democracia - Ediciones Universitarias

democracia - Ediciones Universitarias democracia - Ediciones Universitarias

edicionesuniversitarias.com.mx
from edicionesuniversitarias.com.mx More from this publisher
23.01.2015 Views

TRANSITAR A LA DEMOCRACIA /examen Tiempo de olvidos, tiempo de memoria La educación democrática debe contribuir a la emancipación de las personas Foto: Corbis. 24 IBERO

Contra la rendición del tiempo, la restauración de los derechos de la memoria es un vehículo de liberación y una de las más notables tareas del pensamiento humano. Herbert Marcuse Carlos Lomas Carlos Lomas es doctor en Filología Hispánica y catedrático de Lengua castellana y Literatura en Gijón (España). Fue director de la revista Signos (1990-1997) y es codirector de Textos de Didáctica de la Lengua y la Literatura. Como formador ha intervenido en diversos congresos, cursos y jornadas en España, Portugal, Brasil, México, Venezuela, Puerto Rico, Chile y Colombia. Es autor, entre otros libros, de El espectáculo del deseo (Octaedro, 1996), Cómo enseñar a hacer cosas con las palabras (Paidós, 1999), Érase una vez la escuela: Los ecos de la escuela en las voces de la literatura (Graó, 2007) y ¿El otoño del patriarcado Luces y sombras de la igualdad entre mujeres y hombres (Península, 2008). En unos meses aparecerá en Barcelona el libro colectivo, por él coordinado, Lecciones contra el olvido: Memoria de la educación y educación de la memoria (Octaedro, 2011). Dicen que la distancia es el olvido”, reza un hermoso bolero. De igual manera oímos a menudo que “el tiempo lo borra todo”. Sin embargo, hace tiempo que sabemos que no siempre es ni debe ser así y que la lejanía en el mapa y en el calendario no conduce inevitablemente al olvido ni borra el recuerdo de lo que fuimos y ya no somos. Y aunque a veces la memoria no sea de fiar, es la memoria lo que en última instancia nos configura como seres humanos. Porque sin memoria no hay nada ni somos nadie ni es posible entender el mundo en que vivimos. Somos memoria. Lo que somos y lo que sabemos está tejido con los hilos del recuerdo y de la memoria. Somos lo que sabemos, sí, pero acaso sólo sabemos quiénes somos cuando nos acercamos al sufrimiento y a las emociones de los otros, de esos otros ausentes e invisibles, de esas mujeres y de esos hombres que a lo largo de la convulsa historia de la humanidad han sufrido las mil y una formas posibles de la injusticia, de las tiranías y de las violencias. Quizá porque la memoria no es sólo añoranza, recuerdos y emociones sino también, como escribiera Walter Benjamín (2008), un modo específico y alternativo de conocimiento elaborado a partir de la mirada de las víctimas de la sinrazón humana, de ese sueño de la razón que, en palabras de Goya, engendra monstruos. Sin memoria de la injusticia humana no hay justicia posible. Sin memoria de las víctimas el crimen sigue impune. Es obvio que el olvido constituye con frecuencia un conjuro inevitable contra lo que nos resulta incómodo y amenaza nuestro presente, una eficaz terapia contra la crueldad del pasado y un antídoto contra la cegadora luz de los recuerdos. De ahí que haya quienes argumentan a favor de las ventajas del olvido y de la amnesia colectiva a la hora de afrontar juntos el futuro. Sin embargo, otras personas vindicamos el derecho a la memoria no sólo como un acto de justicia con las víctimas de la injusticia, de las violencias, de las miserias y de las diásporas sino también como una estrategia ética orientada a fomentar la emergencia de una ciudadanía crítica y democrática. La conciencia social de las sombras del ayer (y del hoy) constituye una condición indispensable para el ejercicio de la libertad en la medida en que, como señalara Soren Kierkegaard, la vida debe ser vivida hacia delante pero sólo puede entenderse hacia atrás. En nombre del futuro no cabe el olvido de un pasado y de un presente tan imperfectos (guerras, matanzas, injusticias, genocidios, dictaduras…) porque constatamos a diario la terca pervivencia de la miseria, de la opresión, de la desigualdad y de la violencia en demasiadas zonas del planeta que condena a millones de personas al hambre, al analfabetismo, a la enfermedad, a las violaciones, a las torturas y a la muerte, cuando no al exilio y a la emigración a la búsqueda desesperada de otros paisajes y de otras patrias donde la vida humana tenga aún algún valor y donde al menos sea posible ejercer el derecho a vivir en paz. Vivimos, en estos albores del siglo XXI, en un tiempo de silencios, en un tiempo en el que se fomenta, en nombre de la convivencia democrática, una amnesia colectiva que menosprecia el valor de la memoria histórica. Ibero 25

Contra la rendición del tiempo, la<br />

restauración de los derechos de la<br />

memoria es un vehículo de liberación<br />

y una de las más notables tareas del<br />

pensamiento humano.<br />

Herbert Marcuse<br />

Carlos Lomas<br />

Carlos Lomas es doctor en Filología Hispánica y catedrático de Lengua castellana y Literatura en Gijón (España). Fue<br />

director de la revista Signos (1990-1997) y es codirector de Textos de Didáctica de la Lengua y la Literatura.<br />

Como formador ha intervenido en diversos congresos, cursos y jornadas en España, Portugal, Brasil, México, Venezuela,<br />

Puerto Rico, Chile y Colombia. Es autor, entre otros libros, de El espectáculo del deseo (Octaedro, 1996), Cómo<br />

enseñar a hacer cosas con las palabras (Paidós, 1999), Érase una vez la escuela: Los ecos de la escuela en las<br />

voces de la literatura (Graó, 2007) y ¿El otoño del patriarcado Luces y sombras de la igualdad entre mujeres<br />

y hombres (Península, 2008). En unos meses aparecerá en Barcelona el libro colectivo, por él coordinado, Lecciones<br />

contra el olvido: Memoria de la educación y educación de la memoria (Octaedro, 2011).<br />

Dicen que la distancia es el olvido”, reza un hermoso<br />

bolero. De igual manera oímos a menudo<br />

que “el tiempo lo borra todo”. Sin embargo, hace<br />

tiempo que sabemos que no siempre es ni debe ser<br />

así y que la lejanía en el mapa y en el calendario no<br />

conduce inevitablemente al olvido ni borra el recuerdo de lo que<br />

fuimos y ya no somos. Y aunque a veces la memoria no sea de fiar,<br />

es la memoria lo que en última instancia nos configura como seres<br />

humanos. Porque sin memoria no hay nada ni somos nadie ni es<br />

posible entender el mundo en que vivimos.<br />

Somos memoria. Lo que somos y lo que sabemos está tejido con<br />

los hilos del recuerdo y de la memoria. Somos lo que sabemos, sí,<br />

pero acaso sólo sabemos quiénes somos cuando nos acercamos al<br />

sufrimiento y a las emociones de los otros, de esos otros ausentes<br />

e invisibles, de esas mujeres y de esos hombres que a lo largo de la<br />

convulsa historia de la humanidad han sufrido las mil y una formas<br />

posibles de la injusticia, de las tiranías y de las violencias. Quizá<br />

porque la memoria no es sólo añoranza, recuerdos y emociones<br />

sino también, como escribiera Walter Benjamín (2008), un modo<br />

específico y alternativo de conocimiento elaborado a partir de la<br />

mirada de las víctimas de la sinrazón humana, de ese sueño de la<br />

razón que, en palabras de Goya, engendra monstruos. Sin memoria<br />

de la injusticia humana no hay justicia posible. Sin memoria de las<br />

víctimas el crimen sigue impune.<br />

Es obvio que el olvido constituye con frecuencia un conjuro inevitable<br />

contra lo que nos resulta incómodo y amenaza nuestro presente,<br />

una eficaz terapia contra la crueldad del pasado y un antídoto<br />

contra la cegadora luz de los recuerdos. De ahí que haya quienes argumentan<br />

a favor de las ventajas del olvido y de la amnesia colectiva<br />

a la hora de afrontar juntos el futuro. Sin embargo, otras personas<br />

vindicamos el derecho a la memoria no sólo como un acto de justicia<br />

con las víctimas de la injusticia, de las violencias, de las miserias y<br />

de las diásporas sino también como una estrategia ética orientada a<br />

fomentar la emergencia de una ciudadanía crítica y democrática. La<br />

conciencia social de las sombras del ayer (y del hoy) constituye una<br />

condición indispensable para el ejercicio de la libertad en la medida<br />

en que, como señalara Soren Kierkegaard, la vida debe ser vivida<br />

hacia delante pero sólo puede entenderse hacia atrás.<br />

En nombre del futuro no cabe el olvido de un pasado y de un<br />

presente tan imperfectos (guerras, matanzas, injusticias, genocidios,<br />

dictaduras…) porque constatamos a diario la terca pervivencia de<br />

la miseria, de la opresión, de la desigualdad y de la violencia en<br />

demasiadas zonas del planeta que condena a millones de personas<br />

al hambre, al analfabetismo, a la enfermedad, a las violaciones, a las<br />

torturas y a la muerte, cuando no al exilio y a la emigración a la<br />

búsqueda desesperada de otros paisajes y de otras patrias donde la<br />

vida humana tenga aún algún valor y donde al menos sea posible<br />

ejercer el derecho a vivir en paz.<br />

Vivimos, en estos albores del siglo XXI, en un tiempo<br />

de silencios, en un tiempo en el que se fomenta,<br />

en nombre de la convivencia democrática, una<br />

amnesia colectiva que menosprecia el valor de<br />

la memoria histórica.<br />

Ibero 25

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!