino una tormenta de notas, una<br />
tempestad terrible de sonidos que suben y bajan. Y ya no son los<br />
dedos los que tocan ese piano, ni las manos de los obreros son<br />
las que ponen las cadenas al taladro, sino que es la Locura. La<br />
Locura que ahora somos nosotros y también el pianista que ha<br />
decidido que al final de esa sonata desequilibrada, de ese<br />
Concierto Nro. 1 Para Enloquecer y Piano Opus Golfo de México,<br />
ese final de sonata psicópata no es solo el fin de la pieza o de la<br />
música, sino también el final de todos nosotros…