democracia - Ediciones Universitarias
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He caminado de<br />
Morelia sus plazas y no<br />
hay calle del centro<br />
que no guarde la<br />
sombra de los cuerpos<br />
que tuvo mi cuerpo.<br />
plazas<br />
Frente a los Portales pasa con estrépito un vehículo desvencijado,<br />
y el chofer, que aúlla por el megáfono, anuncia espectáculos<br />
no vistos, igual que en mi niñez, en un vehículo trastabillante,<br />
a través de las calles desmedradas de San Pedro de los Pinos, se<br />
anunciaba a los niños la promoción excepcional de tres películas<br />
de la matinée del domingo libre.<br />
He caminado de Morelia sus plazas y no hay calle del centro<br />
que no guarde la sombra de los cuerpos que tuvo mi cuerpo. En<br />
la década de los setenta era una ciudad idílica, y diría aun, casi<br />
recoleta, y yo caminaba instintivo con la mano en vez de brújula.<br />
Si me paraba en el centro del centro y miraba, ya al sur o ya al<br />
norte, veía hundirse las líneas del sol en lo arbolado de las montañas,<br />
las cuales hoy, talados los árboles y cubiertas de casas, no<br />
recordarán lo que fueron. Pero cuánto ha pasado en mí, cuántas<br />
cosas han pasado desde entonces. Cuánto sufrimiento me cavó<br />
el alma como un pozo oscuro, cuánta angustia como pájaro guillado<br />
picoteó en mi corazón hasta dejarlo como dedal. Cuántas<br />
veces vi en la mala luz de los inviernos de Praga, de Viena o<br />
Budapest mi cara de solitario a doce grados bajo cero. Cuánta<br />
soledad, como terrón con sed, se vive y se padece por unas horas<br />
de felicidad que brillan igual que el agua con la luz del sol en la<br />
fuente de Las Tarascas. Nadie sabrá de la Vía si no sufrió antes en<br />
la vía la ausencia de fe, de esperanza y caridad para ganar la gloria<br />
artística en la que creí estúpidamente.<br />
No sé por qué, pero ¿quién podría decir qué secreto existe<br />
para que las mujeres duelan o entristezcan en equis y ye sitio a<br />
equis y ye hora, para que después, en otro sitio y a otra hora, te<br />
duela otra y otra A cierta hora, de tal minuto en determinada<br />
calle una mujer figura su figura en el corazón como los juegos<br />
de luz que se ven ahora en la portada de cantera rosa de la catedral<br />
y en la altura de los campanarios. ¿Quién no quisiera que<br />
cada palabra de amor resonara en el corazón de una mujer en<br />
el momento que te desangra Una mujer u otra se roban definitivamente<br />
lo que escribes en el fuego horizontal a la hora de<br />
la jardinera.<br />
Llegan uno a uno los amigos. Llegan José, Jesús, Gaspar, Neftalí<br />
y Jorge. Llegan trayendo la amistad como agua clara y parecen<br />
resumirse en un instante las conversaciones de varias décadas<br />
cuando la poesía y el ángel no conocían el reloj victimario en<br />
manos de la víctima. Y sin que ellos se den cuenta me guardo la<br />
mañana del 17 de febrero en el bolsillo y el año 2006 lo pongo<br />
bajo el brazo, y cerca de la puerta de catedral vislumbro a Jesucristo<br />
azul, y escucho, escucho de nuevo y otra vez y de nuevo<br />
el tañido múltiple de las campanas que resuenan con fuerza tan<br />
armónica, que no puedo pensar en qué sitio de qué ciudad dejé<br />
a la mujer en quien pensaba.<br />
Ibero 47