democracia - Ediciones Universitarias
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TRANSITAR A LA DEMOCRACIA /examen<br />
La educación de la memoria en las aulas<br />
debiera contribuir a convertir ese espejo<br />
opaco y hecho añicos en un espejo diáfano<br />
que evite los olvidos y las amnesias que nos<br />
impiden avanzar en la construcción de una<br />
sociedad más libre, igualitaria y democrática.<br />
Hacer visible lo invisible<br />
En España vivimos, en estos albores del siglo XXI, en un tiempo<br />
de silencios, en un tiempo en el que se fomenta, en nombre de la<br />
convivencia democrática, una amnesia colectiva que menosprecia<br />
el valor de la memoria histórica y sigue arrojando a las víctimas de<br />
la barbarie franquista, tantas décadas después, a las fosas del olvido.<br />
De esta manera los apologistas del olvido intentan algo tan obsceno<br />
como eliminar las obvias diferencias entre verdugos y víctimas<br />
y afirmar categóricamente el absurdo de vindicar, aunque sea de<br />
manera simbólica, el derecho de las víctimas de las dictaduras a la<br />
justicia y a la memoria. Por ello, y siguiendo el consejo feminista,<br />
urge hacer visible lo invisible, urge mirar el mundo con los ojos de los<br />
olvidados, de quienes nacieron para perder, y urge vindicar el derecho<br />
a la memoria como un deber de justicia con las víctimas de<br />
tantas imposturas, de tantos silencios, de tantos maltratos, de tantos<br />
exilios y de tantas diásporas, de tantas cárceles, de tantas torturas y<br />
de tantas muertes.<br />
Una ética implicada en la construcción de formas de vida y de<br />
sociedades equitativas y democráticas exige aceptar que el convulso<br />
presente en que vivimos y ese futuro al que algunos apelan para<br />
justificar el olvido de la barbarie humana están construidos sobre<br />
las víctimas, sobre los sin nombre, sobre quienes aún son invisibles.<br />
De ahí la importancia que tiene en cualquier afán emancipatorio<br />
(y la educación democrática debiera contribuir a la emancipación<br />
de las personas) imaginar al otro (y a la otra), ponerse en la piel de<br />
otros seres humanos, emocionarse e indignarse ante el desamparo y<br />
el dolor ajenos, asomarse al espanto de las injusticias humanas y a las<br />
tragedias de tantas vidas sometidas a la pobreza, al analfabetismo, a la<br />
diáspora, a la violencia y a la injusticia. Sólo así es posible el diálogo<br />
y el entendimiento entre las personas y entre las culturas porque “la<br />
memoria colectiva produce reconciliación cuando es memoria del<br />
sufrimiento del otro” (Mate, 2008: 175).<br />
Lecciones contra el olvido<br />
En nombre de la convivencia y del futuro abundan de un tiempo a esta<br />
parte las voces que se manifiestan a favor del olvido de la memoria histórica<br />
a la vez que vindican la ocultación de la barbarie humana como<br />
una forma de conjurar en nombre de un presente imperfecto y de un<br />
futuro incierto las sombras del pasado. El eco de esas voces se escucha<br />
en la actualidad en la educación porque, como señala Osten (2008), “no<br />
es ninguna casualidad que en los debates de política educativa ya no se<br />
hable de la formación en el sentido de una participación en la memoria<br />
de la humanidad y de la capacidad de juicio que de ella resulta. La<br />
26 IBERO<br />
relegación de la memoria en los planes de estudio a los ordenadores<br />
y a las bases de datos se realiza con éxito con el objetivo de desprenderse<br />
de la carga del recuerdo a cambio de una acelerada obtención<br />
de competencias de futuro”. Por el contrario, educar en la defensa<br />
del derecho a la memoria de la barbarie humana constituye un<br />
acto de justicia con las víctimas, una invitación al ejercicio moral<br />
de la razón compasiva (Mate, 2008: 25) y en consecuencia un deber<br />
ineludible y urgente de la educación (o al menos, de una educación<br />
democrática).<br />
El escritor colombiano Héctor Abad Faciolince afirma que “la<br />
memoria es un espejo opaco y vuelto añicos, o, mejor dicho, está<br />
hecha de intemporales conchas de recuerdos desperdigadas sobre<br />
una playa de olvidos” (2006: 137). La educación de la memoria en<br />
las aulas debiera contribuir a convertir ese espejo opaco y hecho<br />
añicos en un espejo diáfano que evite los olvidos y las amnesias<br />
que nos impiden avanzar en la construcción de una sociedad más<br />
libre, igualitaria y democrática. Entre otras cosas, porque la escuela<br />
es uno de los escenarios donde se transmite la memoria colectiva y<br />
las identidades y saberes socialmente legitimados. Y en este contexto<br />
conviene subrayar que esa memoria colectiva y esas identidades<br />
y saberes socialmente legitimados por la escuela están a menudo<br />
construidos sobre los cimientos del olvido de lo que se considera<br />
irrelevante, doloroso, incómodo e inoportuno. Por ello asistimos en<br />
la actualidad a tantos debates y a tantas disputas por el control de<br />
las memorias colectivas y a tanta vindicación del olvido como una<br />
forma de imaginar tiempos mejores aunque, al hacerlo, corremos<br />
el riesgo de olvidarnos de las lecciones que se pueden aprender a<br />
través del escrutinio de lo que no nos resulta cómodo recordar. Sin<br />
embargo, como señala Noam Chomsky (2002: 28), “es la responsabilidad<br />
intelectual de los maestros intentar decir la verdad. Es un<br />
imperativo moral. […] El aprendizaje verdadero tiene que ver con<br />
descubrir la verdad por sí mismos, sin eliminar las informaciones y<br />
las ideas que pudieran resultar embarazosas para los poderosos: los<br />
que crean, diseñan e imponen la política escolar”.<br />
Referencias<br />
Abad Faciolince, Héctor (2006), El olvido que seremos, Planeta, Bogotá.<br />
Benjamín, Walter (2008), Tesis sobre la historia y otros fragmentos, Ítaca, México.<br />
Chomsky, Noam (2002), La (des)educación, edición e introducción de Donaldo<br />
Macedo, Crítica, Barcelona.<br />
Mate, Reyes (2008), La herencia del olvido, Errata Naturae, Madrid.<br />
Osten, Manfred (2008), La memoria robada. Los sistemas digitales y la destrucción de<br />
la cultura del recuerdo, Siruela, Madrid.<br />
Contacto: lomascarlos@gmail.com