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23.01.2015 Views

LÍDER IBERO México es un país fracturado por sus desigualdades Entrevista con Héctor Aguilar Camín Juan Domingo Argüelles Director editorial de IBERO 28 IBERO Héctor Aguilar Camín (Chetumal, Quintana Roo, 1946) es uno de los líderes de opinión más importantes de México. Escritor, historiador, periodista y editor, estudió la carrera de Ciencias y Técnicas de la Información (hoy Comunicación) en la Ibero, y es doctor en Historia por El Colegio de México. Carlos Fuentes escribió: “Héctor Aguilar Camín es uno de los más inteligentes escritores mexicanos de la generación que sigue a la mía”. En su obra literaria destacan las novelas Morir en el golfo (1980), La guerra de Galio (1990), El error de la luna (1995), Un soplo en el río (1998), El resplandor de la madera (1999), Las mujeres de Adriano (2002), Mandatos del corazón (2003), La conspiración de la fortuna (2005) y La provincia perdida (2007). Su más reciente obra es Pasado pendiente y otras historias conversadas (Seix Barral, 2010). En su trabajo de investigación histórica y política sobresalen sus libros La frontera nómada (1977), México; la ceniza y la semilla (2000) y La tragedia de Colosio (2004). En 1986 recibió el Premio Nacional de Periodismo y en 1998 el Premio Mazatlán de Literatura. En 2009, la Universidad Veracruzana le concedió el Doctorado Honoris Causa. Ha sido director de la Editorial Cal y Arena y subdirector del diario La Jornada, y actualmente es director de la revista Nexos, de la cual es fundador. En televisión, fue conductor del programa Zona Abierta y participa en Tercer Grado, de Televisa, y en el periodismo escrito es columnista del diario Milenio. Tal es el perfil del líder Ibero que conversa para nuestros lectores.

Las desigualdades de México hacen que todo —la democracia, el civismo, la solidaridad, la educación, el conocimiento, etcétera— sea algo fracturado. ¿Cómo fue tu formación en la Ibero Lo primero que viene a mi mente es una universidad mucho más pequeña y un tanto confesional. Una universidad que era una especie de club social en las afueras de la ciudad de México, porque entonces estaba ubicada en la colonia Campestre Churubusco. Conservaba, para mí, mucho del ambiente de la escuela preparatoria, porque yo era muy joven, tenía 16 años, cuando entré a la universidad, y porque en la carrera de Ciencias y Técnicas de la Información, al igual que en la prepa, llevábamos una cantidad enorme de materias. Teníamos un dicho: “Si es materia, la llevamos”. La novedad absoluta de mi formación universitaria fueron las mujeres, muy especialmente las alumnas de Filosofía y Letras: Fotografías de Rogelio Cuéllar. una colección espectacular de bellezas resplandecientes. Tenían que ser novedad, porque yo había estudiado toda la vida en colegios de varones y toda la vida también con jesuitas, salvo los primeros años que estudié con las monjas en Chetumal. A raíz del ciclón Janet, vine con mi familia a la ciudad de México, y ese mismo año, 1955, entré al Instituto Patria, que era la escuela que tenían los jesuitas en Polanco, también en las afueras de la ciudad, rodeada de milpas, donde hoy está El Palacio de Hierro, en la calle de Molière. En el Patria estuve desde el quinto año de primaria hasta el segundo de prepa, porque entonces la preparatoria era sólo de dos años, y de ahí, a partir de 1962, seguí con los jesuitas cinco años más en la Ibero. De manera que soy una fruta directa de la educación jesuita, cualquier cosa que esto signifique. ¿A qué profesores y condiscípulos recuerdas especialmente Al director de la carrera, Jesús María Cortina, que era un hombre lleno de buena voluntad, de buen humor y de sentido práctico, que fue realmente quien convirtió esa carrera en un instrumento de conocimiento para el trabajo, para salir a ganarse la vida. Nosotros decíamos que había tres tipos de jesuitas, y creo que son canónicos y siguen existiendo. Uno era el sabio jesuita, que lo encarnaba Felipe Pardinas. Luego estaba el santo varón, que era un jesuita con un toque muy suave, muy espiritual, muy retirado de las cosas mundanas, envuelto en las obligaciones de la orden, hombre terso de apariencia beatífica, y el prototipo era el padre Héctor González Uribe, que fue un tiempo director de la escuela de Ciencias y Técnicas de la Información y luego rector de la Ibero. Y el tercer tipo jesuítico era el curita “boxeador”, mi favorito, porque era el cura que se acercaba realmente, como amigo, a la vida cotidiana de los alumnos. En el Patria en particular así eran realmente los curas más populares, porque con ellos se podía departir de tú a tú y porque, además, eran relativamente jóvenes. Formalmente, eran maestrillos más que curas ya recibidos y constituían la parte de la Compañía de Jesús con la que uno tenía una relación más amistosa. Cortina se aproximaba mucho a ese estilo campechano, pragmático, humorístico, del curita “boxeador”, en el buen sentido de la expresión. Por supuesto también teníamos nuestros problemas con él, como es natural que los tuviéramos con las autoridades, pero lo que él llevó a cabo —y que estuvo muy bien hecho— fue quitarle a la carrera de Comunicación la carga excesivamente filosófica e intelectual que tenía en las manos de José Sánchez Villaseñor, y volverla más técnica e instrumental, con materias como publicidad, periodismo, televisión, cine, etcétera, independientemente de conservar nuestras materias de filosofía, historia de la cultura, psicología y demás. La carrera que yo estudié, a diferencia, por ejemplo, de Administración de Empresas, que era quizá la más prestigiada entre todas las escuelas de entonces, era una miscelánea de una enorme diversidad de cosas difícilmente compatibles entre sí, pero en eso residía un poco su encanto. Íbamos a clases mañana y tarde: entrábamos a las ocho de la mañana y salíamos a las once o a las doce, y luego volvíamos a las cuatro y salíamos a las ocho o a las nueve de la noche, de acuerdo con la infinita cantidad de materias que podíamos tomar. Ibero 29

LÍDER IBERO<br />

México es<br />

un país<br />

fracturado<br />

por sus<br />

desigualdades<br />

Entrevista con<br />

Héctor Aguilar Camín<br />

Juan Domingo Argüelles<br />

Director editorial de IBERO<br />

28 IBERO<br />

Héctor Aguilar Camín (Chetumal, Quintana Roo,<br />

1946) es uno de los líderes de opinión más importantes<br />

de México. Escritor, historiador, periodista y<br />

editor, estudió la carrera de Ciencias y Técnicas de la<br />

Información (hoy Comunicación) en la Ibero, y es doctor en<br />

Historia por El Colegio de México. Carlos Fuentes escribió:<br />

“Héctor Aguilar Camín es uno de los más inteligentes escritores<br />

mexicanos de la generación que sigue a la mía”.<br />

En su obra literaria destacan las novelas Morir en el golfo (1980),<br />

La guerra de Galio (1990), El error de la luna (1995), Un soplo en el<br />

río (1998), El resplandor de la madera (1999), Las mujeres de Adriano<br />

(2002), Mandatos del corazón (2003), La conspiración de la fortuna<br />

(2005) y La provincia perdida (2007). Su más reciente obra es Pasado<br />

pendiente y otras historias conversadas (Seix Barral, 2010). En su<br />

trabajo de investigación histórica y política sobresalen sus libros<br />

La frontera nómada (1977), México; la ceniza y la semilla (2000) y<br />

La tragedia de Colosio (2004).<br />

En 1986 recibió el Premio Nacional de Periodismo y en 1998<br />

el Premio Mazatlán de Literatura. En 2009, la Universidad Veracruzana<br />

le concedió el Doctorado Honoris Causa. Ha sido<br />

director de la Editorial Cal y Arena y subdirector del diario La<br />

Jornada, y actualmente es director de la revista Nexos, de la cual<br />

es fundador. En televisión, fue conductor del programa Zona<br />

Abierta y participa en Tercer Grado, de Televisa, y en el periodismo<br />

escrito es columnista del diario Milenio. Tal es el perfil del<br />

líder Ibero que conversa para nuestros lectores.

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