democracia - Ediciones Universitarias
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Volviendo a tu vocación histórica y a tu ejercicio<br />
de analista político, ¿dirías que México es un país<br />
democrático<br />
México es un país democrático, sin duda, pero no es un país<br />
cívico, no es un país donde la <strong>democracia</strong> sea la expresión cívica<br />
última de un modo solidario de ser y de vivir. Las desigualdades<br />
de México hacen que todo —la <strong>democracia</strong>, el civismo, la<br />
solidaridad, la educación, el conocimiento, etcétera— sea algo<br />
fracturado. México es un país fracturado por sus desigualdades.<br />
No vivimos en una comunidad pareja, en donde las personas se<br />
miren a la cara como iguales. Es un país que está asentado mucho<br />
en el privilegio y en la desigualdad, y en la discriminación,<br />
suave, hipocritona como es la discriminación mexicana, pero<br />
una discriminación muy real y muy profunda, y eso hace que la<br />
<strong>democracia</strong> sea también una <strong>democracia</strong> incompleta, íntima e<br />
interpersonalmente incompleta. Los mexicanos no somos iguales,<br />
ni psicológica ni socialmente. Pienso en los contrastes entre<br />
los dos México en donde yo he vivido y estudiado: el México<br />
del norte, el de nuestros criollos norteños, francos y abiertos,<br />
y el México tuyo y mío, nuestro México indígena, el México<br />
de Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Chiapas. Un ranchero<br />
pobre sinaloense tiene una actitud psicológica de igualdad con<br />
quien se le pare enfrente; una actitud que no tiene un indígena<br />
aculturado de Chiapas. No depende sólo ni fundamentalmente<br />
de dinero ni de educación ni de, digamos, la condición social.<br />
Hay algo que falta profundamente en la <strong>democracia</strong> mexicana<br />
que es la igualdad psicológica, ese sentir que pertenecemos a una<br />
comunidad de reglas comunes en la que todos somos iguales aunque<br />
seamos distintos, y esto tiene mucho que ver con el hecho de<br />
que las condiciones de la vida democrática, empezando por la<br />
igualdad ante la ley, están también fracturadas. Es evidente que<br />
aunque en la ley y en el discurso dominante de la polis mexicana<br />
todos somos iguales, algunos, como decía Owen, son muchísimos<br />
más iguales que otros. Esto es un asunto de largo plazo,<br />
porque es, sobre todo, un asunto de civilización en el que las<br />
oportunidades económicas, la prosperidad y la educación vayan<br />
creando poco a poco una segunda naturaleza para que realmente<br />
todos seamos iguales en el ámbito psicológico, en el ámbito íntimo,<br />
aunque seamos muy distintos en nuestros logros, en nuestras<br />
riquezas y en nuestra posición social. Éste es uno de los grandes<br />
pendientes en nuestra incompleta vida democrática.<br />
¿Cómo juzgas hoy al poder mexicano ¿Ha sido<br />
rebasado por los graves problemas que enfrenta el país<br />
Lo veo muy fracturado también, entre los distintos órdenes de<br />
gobierno. La fractura es vertical porque hay una descoordinación<br />
gravísima del gobierno federal con los gobiernos estatales y<br />
municipales, y es también horizontal entre los distintos poderes<br />
del país. La división de poderes en el ámbito federal tiende a ser<br />
más que fuente de equilibrios, origen de parálisis. Los poderes<br />
Legislativo, Ejecutivo y Judicial más que equilibrarse se contrarrestan.<br />
Y hacia abajo, del poder federal hacia los poderes locales,<br />
hay también una falta de acuerdos de reglas operativas, de disposiciones<br />
y disponibilidades políticas para la corresponsabilidad.<br />
Esto es realmente muy preocupante, porque hemos pasado de<br />
un sistema político piramidado a uno suelto y disgregado. En el<br />
tema de la inseguridad, lo que se observa es la increíble falta de<br />
coordinación de las acciones federales con las acciones estatales<br />
y municipales. Raya en el absurdo el comportamiento de los<br />
poderes locales frente al hampa y el narcotráfico, por la ausencia<br />
de acciones de los gobernantes locales en sus propias ciudades, a<br />
cuenta de que estas grandes espirales del crimen son atribuibles<br />
al narcotráfico y, dado que éste es un asunto del fuero federal,<br />
ellos no tienen nada qué hacer en esa materia: todo es responsabilidad<br />
entonces del gobierno federal, lo cual es una manera<br />
inaceptable de zafarse frente a lo que les pasa a los ciudadanos de<br />
carne y hueso. No hay ciudadanos federales, hay ciudadanos de<br />
cada ciudad, de cada municipio, de cada estado. Esto ha conducido<br />
primero a la infiltración y a la captura de las policías y los<br />
poderes locales por los narcotraficantes y por los miembros del<br />
crimen organizado. En este tema, el camino de Calderón no se<br />
ve con ninguna claridad hacia adelante. Frente a la violencia, que<br />
parece no tener fin en algunas ciudades y en algunas regiones, lo<br />
que vemos, literalmente, es a la autoridad local hacerse a un lado<br />
como si no fuese su problema, y al gobierno federal no tener los<br />
tentáculos suficientemente finos para arreglar ese problema de<br />
violencia local, sino quizá al contrario: tiene unos instrumentos<br />
tan burdos que probablemente en lugar de hacer la cirugía, rompe<br />
equilibrios, y genera una violencia mucho mayor de la que<br />
hubiera esperado en un diagnóstico inicial.<br />
El poder mexicano es como nunca un poder múltiple y compartido,<br />
en su responsabilidad, y como nunca, al menos que yo<br />
recuerde en mi generación, es también un poder fragmentado y<br />
fracturado en su capacidad de cogobernar y corresponsabilizarse<br />
de las cosas. Éste es el problema central de México desde el punto<br />
de vista político, aunque seguimos con los viejos reflejos de<br />
decir que el que no sirve es el presidente. Tenemos presidentes<br />
equilibrados hasta la parálisis por los otros poderes, y rechazados<br />
como socios por los poderes locales. Es obvio que tienen<br />
que ser malos presidentes; no hay manera que resulten buenos<br />
o con grandes logros. La opinión pública sigue esperando de<br />
los gobiernos federales cosas que éstos ya no pueden dar, cosas<br />
que sólo van a poder dar los gobiernos locales que, como ya<br />
vimos, van muy atrás en su trabajo de comprometerse con la<br />
seguridad en este caso, pero también con la vida democrática,<br />
con la seguridad social, con el crecimiento económico, etcétera.<br />
Los gobiernos locales son eslabones muy débiles de nuestra vida<br />
institucional, y el gobierno federal que era, digamos, el animal<br />
fuerte, está muy disminuido por los otros miembros de la manada.<br />
Entonces, tenemos un problema de gobierno no débil sino<br />
debilitado, y no plural sino fragmentado.<br />
En este escenario, ¿qué podemos esperar de las<br />
elecciones en 2012<br />
Quién sabe. Parece muy fácil el camino del PRI, salvo que las<br />
cosas en la vida no pueden ser tan fáciles. Parece muy enredado<br />
el espectro de la izquierda, salvo que la izquierda todavía debe<br />
definir un candidato. Y los posibles candidatos del PAN parecen<br />
muy desdibujados. Pero, quizá, lo peor de todo es que a la política<br />
le pasa lo que a los periódicos. Ha perdido inteligencia en<br />
materia de proponer a los ciudadanos lo que quiere hacer, en<br />
materia de programas. Los ciudadanos no saben qué país está<br />
en las cabezas de cada uno de estos señores que nos quieren<br />
gobernar. Es una política como la prensa: muy inmediatista, cortoplacista,<br />
de pocas ambiciones estratégicas, una política del día<br />
con día y de la elección por la elección, sin proyectos, sin linajes<br />
claros de los partidos o de las fuerzas que compiten, sin diferencias<br />
distinguibles de lo que quieren para el país.<br />
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