Descargar Texto - Memoria Digital de Lanzarote

de barro y paja, corrales y cabanas
donde aguarecer los barquillos.
L
a tierra daba tomate, cebollas,
batatas de corteza rojovioleta y
pulpa blanca, papas, granos, cereales
y uvas, los dorados racimos,
cuyo jugo, convertido en el lanzaroteño
mamsley (malvasía), fue tan
cantado por Shakespeare y otros
autores ingleses. ¡Cuánto bien hicieron
aquellas parras traídas, en las
cercanías de 1560, desde Portugal y
Madeira por Lutzardo Coello! La tierra
también en su generosidad daba
sal, ofrecía su seno al albergue de
un buen número de salinas, mutando
el llano terroso en mar y en cielo,
pues en las láminas de agua estañada
de los cocederos y tajos se
reflejaba el azul inmenso que navegaba
sobre la isla, poblado de vez
en cuando por algodonadas nubes.
Tal era la profusión de salinas que.
Arrecife, al que además se le añadía
el Charco de San Ginés y el agua
entre los escollos que conforman su
bahía, bien parecía un municipio líquido,
un trozo de mar desparramado
sobre la seca y polvorienta tierra.
Los llanos de
tierras tostadas
se preparan
para dar a luz a
lo verde.
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010
Los hijos de Lanzarote, huérfanos
atlánticos, estaban abocados a
vivir un esquema económico que
no sólo era insuficiente para paliar
la penuria casi constante sino que
además los condenaba a desarrollar
su vida bajo las amenazas de las sequías
y el destino a galera que suponía
las infrahumanas condiciones
La fe, opretuiado
en lento paso por
la viejo ciudad
porteño.
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